El orgullo de lucir una placa que engancha
Los agentes Gonzalo Herrera y Javier Andrés y la inspectora Pilar Hortigüela explican qué se siente al ser Policía Nacional en Burgos en el día de los Ángeles Custodios, patrones y protectores del cuerpo
Los agentes Gonzalo Herrera y Javier Andrés junto con la inspectora Pilar Hortigüela./PCR
Los agentes Gonzalo Herrera y Javier Andrés junto con la inspectora Pilar Hortigüela. / PCR
Patricia Carro
PATRICIA CARRO
Sábado, 2 octubre 2021, 09:38
Rompan con todas las ideas preconcebidas, los perjuicios y los estereotipos. La Policía Nacional es mucho más que agentes a la caza de delincuentes y fuerza represora. Son un cuerpo policial al servicio del ciudadano, Servir y Proteger, que dice su lema. Y una de las policías mejor preparadas, con una formación muy exigente, cuyo nivel lo marcan los propios agentes, pues lo van elevando en las sucesivas promociones a escala básica.
Reconozcámoslo. Nos cuesta cambiar el chip, como l e costó al padre del agente Gonzalo Herrera entender por qué su hijo, con formación universitaria, decidía entrar en la Policía Nacional. Viejas ideas que, con el paso de los años, se han quedado atrás para convertirse en el orgulloso progenitor de un policía que, tras nueve años en la Comisaría de Miranda de Ebro, acaba de regresar a la central de Burgos.
El agente Herrera lleva once años vinculado al cuerpo, de los cuales, la mayoría los ha pasado en Miranda, su primer destino tras las prácticas en Burgos. Reconoce que allí «estaba encantado», pero la familia la tiene en la capital y tenía muchas ganas de volver. «Estos años en Miranda han sido muy buenos, pero salir de noche y tener que hacerte una hora de viaje, se hace duro», admite.
Volvió a Burgos hace un mes y no ha notado el cambio. «La forma de trabajar es parecida, con un poco más de carga de trabajo aqui» y nuevos compañeros, aunque no todos, porque su compañero de coche (el agente Herrera está en Seguridad Ciudadana, en radiopatrulla) se ha venido con él. Y lo mejor es que está más cerca de su mujer y sus hijos, todos ellos «orgullosos» de tener un agente en la familia.
La labora humanitaria, la gran desconocida
Cuando al agente Gonzalo Herrera se le pregunta qué es lo que más le gusta de su trabajo, él lo tiene claro. Los servicios humanitarios son los que le marcan como policía, el ayudar a los demás, y eso que suele ser la parte más desconocida pese a ser la más habitual.
«Poder ayudar a una persona mayor que está al borde de la muerte», por ejemplo, como les ocurríó en Miranda cuando un hombre se desmayó en su terraza y, en pleno invierno, se quedó allí en ropa interior. Tuvieron que acceder a la vivienda y rescatarlo. Esas son las cosas que le llenan como policía.
Lo mismo piensa la inspectora Pilar Hortigüela. «Cuando vistes el uniforme no es solo para detener o ser fuerza represora. Hay una labor humanitaria que se desconoce pero que es con la que más te quedas. No luce ni vende pero es el trabajo de cada día», apunta, y la situación en la que cualquiera puede necesitar un agente en un determinado momento.
El agente Herrera recuerda también, como intervención que le marcó, seguramente porque llevaba poco en el cuerpo, el atropello de dos chicas. El conductor se dio a la fuga, aunque lo pillaron, y las víctimas presentaban heridas graves en las piernas, de las que pudieron recuperarse. «Me impresionó un poco», admite.
Gonzalo Herrera llegó a la Policía Nacional tras estudiar, trabajar de lo suyo y ver que no le llenaba. La experiencia de un amigo, agente, le pareció tan atractiva que no lo dudó y cambio de carrera profesional. Y no se arrepiente. «Me gusta estar en radiopatrulla, aquí soy feliz», asevera, y de momento no tiene intención de cambiar de unidad, algo de lo que sabe mucho la inspectora Pilar Hortigüela.
En los medios, a Pilar la conocemos porque se encarga de formación, protoloco y comunicación. Es nuestra interlocutora con el cuerpo, un puesto de gestión al que llegó hace 4 años, tras mucho trabajo en áreas muy complicadas. Y es que la inspectora Hortigüela está a punto de cumplir 30 años como policía nacional y ha pasado por el San Sebastián del terrorismo y las Canarias de las pateras.
La inspectora viene de familia de policías (su padre, su hermano, su cuñado y, ahora, un sobrino). Nació en Bilbao y su primer destino fue San Sebastián. Admite que fue duro, porque vivió situaciones complicadas, incluida la muerte de compañeros, pero también reconoce que trabajar en antiterrorismo le gustó mucho. Eso sí, pesó más la preocupación por la familia, por su seguridad, y acabó marchándose a Las Palmas de Gran Canaria.
Y allí, justo cuando ella llegó, se vivieron los peores momentos de la inmigración, con la llegada continua de pateras. «Ha sido el trabajo en el que he aprendido a ser inspectora», afirma; le encantaba pero también la ha marcado personal y profesionalmente. Lo mismo que su paso por la unidad de violencia de género y agresiones sexuales, ya en Burgos, donde estuvo casi una década antes de recalar en tareas de gestión.
Pilar Hortigüela reconoce que echa de menos el trabajo de calle, aunque nunca se haya desvinculado. «Es una profesión que engancha mucho. Yo seré policía hasta el día que deje el cuerpo», asegura. Además de ser una profesión con muchas oportunidades, tanto de promoción interna como de desarrollo profesional, porque hay diferentes unidades, realidades y tareas.
Es algo que está aprendiendo, desde dentro, Javier Andrés, que con 27 años se acaba de convertir en agente y está realizando sus prácticas en Burgos. Lleva dos meses y, por el momento, ha pasado por la oficia de atención al ciudadano (donde ha aprendido mucho, asegura) y ahora está en Judicial. Le tocará Extranjería, Científica y acabará con Seguridad Ciudadana, salir a la calle.
Un orgullo del que se puede presumir
La inspectora Pilar Hortigüela ha vivido, de primera mano, lo que supone pertenecer a la Policía Nacional en momentos política y socialmente muy complicados, en los que no se podía hablar de que tu padre, tu pareja o tu hijo pertenecía a un cuerpo policial.
Nació en Bilbao y ha trabajado en San Sebastián, es hija, hermana y cuñada de policías, y ha vivido cara a cara con el terrorismo. Ahora, sin embargo, solo queda el orgullo de ser policía. «Mi hija está muy orgullosa de que su madre sea policía y se pueda decir», reconoce: «Es muy importante».
Con orgullo también lo viven la mujer y los hijos del agente Gonzalo Herrera y así ha sido en la familia del agente Javier Andrés, que lo ha vivido desde pequeño y ha tenido siempre el gusanillo de subirse a uno de esos coches con luces azules.
«Yo tenía muy claro que quería ser policía porque tengo familia en el cuerpo y lo he vivido desde pequeño«. Así que se formó en materias relacionadas, tiene un grado en Criminología y un máster en análisis y prevención del crimen. Reconoce que no es fácil acceder al cuerpo, incluso en la escala básica, pues los propios agentes llegan con una formación muy potente y hay mucha competitividad.
El agente Andrés tiene compañeros con dos carreras e incluso un doctorado, y no han ido directamente a puestos de ejecutiva, como pasaba antes. «Los policías de base están formadísimos. El que menos te viene con un grado», asegura la inspectora Hortigüela, quien saca pecho y asegura que la Policía Nacional es un cuerpo muy cualificado, al que cuesta entrar entre dos y tres años.
Y, una vez dentro, se complican las cosas . Tras las prácticas, tocará encontrar destino y las plazas en comisarías cercanas están muy limitadas. A las nuevas generaciones les toca pasar por Barcelona y Madrid. También salen plazas en Ceuta, Melilla y Algeciras. Y en Baleares, donde el alto coste de la vida echa para atrás a los agentes. Así que lo tienen complicado, reconoce el agente Andrés.
Sin embargo, lo importante es entrar y convertirte en agente, asegura el joven burgalés. Y disfrutar del periodo de prácticas, aprender de los compañeros, le recuerdan la inspectora Hortigüela y el agente Herrera. «A los agentes en prácticas les cuesta creerse que son policías, pero los veteranos les vemos como un policía desde el primer día», y como tal trabajan, aunque sea de la mano de un compañero experimentado.