La diferencia entre este artículo, de 2014, con el de Alfonso Rojo, del día 4 de abril, es Iglesias.Montero.
¿Por qué la vida privada de los políticos españoles no es tan mediática como la de los franceses?
La excompañera de François Hollande ha aireado los secretos del presidente dejando al descubierto las intimidades de la pareja
F.M.
Actualizado:12/09/2014 04:25h
Después de la polvareda levantada por el libro de Valérie Trierweiler aireando las intimidades del presidente François Hollande («desnudo en el lecho de amor aseguraba que los rumores de otras aventuras eróticas eran pura filfa», escribía despechada en «Merci pour ce moment») parecería que la vida íntima de los políticos españoles no es tan movida como la de más allá de los Pirineos. Pero algo se mueve en las alcobas de la política nacional, aunque no haya tanto revuelo como en Europa.
En los últimos años una ex ha copado los medios de comunicación: Victoria Álvarez. La que fuera novia de Jordi Pujol Ferrusola no ha dudado en revivir los momentos más personales de su relación para destapar la trama del « clan Pujol». Un caso en el que la examante ha puesto en jaque a los pilares del nacionalismo catalán.
Sin embargo ni Victoria Álvarez ni otras exparejas que han saltado a la palestra han explotado las historias de cama. A diferencia de Francia y otros países, donde las ex cuenta con pelos y señales los secretos íntimos, en España hay algo que les frena.
El artículo 18.1 de la Constitución protege el derecho a la intimidad. Una protección que entra en conflicto con el derecho a la información. Pero más allá de las discusiones sobre en qué momentos prevalece uno u otro, los medios españoles se manejan entre una tradición de respeto a la intimidad política y las recomendaciones de los códigos deontológicos. «Voluntariamente nos hemos impuesto unos límites marcados por el buen gusto, el rigor y el respeto a las personas», escribía Josep Pernau en un artículo recogido por la Comisión de Quejas de la FAPE. Todo con el objetivo de proteger el honor y la intimidad «sobre todo cuando la información publicada puede manchar la imagen pública y privada de las personas».
¿Una cuestión cultural?
En Estados Unidos los presidentes viven pegados a un fotógrafo oficial que retrata su vida familiar y hace que los votantes empaticen con el político mientras ven crecer a sus hijos en la Casa Blanca. Pero esta tradición de la prensa americana de «entrar hasta la cocina», aunque sea con permiso oficial, hace que las barreras entre lo público y lo privado se difuminen hasta el exceso. Así, cuando saltan escándalos que han costado la carrera a varios republicanos y demócratas, a nadie le sorprende. Aunque ninguno de estos casos haya superado el «affaire» de Bill Clinton con la becaria Monica Lewinsky.
Aunque no tan escandalosa, nuestros políticos también tienen vida privada. Cambios de pareja, divorcios o enlaces en terceras nupcias son frecuentes entre los dirigentes de uno y otro partido. El divorcio más sonado lo vivió Felipe González, el único de los expresidentes que rompió su matrimonio. Lo hizo en 2008, tras 41 años de relación, para casarse de nuevo en 2012 con Mar García Vaquero.
Los ministros han sido «más activos» que los presidentes. El ministro de Fomento en la época de Aznar, Francisco Álvarez-Cascos, se ha casado en tres ocasiones. De la misma manera el expresidente socialista del Congreso de los Diputados en tiempos de Zapatero, José Bono, se divorció en 2010 de Ana Rodríguez Mosquera tras 29 años y cuatro hijos. Un caso curioso es el de Rodrigo Rato, que volvió a pasar por el altar, aunque esta vez en una ceremonia civil oficiada por su compañero de partido Alberto Ruiz-Gallardón.
Las mujeres en política también han vivido situaciones de este tipo. Algunas como Carmen Alborch, Elena Salgado o Carmen Calvo rompieron sus primeros matrimonios.
La vida de los presidentes en Moncloa
En 2010 María Ángeles López de Celis, exsecretaria de La Moncloa, publicó el libro «Los presidentes en zapatillas», en el que retrataba el día a día de los inquilinos del Palacio. Aunque sin entrar en detalles escabrosos, la obra no se ahorra comentarios sobre la relación entre las primeras damas y sus maridos.
Sin embargo cabría hacerse algunas preguntas. ¿Realmente es importante para la sociedad conocer la vida íntima de un político? ¿Seríamos mejor sociedad si la clase política fuera habitual de las revistas de papel «couché»? Quizá, después de todo, España puede ser el ejemplo Francia. No obstante el 56% de los franceses desaprueba el libro de Valérie Trierweiler en el que airea las escenas de cama de su presidente.