MONSIEUR PARABELLUM CONTRA MONSIEUR MICHELIN
18 JUL, 2016 1.146 vistas 0 Ernesto Pérez Vera
Es la segunda vez que en pocos días recurro al “zapatero, a tus zapatos”. Qué rico y socorrido es nuestro refranero.
A Magali Álvarez, la mujer española que en un programa de Antena 3 manifestó que no entendía la razón por la cual los policías galos no dispararon contra las ruedas del camión asesino de Niza, cosa que les recriminó en directo durante un noticiero, yo le diría que tampoco entiendo por qué los médicos no siempre quieren cercenarle los pies a los pacientes que presentan síntomas clínicos compatibles con la gangrena tobillera. Y la respuesta es bien sencilla, señora: usted no entiende lo que hicieron los policías porque usted no sabe nada sobre policías, seguridad ciudadana y balística terminal. Y esa es la razón, y no otra, por la que yo tampoco comprendo lo de las amputaciones quirúrgicas: no soy cirujano. Magali da por hecho algo que solamente la Policía Científica gabacha puede saber en estos momentos. No sé si esta compatriota juega con información privilegiada o si ya se ha publicado el informe policial correspondiente, sin que yo me haya enterado. Todo puede ser.
Sus manifestaciones se han convertido en virales y están dando la vuelta al mundo. Qué pena, de verdad. Hasta mi panadero de cabecera me ha dicho que “vaya con los municipales franchutes, con lo fácil que hubiese sido meterle un tiro a cada rueda”. Vaya tonto, este hombre, que empieza su jornada laboral en el horno a las tres de la madrugada, cuando todos sabemos que los bollos y las barras de pan se hacen ellas solitas. Aquí todos sabemos de todo, que para eso mi abuelo materno fue panadero. ¡Qué país, Dios mío!
La dama, para colmo, aprovechó la ocasión para decir ante las cámaras que ella es de izquierdas porque nació en una cuenca minera, aduciendo que por razón geográfica no puede tener otra tendencia política. ¡Tócate los huevos! Menos mal que no nació en Rentería, Hernani o Mondragón, porque de lo contrario solo ella sabe qué burrada hubiese soltado. Se ve que estoy en el sector laboral equivocado, porque a tenor de la regla de tres de la señora Álvarez yo tendría que ser traficante de drogas o contrabandista de tabaco, ya que me parieron en La Línea de la Concepción.
Dicho esto, madame, si los policías abrieron fuego numerosísimas veces contra el conductor y no siempre acertaron en el objetivo, siendo este hombre de mayor tamaño que el perfil que presentaban las ruedas, ¿dónde cree usted que hubiesen ido a parar las balas que no impactaran en los neumáticos? Tranquila, no se preocupe, yo se lo diré: hubiesen volado en dirección a donde había cientos de personas mirando, corriendo o incluso muriendo. Usted misma estaba allí con su familia, por lo que me hago cargo de su sufrimiento. Pero sepa una cosa más, opinante inopinada, las balas no siempre dan en el lugar designado por el tirador. Es más, esto sucede en muy pocas ocasiones. Lo que usted cree que tenían que haber realizado los agentes, solo funciona, siempre, en las teleseries y en los telefilmes. ¡Ah! En los dibujos animados también resulta altamente eficaz disparar contra las ruedas de los coches que huyen. Pero lo cierto y verdad es que nada es idílico fuera de las pantallas.
Es largo de contar, estimada mujer y demás seguidores de la equivocada y peliculera teoría, pero además de intervenir las leyes físicas de los cuerpos en movimiento, algo sobre lo que no ejercemos control los seres humanos, tienen gran responsabilidad en todo esto, a la vez que lo otro, las reacciones psicofisiológicas experimentadas por las personas sometidas a eventos estresantes, siendo la supervivencia vital el top de la angustia, del sofoco y del descontrol emocional de la reacciones. Asimismo, significar que el factor adiestramiento pinta mucho en este tipo de situaciones, al igual que el factor medios materiales. Todo esto desencadena, a la par y de manera brutal, un distrés cognitivo nada desdeñable, que puede hacer que la balanza se incline, bien de modo permanente o bien de modo temporal, a favor del mal. Ergo, a los policías actuantes en el paseo de los ingleses solo puede decírseles una cosa: ¡ole, ole y ole!
No obstante, hay muchas más cuestiones que apostillar, como que según qué tipo de neumático sea aquel contra el que se dispara, los proyectiles podrían rebotar, principalmente si la goma se encuentra en movimiento y la bala es de un tipo concreto. Sí, rebotar, como cuando más de una vez me han rebotado, viniendo directamente hacia mí, al tirar contra inodoros porcelánicos y otros saneamientos construidos con idéntico material. No es que uno sea aficionado a ametrallar cuartos de baño, pero sí a probar el comportamiento de los proyectiles contra toda clase de blancos. Igualmente, pueden ser claves para que este fenómeno físico se produzca: el calibre empleado y el estado de conservación de los propios neumáticos, amén de la velocidad en el instante del impacto y, cómo no, el ángulo de incidencia.
Así y todo, aunque las puntas hubiesen penetrado en las criminales gomas rodantes, esto no hubiese garantizado el resultado esperado, al menos no de forma inmediata. Eso de que las ruedas explotan en mil trozos tras el impacto de una bala de pistola es muy hollywoodiense, pero nada nizardo. El cine a veces hace mucho daño al sentido común, tanto que parece que lo dejáramos aparcado en el puesto de las palomitas de maíz, de camino al patio de butacas, sin pasar más tarde a recogerlo.
De haber sido utilizado un utilitario para cometer este atentado terrorista, que no accidente de tráfico, como algún bastardo está tratando de hacer creer a sus sectarios seguidores televisivos, quizás la amenaza hubiera quedado neutralizada un poco antes y, posiblemente, consumiendo menos cartuchería. Ahora bien, aquellos disparos errados o desviados por la propia luna delantera del coche, donde por cierto las balas rebotan en virtud principalmente del ángulo de tiro e impacto, podrían haber herido a las personas congregadas en la escena, e incluso a las ubicadas a cientos de metros del lugar. El hecho de que la cabeza tractora del camión frigorífico poseyese cierta altura ha podido beneficiar, si a caso cabe algún beneficio en todo esto, en que ninguna bala salida de las armas de los funcionarios haya perforado pellejo humano alguno, que no fuese el del perro sarnoso que iba al volante.
Todo lo anterior es sobradamente conocido por los instructores de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad españolas. Al menos en ello confiamos los ciudadanos. Que cada cual piense lo que quiera, pero de no ser así, hora es ya de que nuestros agentes de la autoridad se ponga las pilas y exijan a sus mandos, sindicatos y administraciones, además de un amplio espejo para mirarse en los vestuarios (mola mazo), un compromiso serio, verdadero y real para con el adiestramiento en manejo de armas. Ahora bien, soy muy consciente de que abundan demasiados espabilados, aprovechados del sistema, que no quieren aprender a utilizar eficazmente sus armas, por lo que prefieren seguir nadando en la confortable miseria de la mediocridad. Estos son, por decirlo hoy sin abusar excesivamente del insulto calificativo, los mamones que desde dentro pinchan las balsas que han de hacerlos navegar hacia el futuro.
Tengo algo más que decir, y ya voy acabando. En el mismo espacio televisivo señalado al principio, hizo acto de aparición un coronel de nuestras Fuerzas Armadas, creo que en situación administrativa de no activo, que a preguntas de los periodistas sobre la razón por la que los funcionarios no tiraron contra las ruedas, respondió que las armas de los policías de calle emplean calibres menos potentes que las utilizadas por sus compañeros de las unidades especiales, insinuando que éstos sí hubiesen pinchado el camión a tiro limpio. Valiente atrevimiento tuvo usía, mi coronel. Eso, dicho así, sin más, es de una imprecisión tal que roza la falsedad. No más desinformación, por favor. El calibre de las pistolas utilizadas por los agentes franceses es, con total rotundidad, el mismo que emplean las pistolas de sus colegas ataviados con pasamontañas y cascos balísticos: el omnipresente y sempiterno 9mm Parabellum, igualmente denominado 9 Luger. ¡Ah! También es el que alimenta, tanto allí como aquí, los cargadores de la inmensa mayoría de los subfusiles. Una cosa es ser un buen especialista en tratar y analizar la información sensible, y otra cosa bien distinta es que el hecho de ser oficial superior otorgue, per se, especialización en combate, armamento, balística y cartuchería.