Cuando salud, política y dinero se entrecruzan
Hepatitis C: una cura entre la usura y las coletasHayda Ramos
Pablo Iglesias pide expropiar la patente de Sovaldi, lo que reduciría drásticamente el precio de la 'pastilla de los 1.000 dólares', en manos de Gilead, una de las compañías más valiosas del mundo.
Hepatitis C, Sovaldi, sofosbuvir y Gilead. Hace meses que estos cuatro términos, casi siempre entremezclados, protagonizan noticias y reportajes. No obstante, la movilización de los afectados por dicha enfermedad es uno de los temas candentes del panorama informativo sanitario. Y lo seguirá siendo: la que fue junto al ébola la enfermedad más mediática de 2014 toma la delantera en este inicio de 2015.
Más allá de las personas, Sovaldi -el nombre comercial de sofosbuvir, un nuevo antiviral de acción directa comercializado por Gilead- es el gran protagonista de toda esta historia. Y la gran esperanza para los pacientes, que apelan al criterio médico -lejos de cortapisas políticas o económicas- para reclamar "tratamientos para todos". "Lo urgente ahora es dar la medicación a los enfermos. Ya. Mañana puede ser tarde", explica a GACETA.ES Mario Cortés, presidente de la Plataforma de Afectados por la Hepatitis C. "Desde el 18 de diciembre han fallecido seis de nuestros afiliados", añade.
¿Por qué Sovaldi no llega a todos los enfermos?
En España, se desconoce cuánta gente padece una enfermedad infecciosa que puede permanecer durante décadas en silencio. Eso sí, cuando el virus ataca, es capaz de provocar desde cirrosis hasta cáncer de hígado. Por su carácter grave, la aparición de un medicamento vinculado a una tasa de curación del 90% es un importante avance y, sobre todo, una tabla de salvación para los enfermos, especialmente para aquellos más graves.
Pero la prudencia que debería acompañar esas primeras noticias se mezcló desde el principio con una presión que, ejercida desde diferentes ámbitos, empujó al Gobierno de Mariano Rajoy a llegar a un acuerdo con el laboratorio fabricante de Sovaldi, Gilead, en un tiempo récord: España, a través de la Seguridad Social, tiene que cuidar a sus enfermos, pero han surgido voces que dicen que no puede hacerlo a cualquier precio. Y esa es la otra cara de una moneda que vuelve a poner en evidencia, con todo lo que ello supone, el debate que enfrenta salud y economía. "Para el sistema, es caro mantener un enfermo crónico. Pero más caro es aún si una enfermedad como la nuestra avanza hacia la cirrosis, un cáncer o precisa un trasplante", expone Cortés.
El punto al que se ha llegado con el asunto de la hepatitis C no hace sino demostrar que hay mucha tela que cortar. Los números son fríos y contundentes, pero ahí están: a 10 de enero de 2015, la capitalización bursátil del laboratorio Gilead Sciences (154.200,58 millones de euros) es mayor que la del Banco Santander (74.122,20 millones de euros) y Telefónica (52.882,55 millones de euros) juntas. Y creciendo.
Las relaciones de Gilead con el poder
La fama de Sovaldi no reside solamente en su eficacia; también en su (desorbitado) precio. No obstante, en Estados Unidos se habla de la pastilla de los 1.000 dólares. Un dato nada baladí y que adquiere aún más envergadura cuando leemos que su fabricación cuesta apenas 10 dólares. Salud (económica), pues, para papá Gilead, que, lejos de investigar, se dedica a comprar patentes. O laboratorios: por ejemplo, eso fue lo que hizo cuando, en el año 2011, desembolsó 11.000 millones de dólares por Pharmasset Inc., la compañía que había desarrollado precisamente sofosbuvir, el principio activo de Sovaldi. "Ni siquiera investigan; compraron la patente", se lamenta el portavoz de los afectados.
Entre los accionistas de la multinacional farmacéutica se encuentran varios fondos de inversión. Por su participación, cabe destacar Capital Research Global Investors; pero el pastel también se lo reparten Barclays Global Investors UK Holdings Ltd., Bank of New York Mellon Corp., JP Morgan Chase & Company o Goldman Sachs Group Inc., entre otros. Un pastel, por cierto, que colocó a la compañía en el puesto 48 en el ránking de las empresas más valiosas del mundo en 2014 elaborado por Bloomberg.
Las relaciones de Gilead con el poder no se reducen al ámbito económico. En el político, hay dos nombres propios vinculados a su cúpula... y a la Administración norteamericana: George P. Shultz y Donald Rumsfeld. El primero fue secretario de Estado con Ronald Reagan; años después, desembarcó en el laboratorio. El segundo hizo el camino a la inversa: primero la empresa -como máximo responsable- y después lo público, con George W. Bush (aunque también había estado, varios años antes, con Gerald Ford).
Por cierto, ¿recuerdan Tamiflu? Gilead también estaba detrás de lo que se nos vendió como el gran remedio para luchar contra la gripe A en 2009.
Miles de vidas en juego en España
De vuelta a España, el Ministerio de Sanidad fijó, en octubre de 2014, un techo de gasto de 125 millones de euros durante el primer año de comercialización de Sovaldi. Si el Gobierno hubiera acordado con el laboratorio un coste de 25.000 € por cada tratamiento de 12 semanas, como se ha dicho (aunque no hay confirmación oficial), el mismo podría estar disponible para unos 5.000 enfermos. A falta de datos oficiales en España, las estimaciones de la Asociación Española para el Estudio del Hígado (AEHH) hablan de 175.000 personas diagnosticadas; de ellas, un 40% estaría en las fases más avanzadas de la enfermedad. Según Mario Cortés, "más de 30.000 pacientes necesitan la medicación ya, de manera urgente".
Además, la misma organización calcula que hay unas 500.000 personas en nuestro país que no saben que son portadores del virus de la hepatitis C.
Por todo lo anterior, la Plataforma de Afectados pide al Gobierno una partida extraordinaria de 800 millones de euros, cantidad, dicen, con la que se podrían suministrar fármacos de última generación a entre 45.000 y 50.000 pacientes graves.
Más números. Sovaldi, ciclo de tratamiento para 12 semanas, en España, 25.000 €; en Estados Unidos, 60.000 €; en India, 600 €; y en Egipto, 900 €. Son datos facilitados a GACETA.ES por la Plataforma de Afectados por la Hepatitis C, que explica que es el propio laboratorio el que permite que en estos dos últimos países se produzca sofosbuvir en forma de genérico, lo que reduce el precio de modo sustancial. No solo eso; además, Gilead autoriza la distribución de esos genéricos en unos 60 países de África y Asia con rentas bajas.
El revuelo causado por el precio de Sovaldi es tal que incluso dos senadores de Estados Unidos han llegado a dirigirse por carta a la farmacéutica para exigir explicaciones. No obstante, es posible que la situación no pueda ser más dantesca: beneficios excepcionales para una empresa cuyo negocio, lejos de la que debería ser su misión, impide a enfermos acceder a tratamientos con precios prohibitivos. Y millones de vidas en juego.
La realidad es mucho más compleja
En España, fueron los pacientes los primeros que tomaron la iniciativa: a la movilización en redes sociales hay que sumar el encierro indefinido en el madrileño hospital 12 de Octubre -"que seguirá hasta que nos den el tratamiento; no tenemos nada que perder", deja claro Cortés a GACETA.ES- y la marcha que este sábado les lleva hasta el Palacio de la Moncloa. Acciones que están logrando para la causa un gran apoyo social y un importante eco mediático.
Una situación que está siendo aprovechada por los partidos de la oposición, como PSOE, Podemos, Ciudadanos o UPyD. En este contexto, Pablo Iglesias es uno de los que no ha tardado en hacerse la foto: el 5 de enero participaba en una asamblea junto a los afectados en el 12 de Octubre. Allí proponía expropiar la patente de Sovaldi, lo que reduciría de forma drástica el precio de Sovaldi. Además, y como ya hiciera con los afectados por la talidomida, Podemos también se ha propuesto dar voz a los pacientes de la hepatitis C en Europa, por lo que el próximo 21 de enero una representación de la Plataforma de Afectados viajará a Bruselas para denunciar su situación.
"El Gobierno deja morir todos los días a 12 personas con hepatitis C", leemos con frecuencia en los últimos días. Pero a la vista está que la realidad es mucho más compleja que un simple "Ejecutivo culpable" o "los recortes matan".
Demasiados intereses cruzados que ponen en juego la vida de miles de personas en España y millones en el mundo.