Los Toros
El toro bravo, reserva del medio ambiente
La ya finalizada temporada de 2006 se ha saldado con un récord histórico en el número de festejos celebrados en Espa?a. Casi mil corridas de toros, más de seiscientas novilladas picadas y cuatrocientas tardes de rejones
Patricia Navarro
Madrid- Acaba la temporada 2006 con un récord histórico en el número de festejos que se han celebrado por la piel de toro espa?ola y francesa. Sólo en la Península, el número total de tardes de toros asciende a 2.075. Una cifra casi impensable cuando Jesulín de Ubrique batía, a velocidad de vértigo, el récord en el número de corridas toreadas en una sola temporada: con 161 paseíllos acabó el gaditano la campa?a de 1995. La de su furor en los ruedos.
Este a?o taurino se ha saldado con cerca de mil corridas de toros, 996 para ser exactos, unas 650 novilladas y más de 400 festejos de rejones, según los datos facilitados por la Asociación Nacional de Organizadores de Espectáculos Taurinos, Anoet.
El campo
La auténtica fábrica de sue?os que se despereza allá por el mes de marzo y llega a su mayor apogeo en el de septiembre se nutre de un intenso invierno, alejado de las capitales, del ruido, de las grandes y peque?as ciudades, de la contaminación, en definitiva, de la urbe. La Fiesta, durante un buen pu?ado de meses, vive en el campo. En esta época marcada por las batallas abiertas en varios frentes en el férreo intento de dar carpetazo a la Fiesta, analizaremos, pues, la base de ésta, la del toro. El animal en sí, lejos de los mitos o las posturas contrapuestas acerca de la Tauromaquia.
Además de la belleza de un animal único, icono de casta, raza y bravura, el toro que pasta en las dehesas tiene una aportación al mantenimiento de las mismas superior al de la ganadería mansa. Sus campos, en los que se cría el becerro hasta convertirse en toro a los cuatro a?os, muestran un valor ambiental en el mercado muy superior al que se deriva de una ganadería de mansos. Por lo que el toro no sólo vive con los mejores cuidados durante toda su existencia, sino que retroalimenta y contribuye a la salud del medio ambiente.
Ganado manso
El manido tópico de las buenas calidades en las que persiste el toro se hacen mucho más fáciles de entender al comprobar, sin mediación de nadie, la diferencia abismal del espacio físico dedicado al toro bravo o a una vaca mansa. En la cría de mansos podemos ver en apenas una hectárea una gran cantidad de ejemplares, mientras que se calcula entre una y seis hectáreas por cada cría de toro bravo.
Mucho más allá de las estadísticas queda el amor infinito con el que el ganadero protege y siembra el futuro de su ganadería. El menor cambio en la camada, los posibles percances que a veces surgen entre los toros, el frío, las lluvias, la sequía, la calidad de la hierba, el excedente de alimento... Todo lo que rodea al animal se convierte en un minucioso análisis por parte del ganadero hasta dar con los hilos invisibles que mueven la caba?a brava. Puro misterio que todos intentan alcanzar. Y todo ello a pesar de que el balance económico de lo bravo navega hacia lo deficitario. Es más, se invierten verdaderas fortunas con el fin de dar con el mejor terreno para el buen desarrollo del toro.
Dado que este animal se cría en un régimen de extensión, permite el aprovechamiento de los recursos naturales y, lo más importante, mantiene el ecosistema adehesado y el equilibrio en el medio natural en el que se desenvuelve.
El ganado bravo requiere, pues, de grandes fincas, en las que se permite que otras muchas especies de la fauna espa?ola se den cita en el mismo territorio. Todo ello favorecido por la cría de ganado bravo. Se estima que en la Península alrededor de 300.000 hectáreas de nuestro campo están dedicadas a la producción del ganado de lidia.
En las ganaderías, el propietario aprovecha el frío del invierno y el parón de la temporada taurina para hacer el examen de bravura. Se tentarán machos y hembras, por los propios toreros, que también ahondan en su puesta a punto, para mejorar el producto final que saltará al ruedo desde el mes de marzo hasta finales de noviembre, en casi cualquier punto de Espa?a y muchos de Francia.
La encuesta publicada por Gallup apunta al descenso del interés de la Fiesta en la sociedad en los últimos a?os, en cambio el número de festejos celebrado se?ala hacia otro lugar más positivo, también el balance de cuentas económicas que aporta cada temporada la Fiesta. En la anterior, la de 2005, cerca de 200 millones de euros.
Crecen las plazas de toros de obra (Espartinas, Los Barrios, Motril, entre otras) muy costosas para localidades peque?as, que se unen a una larga lista de cosos sembrados en tierra espa?ola, francesa y en cinco países de Hispanoamérica, donde se fajan en dar calidad a la Fiesta.
Hispanoamérica
Es allí, al otro lado del charco, donde las ferias se hacen con el ?prime time? televisivo y pone de moda el acto social que siempre ha sido ir a los toros. Seriales en los que los toreros espa?oles concentran la atención. No hay que irse tan lejos para deleitarse con la buena salud del espectáculo. En la vecina Francia, lo bordan; y en Espa?a, unas cuantas ferias ponen a precios prohibitivos las entradas de reventa. Por algo será. Una locura que persiste y eso que a nadie le obligan a ir a los toros.
salu2