una vez en un curso que hice, nos leyeron un relato y luego nos hicieron unas preguntas sobre lo que habíamos oído. Todos contestamos a las preguntas y luego nos leyeron otra vez el relato, y todos, absolutamente todos, contestamos a más de cuatro preguntas con respuestas que no estaban en él pero que habíamos dado por supuestas.
Eso pasa, y con eso quiero decir que a saber qué quería decir el chaval especialmente. Por que desde luego si me preguntas a mí de una forma directa que si estoy en contra de la guerra, no puedo decir que no, aunque ni me guste verla, ni quiera que mi país entre en guerra, ni desoconzca las terribles consecuencias que tiene una guerra, aunque no la haya vivido (de hecho solo de imaginármela se me ponen los pelos de punta). Si me preguntas si estoy en contra de la tortura, no puedo decir que siempre, porque se me ocurren varias situaciones en la que la emplearía (de forma personal, no institucional), aunque abomine de ella y me haya puesto alguna vez en la situación de quién pueda sufrirla; y si me preguntas si estoy de acuerdo con la disciplina militar, no puedo decir que no, aunque esté totalmente en contra del puteo gratuito, que sí que lo he sufrido, porque sencillamente pienso que la disciplina militar no es solo eso.
Y si te cuento eso a ti delante de una cerveza, a lo mejor luego vienes tú aquí, te olvidas de los matices y escribes que yo estoy a favor de la guerra, de la tortura y de la disciplina militar.