Autor Tema: Aquellos "viejos tiempos"  (Leído 258482 veces)

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Re:Aquellos "viejos tiempos"
« Respuesta #900 en: 31 de Diciembre de 2015, 09:06:34 am »

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Re:Aquellos "viejos tiempos"
« Respuesta #901 en: 19 de Enero de 2016, 19:50:07 pm »
Miren sus caras, algunois han fallecido y otros están ya jubilados....pero ellos fueron los pioneros de la S.C. en MADRID...sin ningún medio más allá del Land-.Rover que usaban... son....los abuelos.



Hoy el concejal les ha nombrado en la Comisión de Seguridad..."los "kung-fu, que repartían estopa que no está en los escritos"

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Re:Aquellos "viejos tiempos"
« Respuesta #902 en: 19 de Enero de 2016, 20:04:54 pm »

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Re:Aquellos "viejos tiempos"
« Respuesta #903 en: 19 de Enero de 2016, 20:35:08 pm »
Desafortunada definición del señor concejal

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Re:Aquellos "viejos tiempos"
« Respuesta #904 en: 19 de Enero de 2016, 21:55:00 pm »
No es políticamente correcto que el Concejal se refiera a ellos así . . . pero ese era el apodo por el cual eran conocidos . . .

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Re:Aquellos "viejos tiempos"
« Respuesta #905 en: 20 de Enero de 2016, 10:02:13 am »
El concejal de Seguridad dice que «el eje de la Policía Municipal no es detener a delincuentes»

Javier Barbero recuerda a la «patrulla kung-fu, que repartía estopa como no estaba escrito en los años 70»

La comisión de Seguridad del Ayuntamiento de Madrid se convirtió ayer en un nuevo relicario de ocurrencias por parte del concejal del ramo, Javier Barbero. Según explicó, su modelo «no contempla solo la cuestión policial». «Hay que ir a por los delincuentes faltaría más, pero compatibilizándolo con los derechos y libertades». Apuesta Barbero por potenciar la formación policial, para respetar la diversidad. Un Cuerpo «proveedor de servicios, no que controla a los ciudadanos». «A los delincuentes hay que cogerlos, pero en la Policía Municipal ese no puede ser el eje fundamental, es de la Policía Nacional o Guardia Civil», llegó a decir ayer. Tal cual.

También el director general, Andrés Serrano (Podemos), reconoció la información adelantada la pasada semana por ABC, sobre la supresión de la Unidad dedicada al turismo en la capital. Los agentes han sido absorbidos por los distritos, pero aseguró que los agentes dedicados a este menester aumentarán.

Hizo, además, un recorrido por las distintas nomenclaturas y divisiones de «antidisturbios» en la Policía Municipal; y «no estuvo muy acertado», según algunos presentes, al recordar «la conocida como patrulla nocturna o los ‘kung fu’, que repartían estopa como no estaba escrito en los años 70». Por eso, el Gobierno de Manuela Carmena (Ahora Madrid) apuesta por que sus Unidades Centrales de Seguridad (UCS) o «antidisturbios» no realicen esa función. «No nos toca paralizar desahucios, eso le tocará a otros Cuerpos», insistió Barbero, en referencia a la Policía Nacional.
El PP: «Buenismo facilón»

Las palabras de Serrano y Barbero fueron afeadas por la portavoz de Salud, Seguridad y Emergencias del PP, Inmaculada Sanz: «Quieren convertir la Policía Municipal en una especie de ONG de buenismo facilón». «Pretenden desnaturalizarla, como ya han hecho con la Navidad de manera grotesca. El comportamiento de los delincuentes no cambiará diciendo que está mal lo que están haciendo», insistió Sanz, según recoge Ep.

Barbero tuvo tiempo para más «perlas». Al ser cuestionado por la destitución del inspector jefe de la Policía Municipal, Francisco Caletrio: «No le pido que esté a favor de la ideología, sino que no sea contrario, porque así no hay forma de trabajar».

En la comisión de Seguridad, también anunció el Ayuntamiento que ha cancelado el proyecto de la Ciudad de la Seguridad, puesto en marcha por Ana Botella (PP), y que preveía agrupar todos los servicios centrales de Seguridad, Emergencias y Protección Civil. El conocido como «Pentágono» de la Casa de Campo. El edil lo calificó como «un proyecto arquitectónico megalómano que no tiene sentido. «Soy contrario a una especie de mini-búnker o pentagonillo», sentenció.

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Re:Aquellos "viejos tiempos"
« Respuesta #906 en: 12 de Marzo de 2016, 07:03:06 am »
Los chicos de la UPC
11/03/2016 | 21:44 h.

UPC Policía Madrid Años 80

-Eran tiempos muy difíciles, Pepe.

El que habla así es Juan Antonio Montes, sargento retirado de la Policía Municipal de Madrid. Hemos quedado para tomar un café por el Centro, ya que hace tiempo que no nos vemos.

-Corrían los años ochenta del siglo pasado -continua. Madrid era una ciudad muy insegura. El país estaba en plena fase de cambio ya que hacía muy poquito que acabamos de inaugurar la democracia. El desempleo era galopante, la inflación se disparó. Una generación entera de españoles se vio sin futuro, mal preparada, sin estudios y se enganchó a la heroína. Los atracos a mano armada, robos, tirones de bolso, eran el pan nuestro de cada día. La gente tenía miedo. Se vendía droga en cada esquina. La policía gubernativa se encontraba en plena transformación y gran parte de sus efectivos eran destinados a combatir el terrorismo. Fue entonces cuando el Alcalde Tierno Galván, tomó cartas en el asunto y creo la Unidad de Protección Ciudadana (UPC), dentro del Cuerpo de Policía local. Los periódicos de la época se hicieron eco de la noticia con regocijo. Se escogió gente joven, con ganas de trabajar y los resultados no se hicieron esperar.

Pronto, los delincuentes se dieron cuenta de que había una nueva Unidad en la calle, dispuesta a recuperarla para los madrileños. Mal armados -un revolver del 38 con seis disparos-, cuatro cascos y escudos -de chaleco anti balas ni habíamos oído hablar-, realizamos miles de detenciones en los años que duró la unidad. Controlamos los poblados donde se atrincheraban los vendedores de droga, detuvimos a decenas de atracadores, recuperamos cientos de coches robados con bicho (el ladrón) dentro, después de vertiginosas persecuciones. Éramos una gran familia, una hermandad, donde los veteranos eran respetados como padres; todos compañeros y amigos. Celebrábamos los cumpleaños o las despedidas de solteros y solteras al pie de una vieja encina, en el patio trasero de la Unidad que se hallaba en la casa de campo y que creo que todavía sigue allí. Gente dura, policías de raza. Se libraba poco y se cobraba aún menos, pero no importaba. La gente no quería librar, no fuera que se perdiese alguna buena intervención. Cuando el jefe pedía voluntarios para un servicio, nadie daba un paso atrás, siempre hacia delante. Fueron años de servir y proteger, de salvar vidas en los coches patrulla -la SAMUR no existía-, y de que algunos muriesen a pesar de nuestros esfuerzos. Vi  llorar a muchos compañeros por no haber podido hacer algo más. Éramos todo: psicólogos, enfermeros, policías. Teníamos valores que ahora son desconocidos para casi todo el mundo.

    La gente tenía miedo. Se vendía droga en cada esquina

Montes se detiene unos momentos para sorber un trago de café con leche.

-A muchos, aquel trabajo les costó el divorcio, a otros la muerte, como a Jesus Rebollo asesinado por ETA, y a casi todos lágrimas y sangre. Lesiones, piernas rotas, brazos, muñecas jodidas, que con el tiempo han pasado factura. Por allí paso lo mejor de lo mejor, hombres y mujeres jóvenes y valientes, que lo dieron todo por el servicio. No teníamos hora de salir, y nadie se movía de la calle mientras un compañero estuviese liado en una intervención. Pero los tiempos cambiaron y ya no fuimos necesarios, se deshizo la Unidad y la gente fue trasladada a otros sitios. Ahora, muchos ya están jubilados como yo, otro fallecieron. Nadie nos dio las gracias por la ingente labor que realizamos. Nadie nos hizo un sencillo homenaje. Para los jóvenes solo somos veteranos que cuentan batallitas. No se nos respeta, muchos no habíamos ido a la Universidad, ni teníamos estudios superiores, pero sabíamos enfrentarnos a un yonqui armado con una chata (escopeta de cañones recortados) sin miedo. Ya ves, no somos más que la memoria de una época, una especie en extinción. Una mala época para los ciudadanos, donde la gente nos aplaudía cuando nos veía trabajar, no como ahora,

Al sargento Montes se le saltan las lágrimas tras las lentes de la presbicia. Saca de su bolsillo un escudo de fieltro.

-Aún lo conservo -me enseña un escudo verde ribeteado en amarillo con el escudo de Madrid en el centro y la leyenda “Protección Ciudadana”-. Jamás dejare de sentirme orgulloso de haberlo llevado en el brazo. Serví junto a los mejores, como agentes, compañeros y amigos. Ellos mismos se autodenominaban  “Los chicos de la UPC” y no simplemente como Policías, con toda la responsabilidad y grandeza que esa palabra conlleva.

Montes se limpia las lágrimas con un pañuelo de los antiguos, de tela, con sus iniciales bordadas, antes de despedirse. Anda despacio, que la edad no perdona.

Yo viví aquellos tiempos casi siendo un niño, pero los recuerdo perfectamente. Fueron muchos los que pusieron su granito de arena para que este país saliese adelante. Cada uno en su ámbito. Muchos son conmemorados, pero no aquellos Policías Municipales que lucharon contra el crimen, que limpiaron las calles de escoria para que los demás pudiésemos salir de noche sin miedo o ir al cine con la novia sin que un navajero te quitase la cartera.

Por eso, desde aquí, solo puedo darles las gracias y esperar que alguien se acuerde de todos esos servidores de la ley y les homenajee como Dios manda.

Gracias por lo que hicisteis chicos de la UPC.
http://www.estrelladigital.es/blog/jose.romero/chicos-upc/20160311210902276177.html

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Re:Aquellos "viejos tiempos"
« Respuesta #907 en: 23 de Marzo de 2016, 18:56:16 pm »
Los últimos de Guinea
 
Dos guardias gallegos relatan el fin de la ocupación española, cuando los camaleones se metían en su camisa y los destacamentos tenían un cazador a su servicio



Desembarco en Cádiz de guardias civiles procedentes de Guinea en abril de 1969.

Ramón García fue uno de los últimos guardias civiles en abandonar Guinea Ecuatorial cuando la excolonia española alcanzó la independencia. Corría el año 1968 y este lucense de 72 años dejaba atrás incluso un Land Rover oficial antes de embarcar en el buque Castilla de la Armada que repatriaba a los españoles que apresuradamente abandonaban el país africano. Tanto él como Onésimo González Mateo, de 80 años, ambos nacidos en sendos cuarteles del instituto armado y ya retirados, fueron testigos directos de aquel momento histórico que puso fin a 64 años de ocupación, una etapa que les ha vuelto a la memoria con el estreno de la película Palmeras en la nieve.

“La evacuación no la hicimos por el puerto sino por una de las playas, a la que vino una de las lanchas de desembarco”, evoca Ramón, que llegó a cabo segundo en el acuartelamiento de Santa Isabel de Malabo, hoy capital del país. “Se arrió la bandera, montamos en los Land Rover y parte de ellos se quedaron en la playa. El viaje en el Castilla duró 25 días hasta Las Palmas”.

Aquellos días finales se produjeron “algarabías” pero “ninguna refriega”. Ramón sí recuerda cómo guardias de paisano tuvieron que salvar de un tumulto a tres representantes de la ONU. En los momentos de mayor tensión de la descolonización, entre 1968 y 1969, “la gente iba al campamento buscando seguridad”. “Las camas las ocupaba la población, yo me acostaba en el suelo”, afirma.

En septiembre de 1968 Francisco Macías Nguema salió elegido presidente de Guinea Ecuatorial con el apoyo de movimientos nacionalistas. Onésimo permaneció en Batha y luego en Fernando Poo de 1961 a 1965 donde conoció a Macías, que fue alcalde de Guadalupe. “Macías quería mandar, ya armaba jaleo entonces. Luego lo hicieron vicepresidente del gobierno y les dieron Mercedes a todos”, relata. “Querías ir a Guinea por lo económico porque cuando veníamos a España éramos unos privilegiados, pero también por la aventura. El inconveniente eran los insectos, que te picaban a millones”, rememora, por su parte, Ramón.

Han pasado 238 años desde que el 17 de abril de 1778 el VII conde de Argelejo salía de Montevideo rumbo a Bioko para tomar posesión de los territorios del golfo de Guinea. “Cuando los guineanos vieron que a los demás países de África les daban la independencia ellos también la reclamaron”, señala Onésimo, quien de su paso por el país también cuenta que en su destacamento tenían un “cazador” que les suministraba la comida. “Por cierto, años después me llamó para decirme que estaba de embajador en Madrid”, detalla.



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El proceso de adaptación, reconocen ambos, fue “difícil”. “Había camaleones que se te metían por la camisa. En el aeropuerto vimos una boa”, desgrana Ramón. “Llegábamos a los cuarenta grados de calor pero lo peor era la humedad. Lo que bebías salía por los poros de la piel, incluido el whisky”, bromea.

Ramón asegura que en Guinea “había muchos gallegos” y recuerda con un gesto de rabia a un guardia civil de Lugo que pereció por enfermedad y cuyo cadáver nunca fue repatriado. “Las autoridades no hicieron nada”, recrimina quien tuvo que comunicar la trágica noticia a su esposa. Ninguno de estos dos guardias lucenses ha regresado al país africano, pero Onésimo conoció en Baralla a un ciudadano de Guinea que se ha convertido en su punto de enganche con el lugar al que fue destinado para vivir un momento histórico.


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Re:Aquellos "viejos tiempos"
« Respuesta #908 en: 28 de Marzo de 2016, 23:57:24 pm »



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Re:Aquellos "viejos tiempos"
« Respuesta #909 en: 29 de Marzo de 2016, 10:51:28 am »
Las botas son chiruca?

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Re:Aquellos "viejos tiempos"
« Respuesta #910 en: 07 de Julio de 2016, 01:09:44 am »
Control de trafico en el Retiro.

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Re:Aquellos "viejos tiempos"
« Respuesta #911 en: 25 de Agosto de 2016, 20:26:50 pm »
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Re:Aquellos "viejos tiempos"
« Respuesta #913 en: 11 de Septiembre de 2016, 09:53:31 am »
El primer semáforo de Madrid cumple 90 años


La bifurcación de la Gran Vía con la calle de Alcalá tras la instalación del semáforo. E. M.

Se instaló un 17 de marzo de 1926 para regular el tráfico entre la Gran Vía y la Calle Alcalá

Los periódicos tuvieron que informar a los peatones cómo funcionaba

Hoy hay 130.000 en Madrid

    CARLOTA G. VELLOSO

10/09/2016 20:37

En 1926 se instaló el primer semáforo de Madrid y aquello supuso todo un acontecimiento para aquellos que se desplazaron al lugar de los hechos para presenciar el espectáculo. Los madrileños aprovecharon la ocasión para convertir el estreno en motivo de celebración. La prensa titulaba «faros luminosos - gran regocijo del público» y en la noticia se leía que de la inauguración «corrió un juergazo de esos que en Madrid son clásicos».

Hasta su primera aparición, en el cruce de las calles Gran Vía y Alcalá, la circulación estaba regulada por guardias de tráfico. Sin embargo, en un lugar tan concurrido como éste -por el que todo madrileño ha pasado al menos una vez- el trabajo de los agentes dejó de ser efectivo. «Por la forma en que los guardias cortaban la circulación de carruajes y la reanudaban, ocurriría una desgracia», advertía la prensa del momento. La instalación del primer semáforo español duró más de dos meses y su presentación a la sociedad madrileña tuvo lugar el 17 de marzo de 1926.

Los discos luminosos que le siguieron, se colocaron en la Puerta del Sol, en la plaza de Canalejas, en la plaza de Castelar, Red de San Luis, en el cruce de Gran Vía con la calle Clavel, Alcalá con Peligros y en la intersección de Sevilla con Nicolás María Rivero.

Por aquel entonces, los semáforos no se llamaban semáforos y las calles no eran lo que son. Hoy en día, las señales están totalmente integradas en el paisaje de la metrópoli y la sensación es que han estado ahí desde siempre. Actualmente en Madrid hay 2.213 intersecciones reguladas por semáforos, lo que supone una cifra de 130.000, aproximadamente.

En los últimos 90 años mucho han cambiado estos aparatos, que también se han adaptado la evolución tecnológica. El primer semáforo era sólo para vehículos y no para peatones y, ante el desconocimiento de la gente, los periódicos informaron al viandante de cómo cruzar y dieron las instrucciones necesarias para lidiar con el nuevo inquilino de las calles Gran Vía y Alcalá. Éste era electromecánico y se programaba manualmente con clavijas para establecer los momentos en los que se activaba el color verde, el ámbar o el rojo.

Hacia los años 70 pasaron a ser electrónicos y funcionaban con cableado, lo que permitió programarlos para coordinar las calles y rutas. Ahora, los semáforos son como pequeños ordenadores que incorporan microprocesadores y se regulan, en su mayoría, con fibra óptica.

Las luces roja, ámbar y verde se iluminan con lámparas LED, de bajo consumo y cuyos costes de mantenimiento han permitido reducir a la mitad la factura eléctrica municipal.

Lo que nos cuesta a los madrileños su gestión es más de 1.785.000 euros, que es la cantidad que el Ayuntamiento reserva para su mantenimiento.

El semáforo de 1926 se pagó con 23.850 pesetas y su mantenimiento y el de los posteriores faros luminosos supuso un desembolso municipal de 150.000 de la anterior moneda.

Desde el primero, se han ido introduciendo nuevas variantes como los semáforos con pulsadores y demandas de peatón, los que contienen avisadores acústicos y los últimos en llegar, aquellos que incorporan sistemas foto-rojo.

Por si hay todavía alguien que no los conoce, éstos son los que llevan instalados una cámara para controlar que los vehículos cumplan las ordenes de las luces. En Madrid hay un total de 35 foto-rojos. Una quincena se han activado en los últimos meses y los últimos nueve están en periodo de prueba y no sancionarán hasta el 25 de septiembre. En caso de cometer infracción, la multa es de 200 euros y la pérdida de cuatro puntos en el carnet de conducir.

Las cámaras se instalan en los cruces más sensibles, donde ocurren más atropellos o en los lugares en los que hay cerca colegios u hospitales. En el caso de los semáforos estándar, los cálculos para su instalación en un punto u otro tienen que ver con la magnitud de la circulación.

La semaforización debe considerarse cuando las intensidades de las vías confluyentes sean de, al menos, 300 vehículos por hora en cada calle. O bien cuando concurren 500 vehículos por hora por la calle principal y un centenar por la secundaria.

En la actualidad, hay 14 tipos diferentes de semáforos y los equipos más viejos rondan la veintena de años. Los siniestros, la corrosión o el simple cambio de modelo que emprende el Ayuntamiento pone fin a sus vidas.

Si el disco luminoso de las calles Alcalá y Gran Vía hubiese resistido hasta hoy, sería un abuelo de 90 años y hubiera sido testigo de muchas escenas de la vida madrileña.

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Re:Aquellos "viejos tiempos"
« Respuesta #914 en: 02 de Octubre de 2016, 08:25:54 am »

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Re:Aquellos "viejos tiempos"
« Respuesta #915 en: 02 de Octubre de 2016, 09:15:19 am »
 LOS CASOS SIN RESOLVER DE 'EL CASO' (X)
El Nani, el ladrón de la policía: ni apareció su cadáver torturado ni los 40 kilos de oro

La de Santiago Corella fue la primera desaparición de la democracia. Robó 48 kilos de oro, pero ocultó 40. La Policía lo buscaba para quedárselo. Por ello, lo torturaron hasta la muerte para que confesara dónde estaba el botín.


 El delincuente Santiago Corella Ruiz se convirtió en protagonista de un caso de corrupción policial durante la Transición.
Juan Rada @Juansrada
02.10.2016 02:34 h.

Fue el primer missing tras la dictadura. Santiago Corella Ruiz, un joven delincuente de poca monta, se convirtió en protagonista de un impactante caso de corrupción policial. Su desaparición sacó a la luz la trama mafiosa que habían montado un grupo de miembros de la secreta para organizar una serie de atracos.

Proyectaban los golpes, se los encargaban a terceros y después se quedaban con la casi totalidad del botín. Si había que quitar de en medio a testigos incómodos, no dudaban en hacerlo. Al final, la cárcel aguardaba a varios defensores de la ley que la infringieron del modo más descarado.
NUMEROSOS ASALTOS A JOYERÍAS

La vida del Nani, apodo con el que era conocido, se encauzó por derroteros peligrosos cuando fue reclutado por un confidente. Más de una treintena de miembros del Cuerpo Superior de Policía, ante la descomposición de UCD y el inminente triunfo electoral del PSOE, decidieron llevar a cabo cierta actividad delictiva para asegurarse el futuro económico.

El asalto a los establecimientos lo encargaban a vulgares chorizos. Un profesional del sector, el gemólogo santanderino Francisco Venero Herrero, era quien les facilitaba información y armas. Después estos le entregaban la mercancía obtenida y recibían una pequeña compensación. Fundía el preciado metal en lingotes para venderlo junto con las alhajas y sortijas, distribuyendo los beneficios con sus cómplices policiales. Todo en medio de la más absoluta impunidad.

En su tercer trabajo por encargo, el Nani consiguió un botín de 48 kilos de oro en un almacén de joyería en el municipio vallisoletano de Benafarces. Ocho se los quedó Venero para pagar a los delincuentes y como anticipo de sus socios. El resto había sido enterrado por el propio atracador, a la espera de que llegara la ocasión de colocarlo en el mercado sin despertar sospechas.

Al poco, dicho joyero contrató un seguro a todo riesgo para su establecimiento y protagonizó un autogolpe. El Nani y su banda irrumpieron cuando estaba actuando de perista con un cliente que le ofrecía un valioso lote de joyas robado en Holanda y, tras amarrarlo, se llevaron una buena fortuna.

El Nani llegó a confesar que ocultó el oro en un lugar muy cercano a donde se produjo el atraco.

El Nani llegó a confesar que ocultó el oro en un lugar muy cercano a donde se produjo el atraco.

Posteriormente Venero reconocería que montó el falso atraco porque estaba recibiendo presiones de los policías Antonio Caro, de Santander, y Miguel Ángel Bercianos, de Bilbao, que cada vez querían más dinero. "Si repartimos bien el botín, tu nombre no aparece", le advirtió el primero. "Pero tengo que trincar a los autores del palo, me los tienes que poner a tiro". En suma, querían apresar cuanto antes a los que protagonizaron el asalto en Valladolid. Objetivo: conseguir el oro escondido.

A finales de 1981, el Nani era detenido. Confesó que lo había ocultado cerca de donde tuvo lugar el asalto. Unos cuantos funcionarios corruptos acudieron con excavadoras a la localidad castellana escenario del suceso. Levantaron calles, tiraron muros, registraron casas, desmantelaron cuanto les vino en gana. Todo resultó infructuoso.

El compinche del Nani que le había ayudado a esconderlo, Ezequiel Gutiérrez Echevarría, había aprovechado la estancia de este en prisión para desenterrarlo y huir. Ahí terminaba la historia del robo. Pero no para los policías malhechores.

A raíz de la victoria electoral socialista, el nuevo ministro de Interior, José Barrionuevo, ordenó que se pusiera fin a tan anómala situación de delitos, dado que no se detenía a los autores ni se recuperaba lo robado. Los resultados no se hicieron esperar. Los delincuentes empezaron a caer presos o muertos a manos de los grupos antiatracos de Madrid, Bilbao y Santander, precisamente los implicados en la red mafiosa. Pero el botín casi nunca se recuperaba o, tan solo, una pequeña parte.

En agosto de 1983, Corella recobró la libertad y se dirigió a la capital cántabra donde se reunió con Venero, quien le propuso realizar un atraco a la joyería madrileña Payber, sita en la calle Tribulete, junto a la plaza de Lavapiés. Buscó un par de secuaces, a los que expuso la idea del golpe pero, al no poder convencerlos, desistió de seguir adelante.

Dos meses después tres individuos, uno de ellos mujer, asaltaban dicho comercio. Se llevaron objetos por valor de seis millones de pesetas tras pegarle un tiro en el corazón al propietario, Pablo Perea Ballesteros. El único testigo del suceso fue un empleado de la tienda de sortijas y alhajas, Juan Sánchez Gómez. La policía le mostró cuatro fotografías, según el informe elaborado, con la indicación de que en una de ellas estaba el autor del palo. Señaló la del Nani. A posteriori declaró que no hubo tal rueda de reconocimiento, sino que únicamente le enseñaron la foto de Corella.

Santiago Corella Ruiz, conocido como El Nani.

Santiago Corella Ruiz, conocido como El Nani.

De inmediato irrumpieron en su vivienda cinco agentes pistola en mano. Lo detuvieron junto a su mujer, Soledad Montero, ambos de 29 años de edad, y sus hermanas Inmaculada, Lourdes y Concepción. A continuación arrestaron a su amigo Ángel Manzano, junto con su esposa, Concepción Martín. Todos fueron trasladados a las dependencias de la Dirección general de Seguridad (DGS.). A ambos matrimonios sorprendentemente se les aplicó la ley de banda armada, es decir la antiterrorista.
INTERROGATORIO MORTAL

Los policías corruptos habían decidido cargarle un robo con asesinato, que no había cometido, para someterlo a un tercer grado en toda regla. Había que forzarle a confesar. Buscaban el oro que se había llevado en el atraco de Valladolid.

Lo interrogaron hasta la extenuación. Sus familiares detenidos oyeron, desde los despachos contiguos, desgarradores gritos de dolor. Cuando los alaridos se agudizaban, subían el volumen de un aparato de radio. Varias veces escucharon: “Canta, Nani, canta. ¿Dónde está el oro? ¿Dónde está el colorao?”.

Similar trato recibió el otro detenido, al que le realizaron la tortura de "la mesa". Le colocaron un casco y le golpearon incesantemente. Tuvo que ser trasladado al Hospital Provincial, donde se le operó de urgencia. Pero antes pudo ver como dos policías arrastraban a su amigo hasta el calabozo en un estado físico lamentable. "Iba quejándose y apenas podía andar. Trastabillaba y simplemente decía ¡ay!", declaró.

José Antonio Pérez, subdirector de El Correo Gallego, también escuchó los gritos. Trabajaba entonces en una agencia de detectives y acompañó a un amigo que iba a visitar a un inspector destinado en la DGS. "Unos lamentos estremecedores lo llenaban todo", recuerda todavía. "¡Nada! Unos compañeros que están arreglando cuentas con un chivato", les comentó el policía. Eran las últimas horas del Nani.

Un testigo, Javier Folner, observó en la Puerta del Sol a un par de agentes uniformados cuando sacaban al detenido. Iba en volandas "ya que, aunque caminaba, la sensación era de no hacerlo por sus propios medios". Tenía hematomas en el rostro, sangre en las cejas y los labios partidos. No se podía ver el resto del cuerpo, cubierto con un mono azul de mecánico.

La esposa del Nani, Soledad Montero, y los hijos de ambos.

La esposa del Nani, Soledad Montero, y los hijos de ambos.

El misterio empieza sobre la una de la madrugada. El comisario responsable del Grupo de Antiatracos de la Policía Judicial, Francisco Javier Fernández Álvarez, el inspector Victoriano Gutiérrez Lobo, El Guti, jefe del Grupo III Antiatracos a Joyerías, y el también inspector Francisco Aguilar González se lo llevaron hacia un descampado junto a la carretera de Canillejas a Vicálvaro, a fin de recuperar, según su versión, unas armas e identificar al gitano que las vendió. Una pistola y una escopeta de cañones recortados utilizadas en el atraco.

Los tres descendieron del vehículo junto al detenido. Este aprovechó un descuido para empujar a uno de ellos y echar a correr "por un terreno muy escabroso, sumamente abrupto y sin urbanización alguna". Consiguió escapar pese a estar con los grilletes puestos y destrozado por la brutal paliza.

Sus acompañantes no le persiguieron, ni siquiera efectuaron un disparo al aire. Comunicaron la huida por radio tres horas después. Acudieron numerosos efectivos que no lograron dar con el paradero del fugitivo. La desaparición fue transmitida por télex a todas las comisarías once horas más tarde. A Interpol fue comunicada medio año después.

Todo el proceso fue un cúmulo de manifiestas irregularidades. El modo y la hora de la detención de los sospechosos contradecían la versión de los vecinos que presenciaron los hechos. Asimismo, las firmas del Nani, tanto la consignada en el atestado como la de su supuesta declaración, eran falsas. A alguien le traicionó el subconsciente y trazó en el libro de los calabozos, en el apartado de Santiago Corella, la inscripción RIP, que posteriormente fue borrada con corrector blanco.
GRAN ESCÁNDALO

La esposa y las hermanas de la víctima, tras siete meses de lucha denunciando su desaparición, consiguieron que les escuchara un redactor de Diario 16, Gregorio Roldán. El caso al fin salió a la luz y explotó una bomba de relojería periodística. Pero la mafia policial no estaba dispuesta a ceder. Hubo una serie de amenazas de muerte en su entorno de delincuentes para evitar que nadie hablara.

Fernández Álvarez y Gutiérrez Lobo le vendieron una pistola por 100.000 pesetas a Venero para que se la colocara a Manzano. Estaba hablando demasiado a la prensa sobre la desaparición de su amigo y las torturas que padecieron en los calabozos. Debía proponerle un atraco en Pamplona. Lo demás correría por cuenta de ellos.

Manzano decidió dar el golpe pero, al acercarse a la joyería propuesta, observó que se encontraba ubicada en una primera planta. De inmediato olió a madero. Estaba claro que, si seguía adelante con el encargo, no tenía escapatoria posible, dado que lo freirían a tiros en cuanto intentara salir del portal.

Archivo.

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Solicitó prestar testimonio ante el juez. Prefería el camino a prisión que al cementerio. Dicha pistola, que la entregó al tribunal el día del juicio, fue la principal prueba de cargo contra los funcionarios que acabaron con su compinche.

Venero declaró en sede judicial que había oído decir a los policías que "el Nani se fue con todo el colorao, pero que le habían dado matarile y estaba enterrado en cal viva". Después manifestaría que "murió de un infarto cuando lo interrogaban". "Me lo contó el Guti. Lo enterraron en Vicálvaro, cubriéndolo con dos sacos de cal viva. Uno de los que lo interrogaron me dijo: 'En estos momentos no se le reconoce ni por la dentadura'".

Cinco años más tarde modificaría la versión afirmando que el paradero definitivo del cadáver había sido la finca de Jaime Messía Figueroa, vizconde de los Palacios de Valduerna, en la localidad cordobesa de Campo de Alto. Un delincuente de altura que se movía a sus anchas en las enfangadas y pestilentes cloacas del poder. Bisnieto del primer conde de Romanones e hijo del duque de Tamames, era agente de los servicios secretos del Estado y a la par colaborador de la mafia policial.

Se dedicaba a preparar e intermediar en la organización de golpes de gran envergadura. Su labor era cerebral. El trabajo sucio lo encargaba a otros. Y siempre con respaldo policial e incluso político. En el mundo del hampa lo denominaban el Lagarto.

Había sido contactado por la Brigada Regional de Policía Judicial a raíz de que fuera detenido por Gutiérrez Lobo tras uno de sus secuestros. El noble le propuso convertirse en su confidente. Tras lo del Nani preparó el atraco a una sucursal madrileña de Banesto, en la Plaza de la Lealtad, con la implicación de varios inspectores. Fue atrapado, pero apenas estuvo mes y medio en prisión.
UN CADÁVER SIN TUMBA

Sin cuerpo no hay delito, ni culpables. Era el fundamento en el que trataban de basar su defensa los policías encausados. La versión sobre la fuga de Corella fue desmontada por el titular del Juzgado número 4 de Madrid, Andrés Martínez Arrieta, pese a las constantes trabas y ocultaciones que se realizaron desde determinadas comisarías. Este magistrado recibió la denuncia presentada por la esposa, tras salir de la penitenciaría de mujeres de Yeserías, donde permaneció internada un par de meses, el tiempo que tardaron en dar con los verdaderos autores del atraco y homicidio en la joyería de Tribulete.

El juez realizó un exhaustivo informe cuya conclusión era que el detenido murió en comisaría. "Resulta extraño que, débil por las lesiones que padecía y adicto a sustancias estupefacientes, se escape de tres funcionarios en un terreno completamente llano". Pese a ello, la Sala Cuarta de la Audiencia Provincial decidió archivar el caso.

No había acabado aquel movido año de 1985 cuando Venero, que temiendo por su vida se había cambiado de bando, haciéndose confidente de la Guardia Civil, tiró de la manta. Denunció de lleno la organización y manejos de la mafia policial. A raíz de ello se inició un juicio contra siete policías.

El comisario Fernández Álvarez y los inspectores Gutiérrez Lobo y Aguilar González fueron condenados a penas superiores a 29 años. Se les consideraba autores de delitos continuados de falsedad y detención ilegal con desaparición forzada, amén de otras penas menores por torturas a su mujer y a Manzano. Los otros cuatro encartados, a los que el fiscal culpaba de haber participado en el interrogatorio y torturas al Nani, quedaron libres.

Los policías condenados a prisión.

Los policías condenados a prisión.

Al citado comisario posteriormente le cayeron más de cien años por la muerte de los atracadores José Luís Fernández Corroto, Feliciano Martín y Pablo Pardo. Estos dos últimos fueron acribillados a balazos cuando salían de asaltar una joyería en el número 16 de la madrileña calle de Atocha, mientras que el otro era abatido en Móstoles mes y medio después. Fueron defendidos por el controvertido letrado José Emilio Rodríguez Menéndez, muy relacionado con dichas tramas delictivas.

Durante el juicio Luis Miguel Rodríguez Pueyo, uno de los más afamados hampones de nuestro país, cómplice de Messía en un par de raptos, declaró que este le había confesado que arrojó el cuerpo del Nani al embalse jienense de Guadalén. Sus amigos de antiatracos le habían llamado, tras la muerte por infarto del detenido, para pedirle que se deshiciera del fiambre. Al poco el cadáver fue trasladado por el Guti y otro policía desde la Puerta del Sol al Land Rover del aristócrata.

Los submarinistas de la Guardia Civil efectuaron una intensa labor de rastreo en dicha zona. Primero en Guadalén y después en Puente Nuevo y en Guadanuño (Córdoba). Estos dos últimos pantanos se encuentran cerca de una finca perteneciente a Messía.

Este, tras llevar a cabo un nuevo rapto, decidió poner tierra por medio. Pese a que había dictadas cuatro órdenes de busca y captura vivía plácidamente en Miami, en el mismo lujoso complejo residencial en el que tenían inmuebles el secretario de Estado Rafael Vera y otros altos cargos ministeriales. Se creía inmune al rodearse de gente a la que había servido, componentes de la "banda de Interior", en una época de extraños secuestros, sudarios de cal viva y maletines con dinero de oscura procedencia. Olía a podrido. Todo parecía cocerse en la misma olla.

Su vida era lo más opuesto a la que puede llevar un prófugo de la justicia. Incluso presidía una compañía aérea. Fue descubierto por El Fígaro Magazine, siendo detenido e ingresado en un penal de máxima seguridad.

No existe el día sin la noche, el blanco sin el negro, el juego sin la trampa y, qué duda cabe, la mafia sin poder que la consienta. De ahí que el abogado de la acusación particular, Jaime Sanz de Bremond, viera concomitancias políticas en la inmunidad que rodeaba a tal estafador de guante blanco. Primero con la UCD y después con el PSOE. "Hay que averiguar si ha habido más responsabilidades. Llama la atención que estuviera viviendo a sus anchas en el mismo edificio en el que tiene un apartamento Vera".

Aunque se resistía a abandonar Florida, fue extraditado a España. Optó por el silencio. "Solo hay una persona en el mundo que sepa dónde está el Nani, y soy yo". Esta aseveración que había realizado tiempo atrás a la revista Interviú constituyó su primera negativa. En un careo judicial con el periodista José Luis del Campo, al que habían entrevistado entonces, declaró que jamás comentó que hubiera enterrado al atracador. Pero el reportero le había grabado. "Messía pensaba que no se iba a publicar. Sin embargo, yo creía que se trataba de un delito y, como en ese momento interesaba a la opinión pública, decidimos sacarlo a la luz". En 1996, la jueza María Tardón sobreseyó el sumario. Aunque sospechaba que estaba implicado en la desaparición, no pudo continuar por falta de pruebas.

El espectro del Nani seguía vagando. A finales de 2010, Rodríguez Menéndez reconocía que "el detenido salió muerto de la DGS" y aseguró que estaba enterrado en Córdoba. Pidió a las personas que lo inhumaron que enviaran sus restos a la familia Corella. En definitiva, apuntó directamente hacia el Lagarto y los reptiles policiales a los que defendió ante los tribunales. Pasa el tiempo y el caso sigue sin cerrarse. Parece como si no hubiera interés en ello.

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Re:Aquellos "viejos tiempos"
« Respuesta #916 en: 12 de Octubre de 2016, 20:10:01 pm »
Tres policías de Fuenlabrada, suspendidos por desobedientes


LUIS FERNANDO DURAN
Fuenlabrada 7 SEP 1996
Tres agentes de la Policía Municipal de Fuenlabrada permanecerán entre 3 y 6 años fuera del cuerpo por multar a coches con venia para aparcar, de noche, en lugares reservados al paso de vehículos de emergencia. Según el decreto firmado por el alcalde, el socialista , José Quintana, fueron apartados del servicio por cometer una falta grave: "No acataron la orden del jefe de la Policía de no denunciar a los vehículos que se encontraban indebidamente estacionados durante la madrugada delante de una señal de paso de bomberos ".José Manuel Rodríguez, sargento, ha sido sancionado con 6 años de suspensión, Francisco Rodríguez con 4 y Rosa María Cuevas con 3. Los tres agentes pertenecen a la sección sindical de CCOO. Tras la apertura el expediente, el pasado mes de febrero, se les comunicó la sanción.

Los agentes apartados provisionalmente alegan que actuaron así porque la instrucción dada es contraria a la Constitución, al determinar que no se sancione algo que es ilegal.

El equipo de gobierno municipal de Fuenlabrada considera que los policías fueron indisciplinados al no cumplir la orden de un superior. El alcalde de Fuenlabrada aseguró que el Ayuntamiento "pretendía tolerar a los coches mal aparcados durante la noche, debido al déficit de aparcamiento existente, siempre que no generen un obstáculo para la circulación".

El sargento José Manuel Rodríguez recibe la sanción al año de regresar a la Policía tras permanecer fuera de su trabajo por estar acusado de un delito de prevaricación cuando era jefe de la Policía Local. Tras el juicio, el juez le declaró inocente. Pero al reincorporarse a la Policía no volvió a la jefatura policial. Para el alcalde, el conflicto ocurrido no es nuevo, "puesto que desde que fue absuelto, su reincorporación ha sido difícil".

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Re:Aquellos "viejos tiempos"
« Respuesta #917 en: 12 de Octubre de 2016, 21:47:35 pm »
Aquí hay cosas que no sabemos...
expedientado por no obedecer una orden ilegal? Algo huele a quemado

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Re:Aquellos "viejos tiempos"
« Respuesta #918 en: 12 de Octubre de 2016, 23:48:09 pm »
Aquí hay cosas que no sabemos...
expedientado por no obedecer una orden ilegal? Algo huele a quemado

Eso ocurrió hace 20 años.

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Re:Aquellos "viejos tiempos"
« Respuesta #919 en: 17 de Octubre de 2016, 09:53:31 am »

Seguro que la de más abajo no la han puesto

http://www.abc.es/espana/madrid/abci-97-curiosidades-debes-conocer-97-aniversario-metro-madrid-201610162326_noticia.html


Batalla entre la Guardia civil y la Policía Municipal

Los tira y afloja entre los poderes municipales madrileños y el poder central del Estado han sido frecuentes desde el mismo traslado de la Corte a Madrid, cuando comenzaron a convivir en la misma ciudad dos instituciones que no siempre mostraban compartir los mismos intereses.
 
El desencuentro más espectacular entre estas dos instituciones se produjo en la noche del 20 de marzo de 1922 cuando se llegó a producir un verdadero choque armado entre la Policía municipal y la Guardia Civil a cuenta de las obras del metro de Madrid. Este enfrentamiento terminó con numerosos detenidos, entre ellos los mandos de la Policía Municipal y varios concejales, y también con la dimisión irrevocable del propio Alcalde de Madrid, tal fue el escándalo.



Relatando de forma ordenada los acontecimientos, probablemente haya que retroceder 2 años antes de producirse el altercado. Nos trasladamos pues a la inauguración de la primera línea de metro madrileña entre Sol y Cuatro Caminos el 31 de octubre de 1920, hoy hace 101 años. La primera piedra de las líneas de transporte subterráneo ya estaba instalada. Sólo quedaba extenderlas por toda la ciudad con toda rapidez, inaugurando el mayor número de estaciones posible.



Y aquí es cuando las obras chocaron con los intereses municipales ya que el Consejo de Administración del Metro no se atuvo a las Ordenanzas municipales de ocupación de la vía pública por las que debía pagar un determinado canon. Asimismo tampoco se realizaba correctamente, o no se realizaba en absoluto, la ubicación de vallas de seguridad en la vía pública para prevenir accidentes y se producían desafueros como la tala y abandono de un centenar de árboles de la calle Magdalena, realizada sin el consentimiento municipal pocos días antes del enfrentamiento, en lo que parece fue la gota que colmó el vaso.



Los acontecimientos se precipitaron el 20 de marzo de 1922 cuando unos técnicos municipales acompañados por el Teniente Alcalde se presentaron en la estación de Puerta de Atocha para llevar cabo una inspección que podía conllevar la suspensión de las obras. No obstante, fueron expulsados de mala manera por la seguridad reforzada por la Guardia Civil. El alcalde de Madrid, Marqués de Villabrágima e hijo del Conde de Romanones, se personó en el lugar media hora más tarde, junto con varios concejales más acompañados por la Policía Municipal. Al persistir la negativa el Subjefe de la Guardia Municipal Manuel Garrido intentó entrar en la obra pero la Guardia Civil lo derribó a culatazos y llegó amenazar con sus pistolas al grupo formado por el Alcalde y los concejales.



Los incidentes se extendieron por varios puntos más de las obras, que prácticamente ocupaban todo Madrid. Se lee en el Heraldo de Madrid "cuando entró el Jefe de la Guardia Municipal, señor Camarero, en las obras que había frente al Ministerio de la Guerra, vio a un Guardia municipal al que un individuo de la Benemérita agredía a sablazos. El señor Camarero acudió rápido en auxilio de su subordinado. El Cabo de caballería de la Guardia Civil arremetió con el caballo contra el Jefe de la Guardia Municipal". En otros puntos se produjo la detención de numerosas autoridades y guardias y los enfrentamientos incluyeron cargas a caballo en la calle Alcalá. 



A medianoche, poco después de haber sido puestos en libertad todos los detenidos, el Alcalde realizó declaraciones a la prensa, explicando lo sucedido, y acusando de la desproporción de la actuación de la Guardia Civil. Al día siguiente siguió la lucha, esta vez en el Congreso. El Marqués de Villabrágima defendió la actuación municipal en un agrio enfrentamiento con el Presidente del Gobierno quien le recordó que su puesto era subordinado al del Ministerio de la Gobernación a la vez que le exigía la dimisión de su cargo. En ese punto Andrés Saborit, diputado socialista, acusó al Gobierno de haberse vendido por un millón de pesetas a la empresa privada y a los intereses de “cierta elevada personalidad” aludiendo de forma directa a la cantidad adquirida en acciones de Metro por el propio rey Alfonso XIII y al interés personal de este en la rápida finalización de las obras.
 
Poco a poco las aguas volvieron a su cauce. El Ayuntamiento recibió una compensación de 81.000 pesetas y las obras del metro continuaron sin mayores incidencias.
http://www.memoriademadrid.es/madrid.php?accion=blog&id=46