TPP: Los tentáculos de EEUU más cerca de abrazar el comercio mundial La firma del Tratado está fijada para el próximo 4 de febrero en Auckland (Nueva Zelanda)
Las intenciones comerciales norteamericanas buscan la eliminación de restricciones a la importación de productos, por ejemplo en el caso de barreras sanitarias o medioambientales
Estados Unidos busca la alianza Asia-Pacífico porque para su estrategia geoeconómica necesita más alineamientos que los tradicionales
informacionsensible.com
29 de Enero del 2016 a las 09:06
Estados Unidos, en sus relaciones internacionales, actúa potenciando los acuerdos bilaterales si sospecha que el sistema multilateral fallará. De ahí su interés en los acuerdos comerciales.
Además del TTIP el acuerdo pendiente con Europa y del que hablaremos más adelante, EEUU apuesta por captar nuevos aliados comerciales a través de otro tratado: El TTP (Acuerdo de Asociación Transpacífico).
EEUU tiene interés en modificar las reglas comerciales y de inversión con sus socios. La OMC, para ellos, se ha demostrado inservible. En vista de su evidente declive en el peso económico relativo global en favor de los grandes emergentes, especialmente India y China, está apostando por cambiar las reglas del juego para intentar ponerlas a su favor.
Estados Unidos necesita nuevos mercados a los que exportar, ya que su balanza comercial es negativa casi de manera crónica, algo que sólo puede compensar con deuda y el poder del dólar. Pero es consciente de que ese privilegio no es eterno, y la indiscutible primacía económica del país llega a su fin.
Por tanto, EEUU necesitan vender en otros países, algo que no es sencillo si estos mantienen una política proteccionista respecto a ciertos sectores o productos para cuidar la economía nacional. Del mismo modo, encontrar nuevos destinos para el capital estadounidense se torna fundamental para fomentar la economía real.
Asia-Pacífico es el destino ideal para esta proyección. Economías con enorme potencial, bien insertadas dentro del sistema comercial global, mercados cuantitativamente numerosos –poblacionalmente hablando– con perspectivas de un gran desarrollo de las clases medias en las décadas venideras son puntos clave desde una perspectiva economicista.
Sin embargo, la idoneidad de esta zona para Estados Unidos no termina ahí. Los estados emergentes del sudeste asiático no tienen una opinión pública fuerte, y la promesa de crecimiento económico, empleo y desarrollo es suficiente como para acallar cualquier contrapartida.
El TPP se firmará el 4 de febrero en Nueva Zelanda
Del mismo modo, los países “occidentalizados” –Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda– se ven atraídos por un pacto con Estados Unidos como promotor, al servir este de contrapoder al cada vez mayor expansionismo chino –militar y económico-comercial– por Asia-Pacífico. Aunque parezca una conclusión simplista, la lógica de tener que elegir entre estar bajo la égida de Estados Unidos o China está ampliamente extendida en los gobiernos de la región.
Así, el 5 de octubre de 2015, una docena de estados a ambos lados del Pacífico (Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur, Vietnam y los propios EEUU) aprobaban el TPP. Todos ellos han aceptado el paquete comercial impulsado por Obama y la firma del Tratado está fijada para el próximo 4 de febrero en Auckland (Nueva Zelanda).
Lo que interesa a EEUU es eliminar restricciones a la importación de productos
Este tratado representa el 40% de la economía mundial, reducirá al mínimo muchas de las ya escasas barreras arancelarias en el sudeste asiático. Sin embargo, las intenciones comerciales norteamericanas no están encaminadas por esa vía, sino por la eliminación de restricciones o controles a la importación de productos, por ejemplo en el caso de barreras sanitarias o medioambientales.
Por ello se acusa a Estados Unidos de promover un acuerdo que favorece a las multinacionales de importantes sectores del país, como el farmacéutico o el agroalimentario.
Evitar el etiquetado de productos, una victoria para EEUU
Mediante este acuerdo, que deberá ser ratificado en los dos años siguientes tras su firma, Estados Unidos habrá cosechado importantes victorias en cuestiones como el no etiquetado de productos genéticamente modificados –recientemente aprobaron el salmón como primer alimento con modificaciones genéticas–; mayor permisividad medioambiental en temas de emisiones; un aumento del proteccionismo para las patentes estadounidenses, tanto en longevidad como en exclusividad y la renegociación de ciertas cuotas arancelarias que blindan algunos sectores en los países asiáticos.
En este último aspecto, el pulso con Japón ha sido duro, ya que el estado nipón protege fuertemente algunos productos, como el arroz o la carne de vacuno, y Estados Unidos quiere penetrar en esos mercados.
Un acuerdo negociado en secreto
Aunque el TPP se ha negociado en secreto y aún habrá que ver cuáles son las disposiciones finales, no sería extraño una relajación arancelaria japonesa a cambio de una medida similar estadounidense que favorezca la competitividad de los automóviles japoneses en suelo norteamericano.
En lo que sí parece haber cierto consenso es en desterrar la visión neoliberal del TPP. Tanto autores a la izquierda, como el Nobel de Economía Joseph Stiglitz, que califica de “farsa” la libertad comercial propugnada con el acuerdo, como ultraliberales, aduciendo que el TPP no es neoliberal sino neomercantilista.
Critican el proteccionismo asimétrico auspiciado por Estados Unidos que se intenta vender como libertad comercial, cuando se trata de un acuerdo que desregula en un sentido del Pacífico –literalmente– para blindarlo en el otro.
Algunas de las posturas a favor del TPP se escudan en asociar mayor volumen comercial a mayor libertad de comercio, obviando los enormes intereses proteccionistas que Estados Unidos ha depositado en este acuerdo.
El trasfondo el TPP
Con todo, este enorme cambio geoeconómico que supondría la consumación del TPP en el Pacífico tiene un trasfondo mucho mayor que el mero interés comercial norteamericano. Este tratado es la línea a seguir por Estados Unidos para presentar batalla en Asia-Pacífico.
El reposicionamiento de Estados Unidos hacia la región asiática ha permitido que durante unos cuantos años, especialmente en la primera década del presente siglo, China tenga una libertad de acción considerable en su vecindario meridional.
Sin embargo ahora, tanto por iniciativa de Obama como por la necesidad norteamericana, Estados Unidos vira hacia el océano más grande del mundo, dejando en segundo plano las desastrosas aventuras en Oriente Próximo iniciadas por George Bush.
Ahora bien, tanto China como EEUU son conscientes de que la unilateralidad ha aumentado enormemente los costes –políticos, económicos y militares–, por lo que es necesario legitimar de alguna manera los proyectos de hegemonía regional, y eso pasa por la aceptación de los países involucrados en tales estructuras de dominación.
Los proyectos geoestratégicos de China y Estados Unidos tienen dos orígenes totalmente distintos, además de encontrarse en otras fases y enfoques. Por un lado, China está construyendo actualmente su propio orden geopolítico en Asia-Pacífico mediante la consolidación de su seguridad energética y económica.
En el caso de Estados Unidos, regresa a Asia-Pacífico porque para su estrategia geoeconómica, la potencia norteamericana tiene que contar con más alineamientos que los tradicionales, véase Japón, Corea del Sur, Australia o Singapur. Consolidar nuevos mercados es fundamental para ellos, algo que sólo pueden hacer de manera satisfactoria si en Asia-Pacífico se juega con sus reglas.