'Paulino' denuncia las depravaciones y abusos la MCSPA en África y América
"He sido esclavo laboral y sexual de una secta católica de depravados, encubiertos por algunos jerarcas de la Iglesia""Ayúdame, Papa Francisco, pon un poco de alivio en mi alma rota y en mis ojos tristes"
José Manuel Vidal, 03 de noviembre de 2015 a las 07:28
Santidad, no permitas que otros muchachos sigan pasando por este infierno
(José Manuel Vidal).- "Publíquelo, publíquelo". Me lo dijo dos veces seguidas, con indignación en la mirada. Eran las 7:30 del martes, día 15 de septiembre. Le acababa de presentar el reportaje sobre la denuncia de los abusos de la Comunidad misionera de San Pablo Apóstol (MCSPA). Y tras leer los titulares, el Papa me miró fijamente y me urgió a publicarlo. Como si necesitase ayuda. Como si confesase que no podía limpiar la Iglesia con la determinación y la prisa que quisiese. Aunque éstas ya son impresiones mías. Lo único que me dijo Francisco fue esa palabra repetida y subrayada con tono perentorio.
La misma sensación tiene el sacerdote de Sigüenza-Guadalajara, Fidel Blasco Canalejas, que lleva años moviendo el dossier de la denuncia de uno de los múltiples abusados. El cura, que fue rector del seminario durante 9 años y delegado de catequesis y ahora párroco de San Juan de Ávila de Guadalajara, es el 'abogado defensor' del abusado y el que está moviendo Roma con Santiago, para que la Iglesia condene a los victimarios. No tiene nada que ganar con ello, sólo se complica la vida. "Creo que, en conciencia, debo hacerlo y estoy dispuesto a ir hasta el final", dice.
Fidel Blasco lleva ya años luchando contras las antiguas inercias y las viejas políticas de la institución eclesial que, a pesar de predicar la tolerancia cero hacia afuera, no ha tomado decisión alguna en este "caso sangrante". El sacerdote lo puso primero en manos del Nuncio, ya en el año 2012. Renzo Fratini le dio buenas palabras y le aseguró que lo haría llegar a Roma. Pasaron casi tres años, y nada.
Inasequible al desaliento, Fidel se fue con su caso a Roma y lo presentó en varias instancias vaticanas. Primero, en la congregación para la Doctrina de la Fe, después en la congregación del Clero y, por último, en el Pontificio Consejo para los Laicos. Sin apenas resultados. Sólo recibió una carta de fecha 22 de julio de 2014 del cardenal Rylko, presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, en los que le asegura que "los hechos son de tal gravedad que la autoridad eclesiástica competente tiene que actuar inmediatamente".
Pero pasan los meses y las autoridades de la Iglesia no actúan. Por eso, Fidel Blasco decide dar a conocer el caso a través de los medios. Antes de publicarlo y como prescribe la ética periodística, me puse en contacto con la Comunidad misionera de San Pablo en África y en Estados Unidos, para contrastar la información y pedir su opinión al respecto. Los de Kenia ni contestaron. De Racine (Milwaukee) me llegó el siguiente email:
Apreciado señor Vidal: Gracias por su correo de hace unos días. Nos sorprendió, pues la Comunidad de San Pablo, Asociación de Fieles establecida en la Archidiócesis de Milwaukee, no tiene conocimiento de ninguna denuncia presentada en su contra (ni en Roma ni en ningún otro lugar). Por lo tanto, no podemos comentar nada al respecto.
Lo que sí podemos decirle es que existe una excelente relación y una estrecha colaboración entre la Comunidad de San Pablo y cada una de las diócesis donde llevamos a cabo nuestra labor en diversos países. En especial con la Archidiócesis de Milwaukee, que es nuestra sede principal.
Si lo cree conveniente, póngase en contacto con dicha Archidiócesis para que le puedan confirmar y verificar esta información.
Atentamente,
Ricardo Martín, en nombre de la Junta Directiva de la Comunidad de San Pablo
Pasados unos días, un abogado madrileño se puso en contacto conmigo y me invitó a una reunión en Madrid con varios representantes de la Comunidad San Pablo. En la reunión, que duró más de dos horas, estuvieron presentes, entre otros, Pere Cane, Martí Colom, Pablo Cirujeda y Silvia Garriga.
De los tres sacerdotes, sólo Pablo Cirujeda estuvo estuvo 4 años viviendo en la misión de Nariokotome, en el desierto de Turkana (Kenia), donde reinaba Paco Andreo. Reconoce que allí "las condiciones de trabajo eran muy duras", pero niega que hubiese "explotación laboral o sexual". Eso sí, reconoce que, ya entonces, Andreo "era un líder carismático errático y que funcionada por impulsos, muy narcisista, celoso, todo tenía que pasar por él". Más aún, "se le había ido la pinza y tenía un trastorno clínico de la personalidad".
También asegura Cirujeda que ya entonces "llegaron denuncias de tipo homosexual, cosas de mariconeo, pero no con menores" y que "algo pudo haber de todo eso que denuncia" Paulino. Porque "lo que sufrió es cierto".
A su juicio, Andreo llegó a ocnvertirse "en una manzana podrida que quedó encapsulada". Hasta que, en 2006, el visitador apostólico del Vaticano les dice que la única salida para la organización es que Paco Andreo dimita. Y lo hace, para regresar a España a curarse de un cáncer de próstata. Entonces asume la presidencia Pere Cané durante dos años.
Porque, en el 2008, comenzó a plantearse una profunda división en la CMSPA. Por un lado, los incondicionales de Andreo, que decían y siguen diciendo que "la organización es Paco". Por el otro, Pere Cané y los miembros de la zona americana, que deciden abandonar la organización y erigirse en otra nueva, con nombre parecido Comunidad San Pablo y aprobada canónicamente en Milwaukee, por Timothy Dolan, el entonces obispo titular de la diócesis y hoy cardenal de Nueva York. "Unos decíamos que el emperador estaba desnudo y otros decían que estaba vestido", explica Cané. Y Cirujeda añade: "Damos gracias a Dios todos los días por habernos ido".
Pregunto si, tras la escisión y con todo lo que cuentan de Andreo, han querido "matar al padre". Y reconocen que sí: "Hemos matado al padre". Vuelvo a preguntar si mientras estuvieron en la CMSPA fueron "cómplices o encubridores". Contestan que ellos no vieron los abusos, pero "podría ser que hubiesen existido".
El relato del abusado
Aquí está el relato de los hechos contados por la víctima, Paulino (nombre ficticio), apoyado en todo momento por el cura Fidel Blasco. Con Paulino estuve durante varias horas y todavía recuerdo cómo temblaba rememorando sus recuerdos de hacía más de 20 años. A Fidel le vi en varias ocasiones, me ofreció muchos de sus documentos y siempre terminábamos lamentándonos del silencio eclesiástico y buscando la manera de derribarlo. Ésta es la transcripción del relato de Paulino, la víctima de la mirada triste y que temblaba al contármelo.
"La Iglesia católica tiene a gala que, en su seno, no existen las sectas. El caso de la Comunidad misionera de San Pablo Apóstol (MCSPA, en sus siglas en inglés) rompe la regla sagrada. Esta asociación pública de fieles, creada en España y liderada por religiosos españoles, funciona como una auténtica secta. Una mafia espiritual dedicada al abuso sistemático de seminaristas y novicias, a los que hacen ir completamente desnudos en sus casas y que se convierten en esclavas y esclavos sexuales y laborales, a disposición permanente de los líderes de la organización. Un negocio, una mafia religiosa, con su particular Maciel, encarnado por el fallecido Francisco Andreo, que siguen gestionando sus secuaces Alberto Salvans y Fernando Aguirre, entre otros.
Me llamo Paulino. Soy boliviano de nacimiento y estoy afincado en España desde hace 9 años. Fui esclavo laboral y sexual durante 5 años que pasé en la MCSPA, desde los 18 a los 23. Ahora que tengo 36 y he podido escapar de sus redes, quiero denunciar sus atrocidades, para que ningún otro chaval que busque seguir a Dios pase el calvario que yo sufrí a manos de estos lobos con piel de cordero, amparados en el paraguas de la Iglesia católica y bendecidos por ella.
Mi caso está ya en Roma. Desde el mes de junio de 2014, mi denuncia ha llegado al Pontificio Consejo para los Laicos, que dirige el cardenal Rylko, y a otras instancias vaticanas, entre ellas la Congregación para la Doctrina de la Fe y la Secretaría de Estado.
Sólo quiero advertir a las actuales y futuras víctimas. A pesar de lo sufrido, con la ayuda de gente buena de Iglesia me he curado, llevo una vida relativamente normal y, sobre todo, he vencido el miedo. Sé que los atropellos que denuncio han prescrito civilmente, pero no canónicamente. Me duele no haber tenido agallas para denunciar antes. Entre otras cosas, porque sabía que esta secta estaba bien protegida por la alta jerarquía eclesiástica. Denunciar es buscarse problemas. Y me duele, sobre todo, que durante todos estos años en los que no fui capaz de denunciar, ellos han seguido abusando de chicos y chicas. Y lo siguen haciendo, con total impunidad y descaro. Más aún, están ampliando su "negocio", amparados por clérigos corruptos a los que compran y por otros ingenuos a los que engañan.
Nací en Cochabamba, en 1979, en el seno de una familia de agricultores. Tengo 7 hermanos. De pequeño trabajé duro, muy duro, en el campo, ayudando a mis padres de sol a sol. Desde niño, tuve la ilusión de que no me tocase la finca de mi padre. Es decir, escapar del arado y de las mulas. Para eso, estudié todo lo que pude y saqué el bachillerato.
A los 18 años, cuando me estaba planteando entrar en el seminario, un cura amigo me convocó a una reunión con unos misioneros, que estaban en nuestra provincia reclutando vocaciones. Allí conocí, por vez primera, a Pere Cané y otros reclutadores de la MCSPA.
Tampoco les resultó difícil 'cazarme' a mí y a muchos más. Soñábamos con ser curas y ellos no sólo nos ofrecían esa posibilidad, sino además ayudar a los pobres de África. Cuando tienes 18 años, quieres ser cura y escapar del arado y viene alguien ofreciéndote ir a estudiar a Estados Unidos, con todos los gastos pagados, el cielo parece sonreírte, y crees que te ha tocado la mayor lotería de la vida. Por otro lado, los curas, además de ser españoles, eran encantadores, nos trataban como amigos y pintaban todo tan lindo que sería de tontos no aceptar.
Ellos se encargaron de todos los documentos y corrieron con todos los gastos. Me despedí de mis padres, que pensaban que su hijo iba a triunfar a USA y ser un cura modélico, y cogí un avión con destino a Milwaukee. Era el año 1998, cuando comencé a ser "oveja" (la terminología que utilizan para llamar a los seminaristas), mientras ellos son los "pastores". Al llegar, nos instalamos en su casa de Racine, a unos kilómetros de la capital, donde fuimos muy bien acogidos. Nuestro sueño parecía hacerse realidad.
Al principio, todo era agradable y los curas sumamente amables, pero, poco a poco, empezaron a mostrarse tal y como son. Lo primero que hicieron fue hacernos vivir una vida casi cuartelera y sumamente estricta. A la mínima, te llevabas una bronca brutal que sólo pretendía humillarte. No sólo por las palabrotas que utilizaban, sino también por la forma tan dura de decirlas. A cada nueva bronca, uno se sentía cada vez más culpable. Recuerdo que nos decían que los españoles gritan mucho y que entendiésemos su forma de ser, pero aquello era demasiado.
Fui aprendiendo a vivir con eso y con otras cosas que todavía me parecían más extrañas. Por ejemplo, nos obligaban a saludarnos siempre con besos y a estar desnudos en las habitaciones que el recién llegado compartía con un sacerdote u otro seminarista que llevase más tiempo, aunque fuese invierno. Yo tenía mis dudas, pero como todos lo hacían, me preguntaba si el raro no sería yo...
Todavía me escandalizó más comprobar que entre los curas y los seminaristas había parejas tanto homosexuales como heterosexuales y que se buscaban nuevas vocaciones simplemente en función de si el chico o la chica eran guapos o podían dejarse utilizar con mayor facilidad para sus intereses personales bastardos. La corrupción sexual la tenían bien institucionalizada entre ellos. Cada uno tenía su pareja, hombre o mujer, según el gusto de cada cual. El cura Pere Cané, por ejemplo, iba a menudo a ciudad de Méjico, porque allí tenía a su mujer y su hija. Los demás se encontraban con sus parejas en las reuniones o en cuanto se presentaba la ocasión. ¡Cuántas vocaciones abortadas, cuántas vidas destruidas!
El reino de Francisco Andreo en Turkana
Tras pasar dos años en USA, estudiando inglés y Filosofía a distancia, nos dijeron que nos llevaban a África, porque todos los miembros de la comunidad, tanto hombres como mujeres, tenían que pasar al menos una temporada con Paco Andreo, el fundador y máximo líder. Y, si en Estados Unidos, me escandalicé, en la misión keniata de Nariokotome, el reino de Paco, descubrí una corrupción moral inaudita en una misión católica de curas y monjas misioneras.
El dinero en la misión entraba a raudales. África, los negritos, el desierto, Turkana, los pozos de agua, la solidaridad...palabras mágicas que sólo necesitan buenos vendedores para impactar en la conciencia de la gente y transformarse en cuantiosos donativos. Y todos ellos son consumados expertos en marketing solidario. A mí mismo me convirtieron en un lince a la hora de conseguir dinero. Y mi cuenta (sólo mía nominalmente) estaba siempre llena de decenas de miles de euros. Para conseguirlos, venía a España a hacer campaña y me volvía con las alforjas siempre llenas.
Y si yo podía conseguir eso, es fácil imaginar lo que obtenían todos ellos, especialmente los "pastores" o "los mayores", los líderes rodados en el marketing y con una enorme capacidad de arrastre y de seducción. Era tanto el dinero que, en parte, se utilizaba para invertir en excavar pozos, poner en marcha proyectos agrícolas o construir iglesias y escuelas.
Ésa era su fachada externa: Ayudaban a los africanos, conseguían su favor, tranquilizaban su conciencia y, además, utilizaban sus obras, para exhibirlas ante los "invitados". Esta gente seleccionada, a la que se invitaba a venir a la misión y que, tras ver los resultados, se volcaban con nosotros todavía más, creyendo que aquello era un gran oasis de amor y entrega a los más desfavorecidos. Así se les engañaba, como se sigue engañando a muchísima gente que colabora con ellos a través de sus ONG.
Pero la mayor parte del maná que llegaba de Europa y de América se utilizaba para acallar las conciencias y tapar la boca de los jóvenes keniatas que eran utilizados, al igual que los propios miembros de la institución, como esclavos laborales y sexuales por parte de Francisco Andreo, Alberto Salvans, Antonio Aguirre, entre otros.