DE CUANDO EN CUANDO
La amabilidad
OLMO
De mis recuerdos como veterano vecino de la villa, conservo algunos de esas personas que realizan su monótono y árido trabajo frente al público, no sólo poniendo pericia, sino también amabilidad. Yo diría que, incluso, alegría.
Recuerdo, por ejemplo, al conductor de un autobús que amenizó mi viaje con unas coplas andaluzas, cantadas con buen arte y a media voz para no molestar. O aquel funcionario municipal que atendía a una se?ora que acudió a realizar las gestiones de un recién nacido. Aún recuerdo la última frase del sonriente funcionario: ?Nada más, se?ora.
Ahora lo que tiene que hacer es criarlo con salud?.
Como son estos escasos ejemplos los que ponen un poco de alegría en el árido trabajo cotidiano, me ha encantado la carta de un lector llamado José M.O. que estuvo por lo visto en esa cola eterna que se forma cada día en la calle Uhagón, ante la puerta donde se tramitan los documentos del DNI.
Con palabras escuetas pero expresivas, mi comunicante me describe así en su carta la actitud de un agente que atiende al publico: ?Con su cara simpática y una paciencia envidiable, como un bondadoso maestro con sus peque?os alumnos, va organizando la cola y respondiendo preguntas y consultas, siempre amable, siempre simpático y hasta dicharachero, dicho sea en el más grato sentido del vocablo?.
El hombre, al parecer, no se altera por nada y, como además tiene acento andaluz, su actuación resulta todavía más grata y hasta sedante: ?Que llega una persona despistada sin saber muy bien qué hacer? El agente la tranquiliza: ?No ze preocupe usté que ahora mismo ze lo digo yo?.
O la respuesta que dio a una se?ora que se lamentaba de haber estado en la cola desde las 7 de la ma?ana: ?Que le vamo a hacé, se?ora. Ya zabemo que la vida es muy dura?.
?Créame (dice el amigo José M.O. en su carta), llegué a aquella cola de mal humor y salí de ella con la alegría en el cuerpo. Y todo porque un policía es capaz de poner simpatía y amabilidad en su trabajo?.