HACIA LA ‘POLICÍA CIVIL’ DE URKULLU
La Ertzaintza de proximidad que quiere el Gobierno obligará a importantes cambios estructurales.
Tras el final del terrorismo, un millar de agentes cambiará de destino para volver a «patear las calles» y reforzar la investigación
ETA nos obligó a atrincherarnos. Nos sacó de la calle y nos hizo tomar férreas medidas de seguridad porque podías terminar con un tiro en la nuca. Hasta los coches blindados acabaron por aislarnos porque no permitían ni bajar las ventanillas. Allí dentro estás protegido, pero también alejado de la gente. Sin terrorismo, todo esto y muchas cosas más deberán cambiar. Pero no será fácil. Son muchos años trabajando igual y no será sencillo cambiar determinadas inercias, ni en el Cuerpo ni entre los sectores más radicales, después de 30 años». El que habla es un mando policial que responde de esta manera cuando se le interroga por el nuevo modelo que pretende implantar el Gobierno vasco en la Ertzaintza tras el final de la violencia. Se trata de un cambio de esencia en toda regla, del que por el momento solo se conocen las líneas maestras, pero que obligará a «redimensionar y redirigir» la actividad de unidades especiales como la División Antiterrorista, Acompañamientos, Berrocis y la Brigada de Refuerzo, entre otras, para multiplicar la presencia de agentes en la calle. En total, cerca de un millar de unidades podría llegar a cambiar de destino, según coinciden diversas fuentes.
El lehendakari Iñigo Urkullu ha elegido a Estefanía Beltrán de Heredia, una ingeniera técnica agrícola de 52 años con fama de muñidora de acuerdos, para pilotar un cambio de rumbo que ya ha empezado a materializarse por lo más básico: el nombre. La antigua consejería de Interior ha pasado a llamarse Departamento de Seguridad, con lo que se pretende reforzar también en el terreno de lo simbólico el cambio de las prioridades en la actuación de la Policía vasca. En su primera intervención en público, nada más jurar su cargo en Ajuria Enea, Beltrán de Heredia dejó muy claro que su principal reto en los próximos cuatro años –que aparecía ya en el programa electoral del PNV– será devolver a la Ertzaintza al «modelo original» que alumbró su gestación en 1980: un modelo «civil, que sea del pueblo y esté al servicio del pueblo».
Recién iniciada la democracia, la Policía autónoma fue ideada en contraposición a los cuerpos ‘represivos’ que actuaban cuando el delito ya se había consumado. Se pretendía potenciar el carácter de «proximidad» con un despliegue muy amplio y que aspiraba a estar plenamente «integrada» en la sociedad. Sin embargo, esas aspiraciones no tardaron en chocar con la realidad. La violencia de ETA –15 ertzainas han sido asesinados por la banda– condujo a un progresivo repliegue que obligó a descartar las ‘korrikas’ –patear las calles– como práctica de patrullaje y convirtió las comisarías, que aspiraban a ser oficinas abiertas a la ciudadanía, en bunkers dotados de férreas medidas de seguridad.
Más allá de los grandes objetivos planteados con solemnidad, la consejera no dio pistas sobre sus intenciones y no entró en detalles sobre los cambios concretos que supondrá enfocar la labor de la Ertzaintza hacia la seguridad preventiva. Este nuevo escenario se desarrollará en un contexto de drástica caída de los recursos económicos –lo que con toda probabilidad obligará a realizar recortes en Seguridad– y en el que han aumentado las tasas de criminalidad y la percepción de inseguridad ciudadana.
«Pésima organización»
La primera intervención de Beltrán de Heredia le costó sus primeras críticas y generó cierto malestar entre los agentes por utilizar la expresión «policía civil». «¿Antes qué éramos? ¿Militares?», se preguntan. Pero, al margen de disputas concretas, la idea de adecuar el modelo policial genera un sinfín de incógnitas y preguntas sobre cómo se materializará ese cambio en el día a día de un colectivo compuesto por 8.000 agentes y sujeto periódicamente a convulsiones internas.
Las especulaciones se han disparado a raíz de los incidentes del partido que se celebró la pasada semana en el estadio de Anoeta entre las selecciones de Euskadi y Bolivia. Catorce ertzainas resultaron heridos tras el enfrentamiento con un grupo de radicales armados. La polémica saltó cuando los ertzainas denunciaron la «falta de efectivos», la «permisividad» y la «pésima organización» de un dispositivo de seguridad en el que –insistieron– había agentes antidisturbios a los que se encargó realizar labores de seguridad ciudadana y a los que se «impidió» actuar con elementos de seguridad personal, como el casco y el escudo.
Algunos sectores policiales y políticos interpretaron lo ocurrido en San Sebastián como un primer signo de los problemas a los que se puede enfrentar la policía cercana que quiere el Departamento. Según esta versión, la «falta de contundencia» a la hora de diseñar el despliegue de seguridad fue un ejemplo de la nueva política que se quiere implantar en la Ertzaintza tras el final del terrorismo. Y, en este sentido, advierten de que lo ocurrido es una muestra del riesgo que entraña querer «dar pasos demasiado rápido» cuando todavía existen en la sociedad comportamientos de «tiempos pasados». Aunque no todas las voces opinan igual. De hecho, hay mandos que entienden que los incidentes de Anoeta fueron simplemente el resultado de una «mala planificación» que «no habría ocurrido en Bilbao o en Vitoria» y que «todavía es pronto» para percibir modificaciones en esa línea.
Sea como fuere, distintas fuentes coinciden en que la reestructuración de la Policía autonómica obligará a adecuar –y en algunos casos incluso suprimir– unidades específicas y se deberá modificar el material y los protocolos de actuación que se implantaron como consecuencia de la amenaza terrorista. Según los mismos medios, los casos más claros son la División Antiterrorista y de Información (DAI), compuesta en la actualidad por unos 500 agentes y la unidad de Acompañamientos, creada en 1998 ante la incapacidad material de proporcionar protección a todas las personas amenazadas por ETA. La pregunta que flota en el aire atañe al grado de profundidad de estos cambios, ya que se da por hecho que los grupos de análisis e información de fenómenos terroristas no se eliminarán por completo, aunque sea con otro nombre. Los efectivos que se consigan arañar de estas unidades podrán utilizarse para potenciar las patrullas a pie de la Ertzaintza y también para fortalecer la investigación de delitos especializados, que es otro de los pocos objetivos que Beltrán de Heredia ha proclamado públicamente.
Impartir disciplina
El encargado de ejecutar esta tarea será el nuevo director de la Policía autonómica, Gervasio Gabirondo. Arrinconado en la etapa socialista, este guipuzcoano ya fue uno de los ertzainas de máxima confianza del exconsejero Javier Balza (19992009). Los que le conocen le definen como un mando «experimentado» y «reservado», al que no le tiembla el pulso a la de hora de impartir disciplina y que apoya su gestión en las estadísticas y los programas de calidad.
A partir de ahí, en la Ertzaintza se da por hecho que el nuevo Departamento de Seguridad tratará de desmontar algunos de los proyectos y de las medidas emprendidas por el Gobierno socialista en estos tres últimos años. Como una especie de adelanto de los planes jeltzales, el burukide Koldo Mediavilla aseguró el viernes que la gestión de Rodolfo Ares ha estado trufada de «apaños, remiendos, ocurrencias, desbarajuste en general». En un artículo muy crítico, dejó entrever que el PNV tratará de poner orden en un «colectivo de difícil gobierno» en el ámbito laboral y marcado por los «intereses personales» enmascarados de «afinidades ideológicas». Mediavilla acusó también al PSE de haber ejecutado una «soterrada transformación» de los cuadros de mando y de la Policía autonómica en general a base de «prebendas».
La nueva consejera, que expondrá con más detalle sus intenciones en el Parlamento, deberá lidiar en un departamento que desgasta como pocos. De hecho, en solo dos semanas, sin apenas tiempo de formar su equipo, ya ha tenido que afrontar dos crisis políticas –los incidentes de Anoeta y la polémica de la retirada de banderas españolas en algunas comisarías– que dan una idea de la complejidad del reto al que se enfrenta.
ErNE CELEBRARA UN CONGRESO EN ABRIL SOBRE EL MODELO POLICIAL
El sindicato Erne, mayoritario en la Ertzaintza, celebrará los próximos 24 y 25 de abril en el Palacio Euskalduna de Bilbao un congreso para debatir sobre el modelo policial que se debe potenciar en Euskadi con motivo del fin del terrorismo. La central invitará a diversos expertos policiales y a representantes de la judicatura y de la sociedad civil para que expongan sus criterios acerca de los cambios que se deben emprender en la Policía vasca. Erne entiende que el nuevo modelo debe asentarse en el «consenso» y debe estar alejado de «la batalla política», que es «uno de los principales problemas» de la Ertzaintza. El sindicato mostró su disposición a debatir con la nueva consejera, pero advirtió que se colocará enfrente si decide aplicar «recortes» en los derechos laborales y en los salarios de los agentes.
La central mayoritaria entiende, en todo caso, que en este nuevo tiempo se deben reforzar las unidades de Seguridad Ciudadana y de Brigada Móvil –antidisturbios– y considera que se debe profundizar en la investigación para hacer frente a la «inseguridad creciente».