40 años del fuego en Alcalá 20 que fue la tumba de 82 jóvenes: "Muchos murieron abrazados y apiñados en las escaleras"
LUIS F. DURÁN
Madrid
Actualizado Sábado, 16 diciembre 2023 - 00:06
El incendo comenzó por un cortocircuito en la parte trasera del escenario cuando 600 personas llenaban la sala
Policías nacionales sacando el cadáver de uno de los fallecidos.
FRANCISCO MORENOEFE
Se cumplen mañana domingo 40 años de una terrible madrugada para Madrid siendo alcalde de la ciudad Enrique Tierno Galván. Un incendio provocado por un cortocircuito convirtió la discoteca Alcalá 20 en una colmena de fuego y humo que apagó el corazón de 82 personas, la mayoría jóvenes que fallecieron asfixiados por un deficiente sistema de evacuación y emergencia.
Aquella noche del 17 de diciembre de 1983 hacía mucho frío en el centro de la ciudad. La discoteca Alcalá 20, en esa misma dirección de la capital y muy cerca de la Puerta del Sol, estaba de moda entre los jóvenes. Cada noche del fin de semana se reunían en el local de 3.000 metros cuadrados decenas de adolescentes, la mayoría de barrios periféricos como Vallecas, Carabanchel y Villaverde.
Quedaba un cuarto de hora para las 05.00 de la madrugada cuando empezó a oler a quemado. La sala tenía el cartel de aforo completo y cerca de 600 personas bailaban y tomaban una copa repartidas en las cuatro plantas de lo que durante años fue la sala de fiestas Lido.
La música había dejado de sonar, aunque todavía había jóvenes distribuidos en la pista de baile, los palcos y las plateas. De repente, algunos clientes se percataron de la presencia de un humo denso y grisáceo tras las cortinas del escenario. Hubo un primer grito de «¡Fuego!». Otros de auxilio. Los siguientes fueron de angustia y pánico.
Los camareros y empleados de la sala, provistos de extintores, retiraron las cortinas y trataron de apagar las llamas. En ese momento una ola de fuego avanzó por el recinto, decorado en su totalidad con materiales altamente inflamables. Un humo muy tóxico y espeso se deslizó rápidamente desde la planta baja hasta la entrada.
El caos se apoderó de todos los clientes que buscaban la salida. La principal escalera se colapsó dando lugar a avalanchas y atropellos. Otras personas se arremolinaron en torno a las puertas de emergencia, pero algunas de ellas estaban cerradas y nadie encontraba las llaves para abrirlas. Estaban presos del pánico y trataban de abrirse paso entre la multitud con empujones. .
José María Pérez Soria, jefe de guardia del cuerpo ese día, recuerda que al entrar por la puerta trasera de la discoteca la descubrieron «vacía», pues la mayoría de las personas «intentó huir por el lado equivocado», esto es, por la puerta principal. «El humo y el calor», continúa Pérez Soria, «avanzaba precisamente en esa dirección y llenaban el ambiente de la sala de sustancias peligrosas, procedentes de la combustión de los materiales decorativos». El trabajo de los bomberos consistió en despejar las salidas y romper puertas.
«Muchos murieron abrazados y apiñados en las escaleras», destaca Pedro, un policía que aún revive la imagen de los clientes recién salidos de la discoteca, que buscaban con ansiedad a sus familiares y amigos para saber si estaban vivos. «Fue un espanto, el juez ordenó precintar el edificio y una semana después siguieron apareciendo cadáveres en un patio interior».
El suceso se saldó con 82 fallecidos de 16 a 31 años de edad: 31 murieron abrasadas, 13 lo hicieron por inhalación de humo y 36 aplastadas o asfixiadas al tratar de huir. La última víctima no estaba en el local, ya que vivía en el edificio y perdió la vida al precipitarse al vacío desde su terraza del sexto piso tratando de escapar del humo.
En la sala de Registro General del Ayuntamiento de Madrid se instaló horas después la lista de los fallecidos. Los padres cuyos hijos no habían ido a dormir esa noche a casa fueron acudiendo a la Casa de la Villa. Preguntaban a un funcionario por el nombre de sus hijos y recibían un «sí» o un «no».
Diez años después del siniestro, los presuntos responsables del mismo se sentaron en el banquillo de los acusados. En marzo de 1994, los cuatro copropietarios de la discoteca, el responsable de la instalación eléctrica del local y un inspector de espectáculos del Ministerio del Interior fueron condenados a dos años de cárcel, cada uno, por un delito de imprudencia temeraria.
Más de 14 años tardaron los familiares de las víctimas en recibir una indemnización económica por lo acontecido, ya que las muertes fueron producto de una deficiente gestión e inspección del local. La sentencia condenaba al Estado a indemnizar económicamente a las familias de las víctimas a razón de 20 millones de pesetas por fallecido, más otros cinco millones por cada uno de los hijos menores que tuviese la víctima; en total, casi 2.000 millones de pesetas.
Emilio García Horcajo, concejal de Seguridad del Ayuntamiento de Madrid cuando se produjo la tragedia, fue procesado como responsable de un delito de imprudencia temeraria, aunque luego fue absuelto por el tribunal que juzgó el caso. Aunque las penas fueron superiores a las solicitadas por el fiscal, los familiares de las víctimas se mostraron en desacuerdo con la sentencia, sobre todo con la absolución del concejal.
La mayoría de las personas que perdieron a sus hijos no quieren evocar el tema. El paso de los años ha sido la terapia para cicatrizar el dolor. Esa noche Ignacio se quedó sin su hermano Fernando que estaba celebrando una fiesta universitaria. «Antes lo recordaba casi a diario, incluso he parado alguna madrugada para llorar por él. He intentado olvidarlo, fue muy delicado y penoso para todos». Entre los muertos estaba también un joven matrimonio de 27 y 26 años que tenía un niño de pocos meses.
El hijo de Juana Calderero, Víctor, de 26 años, también falleció esa noche: «No pudieron salir porque las puertas estaban clavadas y no tuvieron escapatoria. Desde entonces llevo esta película dentro de mi cabeza. No puedo olvidarlo, ni dejar de sentir dolor y rencor contra las autoridades, que permitieron que todo en la discoteca estuviera en malas condiciones. Después, yo solo reclamé justicia, no dinero, pero no la hubo».
La discoteca Alcalá 20 reabrió en 2010 con el nombre de Adraba tras permanecer años clausurada por carecer de la licencia apropiada. Hoy sigue funcionando con otro nombre en los bajos del Teatro Alcázar.