Pegar una bofetada a un hijo puede costar la cárcel a los padres
m. j. pérez-barco / madrid
11/07/2013 -

Cada vez hay más casos de adolescentes que denuncian a un progenitor porque «se le escapa un cachete o un insulto»
Pegar una bofetada a un hijo puede costar la cárcel a los padres
El cachete puede causar problemas psicológicos… y corregir a un pequeño tiranoPor Juan Bosco Martín Algarra
05/05/2016 - 18:47
Una reciente investigación del Journal of Family Psichology concluye que los cachetes están asociados a un futuro de actitudes desafiantes contra los padres.
Pero tampoco conviene descartarlos del todo. “He tratado a niños que desconocen los límites, y se han convertido en unos tiranos”, explica una psicóloga.

Los niños perciben la falta de autoridad en los padres, si ellos no la ejercen de manera proporcionada. GettyImages
Un cachete como método de educación pedagógica no es recomendable, pero conviene descartarlo de manera absoluta. Prohibir que se aplique a los niños castigo físico leve, puntual y proporcionado también puede causar problemas psicológicos y conductuales no sólo en la niñez sino en la adolescencia e incluso en etapas posteriores.
Una reciente investigación del Journal of Family Psichology concluye que los cachetes están asociados a un futuro de actitudes desafiantes contra los padres. El estudio recoge datos de 75 investigaciones realizadas a lo largo del último medio siglo. Afirma que las bofetadas están asociadas a autoestimas bajas y a diversos problemas psicológicos.
Desde hace más de treinta años, la práctica pedagógica tiende a enfatizar el refuerzo positivo por encima del castigo. Según explica la psicóloga y divulgadora Irene López Assor, ayuda a la educación de un menor reconocer y premiar sus conductas positivas, porque así podemos conseguir más fácilmente que las repita.
Pero también opina que prohibir los castigos físicos leves, puntuales y proporcionados, “como el cachete de toda la vida o el azote en el trasero” puede tener efectos contraproducentes. “Los niños perciben la falta de autoridad o la duda en los padres, y pueden convertirse en pequeños tiranos si nadie les pone freno”.
Déspotas de niños y de adultos
La doctora López Assor ha conocido casos de familias en donde se han invertido los papeles de padre e hijo, con el agravante de que es el hijo quien actúa de manera tiránica y despótica con el resto. “El niño no debe asumir un poder que no le corresponde, precisamente porque es niño”.
En este sentido, resulta especialmente preocupante ciertas tendencias que se observan en los menores a intimidar a los padres con amenazas directas del tipo “te voy a denunciar”, porque añade “una sanción penal” a la sanción social que ya existe. "Muchos padres ya temen corregir a sus hijos en público con un azote o un cachete", por el temor a que les miren mal o les denuncien.
En estos casos, explica López Assor, se detectan en los menores claros síntomas de narcisismo, inadecuación al entorno, pocas habilidades sociales… “son niños caprichosos, con tendencia a la frustración, porque no viven en la realidad”. En no pocos casos, cuando estas actitudes no se corrigen a tiempo, se manifiestan en la juventud o incluso en la etapa adulta. "La tolerancia a la frustración es cada vez más baja", lo que puede generar otras complicaciones como depresiones, ansiedad, etc.
“La educación debe ayudar a entender que la vida está llena de límites, algunos muy severos. Cuando una persona crece sin ellos, acaba estrellándose en el trabajo o en otros campos de la vida”, comenta la psicóloga. “Por supuesto que los castigos físicos no son recomendables como línea pedagógica, pero tampoco hacemos un favor a los niños si prohibimos a los padres aplicar un castigo físico puntual y leve, como un azote o una bofetada”.
Explicar siempre el porqué
Hay situaciones en donde un castigo físico puede estar más justificado que en otras. Por ejemplo, un padre de familia numerosa que está introduciendo a sus hijos en el coche. “Si uno de los niños sale corriendo y pone en peligro su vida y la de sus hermanos o incluso la de su padre, un cachete puede estar justificado, porque en momentos así no hay tiempo para muchas explicaciones”. Eso sí, siempre hay que procurar que la bofetada o el azote vayan acompañados en cuanto sea posible de una charla serena y cariñosa. “Hay que explicar a los niños por qué se han equivocado y por qué se han llevado ese tipo de castigo”.
El juez de menores de Granada, Emilio Calatayud, famoso por sus sentencias ejemplares a pequeños delincuentes, va más allá y ha llegado a afirmar que “un cachete en el momento justo, con la intensidad adecuada, es una victoria”, y que eso “no se debe confundir con el maltrato”.
Calatayud ha juzgado a más de 16.000 menores, entre ellos 29 por asesinato. Asegura que las leyes de Educación están haciendo un flaco favor a este país. Todos los años “condena” a más de 20 chavales a aprender a leer. Por eso opina que la sentencia más dura para un menor delincuente es condenarle a aprobar la Educación Secundaria Obligatoria.
Reconoce que hoy en día es más difícil ser padre que hace cuarenta años, pero anima a educar “sin complejos”, porque “un niño que se convierte en un tirano tiene todas las papeletas de acabar siendo un chorizo”.