Os cuento el horror vivido en París en primera persona
Winterpilot
Ayer 19:17
Buenas tardes shures. Viendo el alcance mediático que está teniendo la experiencia que supuso para los aficionados asistir a la final de la Champions en París he creído interesante narraros los hechos en primera persona. Aunque algunos no dais credibilidad a lo que cuento pese a que se le ha dado cobertura suficiente como para que no quepan dudas, no voy a discutir con vosotros. Soy una persona honesta, un ciudadano normal, que ni siquiera esconde su identidad en un foro como este en el que muchas personas me conocen incluso personalmente. Solo narro hechos tal y como los viví, no seré yo quien los politice. Así que vamos allá.
En primer lugar, París ya no es París. Es otra cosa, pero no es París. He vivido el deterioro progresivo de esta ciudad durante casi veinte años. Ubicada siempre en lo más alto del ranking de urbes más bonitas del Planeta en constante batalla contra su propia autodestrucción, podemos decir sin miedo a equivocarnos que la ciudad del amor ha caído.
Lo primero que llamaba la atención en los alrededores del estadio eran las medidas de seguridad. Su ausencia, para ser exactos. Tratándose de una final de la máxima competición continental y con los ojos de medio mundo puestos en ella, cabía esperar un despliegue policial de gran magnitud. Sin embargo, en los aledaños del estadio, apenas veías pequeños grupos de cuatro o cinco policías lo suficientemente dispersos como para que, en el espacio que los separaba, pudiese ocurrir cualquier cosa al margen de sus miradas. Un empleado de seguridad privada en cada torno de acceso y listo. Ese era el despliegue en uno de los barrios más marginales de París.
Las horas previas al partido -entre las 17.00-19.00- , la gente se agolpaba junto a la fan zone del Real Madrid -cerca del estadio- y sus alrededores. El ambiente era tranquilo y relajado, rodeados de chavalería autóctona que aparentemente salvo increpar de vez en cuando a los que pasaban -había dos tipos de ingenieros suecos, los de Salah y los de Benzema- no causaban mayores problemas.
Progresivamente, la presencia de abogados nórdicos fue aumentando a medida que se acercaba la hora del partido. En los aledaños de los accesos podían verse ya numerosos y multitudinarios grupos de doctores noruegos perfectamente organizados. Fue entonces cuando comenzó el delirio y el caos. Mientras los espectadores nos dirigíamos al campo estas hordas de microbiólogos daneses empezaron a cargar contra la multitud, en grandes manadas, para arrebatar teléfonos móviles, mochilas, carteras, etc. El modus operandi se veía a simple vista: veinte o treinta embestían a un grupo de cinco o seis y después uno o dos huían con el botín mientras los demás, sonrientes, se alejaban tranquilamente sabedores de su total impunidad. Y es que la policía, incluso viendo la escena, no intervenía. ¿Por qué? Porque sabedores también de su inferioridad numérica prefieren que roben a provocar unos disturbios que deriven en una escalada de la violencia. Entiendo que se este el motivo, si no, no me lo explico porque estaban viendo este tipo de escenas a metros de distancia.
El impacto de esto en el espectador es doble. De una parte sientes miedo, estás en una zona de guerra donde todo el mundo a tu alrededor es un peligro para tu integridad física. Pero la sensación es aún peor cuando ves que ni siquiera puedes contar con la policía, que estás solo, que pase lo que pase, en Francia en el año 2022, vas a tener que sobrevivir por ti mismo.
Como ya sabéis, lo que los medios llamaron "aficionados del Liverpool" porque trataron de acceder por las puertas de esta hinchada -en realidad eran notarios escandinavos- comenzaron a saltar la valla provocando el retraso del comienzo del encuentro. Como esto no lo viví en primera persona, voy a obviarlo.
Pasemos a lo más cañero, al después del partido, donde todo se fue directamente a la mierda.
Una vez pitaron el final la grada del Liverpool se vació con bastante rapidez. Esperamos allí a la entrega de la copa y demás y tocó salir. En las puertas de acceso ya no estábamos solo los asistentes al partido, nos esperaban grandes grupos de arquitectos e inmunólogos finlandeses para acompañarnos durante el magistral itinerario que la policía había preparado para nosotros: un estrecho puente donde hacinados como sardinas en lata avanzábamos lentamente a merced de cualquier suceso que pudiera ocurrir, una trampa mortal tanto para ser atracados como para morir en caso de provocarse una estampida por cualquier factor externo. Por supuesto ni rastro de la policía. Un gran número de aficionados nos desviamos en cuanto pudimos salir del puente: craso error. Los que sí parecían haber establecido un dispositivo eran los filósofos nórdicos. No había escapatoria, fueses por donde fueses allí estaban, superando 1 a 100 a la policía y 1 a 10 a los aficionados. Era una puta jungla. El mismo modus operandi que al inicio del partido pero multiplicado por tres. Un señor con la camiseta del Liverpool resbaló mientras trataba dar caza a un ingeniero aeroespacial que le había robado el móvil cayendo sobre los cristales rotos de las botellas que la organización no había dejado pasar al campo y había tirado al suelo en los accesos entre unas vallas que ya no estaban allí. Un padre español con sus dos hijas tenía la cara desencajada y no sabía ni donde meterse. Fueras donde fueras, había más. Entonces llegaron pequeños grupos de policía, cuatro o cinco, que en fila india lo único que parecían hacer era personarse y, de vez en cuando, cargar contra algún grupo de farmacéuticos durante unos pocos metros. Pero sin detenciones, corrían un poquito y ya está, los farmacéuticos regresaban entre risas, parecía un juego.
Para los valientes, esos que van a responder que éramos muchos, que si la culpa es nuestra por no plantar cara, etc. Desde el sofá o el bar viéndolo por TVE pues guay, os compro los comentarios.
Pero allí los licenciados tenían navajas, amenazaban con ellas, había muchos niños entre los asistentes. Que sí, que vosotros les hubierais dado dos patadas voladoras a cada uno y después os habrías ido del lugar dando un salto mortal. El único problema es que aquello era una situación real y no un videojuego. Éramos muchos sí, pero ellos eran más. Nunca estábamos veinte mil personas juntas a la vez.
Comenzamos a caminar hacia un lugar random con el único propósito de alejarnos de allí, pero lo dicho, daba igual en qué dirección caminases, aquel barrio era una cloaca sin escapatoria. Además, todo estaba colapsado: taxis, Uber, autobuses, atascos que no avanzaban, etc. No había forma de salir de allí que no fuera entre toda esta gente. Durante nuestro trayecto inicial vimos dos robos más esta vez a gente con camisetas del Real Madrid que se dirigían a los autobuses. Y digo inicial porque después decidimos dar la vuelta y volver al metro, que aunque estaría atestado de gente, al menos en los vagones seríamos todos madridistas. Bueno, todos no...
Cuando logramos acceder al metro, la situación se relajó un poco. Allí ya éramos mayoría e incluso diría que el vagón en el que viajábamos nosotros lo habíamos llenado madridistas. En la siguiente parada se subieron dos jóvenes. Por su aspecto uno de ellos parecía ingeniero aeroespacial y otro un novelista de renombre. Nada más entrar, empujando, intentaron robarle la cartera a uno de los que estábamos allí, que alertó de la situación y lo que ocurrió en la siguiente estación me lo guardo para mí. Otros dos investigadores del genoma humano se subieron en la siguiente estación con idéntico resultado.
En resumen, no sólo se trató de un caos organizativo sin precedentes y un dispositivo policial ridículo a la altura, como mucho, de un Real Madrid-Levante. Es que estábamos solos a merced de la ley de la selva de Saint Dennis. Jóvenes, ancianos, padres, madres, chavales, niños. Tanto de uno como de otro equipo. Todos abandonados a su suerte.
Sin embargo, para mi y mi amigo la noche no acabó ahí. Si hasta donde habéis leído ha supuesto que jamás vuelva a ver un evento deportivo en París, lo que vais a leer justifica que muy probablemente nunca más vaya a poner un pie en una de mis ciudades favoritas. Dejo unas fotos mientras voy a sacar al perro y os sigo contando después de cenar. Los que estáis diciendo gilipolleces sobre que esto solo lo está comentando gente de VOX y demás mierda, dejad de hacer el ridículo por favor. Fue una situación de extrema gravedad lo que se vivió, y después de cenar -yo, vosotros cenad cuando queráis- entenderéis por qué la seguridad en el estadio era tan precaria.
Pues bien. Una vez nos alejamos en el tren dirección hacia París habiendo logrado mantener todas nuestras pertenencias a salvo y nuestra integridad física intacta pensamos en cenar algo en los Campos Elíseos, lejos de todo aquel caos. Así que allí nos bajamos. Supongo que la mayoría estará al tanto, los Campos Elíseos son una mezcla entre la Gran Vía y Serrano, es decir, una amplia avenida llena de tiendas -algunas muy caras- y restaurantes de todo tipo. Nuestra intención era ir a McDonalds para cenar algo antes de irnos al hotel.
Mientras avanzábamos hacia el Arco del Triunfo comenzamos a observar como la cantidad de grupos de físicos suizos aumentaba de forma exponencial. Del mismo modo lo hacía la presencia policial. La avenida estaba literalmente atestada de furgones policiales. A escasos metros de McDonalds nos encontramos una barrera de antidisturbios que caminaba lentamente hacia nosotros barriendo a la multitud. No tardamos en darnos cuenta de que la cosa estaba fea y decidimos largarnos cuanto antes. Pero no tuvimos tiempo. En el preciso instante en que pronunciamos las palabras: "Oye, vámonos de aquí, venga", la policía comenzó a cargar y nos quedamos atrapados en el tumulto. Esta primera carga fue pequeña, pero ya estábamos en el centro -con policía rodeando todas las posibles salidas- y sin muchas opciones. Decidimos acercarnos a uno de los extremos, para salir de la calle en dirección sur, pero la policía no dejaba salir a nadie. Y entonces, cuando intentábamos explicarles a los agentes la situación comenzaron a cargar. Una policía me empujó con el escudo, una hostia terrible, y no caí al suelo porque detrás otro policía me devolvió el equilibrio con dos golpes -diré que bastante suaves para lo que podía haber sido- en la cadera y en la pierna mientras gritaba en francés. Yo les gritaba que era turista español, pero no sirvió de nada. Logré echarme a un lado y refugiarme cerca de otros policías que aún permanecían inmóviles. Pero entonces me di cuenta que había perdido a mi amigo en la carga policial. Diré que no culpo a la policía, viendo la situación en la que estaban no tenían tiempo de pararse a escuchar si soy turista o soy sacerdote.
Cuando eché mano de mi teléfono para comunicarme con él me di cuenta de que se había quedado sin batería. Logré entenderme con uno de los policías, muy simpático, y le comenté la situación. Me ofreció llamar desde su teléfono móvil pero, claro, no me sabia de memoria el teléfono de mi amigo. Haciendo señas intenté que un bar que estaba cerrado me dejase entrar -llevaba conmigo el cargador- para cargarlo un poco, pero ni cuando el policía les pidió si podían abrirme accedieron. Cualquiera se atrevía. El agente me ofreció como alternativa ir hasta el McDonalds para cargar el teléfono allí. Atrapado en aquel escenario bélico tampoco tenía otras opciones, necesitaba comunicarme con mi amigo pues, además, no sabía la dirección del hotel que estaba muy lejos de allí y no podía pedir un Uber. Puede que esto fuera un error mío pero, sinceramente, no me esperaba tener que afrontar esta clase de problemas en un país avanzado.
Así que nada, atravesé aquel campo de batalla acojonado. Si alguno de los presentes me identificaba como un turista y le apetecía un teléfono y una cartera nueva, pues hasta luego. Y si la policía comenzaba a cargar otra vez, pues a correr. Mientras caminaba hacia el cordón policial escuché en varias ocasiones que se dirigían a mí, lo ignoré y seguí mi camino. Al llegar al extremo, al cordón policial, inicialmente no me dejaban pasar -querían contener a toda la gente en ese espacio, supongo- pero al explicarles nuevamente la situación me dejaron salir. Previamente había pasado por la puerta del McDonalds y creedme que lo último que se me habría ocurrido en mi vida hubiera sido sacar allí mi teléfono y ponerlo a cargar. Así que lo descarté.
Una vez me alejé un poco de lo más gordo me encontré con dos españoles que subían la calle. Les pregunté hacia donde iban y les dije que no se les ocurriese meterse allí. Me dijeron que conocían el asunto, que era así todos los fines de semana. Que la gente básicamente se reunía allí para "jugar con la policía". Es decir, aquello no tenía nada que ver con la final de la Champions, era un sábado normal en París. Les expliqué mi situación y me dijeron que había un bar un poco más abajo en el que seguro me dejarían cargar el teléfono. Así que eso hice.
Logré cargar el teléfono lo suficiente para ponerme en contacto nuevamente con mi amigo que me estaba esperando aún más abajo en la misma avenida. Afortunadamente estaba bien, pues a él sí lo había arrastrado la carga policial hacia el interior de una calle aledaña y no tenía la menor idea de como estaría.
Continué bajando la avenida y pronto me di cuenta de que, por extraño que parezca, para pasar desapercibido había que correr. Allí todos los doctores en astrofísica corrían. Mientras fui andando, muchos me hablaban e increpaban, pero fue ponerme a correr y convertirme en un fantasma.
Logré reunirme con mi colega y pedimos un Uber. Él había tenido que seguir corriendo en otras dos cargas y al final había logrado callejear hasta allí.
¿Por qué no había seguridad en el estadio? Sin duda toda la policía de París estaba en los Campos Elíseos. No exagero si digo que solo en el tramo de avenida donde transcurrió todo esto había setenta u ochenta furgones de policía además de motocicletas y coches normales que sumarían otros tantos.
Al llegar al hotel miré en las noticias para tratar de informarme sobre que estaba pasando. No había nada que hiciera alusión a aquello. Al dia siguiente tampoco. Así que o es lo suficientemente habitual como para que no sea noticia o no interesa que lo sea. Porque pasó y yo estaba allí corriendo delante de la policía.
París está perdida. No racialicéis el asunto si no queréis, hablad solo de delincuentes y una juventud que está destruyendo la ciudad. Pero he viajado por medio mundo, he estado en países muy chungos en zonas muy chungas y jamás he tenido esa sensación de inseguridad que me ha dejado París. Porque como ya he comentado, no es el hecho de que toda la ciudad -comenzaron estableciendo sus guetos hasta que pensaron, ¿por qué no tomar la ciudad entera?- arroje una sensación terrible de peligro a cada paso que das, es que como he dicho la policía no te puede ayudar. Da igual donde vayas, da igual donde mires, esa sensación de no estar seguro te acompaña a cada momento salvo a determinadas horas en puntos más concurridos. Yo creo que la policía ha aceptado perder partes de la ciudad a cambio de conservar otras, pues en las zonas del Louvre, Concorde y demás, no ha estudiantes canadienses de intercambio.
No lo pasé bien, no fue una experiencia agradable. Pero solo de pensar en verme en una de estas con mi mano o siendo padre de familia con mis hijos, se me ponen los putos pelos de punta.
Os dirán que todo esto es mentira, que soy un facha y que voto a VOX. Pero la realidad podéis ir a verla a doce horas en coche de Madrid y a hora y media en avión. París es una ciudad para visitar con toque de queda: salir cuando haya luz y volver al hotel antes de que anochezca. No es una ciudad segura.
Para los subnormales -con perdón- que me piden fotos de todo esto, que se suban un fin de semana a París y las hagan ellos. Y a los que habláis de invent y demás gilipolleces se nota que no me conocéis, pero no voy ni a contestaros.
Y nada más, jamás asistiré de nuevo a un evento deportivo organizado en Francia y jamás volveré a pisar París si no es estrictamente necesario. Con todo el dolor de mi corazón pues es sin duda -o era- una de las ciudades más bonitas de la Tierra si no la que más. Pero ha caído y debemos asumirlo.
Un saludo a todos y lo siento por el tocho, iré contestando preguntas. Y por supuesto, ¡Hala Madrid!