Intervención policial en la Gran Vía
04.06.13 - 00:37 - MERCEDES POZO PÉREZ | MURCIA
En la tarde del 15 de mayo, un autobús 39, -de los llamados 'oruga'-, con estudiantes procedentes de la Universidad hace su parada en el Mercadona de la Gran Vía, donde tres antidisturbios conminan a un estudiante a bajar del mismo.
El estudiante intimidado, obedece a la autoridad ante la mirada expectante del conductor y del resto de viajeros. Una vez en la calle, pregunta a los agentes la razón. Ellos le responden: «ya lo sabes tú». Insiste el estudiante preguntando, ya algo nervioso, en plena Gran Vía. Un policía le contesta que, con un gesto, como de estar rascándose el pelo, les «ha sacado el dedo» desde su asiento en el autobús, a la altura de Hacienda, y que lo han visto desde la furgoneta antidisturbios en la que viajaban. Impotente ante dicha aseveración, el estudiante lo desmiente, a lo que los policías le espetan que es su palabra contra la de ellos tres. Él les contesta, que le están provocando una vergonzosa situación, pues todo el que pasaba se paraba y miraba.
Un agente, el que «llevaba la voz cantante», (por no utilizar otra expresión), le dice que la culpa era suya por elevar la voz y se lo llevan a una esquina donde es identificado, cacheado y se comprueba la inexistencia de antecedentes. El mismo agente, le dice que si reconoce que es cierto que les ha sacado el dedo, no le pasaría nada y romperían los papeles, a lo que el estudiante contesta que no va a reconocer algo que no ha hecho. Se marchan los antidisturbios dejando al estudiante en la Gran Vía, no sin antes comunicarle, que recibirá en su domicilio una carta notificándole que tendrá que presentarse ante un juez.
Cuando mi hijo entra en casa, preso de un gran nerviosismo y cercano a una crisis de ansiedad por la humillación recibida, casi no podía contar lo sucedido, por lo que le acompañamos a denunciar los hechos acaecidos y ponerlos en manos de la Justicia. Denuncia que, por cierto, nos fue admitida... no de muy buen grado.
Estoy en la certeza absoluta, de que 'el dedo' al que se refieren los tres agentes fue fruto de una mala jugada de su imaginación, o se equivocaron de estudiante. No porque crea a mi hijo -que también- sino, porque integrantes de mi familia, marido, padre, hermano, cuñado, son o han sido policías, y porque precisamente, este hijo está haciendo una carrera con el fin de opositar a la escala ejecutiva de la Policía Nacional. Igualmente, por el respeto que a nuestros hijos se les ha inculcado hacia la citada institución y a las personas que en ella trabajan, máxime, cuando su madre ha trabajado en la Jefatura Superior de Policía como administrativa durante treinta y dos años. No obstante, pienso, que en el hipotético supuesto de que hubiera existido la citada ofensa, aunque se equivocaran de persona, la respuesta policial fue, cuando menos, desproporcionada.
Me viene a la cabeza una impactante fotografía a toda página de un periódico, donde un agente, impertérrito, aguanta la cercanía del grito de una mujer desaforada a dos milímetros de su cara y cuya entereza y temple fueron muy comentados.
En el caso de mi hijo, estoy segura de que los agentes no pudieron dormir tranquilos después de su 'valiente' intervención si pensaron un poco en la humillación, indefensión y vergüenza, que le hicieron pasar con su equivocación. Si hubieran dormido a pierna suelta, no merecerían llamarse defensores del orden, ni estar en la institución en la que se hallan.