Bueno ya sabemos, ABC nos cuenta lo bonito y se calla lo que ocurrió en este suceso...por que dentro de las "cien curiosidades", bien valdría contarla.
Batalla entre la Guardia civil y la Policía Municipal
Los tira y afloja entre los poderes municipales madrileños y el poder central del Estado han sido frecuentes desde el mismo traslado de la Corte a Madrid, cuando comenzaron a convivir en la misma ciudad dos instituciones que no siempre mostraban compartir los mismos intereses.
El desencuentro más espectacular entre estas dos instituciones se produjo en la noche del 20 de marzo de 1922 cuando se llegó a producir un verdadero choque armado entre la Policía municipal y la Guardia Civil a cuenta de las obras del metro de Madrid. Este enfrentamiento terminó con numerosos detenidos, entre ellos los mandos de la Policía Municipal y varios concejales, y también con la dimisión irrevocable del propio Alcalde de Madrid, tal fue el escándalo.
Relatando de forma ordenada los acontecimientos, probablemente haya que retroceder 2 años antes de producirse el altercado. Nos trasladamos pues a la inauguración de la primera línea de metro madrileña entre Sol y Cuatro Caminos el 31 de octubre de 1920, hoy hace 101 años. La primera piedra de las líneas de transporte subterráneo ya estaba instalada. Sólo quedaba extenderlas por toda la ciudad con toda rapidez, inaugurando el mayor número de estaciones posible.
Y aquí es cuando las obras chocaron con los intereses municipales ya que el Consejo de Administración del Metro no se atuvo a las Ordenanzas municipales de ocupación de la vía pública por las que debía pagar un determinado canon. Asimismo tampoco se realizaba correctamente, o no se realizaba en absoluto, la ubicación de vallas de seguridad en la vía pública para prevenir accidentes y se producían desafueros como la tala y abandono de un centenar de árboles de la calle Magdalena, realizada sin el consentimiento municipal pocos días antes del enfrentamiento, en lo que parece fue la gota que colmó el vaso.
Los acontecimientos se precipitaron el 20 de marzo de 1922 cuando unos técnicos municipales acompañados por el Teniente Alcalde se presentaron en la estación de Puerta de Atocha para llevar cabo una inspección que podía conllevar la suspensión de las obras. No obstante, fueron expulsados de mala manera por la seguridad reforzada por la Guardia Civil. El alcalde de Madrid, Marqués de Villabrágima e hijo del Conde de Romanones, se personó en el lugar media hora más tarde, junto con varios concejales más acompañados por la Policía Municipal. Al persistir la negativa el Subjefe de la Guardia Municipal Manuel Garrido intentó entrar en la obra pero la Guardia Civil lo derribó a culatazos y llegó amenazar con sus pistolas al grupo formado por el Alcalde y los concejales.
Los incidentes se extendieron por varios puntos más de las obras, que prácticamente ocupaban todo Madrid. Se lee en el Heraldo de Madrid "cuando entró el Jefe de la Guardia Municipal, señor Camarero, en las obras que había frente al Ministerio de la Guerra, vio a un Guardia municipal al que un individuo de la Benemérita agredía a sablazos. El señor Camarero acudió rápido en auxilio de su subordinado. El Cabo de caballería de la Guardia Civil arremetió con el caballo contra el Jefe de la Guardia Municipal". En otros puntos se produjo la detención de numerosas autoridades y guardias y los enfrentamientos incluyeron cargas a caballo en la calle Alcalá.
A medianoche, poco después de haber sido puestos en libertad todos los detenidos, el Alcalde realizó declaraciones a la prensa, explicando lo sucedido, y acusando de la desproporción de la actuación de la Guardia Civil. Al día siguiente siguió la lucha, esta vez en el Congreso. El Marqués de Villabrágima defendió la actuación municipal en un agrio enfrentamiento con el Presidente del Gobierno quien le recordó que su puesto era subordinado al del Ministerio de la Gobernación a la vez que le exigía la dimisión de su cargo. En ese punto Andrés Saborit, diputado socialista, acusó al Gobierno de haberse vendido por un millón de pesetas a la empresa privada y a los intereses de “cierta elevada personalidad” aludiendo de forma directa a la cantidad adquirida en acciones de Metro por el propio rey Alfonso XIII y al interés personal de este en la rápida finalización de las obras.
Poco a poco las aguas volvieron a su cauce. El Ayuntamiento recibió una compensación de 81.000 pesetas y las obras del metro continuaron sin mayores incidencias.
http://www.memoriademadrid.es/madrid.php?accion=blog&id=46
El Rey Alfonso XIII, junto a las autoridades de la época, en el viaje inaugural del Metro madrileño, el 17 de octubre de 1919. El monarca salió con los ojos cerrados; en algunas publicaciones la imagen se retocó después - DUQUE
Centenario del Metro de Madrid: el «tranvía subterráneo» se estrenó con 56.220 viajerosABC contó el primer viaje oficial del metropolitano, con Alfonso XIII, y también el estreno para los madrileños
Sara Medialdea
Sara Medialdea
@smedial
MadridActualizado:
13/10/2019 00:37h
Cien curiosidades que debes conocer en el centenario del Metro de MadridLa llegada del Metro a Madrid, de la que este mes se cumplen cien años, llenó de entusiasmo a sus vecinos. Más allá del viaje inaugural, con el rey Alfonso XIII y su séquito, el 17 de octubre, hubo un primer día de funcionamiento para el resto de los madrileños:fue el 31 de octubre, y esa jornada recorrieron los 3,4 kilómetros de distancia entre las estaciones de Sol y Cuatro Caminos nada menos que 56.220 viajeros.
Pese a que el día se levantó frío y lluvioso, los madrileños hicieron cola en los dos extremos de la línea para probar el «invento». Madrid estaba, al decir del cronista de ABC, «como chiquillo con juguete nuevo». Los usuarios viajaron de la mañana a la noche, repartidos en los cuatro trenes que recorrían las entrañas de Madrid, «en medio del mayor orden y la mayor felicidad». Lo que hizo exclamar al periodista, al final de su información: «¡Ovación y vuelta al ruedo para los Otamendis!». Con ello se refería al equipo de ingenieros «padres» de la iniciativa: Miguel Otamendi, Carlos Mendoza y Antonio González Echarte. Ellos diseñaron, en 1914, el proyecto de un metropolitano con cuatro líneas, 35 estaciones y una longitud total de 13,9 kilómetros. A Antonio Palacios se le encargó diseñar las estaciones y las bocas del Metro.
Siempre, un Otamendi
Otamendi era un enamorado de este sistema: en 1904, fue uno de los primeros en cruzar bajo tierra Nueva York en el «tubo». Después, se vinculó a la Compañía Metropolitana en Madrid, y hasta salió de su mano el logotipo del rombo, que con algunas variaciones, aún se mantiene en esencia, cien años después. Desde entonces, siempre ha habido un Otamendi, hasta que hace apenas un año se jubiló Javier Otamendi.
Las señoritas taquilleras: todas solteras. Al casarse, perdían el empleo (foto de 1921)
Las señoritas taquilleras: todas solteras. Al casarse, perdían el empleo (foto de 1921) - ABC
Madrid tenía, en esos comienzos del siglo XX, 614.000 habitantes. Y atascos. En otras capitales del mundo, el Metro ya había hecho su aparición: en Chicago en 1862, en Londres en 1863, en Budapest en 1896, en París en 1900, en Buenos Aires en 1913... La prensa española ya mencionaba proyectos para traer el Metro a la capital en los últimos años del siglo XIX, incluso con variantes tan sorprendentes como incluir vagones para mercancías o para transportar animales.
Las obras comenzaron en 1917, en un principio sólo para la línea Sol-Cuatro Caminos. La inversión fue inicialmente de ocho millones de pesetas, de los que el Banco de Vizcaya aportó cuatro, y los otros costó algo de trabajo recopilarlos. Alfonso XIII contribuyó con uno, lo que animó a otros inversores. Así nació la Compañía Metropolitana Alfonso XIII, con accionariado íntegramente privado. Los trabajos tuvieron sus dificultades, porque Europa estaba en plena Primera Guerra Mundial y no era fácil conseguir los materiales.
Bendición y cronómetro
Ese primer viaje –que tuvo lugar a las tres y media de la tarde– contó con la presencia del obispo de Madrid-Alcalá, que bendijo el nuevo modo de transporte. Durante el mismo, el periodista Rufino Blanco, cronómetro en mano, fue contando «los minutos empleados en cada uno de los trayectos comprendidos entre las ocho estaciones de la línea». Al llegar a Sol, en el rellano de la escalera el monarca descubrió un escudo en bronce de Madrid y debajo una lápida en mármol blanco con la siguiente inscripción: «SS. MM. los reyes don Alfonso y doña Victoria Eugenia inauguraron la línea de Cuatro Caminos-Puerta del Sol el día 17 de octubre de 1919».
Imagen del banquete ofrecido por la empresa constructora a los obreros que construían el Metro, en enero de 1919, en las vías de la estación de la Plaza de Bilbao
Imagen del banquete ofrecido por la empresa constructora a los obreros que construían el Metro, en enero de 1919, en las vías de la estación de la Plaza de Bilbao - ALBA
Ese mismo mes, el 31, comenzó a funcionar para el resto de los mortales. En su primer día, recaudó 8.433 pesetas. El recorrido bajo la ciudad duraba unos diez minutos, y en tranvía por la superficie, más de media hora. Fue una empresa muy moderna: de las primeras en incluir mujeres en la plantilla, las taquilleras, que eso sí, eran todas solteras porque cuando se casaban dejaban su puesto.
Dicen que la idea de traer el Metro a Madrid le llegó a Carlos Mendoza y Sáez de Argandoña cuando estaba esperando la cola del tranvía en Sol. El billete sencillo costaba en sus inicios 15 céntimos. Las obras, como se ha dicho, contaron al principio con apoyo de la Casa Real. Pero lo que no tenían en sus comienzos era licencia municipal.
Abría sus puertas a las 6.30 de la mañana, la hora en que lo cogían los que iban a trabajar pero también –ya por aquellas fechas– los que volvían de alguna juerga: por eso los periódicos recogen que se formaban largas colas y que había en la Puerta del Sol, en las proximidades de la estación, puestos de churros y aguardiente para entretener la espera, hasta que abrieran las puertas.
Las estaciones de Sol y Gran Vía contaban con ascensores desde 1920, aunque eran de pago. Y también en los años 20, al iniciarse las obras de Tirso de Molina, se encontraron los esqueletos de los monjes del convento de la Merced, que había sido derribado en el siglo XIX. Forma parte de la leyenda de Metro que en esta estación se escuchen a veces voces lúgubres. También la estación fantasma –la de Chamberí, cerrada en 1966– ha tenido su misterio, hasta que ha sido abierta al público, convertida en museo vivo de este transporte público.
Ascensor en la estación de la Red de San Luis, hoy Montera
Ascensor en la estación de la Red de San Luis, hoy Montera - ABC
El famosísimo «Antes de entrar dejen salir» nació de una campaña publicitaria en el año 1939. Los asientos reservados para personas con discapacidad – «para caballeros mutilados», decía un cartel– aparecen en 1942, tras la Guerra Civil.
Metro tenía una peluquería de trabajadores en 1921, situada junto a las cocheras de Cuatro Caminos. En cuanto a lo de fumar en el interior de los trenes de Metro, los primeros viajeros no hacían mucho caso a la prohibición, hasta que en 1930 el Gobierno Civil tuvo que publicar una nota exigiendo el cumplimiento estricto de la norma.