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Los policías locales de Móstoles le rompieron los huesos de la muñeca a la joven que sacaron a la fuerza de una casa sin orden judicial
FUENTES INFORMADAS FUENTES INFORMADAS
Anna D.
La chica agredida por la policía, con el brazo escayolado./ F.I.
Tras el arresto de Anna irrumpieron en la vivienda otros ocho policías sin permiso judicial y dieron patadas en las puertas, según los moradores
Los dos policías locales que, si orden judicial, entraron la madrugada del sábado al domingo en un domicilio de Móstoles y se llevaron esposada y en ropa interior a una chica, le retorcieron el brazo hasta provocarle una rotura de los huesos de la muñeca izquierda. Los médicos han tenido que escayolarle la mano. La chica, que responde al nombre de Anna, africana de 30 años y madre de dos hijos, sufre además hematomas en diferentes partes del cuerpo, según acreditan las fotografías que acompañan a esta información y el vídeo que publicó ayer en exclusiva FUENTES INFORMADAS, del que se han hecho eco numerosos medios de comunicación.
Momento en que los agentes acceden al interior de la vivienda y forcejean con la joven. | Fuente: Fuentes Informadas
La acción policial, que, según revela el vídeo de la detención, vulneró el derecho fundamental a la inviolabilidad del domicilio, fue extremadamente torpe e ilegal, según varios abogados consultados por FUENTES INFORMADAS. Y puede tener graves consecuencias penales para los agentes. Y es que, cuando un agente policial trata de imponer sus bemoles a un ciudadano olvidando la norma y el procedimiento legal que se les enseña en la academia, mal asunto.
En el primer curso de esa academia se enseña que el domicilio es inviolable, un derecho fundamental que únicamente decae si existe flagrante delito dentro de la vivienda (tener la música alta es una infracción administrativa, no un delito; diferente hubiese sido un delito de sangre o un secuestro, por ejemplo), y también decae si los agentes disponen de orden judicial. No concurre ninguno de los dos supuestos.
Según publicó ayer FUENTES INFORMADAS, los dos agentes, tras recibir el aviso de un vecino de que había música alta en una casa adyacente a la suya, en Móstoles, llegaron a la vivienda hacia las tres de la madrugada. Llamaron a la puerta, pero como tardaban en abrirles pulsaron el timbre ininterrumpidamente durante un rato.
Dentro había seis personas, la mayoría africanos y varios portugueses, así como dos niños que dormían en un dormitorio. Ninguno de los moradores se atrevía a abrirles. Finalmente lo hizo Anna. Al abrir esta la puerta, los agentes le pidieron el DNI.
La chica les dijo que iba a buscarlo. Los agentes se quedaron en la puerta. A la vuelta les comentó que no disponía de DNI (sí de NIE), pero que estaba en casa de su amiga y que no lo tenía encima. Les llevó una tarjeta de crédito. Los agentes estaba en la puerta, sin pasar. Pero no les satisfizo la respuesta y, aprovechando que estaba la puerta abierta, la agarraron con fuerza del brazo izquierdo y de la mano. Sin entrar en ese momento en la vivienda, pero bloqueando con el brazo la puerta para que la chica no pudiera cerrarla.
Los agentes pidieron entrar a la vivienda y la chica, agarrada del brazo, se negó a dejarles pasar alegando que no tenían permiso judicial y empezó a pedir que la soltasen. Los agentes hicieron caso omiso. Y le dijeron que si no les daba el DNI o una documentación adecuada se la llevarían detenida. Y, con el brazo de ella agarrado, sin soltarlo, forcejearon con ella para sacarla a la fuerza de la casa.
La joven, tal como se aprecia en el vídeo, empezó a pedirles que la soltasen y que no podían entrar en la casa sin orden judicial. Lejos de soltarla, siguieron apretándole el brazo, cada vez con más fuerza. Insistiendo en que os les daba el DNI o una documentación acorde o se la llevarían detenida. Pero no la soltaban. Tiraban de ella hacia afuera, querían sacarla de la casa arrastrándola o como fuese, pero sin soltarla, sin importarles los lamentos de la joven.
La chica estaba por dentro y ellos por fuera, con el brazo agarrado. «Soltadme, soltadme», le reprochaba Anna, visiblemente nerviosa. En uno de los momentos de tensión, les insultó: «Son unos cabrones, desgraciados», les dijo. La respuesta de uno de los agentes fue darle a Anna un golpe en la cabeza con la mano cerrada.
La joven les repetía una y otra vez que no tenían permiso judicial para entrar a la casa, que estaban cometiendo un allanamiento de morada y que la soltasen, que le estaban haciendo daño. Pero no la soltaron. También les explicaba que estaba en casa de una amiga y que no llevaba encima la documentación.
Pero los agentes se empeñaron en sacarla aunque fuese a rastras de la casa y llevársela detenida. Y en un momento determinado, sin soltar el brazo de la chica, se abalanzaron sobre ella, entraron en la casa (sin orden judicial) y la redujeron en el suelo. Uno de ellos se echó encima de ella, mientras Anna gritaba a sus amigos que la ayudaran, que se estaba asfixiando, y que podía morir. Los agentes, ya dentro de la casa, obviaron los gritos de dolor de Anna y finalmente se la llevaron esposada y por la fuerza.
Es decir, la detuvieron por la fuerza y para ello entraron en la casa sin el oportuno permiso y con la negativa de Anna y el resto de moradores.
Esposada por la espalda, y semidesnuda, con solo un camisón, la bajaron por el ascensor mientras le apretaban la cabeza sobre el espejo. Quedó medio mareada. El ascensor se estropeó en la tercera planta. Los agentes la sacaron del elevador y la bajaron casi a rastras desde el tercer piso hasta la calle, donde volvió a marearse. Se despertó cuando ya estaba tumbaba boca arriba sobre los asientos traseros del coche patrulla y con el camisón subido hasta el estómago, mostrando parte de su cuerpo y la ropa interior.
La llevaron al hospital de Móstoles, donde le dieron un pijama. Le diagnosticaron contusiones múltiples, pero no el golpe que tenía en un labio, con sangre, ni la rotura de los huesos de la muñeca izquierda. La joven, con un dolor incesante, volvió al día siguiente al hospital, tras pasar nueve horas arrestada y ser conducida ante el juez, que la dejó en libertad. Los agentes la acusaron de atentado a la autoridad y resistencia a la detención. La radiografía confirmó que el dolor no era ficción: tenía rotura de huesos de la muñeca izquierda y fue escayolada.
Fuentes jurídicas vaticinan que este asunto acabará muy probablemente ante la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo. ¿Pueden dos agentes, por un tema administrativo, no delictivo (música elevada a deshoras), ir a un domicilio y agarrar del brazo desde la puerta al inquilino que se la abre y tenerlo retenido del brazo? Y, ante la negativa de este a salir, ¿pueden acceder a la casa, esposarla allí dentro y luego sacarla por la fuerza? ¿Y todo esto sin orden judicial y sin que aparentemente se haya producido ningún delito flagrante?
Otras preguntas que se suscitan son las siguientes: ¿Puede la policía llevarse de dentro de la casa a una mujer semidesnuda sin permitirle siquiera que se vista? ¿Pueden desde la puerta de la casa agarrarla del brazo y retorcérselo para sacarla de allí como sea hasta producirle una fractura que ha precisado escayola? ¿Pueden ir a una vivienda sin permiso judicial y llevarse detenida una persona que está dentro del inmueble? ¿Pueden presentarse en una casa y exigir a los moradores que les muestren el DNI? Y, si no lo tiene, ¿pueden llevársela detenida por la fuerza tras irrumpir en ella sin permiso del juez?
Por todo ello es previsible que este atípico asunto, que afecta a un derecho fundamental, acabe en la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, para que analice y disponga, primero, si se vulneró la inviolabilidad del domicilio (que, a juzgar por el vídeo, sí se hizo) y también determine la legalidad de esta peculiar actuación policial.
Otro tema que destapa este vídeo es el siguiente. Los agentes se la llevaron detenida y la acusan de atentado a la autoridad, quizás para intentar justificar la concurrencia de un delito grave y flagrante. En el parte policial señalan que el atentado se produjo en la vivienda. Sin embargo, en el video no se ve que la joven les agreda en ningún momento. Sí les insulta, pero no se atisba ninguna agresión hacia ellos. Ellos a ella, sí. De hecho, uno de ellos le dio un golpe en la cabeza tras soltar la chica que eran «unos cabrones». Le da el golpe estando ella agarrada por el brazo pero dentro de la casa, y el agresor por fuera de la puerta.
Muchos abogados de detenidos se quejan de agresiones a sus clientes. Pero estas quejas nunca van a ningún sitio porque determinados policías suelen camuflarlas alegando que la persona en cuestión se han resistido a la detención. Por tanto, al tener los policías presunción de veracidad finalmente se condena por atentado a la autoridad a los detenidos.
Nunca suele haber pruebas. Si el detenido tiene hematomas, el argumento se los ha hecho al resistirse a la detención. Sin embargo, esta es una de las pocas veces en que se puede acreditar que esa habitual coletilla de muchos agentes es falsa, es mentira. En este caso, aparentemente lo es. En el vídeo no se ve que la detenida agreda a los agentes. Sin embargo, estos la acusan de hacerlo. Al redactar el atestado debieron olvidar que les estaban grabando desde dentro de la casa.
Fuentes jurídicas señalaron ayer a este periódico que los agentes cometieron una barbaridad encajable en el Código Penal y de graves consecuencias punitivas: no se puede entrar en un domicilio sin orden judicial.
En la casa de Móstoles sucedió además otro hecho inverosímil: una vez que la chica fue introducida esposada al coche policial, al menos otros ocho agentes, que habían sido avisados por los dos que practicaron la polémica detención, irrumpieron en la casa, también sin orden judicial, y comenzaron a dar golpes en puertas y armarios. Y tras recorrer la casa, se fueron.
Esto es al menos lo que han contado los jóvenes que se quedaron dentro de la casa. Dos chicas africanas se escondieron detrás de unas puertas para que no las viesen. Había dos menores durmiendo en una habitación a oscuras.