Cerco a la banda de los 'robamóviles'
La Policía lucha contra de 50 rateros menores edad que recorren el centro
La solución estaría en que la Fiscalía actuara contra los padres, según los expertos
ROBERTO BÉCARES
PABLO HERRAIZ
Actualizado: 10/07/2014 00:50 horas
La guerra contra los robamóviles es larga, infructuosa en la mayoría de las ocasiones. Esta banda compuesta por cerca de 50 menores de edad recorre a diario el centro de la capital y va mejorando sus hábitos y costumbres para robar según pasan los meses, como ha podido comprobar este periódico.
Esta banda está perfectamente organizada, según fuentes policiales. El año pasado, cuando empezaron a ser más conocidos para la Policía, siempre llegaban desde la Cañada Real acompañados de un adulto, que los transportaba en coche hasta las calles del centro y además se encargaba de dirigirles para que supieran seleccionar a sus víctimas y robarles el móvil y la cartera.
Los chicos eran detenidos innumerables veces, pero nunca les ocurría nada, pues la ley es bastante laxa con los hurtos, aunque se trate de multirreincidentes, y es especialmente blanda con los menores de edad. Los únicos contra los que se podía actuar con relativa facilidad es contra los adultos que los capitaneaban, pero por eso ellos han cambiado de estrategia: este año el jefe tiene 17 años.
Su sistema para perpetrar los hurtos siempre era igual: con la excusa de pedir limosna, intentaban robar la cartera o el móvil a los turistas, principalmente. Y precisamente por eso es por lo que la Policía actuaba contra los adultos, por inducir a la mendicidad a los menores. En la actualidad, la gravedad del problema es que no los adultos no responden por los delitos de sus hijos, y cada vez es más difícil que la Ley les castigue, más allá de un rato en la comisaría o en el Grupo de Menores.
El cerco a esta banda se realiza con agentes de paisano que en su mayoría ya conocen de vista a todos los integrantes del grupo, y en cuanto les detectan por el centro les identifican, registran y en la medida de los posible intentan que ese día ya no sigan robando a los turistas incautos.
El año pasado, estos rateros provenientes de Europa del Este, sobre todo de Rumanía, campaban a sus anchas por una ruta predeterminada, que seguían habitualmente. Tras llegar a la estación de Atocha desde la Cañada Real, cogían el Paseo del Prado hasta la Carrera de San Jerónimo. Luego proseguían hasta la calle Alcalá para continuar su circuito hasta la Plaza de Canalejas, Santa Ana o la Plaza Mayor.
Entre sus objetivos estaban todas las terrazas que encontraban a su paso, que al estar en la zona centro, siempre andan atestadas de clientes, sobre todo extranjeros de visita en nuestro país. Dentro de su recorrido, los ladrones solían acabar en los alrededores del Palacio Real y el Campo del Moro.
Según varios testigos que les han visto actuar, el modus operandi era siempre el mismo. El preferido era acudir con menús o folletos de publicidad hasta las mesas, empezar a hablar con los turistas, a los que piden limosna, dejar el panfleto sobre la mesa para luego al recogerlo sustraer objetos de valor, sobre todo teléfonos móviles, aunque gafas de sol de marca o dispositivos de mp3 también eran bienvenidos.
Cambio de ruta
Este año, sin embargo, han cambiado de ruta, presumiblemente ante la persecución policial. Ahora acuden más a la zona de Alonso Martínez y Gran Vía. Uno de sus sitios preferidos para actuar son las terrazas de Pans and Company y Starbucks en la centenaria calle, donde aprovechan la gran presencia de público como distracción para sus pequeños delitos.
Incluso, este año, han cambiado de indumentaria y ahora van mejor vestidos, pasando más desapercibidos, según aseguran testigos de sus robos, que se prolongan a la plaza de Callao o de Santo Domingo. Su ruta se inicia a las 10.00 de la mañana y puede durar varias horas, normalmente hasta que son cazados.
Esta misma semana, en la comisaría de Centro hubo más de una docena de ellos retenidos. Cuando los agentes no les pillan in fraganti robando carteras o teléfonos, los robamóviles son llevados a las dependencias policiales para ser identificados, porque se les suele ver pidiendo limosna por las calles y entonces los agentes se los llevan como menores en situación de desamparo.
De esa manera, se consigue que ese día ya no sigan robando, pero poco más, y éste es un problema recurrente con los carteristas.
En el caso concreto de estos chicos y chicas, cuando se los identifica como menores en situación de desamparo se los suele trasladar a las dependencias del Grume (Grupo de Menores) de la Policía Nacional. Pero a partir de ahí la pista es fácil perdérsela, porque los padres son avisados para que recojan a los menores y, si no se les localiza, se hace un traslado a un centro de menores, pero ellos se marchan poco después de entrar y vuelven a sus casas.
Los carteristas además aprovechan su conocimiento de la ley, y nunca se les pilla con más de 400 euros encima (a partir de esa cantidad se considera delito de hurto, y no falta), y además hacen desaparecer rápido las carteras robadas para quedarse sólo con el dinero en efectivo.
En sus cacerías de turistas por la ciudad emplean siempre los trucos que ya cada vez conocen más los madrileños, pero que siguen funcionando en el caso de los extranjeros. Suelen acudir siempre en pequeños grupos de tres o cuatro, para crear confusión y que la víctima no sepa cuál de todos le está metiendo la mano en los bolsillos.
Las retiradas de dinero de los cajeros automáticos, además de las mencionadas terrazas de los bares, son los principales puntos en los que se nutre esta banda de menores. Las grandes celebraciones y concentraciones de gente, como la reciente del Orgullo Gay, también son sus ocasiones preferidas, porque se mezclan con el gentío y es más fácil robar una cartera y fugarse sin ser visto.
De hecho, ya la semana pasada se notó un incremento de carteristas llegados del Este de Europa a Madrid, aunque estos son grupos itinerantes que no tienen que ver con los robamóviles, ya que ellos son habitantes de la Cañada Real, según fuentes policiales.
La solución para atajar este problema sería, según los expertos, que la Fiscalía actuara contra los padres, algo que en raras ocasiones sucede. Si se castigara a los adultos por los delitos de los menores se podría cortar de raíz la oleada de hurtos que sobre todo prolifera con el buen tiempo.
Una posibilidad, según agentes expertos en estos pequeños robos, sería quitar la patria potestad a los padres de los menores y actuar legalmente contra ellos por inducción a la mendicidad y a cometer delitos.
Aunque el problema es más complicado que todo eso, porque los padres son muy difíciles de localizar, en parte para eludir la posibilidad de que se produzca esa situación, en parte porque viven en situaciones de grave exclusión social. Sus hijos son las primeras víctimas de esa exclusión, porque en muchas ocasiones no están escolarizados o faltan continuamente a clase, ya que sus mayores les han obligado a robar durante el día.
