?Esnifan el disolvente y se vuelven locos?
POR M. J. ÁLVAREZ
FOTO IGNACIO GIL
MADRID. Están cansados. Del deterioro y la degradación progresivos que sufre este céntrico y multicultural barrio de la ciudad, en otros tiempo el más castizo, y de que los proyectos de mejora no cuajen o no sirvan más que para un mero ?lavado de cara?.
Todo eso y más ocurre en Lavapiés, perteneciente al distrito de Centro, castigado por la inseguridad, la delincuencia, las peleas callejeras, el chabolismo vertical, la carga y descarga masiva en una zona de comercio mayorista, la mendicidad, la suciedad y la acumulación de basura y malos olores de quienes incluso utilizan la vía pública como váter. Lo tiene todo. Y de lo malo.
?Esto va de mal en peor, hija. Si no tuviésemos la lacra de tanto mangante suelto como hay por aquí, otro gallo nos cantaría?. Así de rotundo se expresa Fernando, detrás del mostrador de su sastrería. Estaba cerrada a cal y canto. ??Por qué te crees que está así? Te lo puedes imaginar... Es un barrio magnífico, de currantes, pero -agrega- hay una pandilla de magrebíes que se dedica a robar a las personas mayores y al trapicheo de drogas. Llevan aquí siete a?os, pero ahora son más y hacen más ruido?.
A pesar del proceso de rehabilitación integral de la zona, del cierre al tráfico privado y de la presencia policial, la Asamblea de Vecinos de Lavapiés, que aglutina a media docena de asociaciones, junto a plataformas que han surgido de manera espontánea en internet con ?blogs? de denuncias, coinciden en una cosa: en la sensación de abandono por parte de las administraciones públicas. De ahí campa?as como ?Lavapiés no pasa?, con pancartas en los balcones, o ?Lavapiés olímpico?, en la que los residentes recogen con ironía los problemas que sufren como si de una disciplina olímpica se tratara.
Ante la situación actual, la Asamblea de Vecinos va a realizar un seguimiento exhaustivo para reclamar, sobre todo, más seguridad y mejoras globales, en paralelo a las reuniones que mantienen con el Ayuntamiento, Delegación del Gobierno, Policía y partidos. Para ello han creado seis comisiones específicas: Limpieza, Medio Ambiente, Comercio, Cultura, Convivencia, Movilidad y Seguridad. Y, en esta última, recogerán cualquier incidencia y quejas vecinales -robos, venta de droga, reyertas, malas actuaciones policiales-, y se las comunicarán a los agentes en los encuentros que mantienen.
?Nuestro barrio no va a cambiar sólo con la presencia policial, sino cuando se atiendan los otros muchos problemas de fondo que padecemos (degradación del espacio público, falta de integración, pérdida del entramado comercial, escasa actividad cultural, falta de dotaciones y servicios...).
Uno de los asuntos pendientes es el de la problemática social causada por las infraviviendas. Los inquilinos son, mayoritariamente, inmigrantes y personas de la tercera edad con escasos recursos, que viven en unas pésimas condiciones por la falta de rehabilitación de los vetustos edificios, que se caen a trozos. ?Los propietarios quieren que los declaren en ruina para que los inquilinos se marchen o se mueran y, así, especular y especular?, cuenta Pepe.
?Desde mi tienda observo sin ser visto. Y no veo nada bueno. Los mayoristas dejan sus enseres y trastos en cualquier lugar, otros orinan incluso encima de los vehículos, algunos se creen que la calle es un vertedero. ?Qué asco!?, subraya Paco, que prefiere omitir a qué se dedica. ?Por si acaso?.
Desde hace a?o y medio han vuelto. Son la ?banda del disolvente?, compuesta por magrebíes y, algunos, menores. Acaban de llegar en barco o en los bajos de un camión. Están todo el día en la calle. En la que da nombre al barrio, tres chavales con gorras de béisbol se colocan bolsas o un pa?uelo bajo la nariz y aspiran con fuerza. Luego, se lo guardan en el bolsillo. No esnifan pegamento, sino disolvente.
?Se nota que son recién llegados porque son los que inhalan esta sustancia, barata y enormemente destructiva, tal y como hacen en sus países. Luego van cambiando a otras como la coca?, explica Manuel, residente en la zona desde hace más de 25 a?os. ?Los que vemos hoy han aparecido hace poco. Se mueven mucho. Se desplazan a Barcelona, Valencia, e incluso, a París. Van y vienen. La sustancia les trastorna. Se vuelven locos, muy agresivos. Están todo el día en la calle buscándose la vida: delinquen y venden droga para otros inmigrantes más mayores, que se aprovechan de la impunidad de los menores?.
No son los de la célebre ?banda del pegamento?, que atemorizara y tuviera en jaque a todo el barrio hace más de un lustro. Pero le andan a la zaga. ?De momento, sólo inhalan disolvente, pero, ahora que llega el invierno, quizá alguno caiga en el pegamento?. No son muchos. Pero los suficientes para tener a los vecinos a punto de estallar.
?Hay un grupo de unos 20 o 25 magrebíes que roban en establecimientos comerciales, a los transeúntes mayores y se lucran con la venta de droga. Suelen parar por la plaza. Se van unos y vienen otros. Es el cuento de nunca acabar?, afirma Manuel. Culpan a ese grupo del clima de inseguridad que va en aumento desde el verano y que los chicos de la ?banda del disolvente? delinquen y trapichean para ellos. Esconden las sustancias en rejas, papeleras o en cualquier rincón.
?Las ofertas del día?
En la esquina de la calle del Tribulete, tres magrebíes muestran las ?ofertas del día?. Móviles de última generación, cámaras, relojes, vaqueros de marca, gafas de sol e, incluso, ordenadores portátiles. Las mercancías varían según lo robado. ?Tú pide lo que quieras, que ma?ana lo tienes?, dice Juan, encargado de una charcutería que vaciaron por completo hace unos meses. ?Hay peleas callejeras todas las noches, tirones de bolsos, atracos, robos, además del mercadillo de droga, que no cierra: está abierto las 24 horas del día?.
En la puerta de una tienda de telefonía móvil están vendiendo cocaína y hachís. Los due?os de los establecimientos o consienten, a su pesar, o tienen problemas. ?Nadie quiere enfrentarse a esta gente, que, además, utilizan a menores porque saben que son impunes?. Los clientes son espa?oles, en general, y aumentan a medida que se acerca el fin de semana, cuando el negocio vive ?las vacas gordas?.
A los comerciantes chinos y a los bengalíes les tienen fritos. ?Están bastante organizados. A mí me robaron hace un mes el portátil de la tienda -explica Xian, a cargo de un establecimiento de bisutería en la calle del Sombrerete-. Se pararon fuera. Iban en moto. El conductor tapó la matrícula con un cartón, el otro entró, y en un segundo se apropió de mi ordenador y salió corriendo. Se subieron al vehículo y huyeron a toda velocidad?, dice, indignado.
Ahí no quedó todo. Dos días después le intentaron atracar otra vez, esta vez en el garaje de su casa. No lo lograron porque estaba ojo avizor. El método estrella es la técnica del ahogamiento o estrangulamiento. ?Te rodean la garganta con ambos brazos, hasta que pierdes el sentido y te quitan lo que pueden?.
?Yo no he visto mejorar esto nunca. Unas vecesestá un poco mejor, otras peor. Todos los días hay tirones de bolsos a ancianas a la salida del portal o de los bancos a primeros de mes, sobre todo cuando la gente cobra. Ves pululando a menores que arramplan con todo. Incluso, cuando no viene la Policía se ponen en la puerta de la farmacia a vender droga?, explica una dependienta. Pepe dice que muchos jóvenes que llegaron al barrio hace dos a?os no han aguantado. ?Algunos no han estado ni medio a?o. Por algo será?.