5 estupideces que evitar estas navidades
Ayer publicaron los de eDarling un curioso estudio sobre regalos que no debes hacer a tu pareja
Si alguna vez ha hecho alguno de estos regalos, no se eche las manos a la cabeza, ya que lo más detestado por mujeres y hombres son los utensilios de cocina (para un 63% ha sido el peor regalo) y las herramientas de bricolaje (desilusionó a un 27%), respectivamente. Además, al 25% de los hombres no les gustaría recibir ni ropa interior, ni corbatas, ni cosméticos, mientras que al 20% de
Veamos el top 5:
Qué no regalarle a ella:
20 euros con una nota: ¡Cómprate algo con esto!
Un perfume que a su compañera de trabajo le olía bien
Una aspiradora
Un juego de ollas
Ropa interior de abuela de otra talla
Qué no regalarle a él:
Unos calzoncillos con luces y música
Calcetines con el nombre bordado
Una corbata del Pato Donald
Un paquete de cigarrillos
Una cita del juzgado para divorciarse
Como esta no es una web de citas, hoy no hablaremos sobre regalos, si no sobre las 5 estupideces financieras que debemos evitar estas navidades.
Estupidez nº1: Comprar lotería de Navidad
Reconozco que es una estupidez que cometo constantemente y ya es un poco tarde para tratarla. Es un chantaje emocional al que me veo sometido año tras año. ¿Cómo no comprar el número del bar donde tomo las cañas? ¿Y si toca el número de la empresa? ¿Y cómo no voy a jugar en el de la peña del pueblo?. Al final se va un presupuesto en un impuesto voluntario, menos mal que todavía Loterías es del estado y al menos mi dinero se reparte entre todos.
Además este año es más difícil que te toque el gordo ya que en vez de 85.000 números, se juegan 100.000, claro que también el gordo es más gordo ya que pasa 300.000€ a 400.000€ el décimo.
Por tanto, dado que es muy difícil resistirse a no comprar en ciertas ocasiones, lo mejor es hacerlo entre varios, total dividir un premio de 400.000€ entre dos, tampoco está mal ¿no?. Eso sí, no te olvides de dejarlo por escrito (firmdo y fotocopiado), ya que los amigos pueden dejar de serlo por unos pocos miles de euros.
Estupidez nº 2: Nos encantan las cosas gratis, incluso si no nos convienen
El poder de lo gratuito puede ser muy irresistible, tanto que uno se puede sentir inclinado a coger todo artículo gratuito solo porque te lo ofrezcan. Esto puede no parecer tan malo porque un artículo gratuito resulta especialmente inofensivo, a fin de cuestas es gratis, ya sabes, no cuesta nada. El problema es, precisamente que el hecho de que no se pague dinero no significa que no se esté pagando nada. El poder de lo gratuito puede dar lugar a elecciones que no se habrían tomado de otro modo, y las consecuencias pueden ser peores que pagar unos euros.
Dan Ariely, el autor de Predictably Irrational (predeciblemente irracional), llevó a cabo un experimento en el que él y su equipo ofrecían tatuajes gratis a gente en un club nocturno. 76 personas quisieron aprovechar esta oferta gratuita. La gente tenía una edad media de 26 años y estaba fundamentalmente sobria, (en una escala de 1 a 11, con una tasa media de alcoholemia de 2,64), y la mayoría solo quería un tatuaje permanente porque era gratis:
Cuando preguntamos a la gente en la cola para los tatuajes gratuitos si se tatuarían si no lo fuesen, el 68% dijo que no. Sólo lo querían porque era gratis. También preguntamos a los participantes si sabían que se ofrecían tatuajes gratuitos en la fiesta. Al 90% que lo sabía se les pidió que respondiesen a unas preguntas. En primer lugar, cuando se les preguntó cuando decidieron hacerse el tatuaje, antes o después de llegar a la fiesta, el 85% dijo que antes de llegar y el 15% que después. Cuando se les siguió preguntando, en una escala de 0 a 100, qué probabilidad había de que se hicieran un tatuaje esa noche, la gente estaba en promedio un 65% segura de que querían un tatuaje.
Muchos participantes ni siquiera sabían qué tipo de tatuaje querían, sencillamente no querían dejar pasar esta oportunidad. Hacemos esto con frecuencia cuando se trata de ofertas gratuitas, y la manera más sencilla de resolverlo es preguntarse lo siguiente: ¿si en lugar de ser gratuito costase la mitad, o tuviera un pequeño descuento, seguiría queriéndolo? Si la respuesta es sí, puede que valga la pena. Si la respuesta es no, debería pensarlo seriamente. El problema de las cosas gratuitas es que normalmente implican otra forma de pago, como sacrificar información personal, y que tu dirección se venda a otras empresas que te enviarán cientos de correos basura o llamadas telefónicas, en definitiva, pérdida de tiempo. No necesariamente vale la pena lo que se supone que has conseguido gratuitamente.
Estupidez nº 3: Nuestra lealtad a una marca es simplemente un mal hábito
Muchas veces la afición o lealtad a una marca es simplemente pereza. Algunas empresas te tratarán mejor que otras, y con frecuencia seguirás comprándola por esa razón, pero considera todas las opciones que no has probado. La gente suele considerar peores productos los que no utiliza simplemente porque se sienten a gusto con lo que tienen. Esto da lugar a la pérdida de oportunidades y, muchas veces, a dinero desperdiciado.
El problema surge cuando desarrollamos un hábito de consumo de una marca que confundimos con la lealtad. Probablemente utilicemos la misma marca de pasta de dientes, móviles o utensilios de escritura durante la mayor parte de nuestra vida. Probablemente tampoco hayamos probado muchas de las otras marcas. Encontramos algo que nos gustaba bastante, nos acostumbramos a ello y seguimos comprándolo sin considerar realmente otras alternativas. Una vez que se afianza este hábito, también se desarrolla resistencia al cambio (como con la mayoría de hábitos negativos). Esta resistencia hace que defendamos nuestras elecciones, incluso si podemos estar equivocados. A esto se le denomina lealtad a la marca, pero es realmente una mera conducta defensiva y ser demasiado perezoso para probar algo nuevo. Science Daily sugiere una posible solución:
Cuando las empresas encuentran consumidores motivados con sus productos, están tan motivados a proteger la marca como a sí mismos. Así que se trata más de uno mismo que de la marca. Cuando la gente puede autoafirmarse a través de otros medios y actividades, no están en absoluto a la defensiva.
No hay nada de malo en tener nuestras propias opiniones sobre algunos productos, pero si nos sentimos un experto respecto a algo que no implica consumo será más fácil deshacernos de los hábitos de lealtad a marcas. Esto nos ayudará a tener una mentalidad abierta y a no ignorar productos posiblemente mejores y más baratos que de otro modo habríamos ignorado.
Estupidez nº4: Nuestro deseo por un estatus social más elevado afecta a nuestras elecciones
Puedes pensar que siempre sales a comprar el mejor producto posible, pero la mayor parte del tiempo tus decisiones de compra son simplemente un medio para competir por el estatus social, vale, puede que pienses que esto no va contigo porque posiblemente sea una verdad incómoda. En una sociedad consumista, tiendes a hacer esto porque tus elecciones de productos son medios para expresarte. Con la enorme cantidad de elecciones posibles, es fácil convencerse de que lo que compra transmite tu personalidad de manera que parezcas más moderno y atractivo. En realidad te ayuda a encajar en un estereotipo y tirar dinero en una serie de compras que finalmente carecen de sentido.
Esto se debe a que todo es susceptible de convertirse en un producto, ya sea parte de una cultura popular o pertenezca a un grupo que intenta desafiarla. David McRaney, escritor del libro y blog sobre el autoengaño You Are Not So Smart (no eres tan listo), explica cómo funciona el sistema:
En los años 60, se tardaban meses en que alguien se diera cuenta de que podía vender pantalones de campana a cualquiera que quisiera ser rebelde. En los 90, se tardaban semanas en vender camisas de franela . Ahora, las empresas contratan a gente para ir a bares y clubes y predecir lo que les gusta a los rebeldes y llevarlo a los estantes de las tiendas más a la moda en cuanto se hace popular.
Aunque algo pueda empezar como auténtico, enseguida pierde esa condición a medida que gana popularidad y se convierte en un producto. La gente entonces busca algo nuevo, experiencias más auténticas y el ciclo se repite. Poco se puede hacer frente a esto, y no es necesariamente un problema. Lo que tenemos que aceptar dentro de una sociedad consumista es que las elecciones que adoptamos sobre las cosas que nos gustan no es realmente tan importante. Tenemos que ponernos ropa con la que nos veamos mejor y tener el ordenador, tostadora o pasta de dientes que nos guste. Lo que no se debería hacer es creer que esas decisiones nos hacen más especiales o auténticos, porque entonces se juega en un sistema cuyo único interés es ganar nuestro dinero. La verdadera autenticidad debe salir de uno mismo.
Estupidez nº 5: Nos tendemos la trampa del remordimiento de los compradores
Hemos oído que la hierba es más verde al otro lado de la valla, y seguramente lo hemos aplicado a nuestras experiencias de compra. Quizás compramos un iPhone y lo que queríamos era un Android, y entonces cambiamos y nos dimos cuenta de que Android no era tan genial después de todo (o vice versa). O quizás hemos adoptado una decisión precipitada para aprovechar una oferta limitada en el tiempo sólo para descubrir que hemos gastado un puñado de dinero en algo que no queríamos. Con todas las elecciones a nuestra disposición, y toda la publicidad manipuladora a su alrededor, es fácil cometer errores, o al menos pensar que los estamos cometiendo, al elegir un producto.
Se puede pensar que la solución al remordimiento del comprador es sopesar las opciones con atención, pero nos equivocaremos. Se nos da fatal predecir el futuro, en particular cuando se trata de nuestra felicidad, y normalmente somos más felices cuando simplemente tomamos una decisión—incluso si esa decisión puede ser una mala elección. Una deliberación casi interminable solo nos estresa y nos hace cuestionarnos si hemos adoptado la decisión correcta después de hacerlo. Se puede evitar esto no pensando demasiado y siguiendo nuestro instinto.
Por supuesto, no queremos acabar comprando cosas que no necesitamos o no deseamos tanto como pensábamos al principio. Hacer eso también puede incitar el remordimiento del comprador. Es frecuente adoptar una decisión de compra rápida por un buen negocio y después nos vemos a nosotros mismos arrepintiéndonos de esa decisión enseguida. Lo mejor que podemos hacer para combatir este problema es preguntar por las condiciones de devolución del producto y no dudar en devolverlo si es necesario. De este modo, no compraremos por antojo, y si acabamos con remordimiento de comprador podremos remediarlo.