"Esa Nochevieja nos arruinó"
Primer aniversario de la caótica Nochevieja en Trintxerpe
Para Auxkin, el recuerdo de la Nochevieja continúa siendo una pesadilla, pero prefiere mirar con optimismo al futuro y pensar en la reconstrucción del local del que es propietario.
Vecinos de las casas incendiadas el fin de año pasado en Trintxerpe tratan aún de rehacer sus vidas
Mientras unos confían en ver reconstruidos los dos edificios que fueron pasto de las llamas, otros se ven obligados a renunciar a ese sueño por motivos económicos
ELENA VIÑAS | AIENDE SÁNCHEZ
1 enero 2015
Todo comenzó pocos minutos después de la medianoche, cuando en Trintxerpe se festejaba la entrada en el nuevo año entre fuegos artificiales, cohetes y bengalas que dibujaban estelas de luz en el cielo. Uno de esos elementos pirotécnicos fue, al parecer, el detonante del incendio que se originó en el tejado del bloque 5 de Euskadi Etorbidea y que de inmediato se extendió al portal 7.
La Nochevieja de 2013 será para siempre recordada como la más fatídica de Pasaia. Dos bomberos estuvieron a punto de morir, mientras decenas de familias perdieron su hogar. Aún hoy, a punto de cumplirse un año de la tragedia, tratan de recuperar sus vidas.
Mari Carmen Vitoria
«Pensar en esa noche me sigue dando mucho dolor»
Mari Carmen Vitoria recuerda cada minuto de esa noche como si la hubiera vivido ayer. «Mi vecina Dori me había invitado a cenar en su casa con sus hijos. Nos pasamos la tarde preparando mejillones rellenos y croquetas de jamón y queso. Teníamos la mesa llena de comida aún y tuvimos que salir corriendo. No veía ni dónde pisaba. Cuando por fin salí del edificio y vi las llamas... ¡fue horrible! Pensar en esa noche me sigue dando mucho dolor. Cada vez que me acuerdo, me entran ganas de llorar», confiesa mientras la voz se le entrecorta.
En el incendio, Mari Carmen perdió su casa, la que había comprado con los ahorros de toda una vida trabajando, y con ella, también buena parte de sus pertenencias. Lo poco que pudo salvar se reparte ahora por el pequeño apartamento para personas mayores en el que fue realojada por el Ayuntamiento de Pasaia. En él ocupa un lugar destacado la máquina de coser que le regalaron sus padres, un antigua Sigma con la que se entretiene por las tardes haciendo pequeños arreglos para ella y sus nuevos vecinos.
De aquellos con los que convivió durante décadas continúa acordándose a diario, aunque sus destinos están a punto de tomar caminos diferentes. Mari Carmen ha sido la primera en renunciar a reconstruir su casa. Con 65 años, una salud no demasiado boyante y sin trabajo, se ve incapaz de asumir un préstamo al que no podría hacer frente. A eso hay que añadir que en el momento del suceso no tenía contratado ningún seguro. «¿Cómo me voy a meter yo en algo así?», se pregunta. «No podría con más problemas. Las asistentes sociales del Ayuntamiento dicen que me puedo quedar aquí mientras viva y que si más adelante enfermara, me llevarían a la residencia de ancianos que está a sólo unos metros. Me ayudan mucho, me acompañan al abogado y ahora me están asesorando para ver si puedo cobrar algo de pensión», explica.
El agradecimiento lo hace extensivo a todas aquellas personas que se volcaron en prestarle su ayuda tanto a ella como al resto de los afectados en las primeras semanas que siguieron al incendio. «No nos faltó de nada», asegura. «Mientras viva estaré agradecida de todo corazón a la Cruz Roja, los Bomberos, los Guardias Municipales que fueron a trabajar aunque estaban de fiesta, Servicios Sociales...».
Juan José Campos
«No pienso en lo que se nos viene encima. Me da miedo»
Igual de agradecido se muestra Juanjo Campos. Él, su mujer y su hija de 9 años de edad viven desde el pasado mes de marzo a pocos metros de la que fue su casa y cuya hipoteca continúan pagando, pese a que ya nunca volverán a habitarla. Apenas pudieron entrar a coger unos cuantos recuerdos. Fotografías, cuadros, algún juguete para la pequeña. El resto se quedó dentro, bajo los escombros. «En febrero nos dieron las llaves para irnos a Morlans, pero mi suegra tenía un piso vacío que justo iba alquilar y nos dejó quedarnos a vivir en él», declara este fontanero en paro que en los últimos días ha vuelto a recordar lo ocurrido en Nochevieja con los dos incendios que se han sucedido en el interior de los inmuebles siniestrados.
«Un amigo me mandó la madrugada del día 7 un mensaje de móvil avisándome de que había fuego. Pensaba que bromeaba. Nos acercamos a ver qué ocurría y fue como volver a esa noche. Mi mujer se echó a llorar, aunque la verdad es que poco a poco lo hemos ido superando. No te queda otro remedio si no quieres hundirte», señala. Juanjo y su familia sueñan con ver reconstruidos los edificios. «Todos los seguros nos han retenido una parte del dinero y si no empezamos con las obras en un plazo de unos dos años, no podremos tener acceso al cien por cien de lo que tienen que pagarnos. Nuestra idea es seguir adelante, pero habrá que ver cómo se presentan las cosas. En nuestro caso, seguimos pagando una hipoteca, habría que hacer escrituras nuevas, ver lo que cada uno tenemos que poner. Aún no sabemos lo que nos va a costar, si serán 60 mil euros o más. El verdadero problema vendrá como la gente empiece a decir que no continúa y prefiere vender el solar», sostiene.
Campos reconoce que prefiere no pensar en lo que les deparará el futuro. «Como vamos por pasos... Ahora toca hacer el derribo, luego vendrá buscar un constructor y la obra. No pienso en lo que se nos viene encima. Creo que me da hasta miedo...», confiesa con gesto preocupado, para de inmediato expresar su deseo de que todo se desarrolle sin complicaciones. «Ojalá lleguemos a un acuerdo entre todos y empecemos en un año los trabajos de construcción. No podemos perder tiempo ni dinero», subraya.
Lo que sí tiene ya en mente es la Nochevieja que planea celebrar este año. «Nos quedaremos en el barrio con la suegra o con mi madre. Hace un año nadie en la familia la pudimos celebrar con lo que ocurrió, así que esta vez toca festejarla doblemente, por este año y el pasado», apostilla.
Enma de la Serna
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«Con tantos pagos, nos estamos ahogando»
Con menos ganas de celebraciones vive estas fechas Enma de la Serna. «Es como si se te removiera todo otra vez, sobre todo después de estos dos últimos incendios», admite. Al igual que buena parte de las familias cuyas casas fueron pasto de las llamas, Enma era realojada a finales de enero por el Gobierno Vasco en una promoción de viviendas sociales en el barrio donostiarra de Morlans. En ellas han permanecido abonando únicamente gastos de comunidad y consumos hasta hace un mes, cuando han podido regresar a Pasaia para ocupar los pisos de alquiler social recientemente construidos en el distrito de Antxo. Aunque el cambio de ubicación es valorado positivamente por muchos de los damnificados, las condiciones de Alokabide han provocado gran malestar entre sus moradores.
Según explica la joven, «el alquiler social que me pusieron por el estudio de 36 metros cuadrados que me ha tocado era en un principio alto, porque se basaba en la declaración de la renta de 2013. Los que tenemos hipoteca, hemos podido negociar algo. Esta semana, además, nos han comunicado que también nos van a cobrar 18 euros al mes por un trastero y el garaje, 39 euros de gastos de comunidad, y otros 50 de agua caliente y calefacción, sin contar el resto de consumos. ¿Cómo vamos a seguir adelante?»
Enma insiste en que «no es lo mismo pagar un alquiler social, que abonarlo y además, seguir pagando una hipoteca, las facturas del Ayuntamiento -los primeros meses ejecutó intervenciones de forma subsidiaria-, las cuotas que tenemos que poner de fondo todos los meses de cara a la reconstrucción, las facturas de los abogados...».
«Con tanto pagos, nos estamos ahogando», lamenta, al tiempo que critica que no les hayan dejado continuar en Morlans. «Decían que en esas casas iban a vivir vecinos de Loiola, pero no es cierto. Ya les han trasladado a todos. Nos han sacado de allí porque han querido. Estamos muy agradecidos por la ayuda que nos han dado, pero son demasiados pagos y el de ahora no es un alquiler social. Nuestra situación es especial. No tenemos la culpa de habernos quedado sin casa y ahora nos vienen facturas por todos lados. No vamos a poder hacerles frente», asegura.
Teresa Moreira y Julio Gonçalves
«Nos quedamos sin nada y el seguro no nos da el 100%»
A los mismos pagos se enfrenta ahora cada mes el matrimonio formado por Teresa Moreira y Julio Gonçalves. «Sólo que nosotros no teníamos hipoteca y no hemos podido negociar la bajada del alquiler en Antxo», aclaran. «Además, nos han avisado de que todos los vecinos tenemos que empezar a poner dinero en el fondo común. En enero pagaremos mil euros y en febrero, otros mil. Con la pensión de jubilación de mi marido, no da para todo», se lamenta Teresa.
Las lágrimas empañan sus ojos cada vez que piensa en su casa, situada justo debajo de donde comenzó el incendio y de la que no pudo recuperar absolutamente nada. Muebles, prendas de ropa, recuerdos familiares... todo quedó reducido a cenizas. Incluso el suelo de la vivienda desapareció consumido por las llamas. A pesar de que ello, su compañía aseguradora se niega a pagarle el 100% de lo que tenía contratado. «Nos ha abonado un anticipo, pero del resto nos quiere quitar el 30%. Nos hemos quedado sin nada y aún tenemos que esperar para cobrar», denuncia.
«Es horrible pensar que mi marido se pasó 40 años yendo en la mar para que ahora no tengamos nada. Añoro mi casa, mi barrio, las tiendas en las que hacía la compra... Trintxerpe es mi pueblo y siempre le estaré agradecida a la gente que nos ayudó. Esta semana nos hemos reunido con los abogados para ver si seguimos adelante con la reconstrucción. Estamos con la cartera vacía y la moral por los suelos», señala.
Teresa y Julio confían en reunir estas fiestas a toda la familia en Pasai Antxo. «Llevo un año sin ver a mi hermana que vive en París. La Nochevieja del incendio estaba en nuestra casa con su marido y sus hijos cuando pasó todo. Fue horrible. El susto se nos quedará para el resto de la vida a todos. Esa Nochevieja nos arruinó», afirma.
Auxkin Salazar
«La gente se alegra de que haya vuelto a abrir la tienda»
El incendio que se declaraba en los primeros minutos de 2014 también afectó a los cinco negocios que ocupaban los bajos de los edificios. Sólo uno de ellos ha podido reanudar su actividad este mismo otoño. La tienda de deportes con más solera del pueblo, Sonesa Kirolak, volvía a abrir sus puertas hace apenas dos meses en una calle cercana, en Arrandegi, 3, donde continuará «provisionalmente» hasta que pueda volver a su ubicación original, en la que ha permanecido desde su fundación en 1953.
«Eso es lo que esperamos, que los edificios se reconstruyan y que la Sonesa vuelva a ocupar su lugar en Euskadi Etorbidea, 7, en el sitio en el que mi abuelo la abrió hace 61 años. De él pasó a mis padres y en abril de 2013, la cogí yo», explica Auxkin Salazar, tercera generación de una conocida saga de comerciantes pasaitarras que temió que el suceso pusiera fin a un negocio emblemático en Trintxerpe.
«No pudimos salvar nada de lo que teníamos dentro. Todo el género se estropeó a consecuencia del incendio. Fue un momento muy difícil y duro, pero teníamos claro que había que seguir adelante. Buscamos hasta encontrar un local adecuado en el mismo pueblo y contactamos con los proveedores. Tuvimos que hacer publicidad para que la gente supiera que nos habíamos trasladado, aunque lo que más funcionó fue el boca a boca», comenta Auxkin, quien destaca la reacción de los vecinos de Pasaia, tanto en los días posteriores al suceso como ahora, que vuelve a estar al frente de Sonesa Kirolak.
«La gente se alegra de haya vuelto a abrir la tienda y no sólo los que son clientes. Es la más antigua, seguida de Gurrutxaga, y para ellos es toda una institución en Trintxerpe, un referente. Estoy muy agradecido a las instituciones que me han ayudado y, sobre todo, a la gente de éste y de otros pueblos que se volcaron desde el primer momento. Personas de San Sebastián, de Hernani... A nivel personal, tengo que dar las gracias a los que me dieron su apoyo moral. Todo el mundo me paraba por la calle, me abrazaba, me consolaba...», rememora.
Para Auxkin, el recuerdo de la Nochevieja continúa siendo una pesadilla, pero prefiere mirar con optimismo al futuro y pensar en la reconstrucción del local del que es propietario. «Hay que mirar hacia adelante y confiar en que volveremos a tener nuestra tienda», concluye.