No quiere tomarse la medicación

medicacionLa intervención policial en situaciones en las que se encuentra implicada una persona con enfermedad mental crónica (EMC) no resultan extrañas al agente de policía. Y no es raro, ya que se calcula que la esquizofrenia afecta a 1 de cada 100 personas y el trastorno bipolar a 1 ó 2 de cada 100. Y no estamos contando otros trastornos mentales que se desarrollan de forma crónica (trastorno esquizoafectivo, trastornos graves de la personalidad …). Padecer una enfermedad mental es un estigma en nuestra sociedad. La “locura”, el “perder la razón”, es una de las peores cosas que desearíamos que no nos ocurrieran. Pero hay una serie de cuestiones que no solemos tener en cuenta cuando se interviene policialmente con una persona afectada de una EMC. Por una parte, tenemos tendencia a pensar que una persona con esquizofrenia es, por razón de su enfermedad, más agresiva o violenta potencialmente que otra persona que no padezca alguna de estas enfermedades. Quizá esta impresión se ha formado a través de la experiencia personal del policía con estos casos. Otra razón para ver así las cosas es que los medios suelen mostrar a las personas con EMC como asesinos psicópatas (películas) o dan relevancia a noticias en las que una persona con EMC se ha visto involucrada en un episodio violento.
No extraña que la experiencia del policía con personas con EMC haya podido implicar algún tipo de agresión, ya sea verbal o física. La pregunta es, ¿en cuántas de estas situaciones podría haberse evitado la violencia? La realidad, no el estigma, proporciona datos claros sobre la asociación entre violencia y enfermedad mental, y nos dice, sin ningún género de dudas, que una persona con EMC no es más violenta – por causa de su enfermedad – que el resto de la población. Los datos también son muy claros cuando dicen que la probabilidad de violencia en una persona con EMC aumenta de forma muy considerable si ha habido consumo de alcohol/drogas. En estos casos sí que la probabilidad es mayor que en la población general, pero no por la enfermedad, sino por el consumo.
Cuando se parte del desconocimiento de lo que supone una EMC el policía puede asumir, no sin cierta lógica, que una enfermedad de este tipo hace que las personas descontrolen su comportamiento, por lo que la probabilidad de que se produzca violencia es mayor. Cuando pensamos en una enfermedad mental lo primero que nos viene a la cabeza es la idea de “pérdida de control”. Esto no sólo ocurre al policía. Cuando yo empecé a trabajar como psicólogo en este tipo de casos, estas personas me producían bastante respeto. Cuando hablaba con ellas flotaba en el aire al sensación de que en cualquier momento podía pasar algo. Una mirada que yo interpretaba como “rara”, un tono de voz más alto de lo normal, un gesto brusco, podía ser suficiente para que se me disparasen todas las alarmas. He de reconocer que la tensión del momento podía llevar a que terminara la entrevista más rápido de lo que hubiera sido preciso.
Con el paso del tiempo me fui dando cuenta de que el principal enemigo en estas situaciones era mi propio temor, mis prejuicios respecto de la persona que tenía delante y de su comportamiento. El problema de esto es que tu actuación profesional no es la que debiera. Os pongo un ejemplo. Uno de los casos típicos de intervención policial con personas con EMC suele tener como motivo el que la persona en cuestión no quiere tomarse la medicación. Muy bien. Allí nos plantamos nosotros. Hablamos con la familia, si la tiene, vamos a su habituación y empezamos a hablar con – pongamos por caso – Pedro, de una manera muy profesional y distante. Le decimos que nos han avisado porque no quiere tomarse la medicación y que sabemos que tiene una enfermedad X y que tiene que tomársela (algunos aquí ya añadirían “por las buenas”). Pedro nos dirá que no quiere tomársela porque le produce muchos nervios y tensión muscular, y que no puede pararse quieto ni un momento.
Paremos nosotros aquí un momento. Que levante la mano el que en ese momento no piensa que el “enfermo” no sabe lo que dice o lo que le conviene, que por su enfermedad no razona, etc. Esto lo hemos pensado alguna vez todos, policías, psicólogos, etc. Como que el sujeto está “loco”, todo lo que dice o hace se basa en razonamientos anómalos. Nosotros sí sabemos lo que le conviene. Este el punto de inflexión que marcará nuestra actuación. En ningún momento nos planteamos que las quejas que nos transmite Pedro pueden tener su lógica y ser ciertas, o seguir el mismo proceso que tal vez hemos seguidos nosotros mismos alguna vez cuando hemos ido al médico, nos ha recetado algo y hemos vuelto para decirle que nos dé otra cosa que este medicamento nos fastidiaba el estómago.
La investigación al respecto señala que las personas con EMC pueden dar informes fiables sobre los efectos secundarios que les produce la medicación. Sin embargo, no se suelen tener en cuenta sus informes o quejas al respecto por parte de los profesionales de la salud o de los cuerpos y fuerzas de seguridad cuando intervienen. ¿Por qué? Porque se piensa que lo que ocurre es que las personas con EMC no quieren tomarse la medicación (ya veremos en otros artículos que esto es cierto en otros casos) y marean la perdiz con el rollo de los efectos secundarios.
¿Cómo reaccionaríamos nosotros con el médico que nos dice que esas molestias que notamos son psicológicas o que, simplemente, no nos cree. No es que nos lo diga, pero le vemos esa cara de duda que … (ya veremos la importancia del lenguaje no verbal. La persona con EMC también sabe leer nuestro lenguaje no verbal, por cierto)? Seguramente nos enfadaríamos y trataríamos de convencerle de que no son imaginaciones nuestras. La persona con EMC hará lo mismo. También se enfadará e intentará convencernos. Pero cada intento nos reafirmará en la idea de que “algo no está bien en su cabeza.” En definitiva: tener la información previa de que Pedro padece una esquizofrenia, por ejemplo, nos predispone a interpretar lo que la persona haga o diga desde un determinado ángulo y sesgo. La probabilidad de que las cosas se nos vayan de las manos y la intervención acabe como el rosario de la aurora se incrementa así proporcionalmente.
Bueno, ya seguiremos con este tema, que me enrollo como una persiana. No este un tema que se agote aquí, pues hay muchas excepciones y comentarios a hacer al respecto.


Y sigue sin querer tomarse la medicación

El comentario que hace Mustelus a mi artículo anterior. El tema que abordaba es muy amplio y, desde luego, deja muchas cosas en el tintero. Agradezco el guante que me ha echado porque las intervenciones con personas con EMC pueden ser, en ocasiones, algo complicadas. Diferentes escenarios que nos podemos encontrar relativos a la toma de medicación:
· No quiere tomar la medicación porque los efectos secundarios son muy desagradables. Pero está abierto a valorar el tomar otros fármacos.
· No quiere tomar la medicación porque dice que él no está loco, que son los demás los que quieren volverlo loco.
· Lo mismo que la anterior pero acompañado de consumo de alcohol/drogas. Probabilidad alta de violencia, si es que ésta no ha comenzado ya.

En general suele ser así, aunque puede haber variaciones sobre el mismo tema. Hay una variación en especial en la que el sujeto no quiere tomar la medicación y mantiene con los agentes una argumentació objetivamente coherente sobre el hecho de que él está bien ahora y que no necesita la medicación, y que comprende que su familia esté preocupada, etc. Y lo hace con tal coherencia y mostrando educación que los agentes pueden tener "dudas razonables."medicacion
Mi experiencia con la Policia local, fundamentalmente, es que la intervención en estos tipos de casos no es infrecuente. Como bien comenta el compañero, las habilidades de comunicación pueden marcar aquí la diferencia. El que una persona con esquizofrenia se dirija a nosotros em un tono coherente y educado (mientras renemos constancia de que hace días que no toma su medicación) puede no ser un reflejo de lo que cruza en ese momento por su cabeza, ya que puede estar escuchando voces (alucinaciones auditivas) o experimentar ideación paranoide (que vienen a por él y tiene que mostrar una imagen de "normalidad"). En las primeras fases de la recaída la persona puede controlar, de cara al exterior, los síntomas psicóticos. Más aún si ya ha tenido experiencia previa con la policia y ha aprendido cuál es el comportamiento más adecuado en esas circunstancias. En fases algo más avanzadas a la persona le cuesta controlar su comportamiento.
En general, si la persona lleva poco tiempo en tratamiento, es más probable que - independientemente de lo que diga - su objetivo sea el de dejar de tomar la medicación completamente. Poco tiempo en tratamiento suele llevar emparejada una conciencia de enfermedad más pobre. Preguntar sobre el tiempo de tratamiento a los familiares, si los hubiese, nos dará pistas al respecto. Otro indicador es si la queja sobre los efectos secundarios es habitual y ha sido motivo de numerosos cambios de medicación.
Muchos policías pasan mucho tiempo hablando con una persona con EMC en circunstancias similares, tratando de llegar a un acuerdo positivo con el mínimo desgaste. Pude que los servicios sanitarios tarden o que, simplemente la persona enferma prefiera hablar con el policia. Un dato curioso: cuando se pregunta a las personas con EMC cómo prefieren ir al hospital, la mayoría prefiere hacerlo con la policia que en la ambulancia.
Si os parece interesante en otros artículos hablaremos de qué hacer cuando, en situaciones cómo esta, las cosas se ponen feas.


Autor: Fernando Pérez Pacho.
Psicólogo desde hace casi 3 décadas, con título de Especialista en Psicología Clínica. Amplia experiencia en la formación a cuerpos de seguridad y personal de emergencias.

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