Primera entrevista con el juez Eduardo López-Palop
'Nunca me he quitado de la cabeza a las familias de las niñas fallecidas' 'Un país sin Justicia es un país donde se vota, pero no una democracia', asegura
'Me causa verdaderos problemas de conciencia meter en la cárcel a alguien que ha robado 500 euros mientras determinadas personas siguen en libertad'
'Puede haber intereses muy poderosos en que la Justicia no funcione', dice sobre la política
'Arena era desolador, como un campo de batalla, cuando llegué', dice sobre aquella noche
El juez Eduardo López Palop, ayer, en la puerta de los juzgados. SERGIO ENRÍQUEZ
PABLO HERRAIZ
QUICO ALSEDO
Actualizado: 31/10/2014 02:52 horas
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«Todo lo que opino sobre lo ocurrido en Madrid Arena en la madrugada del 1 de noviembre de 2012 está recogido en el auto de transformación de las diligencias previas en procedimiento abreviado».
Quiere medir cada palabra, casi cada sílaba, Eduardo López Palop, el magistrado que instruye la polémica causa, en la primera entrevista que concede durante la instrucción, a la que aún le quedan sus últimos coletazos.
En su encuentro con EL MUNDO, el juez del 51 de Instrucción en absoluto entra a valorar lo jurídico del caso -después de dos años de duro trabajo, obviamente quiere evitar todo lo que pueda sonar a prejuicio al respecto de la causa-, pero no da puntada sin hilo, con una sutileza y unas suavidad demoledoras.
¿Cómo ha vivido personalmente el procedimiento?
No conozco a las familias de las niñas fallecidas, pero puedo asegurar que no me las he quitado de la cabeza, en ningún momento, en estos dos años de instrucción.
¿Una instrucción complicada?
Sin entrar a valorar, como es lógico, criterios jurídicos, el comportamiento y la actitud de todos los letrados ha sido, sin excepción, impecable.
¿Cómo recuerda aquel día?
La cronología la tengo totalmente grabada. Eran las cuatro de la mañana, yo estaba en la guardia de diligencias y me había acostado un rato. Estaba la guardia tranquila, yo llevaba durmiendo un par de horas, y me llama al teléfono móvil una funcionaria del juzgado y me dice: «Don Eduardo, que acaba de llamar la Policía, que ha habido un problema en la fiesta de Halloween de Madrid Arena y que hay como mínimo dos chicas muertas». Nos dijeron: «No vengan ustedes todavía, porque quedan chicos en la fiesta y, como todo ha ocurrido en un pasillo, no queremos que empiecen a llegar coches, cunda la alarma y haya un problema de pánico. Cuando esté despejado, les llamamos». La Policía llamó en torno a las cinco y media [de la madrugada]. Fuimos la fiscal, el forense, el secretario judicial y yo. Cuando llegamos al Madrid Arena, aquello era absolutamente desolador. Estaba el suelo lleno de cristales, en un sitio en el que no se podía entrar con cristales. Las paredes tiznadas de humo de bengalas, en un sitio donde se suponía que no podían entrar bengalas.
Vio a víctimas, ¿verdad?
Estaban las niñas, dos, en un habitáculo, por llamarlo de alguna forma, aunque podría ser más rotundo. Un lugar sin ventilación, ni luz suficiente, ni agua corriente. Es decir, como el trastero de mi casa, pero más grande. Había dos niñas, porque otras dos fallecieron después, pero esas dos criaturas estaban tumbadas en el suelo, para las operaciones de los del Samur. Ya habían fallecido. Quedaban chavales en los alrededores, gente que ya había salido del pabellón, pero estaba en la calle. Vieron mucho movimiento de Policía y estaban mirando. El aspecto del Madrid Arena era deplorable, aquello era un campo de batalla.
Señor Palop, la Justicia está ahora mismo en el centro del debate.
Vamos a ver, un país en el que la Justicia no funciona, y no me refiero necesariamente a España, es un país en el que se vota, pero no es una democracia. Las leyes procesales penales están más pensadas para robagallinas que para una delincuencia económica muy sofisticada. Lo ha dicho el presidente del Consejo General del Poder Judicial y yo estoy de acuerdo.
¿Siente que la Justicia tiene el papel que le corresponde?
Mire, el origen del Estado no fue hacer autopistas o líneas de alta velocidad. Todo eso está muy bien y es muy necesario, pero vino después. El origen del Estado fue evitar la venganza privada y la ley del más fuerte. Es decir, la Justicia.
En la calle, ¿cuál cree que es la percepción sobre el trabajo de los jueces?
La gente está harta de palabras, y quiere dignidad y respeto. Para saberlo es suficiente con escuchar en cualquier bar, o hablar con cualquier taxista. A mí me causa auténticos problemas de conciencia mandar a la cárcel a alguien que ha robado 500 euros mientras determinadas personas están en libertad.
¿Falta voluntad política para darle a la Justicia el papel que debería tener?
Vamos a dejarlo en que puede haber intereses muy poderosos en que la Justicia no funcione.
¿Cuál es el problema de fondo, a su modo de ver?
Decía Ortega y Gasset que la gran tragedia de España es la carencia de élites intelectuales y políticas. Para no hablar más de la cuenta, me limitaré a decir que estoy totalmente de acuerdo con Ortega y Gasset.
¿Hace cuánto tiempo que es usted juez, señor López-Palop?
Ingresé en la carrera judicial en 1985, en 2015 cumplo 30 años de juez.
¿Ha vivido muchos casos como Arena?
Desde el punto de vista de la repercusión, ninguno. Pero desde otros puntos de vista... Cuando yo era juez en Torrijos, en Toledo, en un pueblo pequeño al lado, a la salida de una discoteca, de madrugada, a una chica la cogieron entre varios y se la llevaron por la fuerza apartándola del pueblo. Se la llevaron al campo, la quitaron el cinturón del pantalón, se lo pusieron alrededor del cuello y uno de ellos empezó a violarla. Cuando ella se resistía el tipo tiraba del cinturón y la estrangulaba. El tío, con el propio cinturón, se lo había puesto alrededor del cuello y la estrangulaba.
¿Y ella vivió para contarlo?
Sí, sí, y tuvo incluso la sangre fría de no cambiarse la ropa, de no ducharse, y de irse al hospital para que le tomaran muestras biológicas para que, cuando se celebró el juicio, al hombre le cayeran 15 años de cárcel, creo. Pero lo que más me impresionó fue que, cuando le tomé declaración a la chica, y duró la cosa siete horas, ella no hacía más que llorar. Hablaba cinco minutos y se ponía a llorar. Hablaba otros cinco, y a llorar. Estuvimos siete horas trayéndole agua, coca-cola, cualquier cosa para que pudiera declarar.. Y encima la pobre tenía el cuello en carne viva. El tío aquel la había dejado... Aparte de que estaba moralmente hecha polvo, tenía el cuello en carne viva. Ese caso me dejó...
En Arena, ¿ha sentido alguna vez presión, digamos, externa?
Presión en el sentido de que alguna institución me haya presionado, no. Hombre, presión de que cada cosa que hacía estaba en los medios, sí. Presión mediática sí. Pero presión de que a mí alguien me haya llamado para decirme «haz esto o haz lo otro», no. Nadie, absolutamente nadie, me ha llamado ni me ha dado la menor consigna y me ha pedido: «Haz esto o haz lo otro». En este sentido, esto ha sido impecable. Hombre, notas la presión de que cada cosa que haces, sale en los medios al día siguiente, es cierto.
Usted tuvo que pedir un juez de apoyo por sobrecarga: ¿un caso de estos paraliza un juzgado?
Siempre se dice: «Hacen falta más juzgados, hacen falta más jueces». Eso es verdad, o será verdad. Pero lo primero que hay que cambiar en la Justicia son las leyes procesales. La ley procesal penal española, la Ley de Enjuiciamiento Criminal, es de finales del siglo XIX... Y estamos en el año 2014.
El crimen también ha cambiado, lógicamente.
El tipo de delincuencia que se está viendo ahora, por ejemplo con los temas de corrupción, es una delincuencia muy, muy, muy sofisticada. Cuando se hizo la Ley de Enjuiciamiento Criminal ni había informática, ni había ordenadores, ni había contabilidades B, ni había cuentas en Andorra ni nada de eso. Es una ley que está pensada para el señor que en un ataque de celos mataba a su mujer, o para un señor que había robado un caballo en un cortijo, o cosas por el estilo.
La complejidad es mucho mayor hoy.
No voy a dar nombres, pero a mí me han dicho compañeros y fiscales, incluso fiscales: «Mira, yo cuando empezamos con las contabilidades es que me pierdo», porque es una delincuencia muy sofisticada. Las leyes no están pensadas para esto.
Y eso en el día a día...
Eso nos lleva a otra cosa: cuando tú tienes una serie de casos que son complejos, o que pueden serlo, lo que no tiene ningún sentido es que a mí me hagan perder cientos de horas al cabo de un año, pero cientos de horas, dilucidando si la vecina de arriba le echó agua a la de abajo, y la otra la insultó, y la de más allá le dijo y tú más... Es que se pierden cientos de horas. ¿Por qué no hay un juez de paz para estas cosas? Esto no está bien organizado, claramente.
¿Cuál es el día a día en su juzgado?
Por ejemplo, yo ayer podía haber estado trabajando en lo que fuera, pero entré en jucios de faltas a las diez de la mañana y terminé a las tres de la tarde. Y lo que vi fue un señor que había insultado a otro. Otro, que en un semáforo había llamado 'hijo de puta' a otro. Eso, en cuanto al tiempo que te hace perder. Pero es que encima estábamos en sala, para eso, un juez, una fiscal, un secretario judicial y dos funcionarios.
O sea, que el gasto también es lo suyo.
Si prorrateas el sueldo, resulta que al Estado cada juicio de faltas le sale por unos 500 euros. Que para discutir si la vecina de arriba ha insultado a la otra está estén cinco funcionarios... Para rematar, el resultado de tan magno juicio es una falta del artículo no sé cuántos y son 50 euros de multa, o 200. Vamos a ver, no puedes tener paralizado un juzgado para discutir si las vecinas se pelean. Y mientras tanto tienes esperando tochos como éstos [señala al lado, junto a su silla, una mesa atestada de legajos], que son de un robo de 40 millones de euros.
