LA MURCIA QUE NO VEMOS
«¡Alto a la Guardia civil!»
La Benemérita, con más de siglo y medio de historia, ha ocupado en Murcia cuatro sedes
17.10.10 - 01:08 - ANTONIO BOTÍAS |
Un cura secuestrado, un capacho de piedras y tres guardias civiles camuflados. Estos fueron los elementos principales de una de las primeras operaciones que la Benemérita practicó en Murcia, hace ahora 166 años y sólo 3 después de que fuera creado en España el instituto armado.
A don Andrés Legaz, que así se llamaba el cura, lo retuvieron 3 malhechores bajo el Arco de los Frailes, en Totana. Pero el acuerdo fue inmediato: Don Andrés se comprometió a depositar al día siguiente, en el mismo sitio y hora, un rescate de 12.000 reales. Cuentan las crónicas que los secuestradores, sin duda más ilusos que bandidos, se conformaron con «la promesa solemne» del presbítero, lo que evidencia cómo han cambiado los tiempos.
Aún retumba en la comarca el golpe que diera, al conocer tan graves hechos, Mariano Fontana, alcalde constitucional de la villa. Y cuentan que el eco de sus juramentos provocó un escalofrío en los maleantes. «¡Tan vil atentado nunca ha sido visto en este país!», clamó don Antonio mientras ordenaba a la Guardia Civil que dispusiera un operativo.
Durante 24 horas, los números de la Benemérita aguardaron en una cueva próxima al lugar, «sin beber ni una sola gota de agua». Entretanto, para simular el rescate, llenaron un capacho de pedruscos, que un siervo del clérigo se encargó de acercar al lugar convenido. Allí se encontró con uno de los bandoleros, quien fue apresado de inmediato. Otro, al ver que su compinche se retrasaba, se acercó preocupado hasta el Arco y también fue detenido. Pero del tercero, que debía de ser el cerebro, nunca más se supo.
Desde su llegado a Murcia, el Cuerpo cosechó grandes éxitos en el cumplimiento de su objetivo fundacional: «proteger a las personas y propiedades dentro y fuera de las poblaciones», ante la oleada de bandoleros que oprimía el país. Y, ya desde sus primeros años de existencia, no siempre su labor fue bien recompensada por los poderes públicos.
De hecho, en 1858, se agotó el presupuesto para pagar las nóminas, lo que obligó a promulgar en marzo una Real Orden que obligaba, «a todos los individuos de dicha arma que cumplen el tiempo de su empeño hasta el 31 de diciembre próximo, se les dé licencia temporal para que vayan a sus casas a esperar las absolutas».
Sólo en aquel mes, la Guardia Civil detuvo a 6 personas por delitos de sangre, 3 por poseer armas sin licencia, otras 7 por robo, 2 por carecer de documentos de identidad, una más por desobediencia a la autoridad y 8 por otros delitos.
El escándalo de la iniciativa fue mayúsculo ante las protestas «de las personas e instituciones más respetables del país». Hasta el extremo de que los periódicos informaron, apenas pasados un par de días, que la Real Orden sólo se aplicaría al resto de militares y que, aun aquellos que tuvieran que marcharse a sus casas, podían pasar a engrosar las filas de la Benemérita.
Desde el principio, Murcia quedó bajo el mando del Cuarto Tercio de la Guardia Civil, que impulsaría operaciones descritas en la época como «gloriosas». Y no se trataba de meros hurtos o discusiones vecinales.
Asesino en serie
Entre las intervenciones se encontraban la muerte de una cuadrilla de bandoleros, capitaneada por el célebre Juan Manuel Nogueras, y la detención del asesino Francisco Alcaraz, quien con engaños atraía a las personas a su casa para degollarlas y robarles cuanto portaban, enterrándolas después en una habitación, donde se descubrieron tres cadáveres.
A finales del siglo XX, la Comandancia estaba situada en la plaza de Santa Eulalia, como lo prueba un anuncio de 1878 de admisión al Cuerpo para aquellos militares que lo habían solicitado. Durante la Guerra Civil, el cuartel de la fuerza estuvo ubicado en la plaza de Sardoy y la plana mayor en la plaza de Pedro Pou, en la conocida Casa de los Lisones. De allí sería trasladada a la plaza del Romea y la calle Alejandro Séiquer, hasta ocupar su sede actual, en el barrio de Vistalegre.
Condensar la fecunda historia de este Cuerpo es tarea complicada. En constante renovación, la Guardia Civil atesora los mayores éxitos contra el crimen en la historia de España, desde su primitiva función de vigilar los caminos hasta las más complejas operaciones, desde la apertura de sus filas a la mujer a la propuesta que, a comienzos de los años ochenta, sorprendió a muchos murcianos. Fue el anuncio de la creación de 2.000 plazas para cumplir con el servicio militar en la Benemérita.
Entre otros requisitos, se exigía tener 17 años, sin antecedentes penales y medir como mínimo 1,6 metros. Aquellos jóvenes, denominados 'guardias civiles auxiliares', cobraban 16.000 pesetas y tenían preferencia para quedarse en el Cuerpo. Muchos lo hicieron. Y gracias a ellos, como al resto de sus compañeros, generaciones de murcianos han podido conciliar el sueño sin más contratiempo que levantarse a por agua o para ir al retrete.'