Malestar en la Policía por la fuga de los dos secuestradores
La desaparición de los detenidos tras su puesta en libertad «echa por tierra un gran trabajo»
18/02/2011 00:00 / Nacho G. Pandavenes Oviedo
“Lo que significa todo esto es que hay que volver a empezar”. La frase salía ayer de la boca de varios representantes sindicales de los agentes del Cuerpo Nacional de Policía. Se refieren al caso de la desaparición de los dos secuestradores de un empresario que, tras ser detenidos y puestos a disposición judicial por la Policía, acabaron en la calle con la condición de que se presentaran en dependencias judiciales los 1 y 15 de cada mes. Nadie ha vuelto a saber de ellos desde entonces.
“Lo primero, lo primordial en todo esto por encima de sentimientos, es volver a cogerlos, pero está claro que el disgusto es importante”, insistieron. No es para menos: el dispositivo montado para detener a J.R.C.B., de 43 años de edad, y J.B.V. de 24 años, “duró diez días” en los que los agentes estuvieron “las 24 horas al pie del cañón”. La importancia del caso era tan grande “que se dejaron a un lado otros temas para atender éste con todo lo disponible”.
El secretario regional de la Confederación Española de Policía (CEP), Miguel Campos, fue ayer el más conciso. “Estamos molestos porque hablamos de un caso que se resolvió en un tiempo récord. Hablamos de un delito de los de máxima gravedad y, encima, causa de gran alarma social. Hablamos de armas de fuego, de un piso acondicionado, un zulo que estaba preparado para esta vez, pero también para otras más. Pues bien, en todo esto la única que han cumplido su trabajo ha sido la Policía, en particular el grupo de la Policía Judicial”.
Las fuentes consultadas recalcaron ayer que “está claro que nuestro trabajo es detenerlos y ponerlos a disposición judicial, ahí se supone que acaba y pasan a ser cosa del juez, pero cuando has estado un montón de días sin dormir, haciendo esperas, sin parar ni de día ni de noche y cuando por fin los detienes y pasa esto, el malestar forma parte de la reacción lógica de cualquier persona en una situación similar”. Los agentes del Cuerpo Nacional de Policía no buscan culpables “porque aquí lo prioritario es volver a cogerlos, aunque será complicado”, pero sí quieren mostrar su enfado porque “todos los días invertidos y todo el trabajo que ha llevado el proceso entero no ha servido absolutamente para nada”.
No obstante, desde la Policía reconocieron que “si bien este tipo de situaciones no es rara y ha pasado más veces, Asturias no es un lugar donde lo podamos calificar de habitual, esto es mucho más común en el Sur y Levante”.
El caso El secuestro se produjo el pasado 19 de enero a las cinco de la madrugada. Al menos dos personas entraron en el garaje de la vivienda ovetense de un empresario, socio de un club de alterne de Llanera. Los dos hombres le golpearon y lo metieron en un vehículo aparcado en el mismo garaje. Una vez en el coche, le cubrieron la cabeza con una capucha y, con cinta americana, le ataron de pies y manos.
El vehículo se puso en marcha y 25 minutos después llegó a su destino. Los secuestradores hicieron bajar a su víctima y la metieron en una habitación arrojándola a la cama. En ese momento, los ahora prófugos empezaron a golpear al empresario hasta que lograron sacarle la información que necesitaban para hacerse con el dinero que este escondía en su casa.
Uno de los secuestradores se quedó con la víctima mientras el otro fue a por el dinero a casa del hombre, que vivía solo en ese momento. Allí encontró unos 6.000 euros en metálico.
Tras este proceso comenzó la segunda fase del secuestro. Los dos delincuentes amenazaron de muerte al empresario y le dijeron que su vida, así como la de su mujer y sus hijos, tenía precio, por lo que le proponían lo siguiente. Ellos lo liberarían, pero a cambio él tenía que entregarles en un plazo de 15 días un gran suma de dinero o matarían a su familia. Posteriormente, los secuestradores lo abandonaron en la zona del Naranco. Su rapto había durado cinco horas y poco después comenzaba la investigación policial.
Cuando llegó la hora de hacer el pago, la víctima recibió una llamada telefónica, realizada a través de un dispositivo distorsionador de la voz, en la que se le reclamaba el dinero y se le volvía a amenazar de muerte. El 7 de febrero los secuestradores eran detenidos.
En los registros se descubrió que la casa estaba preparada para el secuestro, aislada y con las ventanas tapadas. La Policía también encontró varias armas de fuego, entre ellas un subfusil, así como silenciadores, un aparato de descargas eléctricas, inhibidores de frecuencias y otros aparatos para perpetrar raptos.