Autor Tema: La opinión de un ciudadano de la calle  (Leído 420798 veces)

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Re: La opinión de un ciudadano de la calle
« Respuesta #4020 en: 19 de Enero de 2021, 16:17:20 pm »
Menudos anormales los proetarras.

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Re: La opinión de un ciudadano de la calle
« Respuesta #4021 en: 29 de Enero de 2021, 12:59:35 pm »


La desvergüenza


Vivimos en un país en el que lo que es mío, es mío; pero lo que es de todos no es de nadie, así que puede ser robado, esquilmado o destruido sin contemplaciones


La anécdota es conocida. En Estocolmo, un español va a coger el metro (el tunnelbana) y comprueba que hay varios tornos para entrar. En la mayoría es necesario introducir algo, un billete de cartulina o unas monedas para que el torno se abra. Pero hay uno en el que no hay nada, está abierto, puede pasar cualquiera tranquilamente. El español, intrigado, pregunta a la taquillera. Ella le explica que ese torno abierto se ha puesto para aquellos usuarios que no tengan dinero. Él pregunta: “¿Y no les preocupa que mucha gente se cuele por el torno que está abierto en vez de pagar para entrar?” La respuesta de la taquillera es memorable:


–Pero… ¿por qué iban a hacer eso?

Incluso ahora, para nosotros, es difícil comprender esa frase. La empleada del metro, sencillamente, no puede entender que haya personas que, teniendo dinero para pagar el billete, no lo hagan y usen el acceso previsto para los necesitados, cuando ellos no lo son. No le cabe en la cabeza. Vive en un país en el que todo el mundo tiene algo que se llama “conciencia cívica”. Esa mujer tiene no ya la noción general, sino la certeza personal de que el metro es un servicio público por el que hay que pagar; si no fuese así, no funcionaría y sería peor para todos. Y es evidente que esa certeza la comparte la inmensa mayoría de los ciudadanos suecos. Por eso pagan. Y por eso funciona el metro.


Si no llevo mal la cuenta, que me parece que no, ya son más de 700 los “cargos públicos” que han recibido la vacuna de la covid-19 (una dosis o las dos) saltándose el turno que guardamos los demás ciudadanos. Lo pongo en letra para que quede más claro: setecientos jetas que, cuando ustedes lean esto, seguramente serán bastantes más. Que se sepa, al menos.


¿Quiénes son? Bien, pues eso es lo más deprimente. Porque hay absolutamente de todo. Políticos del PSOE, del PP, de los indepes catalanes, del PNV, de todos los partidos. Consejeros autonómicos. Concejales y hasta exconcejales. Sindicalistas. Militares, empezando por el de mayor rango (el general Villarroya, jefe del Estado Mayor de la Defensa). Familiares de políticos o de médicos. Fiscales. Hasta el señor obispo de Mallorca, Sebastià Taltavull, que ha recibido ya las dos dosis, como él dice, “para dar ejemplo”.

A la gran mayoría de estos golfos, porque otro nombre no tienen, les une una misma circunstancia: se han vacunado a la fuerza. Obligados, dicen. Muy a su pesar, porque ellos no querían, no querían. Pero no les ha quedado más remedio que sacrificarse porque, claro está, ¿qué sería de nosotros, de los demás, si ellos faltasen? ¿Quién nos dirigiría, quién nos conduciría hasta el bien con la luz resplandeciente de su ejemplo ético? Porque, como bien decía José Luis Cuerda en aquella célebre película, Amanece, que no es poco, nosotros, los de a pie, somos contingentes; es decir, que podemos ser o no ser. Pero ellos, los líderes, son necesarios.


O a esos dirigentes y liberados sindicales de Asturias, a quienes se consideró, de un día para otro, “sanitarios de primera línea”

La gente está muriéndose a racimos en los geriátricos, en los hospitales, todos los días. Llevamos ya unos 60.000 fallecidos. La gran mayoría, ancianos y sanitarios. Los primeros, por debilidad física; los segundos, porque están en primera línea de combate. Pero, al cabo, todos lo son por voluntad de Dios, ¿verdad?, que es quien los llama. Ah, pero no puede consentirse que esa voluntad, que no hace distingos entre ricos y pobres, entre educados e ignorantes, entre izquierdas y derechas, alcance sin más no ya a la directora médica de Atención Primaria de Cantabria, Beatriz Josa, sino a su señora madre, que fue vacunada por ser vos quien sois, bondad infinita. O a los dirigentes y liberados sindicales de Asturias, a quienes se consideró, de un día para otro, “sanitarios de primera línea”. O a los dueños de tres empresas de ambulancias de Cataluña; no a los enfermeros o a los que conducen los vehículos, no: a los dueños. O al consejero de Salud de Ceuta, Javier Guerrero… y a nueve altos cargos más de su departamento. O al alcalde indepe de Ruidoms (Tarragona), Sergi Pedret, hombre abnegado donde los haya, que se hizo poner la vacuna (a él y a un colega suyo, concejal) porque, claro, si no lo hacían “las dosis se iban a desechar” y no están los tiempos como para tirar nada, ¿verdad?


Los ejemplos son, ya digo, abundantísimos. Las dimisiones, pues miren ustedes: no. Las direcciones de los partidos han pedido explicaciones y renuncias, como no podía ser de otra manera, pero con escaso éxito: estos desvergonzados se agarran a la silla como lapas. Salen en televisión, a veces llorando (Villegas, del PP, consejero de Salud de Murcia, que hizo vacunar también a su mujer y a varios cargos de su departamento) y dando explicaciones infantiles: que “fue sin querer”, que “me obligaron”, que es que “soy paciente oncológica” (la alcaldesa socialista de Molina de Segura, Esther Clavero), cuando serlo añade tanto riesgo de contagio por el virus como ser del Atleti o pelirrojo o zurdo.

Pero el problema es mucho más profundo. Vivimos en un país en el que defraudar a Hacienda es un deporte; quizá cada vez de más riesgo, pero deporte, y a quien lo consigue se le envidia y se le tiene por listo. Un país en el que delincuentes como el Dioni o Jesús Gil o Ruiz-Mateos acaban convertidos en estrellas de la televisión. Un país que ha inventado una palabra casi cariñosa, “pícaro”, para calificar a quienes burlan la ley y se aprovechan de los demás. Un país en el que una institución como la iglesia católica lleva décadas “inmatriculando” (es decir, apropiándose de) miles y miles de edificios y otras propiedades, aprovechando un agujero de la ley. Un país en el que lo que es mío, es mío; pero lo que es de todos no es de nadie, así que puede ser robado, esquilmado o destruido sin contemplaciones. Un país en el que la taquillera del metro de Estocolmo estaría seguramente sin trabajo y aguantando la burla de la gente. Por tonta.


El problema es este: ¿qué habría hecho usted? Si llega el amigo Julito y te dice: oye, que yo tengo contactos, que te pases el lunes por mi farmacia, o por la consulta, o por donde sea, y lo arreglamos, ¿vale? Sí, claro, tráete a tu mujer, y a los chicos, y a la abuela y al perro. Y sobre todo que no se entere nadie. Hombre, en algo habrá que ayudar a los que me traen el frasco, lo comprendes, ¿no? Te va a salir, así a ojo, por…

Repito, ¿qué habría hecho usted? ¿Estaría en el grupo de los que dirían “eres un sinvergüenza y estás jugando con vidas humanas”? ¿O más bien en el de “bah, total, si todo el mundo lo hace… Ande yo caliente…”?


A esa pregunta, que es la más importante porque define cómo es en realidad nuestro país y desde luego qué cabe esperar de él, solo puede contestar cada uno de nosotros. Hagan la prueba. En el baño seguramente tendrán un espejo.


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Re: La opinión de un ciudadano de la calle
« Respuesta #4022 en: 29 de Enero de 2021, 13:19:51 pm »
En la España del Lazarillo, donde el Buscón, es el paradigma del pícaro, no pagaría nadie, en un país donde está bien visto no pagar impuestos, donde las micro corrupciones son más frecuentes que los micro machismos, pero donde no sólo no se combaten, sino que se aceptan con la normalidad de lo contidiano, de lo frecuente, de lo corriente, donde la igualdad, el mérito y la capacidad quedan en el cajón cuando median las cuotas y los amiguismos, donde saltarse la cola es de listos. . . y los que esperan pacientemente su turno son los tontos. . . en ésta España que nos ha tocado vivir, efectivamente, la taquillera del Metro se quedaría sin trabajo, porque nadie pagaría. . . y encima, si levantara la voz como protesta, lo mismo hasta cobraba. . . cómo para que no se cuelen en las vacunas. . .

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Re: La opinión de un ciudadano de la calle
« Respuesta #4023 en: 30 de Enero de 2021, 06:28:23 am »

Brigitte Bardot: "El coronavirus es bueno, regula la superpoblación"

La actriz francesa también se ha mostrado a favor de los regímenes autoritarios y en contra de la inmigración

Bea Téllez de Meneses


Publicado29/01/2021 12:49

Brigitte Bardot, de 86 años, ha vuelto a protagonizar una nueva polémica, esta vez relacionada con el coronavirus. La actriz francesa ve la pandemia como algo positivo porque ayuda a regular de la superpoblación en el mundo.

"Me temo que la covid y las otras epidemias que se están conociendo restaurarán dolorosamente un nuevo orden. Cuando esos 5.000 millones de personas en esta tierra se hayan ido, la naturaleza recuperará sus derechos", ha señalado en el semanario italiano 'Oggi' la que fue una sex symbol de los años 50 y 60.

La actriz de 'Y Dios creó a la mujer', 'El Desprecio' vive rodeada de animales en su mansión de Saint Tropez (Francia) sin recibir visitas. Por ello, Bardot asegura que no toma ningún tipo de precaución para protegerse contra la covid. "No necesito protegerme, no veo a nadie. No serán las cabras las que me contagien".

Después se producían las declaraciones más polémicas de la entrevista que ha concedido Bardot. "¿Me preguntas si este virus es algo bueno? Sí, lo es. Es una especie de autorregulación de una superpoblación que no podemos controlar", sentenció sin sonrojarse.
A favor de los gobiernos autoritarios

La actriz también habló de aspectos relacionados con la política. Se mostró a favor de los regímenes autoritarios y en contra de la inmigración a pesar de que ya ha sido condenada en cuatro ocasiones por incitar al odio racial, la última en 2008 por insultar a los musulmanes.

"Estoy a favor de un gobierno autoritario, capaz de poner orden en el lío en que vivimos. Cuando pienso que el gobierno francés deja al margen a ciudadanos pobres que trabajan duro y reciben menos ayuda que todos estos inmigrantes que nos atacan, me horroriza".

Ante la posibilidad de que sus declaraciones le sirvan para ser acusada de nuevo, e incluso ir a prisión, por incitar al odio racial, señala: "No me importa, que me vuelvan a condenar. Me costará dinero y no me importa. Y si no tengo el dinero para pagar la condena, iré a la cárcel. Sería divertido".


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Re: La opinión de un ciudadano de la calle
« Respuesta #4028 en: 13 de Febrero de 2021, 20:59:27 pm »
https://twitter.com/EstebanNavarroS/status/1360566332077600768?s=19

Aparte de expolicía es bobo.

Viendo como le dejaron la cara, el estado en el que iban los policías y que éstos no presentaban lesiones, evidentemente el padre y su hija no se iban a ir detenidos aunque no hubiese grabación, ocurriría lo mismo que con la grabación.

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Re: La opinión de un ciudadano de la calle
« Respuesta #4031 en: 14 de Febrero de 2021, 18:35:04 pm »
Juez

https://twitter.com/CallejoHernanz/status/1360734922932125708?s=19

Un juez que es un gilipollas, ya que esos descerebrados no abusan de su autoridad, son dos borrachos peleándose con otros.

Le pregunto al juezucho ese ¿los jueces mienten en sus atestados o dicen siempre la verdad? y en el caso de los jueces es más grave, ya que son ellos los que envían a prisión, no los policías.

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Re: La opinión de un ciudadano de la calle
« Respuesta #4032 en: 14 de Febrero de 2021, 18:37:35 pm »
Los jueces expulsados, que por el corporativismo que tienen es difícil que los echen, lo fueron porque lo hacían todo muy bien, no te jode...

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Re: La opinión de un ciudadano de la calle
« Respuesta #4033 en: 14 de Febrero de 2021, 19:15:19 pm »
: La "guerra" de las grabaciones....a ver quien graba más.

https://twitter.com/Cuerpospolicia1/status/1360925737025429506?s=19

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Re: La opinión de un ciudadano de la calle
« Respuesta #4034 en: 14 de Febrero de 2021, 19:40:08 pm »
Y nadie se plantea que una grabación.a una persona y que proviene de la cámara de un policía no puede acabar en las redes sociales....cuando una y otra vez hemos visto a funcionarios con el "No me grabe" o el "Como lo.suba a la red le denuncio".

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Re: La opinión de un ciudadano de la calle
« Respuesta #4036 en: 16 de Febrero de 2021, 19:43:57 pm »


Vox, el octavo pasajero


BY LLUISRABELL ON FEBRER 15, 2021

Los resultados de las elecciones del 14-F van a tener gran trascendencia, tanto en Catalunya como por cuanto se refiere a la gobernabilidad de España. Más allá de sus efectos inmediatos, la onda expansiva de las tendencias que han aflorado en estos comicios se manifestará con fuerza en el medio plazo. Conviene estudiar estos resultados con detenimiento. Y, entre todos, hay un dato que, aunque señalado por los medios de comunicación, no ha sido objeto de la atención que merece: la irrupción de Vox en la escena política catalana. La extrema derecha no sólo logra un grupo parlamentario consistente – con 11 diputados se sitúa por delante de la CUP,  En Comú Podem y, por supuesto, de C’s y del PP -, sino que exhibe musculatura territorial al obtener representación en las cuatro provincias. Pero, todavía resulta más significativo el territorio, las localidades y demarcaciones donde el partido de Abascal obtiene sus mejores resultados: los barrios humildes, en primer lugar en el área metropolitana de Barcelona. En muchos de esos barrios de gente trabajadora, en los que gana netamente el PSC, Vox logra porcentajes de votos de dos dígitos: 14,40% en Badia del Vallès, 10,85% en Barberà, 13,28% en Canovelles, 11,17% en Castelldefels, 10,59% en Gavà, 10,99% en Montornès, 12,09% en Sant Adrià de Besòs, 13,10% en Sant Andreu de la Barca, 11,16% en Viladecans o 11’89% en Sant Vicenç dels Horts, el pueblo de Oriol Junqueras, donde los socialistas superan también a ERC. Sin olvidar ciudades como Santa Coloma de Gramenet (9,88%), Badalona (9’75%) o L’Hospitalet de Llobregat (9,65%). En un distrito tan significativo como Nou Barris, bastión tradicional de las izquierdas cuya movilización fue determinante para que Ada Colau se hiciese en 2015 con la alcaldía de Barcelona, Vox pisa los talones a los comunes (4.914 votos reúne la extrema derecha frente a los 5.168 de ECP).


Las particulares características de Catalunya hacen que, con mucha mayor claridad que en el resto de España, el crecimiento de la extrema derecha se dé aquí en términos “lepenistas”. Vox recoge el voto airado de sectores populares que se sienten socialmente maltratados y culturalmente agredidos. Es la rebelión de los “ñordos” (la expresión supremacista y clasista con que el nacionalismo identitario catalán designa peyorativamente a los ciudadanos castellanoparlantes). En sus barrios, que aún no se habían recuperado de la anterior crisis, han hecho especial mella, a todos los niveles, los efectos de la pandemia. Allí, los escudos sociales se ven llenos de agujeros. Las expectativas de los más necesitados en cuanto al Ingreso Mínimo Vital o a la Renta Garantizada de Ciudadanía se han visto demasiadas veces frustradas. Sus miradas empiezan a volverse, cargadas de sospechas que algunos se encargan de alimentar, hacia los inmigrantes, supuestos beneficiarios de las ayudas que no llegan. Poca mella hacen en esta gente los discursos anti-racistas de una izquierda que perciben lejana y bienpensante: el “procés” expulsó de la catalanidad a esos ciudadanos y ciudadanas. Son los “colonos” que aborrecen Laura Borràs o Joan Canadell, “las bestias que habitan entre nosotros” que denostaba Quim Torra… Están demasiado dolidos e irritados como para escuchar sermones. Cada piedra que lanzó la CUP contra los mítines de Vox no hizo sino victimizar a la extrema derecha, incrementando el flujo de votos hacia sus candidatos. Quienes vivimos de cerca el ascenso del Frente Nacional en Francia aún recordamos los argumentos que podían escucharse en las fábricas: “No somos racistas. Pero la izquierda nos ha abandonado. Votando a Le Pen le vamos a pegar un buen susto. ¡A ver si despierta! “. Ya sabemos cómo acaban esos “votos de castigo”. En cualquier caso, las izquierdas deben sentirse directamente interpeladas por los sufragios populares que van a parar al cesto de Vox, porque plantean crudamente el desafío de los tiempos que se avecinan.


Esos resultados van a tener muchas repercusiones. C´s ganó las elecciones de 2017 a lomos de una oleada de indignación frente a la aventura independentista, propulsando ese enfado como un ariete, sin proyecto alguno. Salvador Illa ha reconducido buena parte de ese caudal de votos apostando por una salida negociada del conflicto. La parte más radicalizada de los antiguos votantes de Arrimadas se ha reagrupado en torno a Vox. PP y C’s han sido humillados ante toda España. El campo de la derecha ha quedado en barbecho. Pero, la llegada de Vox afectará – ¡y de qué modo! – a la vida en el Parlament. A pesar de que difícilmente puede prosperar en estos momentos su investidura, Illa debe intentarlo: necesita postularse como alternativa, sembrar y aguardar su momento. Cabe esperar que el independentismo tratará de componer un gobierno. Sin embargo, no resulta evidente que vaya a conseguirlo. La pugna entre ERC y JxCat no queda, ni mucho menos, zanjada por la exigua ventaja obtenida ayer por Aragonés. Si ERC pretende explorar una vía más dialogante con el gobierno de España, se verá atenazada por Puigdemont y la CUP – que, en los momentos críticos, acaba siempre actuando como escudero de la derecha nacionalista.


En ese empeño por mantener la crispación, Vox puede jugar un papel de primer orden, retroalimentando su discurso y sus iniciativas con los del independentismo radical y envenenando así la atmósfera. La vida no discurre por los cauces de las combinaciones parlamentarias, como si se tratase de un “juego de tronos”. La lucha de clases existe. Las tensiones sociales irán en aumento; las disputas en torno a los fondos europeos y la orientación de los proyectos que deben encauzarlos, también. Pero es que, a nivel internacional, soplan vientos de inestabilidad que se harán sentir con fuerza. La exoneración de Trump por parte del Senado americano nos habla de la fragilidad de la democracia. La formación del nuevo gobierno italiano de Draghi podría ser el preludio del retorno a ciertas exigencias de rigor fiscal por parte de la Unión Europea, estrechando los márgenes de acción de la coalición de izquierdas en España. En estos momentos, cualquier previsión es azarosa. Pueden dibujarse distintos escenarios, incluidos un prematuro colapso de la legislatura y la convocatoria de nuevas elecciones. En cualquier caso, desde el gobierno o desde la oposición, la izquierda debe tomar cumplida nota de la llegada de la extrema derecha bajo unos parámetros cada vez más similares a los que se están dando en los países de nuestro entorno. La advertencia es seria. El peligro no se va a conjurar con gesticulaciones simbólicas, ni aún menos dejándose arrastrar por las provocaciones. La izquierda tendrá que librar la batalla a pie de calle: con argumentos y con hechos. Es decir, con políticas efectivas contra las injusticias y desigualdades sociales. Vox no es un accidente pasajero de nuestra vida política. Son las campanas doblando por el fin de la paz social. El octavo pasajero está a bordo.

Lluís Rabell

16/02/2021

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Re: La opinión de un ciudadano de la calle
« Respuesta #4038 en: 19 de Febrero de 2021, 07:20:46 am »

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Re: La opinión de un ciudadano de la calle
« Respuesta #4039 en: 19 de Febrero de 2021, 18:37:37 pm »