?Por qué los espa?oles jugamos a la lotería? ?Por qué nuestra afición es mayor que en otros países? Según las investigaciones de Roberto Garvía, profesor de sociología de la Universidad Carlos III, parte de la explicación es que los espa?oles compramos lotería por motivos más allá de lo estrictamente económico. En realidad, los espa?oles no sólo vemos la lotería como una vía para entrar en el club de los muy ricos sino también como una forma de relacionarnos y fortalecer nuestros vínculos sociales con nuestros compa?eros de trabajo, amigos o familiares. En efecto, son muchos los espa?oles que no conciben la lotería como una actividad individual, sino como un acto social. En estas fechas, cuando los espa?oles compramos participaciones de la lotería de Navidad de la empresa o del bar o peluquería habituales, lo hacemos también como una forma de participar en una actividad de grupo que refuerza los lazos y la confianza.
Esta tendencia a usar la lotería como un acto social también parece estar mucho más extendida en Espa?a que en otros países. Según los datos ofrecidos por el profesor Garvía, alrededor de un 32% de los espa?oles suelen compartir la lotería con compa?eros o familiares, un porcentaje muy superior a otros países como Alemania o Estados Unidos, donde éste apenas alcanza el 10%.
La costumbre de jugar en compa?ía es especialmente extendida en estas fechas, cuando tres de cada cuatro espa?oles compartimos nuestro número con otras personas. Según Roberto Garvía, esta faceta social de la lotería es precisamente lo que explicaría por qué ésta goza de más adeptos en Espa?a que en otros países y por qué sus ventas no han caído a pesar del intenso crecimiento económico que ha vivido nuestro país durante las últimas décadas.
Los orígenes de la lotería como un acto social
La costumbre de compartir un billete de lotería se extiende especialmente durante la segunda mitad del siglo XIX, cuando las loterías de Espa?a y de otros países incrementaron sustancialmente su precio para acabar con el vicio al juego entre las clases más pobres. Con ello, se intentaba dar respuesta a las frecuentes críticas de la época sobre las preocupantes consecuencias que tenía este juego entre las capas menos pudientes. En particular, se acusaba a los gobiernos de usar la lotería como una fuente de ingresos a costa del aumento de la pobreza, el crimen e incluso de actitudes blasfemas y supersticiosas. En consecuencia, el precio de la lotería en Espa?a subió sustancialmente en 1962: si la vieja lotto costaba un real, el precio de la nueva Lotería Nacional era de, como mínimo, cuatro reales.
Sin embargo, el alza de precios no impidió que los más pobres siguieran jugando a la lotería. Si éstos no podían pagar un boleto entero, lo harían repartiendo su coste con sus compa?eros. Según el profesor Garvía, la imposibilidad de muchos ciudadanos a poder jugar individualmente debido al elevado precio de la nueva lotería fomentó en muy poco tiempo que se jugara de forma colectiva.
Aunque en un principio los motivos de jugar en compa?ía eran esencialmente económicos, esta práctica rápidamente se extendió entre las clases más pudientes, que no tenían ninguna necesidad económica de repartir el coste del billete. De esta forma, el juego en grupo se convirtió en un acto social, más allá de lo estrictamente económico.