La misión imposible de la Policía Municipal: distribución de 'walkies', bombas de achique para frenar la inundación de la M-30 y turnos dobles frente al apagón
El fallo en el suministro eléctrico colapsó los túneles de la vía y dejó sin ventilación los tramos subterráneos, obligando a escoltar bombas de achique para frenar la acumulación de agua
Luis F. Durán
Juan B. Cañellas
Luis F. DuránMadrid
Madrid
Actualizado Miércoles, 30 abril 2025 - 00:03
La Policía Municipal de Madrid se enfrentó ayer a una jornada excepcional jamás vista en la capital. Durante más de 16 horas trabajaron a destajo para garantizar la seguridad y los servicios públicos en el apagón en un escenario caótico y con miles de coches atrapados entre semáforos que no funcionaban. Los turnos de mañana se prolongaron hasta bien entrada la tarde, y los de tarde enlazaron directamente con la madrugada. Sin descanso. Además, se presentaron agentes voluntarios para trabajar.
Del mismo modo, se logró mantener las comunicaciones gracias a que solo uno de los dos agentes de cada patrulla activó el walkie y se hizo un uso moderado de estos aparatos en cada unidad.
Uno de los objetivos prioritarios fue mantener una comunicación constante con infraestructuras y centros. Se distribuyeron walkie-talkies entre las unidades de intervención y los equipos sanitarios para establecer una línea directa con los hospitales y canalizar, sin intermediarios, cualquier alerta crítica.
La situación más delicada se vivió bajo tierra. Desde los primeros minutos del corte eléctrico, los túneles de la M-30 fueron evacuados y clausurados por completo. "Nada más darnos cuenta de la magnitud de la emergencia, se optó por el cierre total de los túneles", relata Jesús, inspector de la Comisaría de Servicios Especiales de la Policía Municipal.
No se trataba solo de visibilidad. El verdadero riesgo estaba en la ventilación. "Además de la oscuridad, el peligro está en la excesiva longitud de los túneles. El tramo más corto va del kilómetro 13 al 18, sin contar los bypasses, y la falta de fluido eléctrico que pueden provocar la interrupción total de la ventilación", explica el inspector con ya ocho años en esta unidad.
Con tramos que superan los cinco kilómetros, la oxigenación del espacio quedó en manos de los generadores de emergencia. Si estos fallaban, los vehículos y sus ocupantes podían quedar atrapados en una ratonera sin aire. Y eso ocurrió. Las luces de emergencia, que al principio resistieron con un parpadeo intermitente, terminaron por apagarse del todo. Cuando los primeros agentes accedieron al interior, encontraron 30 centímetros de agua cubriendo el asfalto.
"Tuvimos que escoltar una bomba de achique hasta la Calle 30 porque, sin suministro eléctrico y con los generadores fuera de servicio, las bombas no eran capaces de evacuar toda la humedad que filtra desde el río. El túnel comenzó a inundarse a la altura del kilómetro 13", recuerda Jesús.
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Sin ventilación, sin luz y con el agua al cuello, la prioridad absoluta fue evitar que alguien quedara atrapado bajo tierra. El cierre total se mantuvo desde el primer minuto del apagón hasta bien entrada la madrugada.