Juana Ramos, desaparecida en agosto de 2016 en Las Palmas de Gran Canaria
Por qué nadie habla de Juana, la desaparecida dos días antes que Diana Quer: el misterio sigue Una nueva pista aportada a la investigación ha reactivado la búsqueda del cuerpo de Juana tras varios intentos fallidos.
A pesar de no haber aparecido, pasó a formar parte en octubre de la lista de víctimas de violencia de género.
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25 noviembre, 2018 18:57
Sergio Guinaldo
Había recuperado una alegría por vivir que sus hijos y familiares no recordaban en ella desde hacía muchos tiempo. Concretamente desde antes de conocer a su última pareja, Miguel Ramos, con la que permaneció 13 años en una "relación tormentosa", en boca de su entorno más cercano. A partir de la ruptura, retomó sus amistades e incluso salía a bailar, como cuando era joven. La sonrisa se había convertido en su nueva compañera.
"Cada vez que me nombran eso... se me pone la piel de gallina", recuerda Lali a EL ESPAÑOL, una de las últimas amigas que tuvo Juana Ramos. "Quedó con nosotras. Quería tener amigas. Me dijo que quería empezar una nueva vida", cuenta.
Juana Ramos desapareció el 20 de agosto de 2016, dos días antes que Diana Quer, quien acaparó toda la atención mediática en detrimento de la historia de Juana. El suceso ocurrió en torno a las 12 de la noche, en el municipio de Arucas, en la isla de Gran Canaria. Quedó con la que había sido su pareja durante los últimos 13 años, Miguel Ramos, para tratar asuntos económicos. Y aunque según él estuvieron por el centro de la isla, la investigación concluyó que no salieron del término municipal de Arucas, donde él residía.
Sus familiares, a la mañana siguiente, vieron que no abría su tienda. No respondía a las llamadas. La cama estaba hecha y el coche en la puerta. Nunca volvió a su casa. Miguel fue la última persona en verla con vida y, desde el primer momento, el único sospechoso de acabar con la vida de Juana. Este 19 de noviembre se ha retomado por tercera vez su búsqueda debido a una nueva pista aportada por la Policía Nacional.
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Tenía 56 años. Era empresaria y regentaba un pequeño negocio, Víveres July: una tienda de alimentación en el barrio de La Paterna, en Las Palmas de Gran Canaria. También cuidaba de sus nietos para que sus hijas pudiesen trabajar.
Los que la conocían, la definen como trabajadora y familiar. Sus orígenes son humildes; vino de una familia de agricultores. Se casó temprano y siempre tuvo ilusión por tener su propio negocio, para gozar de independencia económica y vivir sin apuros. Le apasionaba cocinar para los suyos. "Le encantaba organizar todos los cumpleaños de la familia. De los niños y de los abuelos. Compraba las tartas y montaba verdaderas fiestas. Lo pasábamos genial", recuerda su hija.
Los fines de semana aprovechaba para disfrutar de la compañía de su pareja y de sus amigos. Aunque su matrimonio acabó en ruptura, siempre mantuvo un trato cordial con su primera pareja y padre de sus dos hijos. Cuando se veían, se saludaban con dos besos. Entre diario, trabajaba casi siempre en negocios de hostelería como camarera. En uno de esos trabajos como camarera, conoció a Miguel Ramos, su segunda y última pareja.
Angélica, su nuera, relata a este medio cómo cambió el carácter de Juana cuando conoció a Miguel. Su relación iba más allá de lo estrictamente familiar. Se consideraban amigas. "Le encantaba estar con sus nietos, con mi hijo. Pero llegó un momento en el que Miguel sentía celos del pequeño. Terminé diciendo a Juana que, si él estaba en la casa, no se podía quedar a dormir", detalla.
La alejó de su familia
Lo que comenzó como una relación normal se tornó en una relación tensa. "Al principio, cuando le conocimos, pensamos que era alguien normal, no se le veía mala gente", recuerdan los familiares. "Después, comenzó a alejarla de la familia. Era muy posesivo, tenía como celos del nieto, por los cariños que recibía. Hasta de los proveedores que iban a la tienda de Juana", explica su nuera.
Familiares de Juana creen firmemente que el sospechoso tenía una obsesión por ella, que pretendía alejarla de ellos. Para demostrarlo, aportaron al Juzgado numerosas cartas que Miguel le solía escribir a Juana. En ellas, podían leerse frases como "no hay familiares ni amigos, solo están por conveniencia", "estamos los dos solos" o "son malos". Se refería a sus familiares como "herejes".
Durante el tiempo que estuvieron juntos, el carácter de Juana fue apagándose. "Se volvió más sumisa y fue perdiendo la alegría", dice su nuera Angélica. Incluso perdió la relación con su hijo durante siete años debido a la mala influencia que Miguel ejercía sobre su madre, según cuenta a EL ESPAÑOL Daniel, su hijo.
Como muestra de esa sumisión, su entorno cercano cuenta que era frecuente que Juana llegase tarde a su casa debido al tráfico. "Él siempre pensaba que había quedado con otras personas, la reñía. Incluso la olía porque le tenía prohibido fumar", cuenta Angélica.
Familiares y amigos coincidían en por qué Juana permanecía al lado de Miguel Ramos a pesar de permanecer en "una relación tormentosa". La entonces abogada de la familia explicó a los medios locales que figuraban deudas económicas que él había causado por importe de 24.000€, pero que había puesto a nombre de ella. Cuando Juana intentaba acabar con la relación, él, supuestamente, se negaba a hacer los ingresos que tenían acordados. "Quería haber terminado antes, pero la convencía de que había cambiado para seguir, como nos pasa siempre a todas las mujeres", argumenta su amiga Lali.
Otra amiga de Juana llegó a convivir en la vivienda de la pareja. Relató ante la jueza que había presenciado agresiones verbales y psicológicas. No llegó a presenciar violencia física, pero cuenta a EL ESPAÑOL que Juana se lo confesó. "Ella sí me lo contó. Teníamos mucha empatía. Me dijo que le pegaba". Cuenta que no llegó a ver heridas porque, en estos casos, "el supuesto maltratador procura que no se aprecien rastros a simple vista". Su nuera, en cambio, sí vio moratones, aunque no puede afirmar con certeza cómo se produjeron. "Cuando iba a su tienda, tenía moratones. Ella le quitaba importancia diciendo que se había golpeado con las estanterías o jugando con los niños", declara.
Durante los últimos 14 años, Juani mantuvo una relación con Miguel Ramos, hasta que decidieron separar sus vidas tres meses antes de su desaparición.
Su expareja, el único sospechoso de su desaparición
Desde el primer momento de la investigación, Miguel no ha colaborado con la justicia e incluso la ha obstaculizado a través de mentiras. "No podemos dar ninguna verosimilitud a lo declarado por el investigado en sede judicial ya que desde un primer momento ha faltado a la verdad en innumerables ocasiones", declaró la magistrada encargada del caso.
Miguel declaró ante la magistrada del Juzgado de Violencia sobre la Mujer nº 2 de Las Palmas de Gran Canaria que habían dado un paseo la noche anterior por un conocido mirador del centro de la ciudad (Las Torres). Que, sobre las 12 de la noche, la dejó en su casa y fue al centro a buscar a su hija, según relató la expareja. La investigación determinó que mintió.
El sistema de geolocalización de su teléfono indicaba que Miguel estuvo en Arucas, municipio cercano, y en la zona del Guincho, zona rocosa, costera, poco iluminada y nada frecuentada, exceptuando algunos pescadores. Pescadores como él.
También se desmintió que fuera a recoger a su hija con grabaciones de cámaras de vídeo. Mintió en varias ocasiones más, como en las veces que se cambió de ropa aquel día, o sobre si había regresado a la zona los días posteriores. Hasta llegaron a revelarse grabaciones en un centro comercial comprando productos de limpieza, entre ellos lejía.
Fue detenido el 7 de septiembre de 2016, aunque quedó en libertad un mes más tarde al no haber pruebas incriminatorias.
Nuevas búsquedas
El caso se desvaneció hasta febrero de 2018. Una nota hallada casualmente en el domicilio de Juana Ramos llamó la atención de la jueza, quien pidió que se le realizase una prueba caligráfica a Miguel.
En ella se podía leer que Miguel sumergió en el fondo del mar la alianza de su último matrimonio: "Te voy a decir lo que hice con mi alianza de casado. Cuando vi que aquello no funcionó me la quité, la amarré a un plomo grande y me fui de pesca submarina. Bajé unos cinco o seis metros y la metí en una cueva bajo el mar que yo sólo sé dónde está. Ahí se hundió mi matrimonio". El sospechoso reconoció que podía ser su autor, aunque tras comprobar su contenido lo negó. La prueba caligráfica certificó que la letra era suya.
Los investigadores pensaron que Miguel pudo hundir el cadáver de Juana en el fondo de alguna caverna submarina, al igual que hiciera con la alianza de su anterior matrimonio.
Se inició entonces otra búsqueda de alguna pista sobre Juana, esta vez centrada en cuevas submarinas de la costa norte de Gran Canaria. No encontraron nada.
El 3 de octubre, llegó otro nuevo atisbo de esperanza para el caso. Policía Nacional hizo llegar al Juzgado de Violencia sobre la Mujer nº2 un informe más exhaustivo sobre las geolocalizaciones en la noche del 19 de agosto, tanto de Juana como de Miguel. Desde el lunes 19 de noviembre, se está llevando a cabo una nueva búsqueda, centrada esta vez en zonas más alejadas de la costa de Guincho (zonas de plataneros y pozos, de difícil acceso).
En palabras del abogado de la víctima, "no hay precedentes en Canarias de un dispositivo de búsqueda como este. "Ni con Yéremi Vargas, ni con Sara Morales se desplegó un dispositivo con tantos efectivos sumados a la búsqueda. Pero, en cambio, la repercusión mediática ha sido mucho menor", se sorprende el letrado. Un centenar de militares, buzos, perros adiestrados y drones intentan encontrar algo que aclare el paradero de Juana.
Juana Ramos permanece desaparecida desde el 20 de agosto de 2016. La Delegación de Gobierno para la Violencia de Género la incorporó a su listado de víctimas el pasado mes de octubre a pesar de no haber hallado el cuerpo. Mientras tanto, sus familiares siguen sin poder dormir a la espera de que una llamada les anuncie que han encontrado a Juana.