Es difícil ser más ignorante
Hay que ser rematamente estúpido para añorar un régimen como el de Franco y que además ni conoció por que nació en 1968.
Las 'elecciones' del franquismo que defiende Ortega Smith: así se votaba durante la dictaduraEl secretario general de Vox ha protagonizado una polémica al hablar de los comicios convocados por Francisco Franco y "que ganaba siempre el régimen": una verdad a medias
ublicado 24/10/2020 04:45
Actualizado24/10/2020 6:27
Para Javier Ortega Smith, no cabe duda: durante el franquismo “había elecciones” y “las ganaba siempre el régimen”: “Otra cosa es que fueran democráticas o no”. El secretario general de Vox ha defendido esta semana con esas palabras la existencia de comicios durante la dictadura en un polémico rifirrafe con el presentador de La Noche en 24 Horas, Xabier Fortes, tras arremeter contra quienes pretender “reescribir” la Historia de España al hablar de la II República en términos de “democracia, paz y orden”.
Lo cierto es que sí, durante el franquismo se celebraron diversos 'comicios', aunque estos no pueden ser considerados verdaderamente democráticos. Para Miguel Ángel del Arco Blanco, historiador y profesor de la Universidad de Granada, “hay cuestiones que están clarísimas”: “En el franquismo, el poder no emana del pueblo, no había separación de poderes ni división Iglesia-Estado, no hay alternancia en el poder ni partidos políticos, y hasta el año 66 hubo censura previa y desde entonces censura a posteriori”. “En ese contexto, que haya referéndums da exactamente igual”, sentencia en declaraciones a Vozpópuli: "Lo cojas por donde lo cojas, no tiene ni pies ni cabeza".
Por todo ello, como Del Arco, la mayor parte de historiadores niegan la validez de declaraciones como las recientemente vertidas por el secretario general de Vox: "Hay unos mitos arraigados en la derecha en España y no entiendo por qué la derecha no se ha desprendido de ellos". "Es difícil que alguien pueda haber reflejos de democracia durante la dictadura, y la idea del franquismo como parte de la modernización y que propició la democracia es una verdadera de barbaridad. "Y esto es lo que está detrás de las palabras de Ortega Smith", remacha el experto: una 'verdad' a medias.
Solo una parte de los españoles pudo dar su opinión, pues quienes tenían antecedentes judiciales o habían sido afines a la República durante la Guerra Civil estaban excluidos del censo electoral, descontando además a todos los exiliados que en ningún momento tuvieron la oportunidad de expresarse. Únicamente podían votar -para elegir a diputados y concejales- los cabezas de familia, es decir, aquellos hombres que estuvieran casados y superaran la mayoría de edad, fijada entonces en los 21 años. Solo en las postrimerías de la dictadura pudieron votar las mujeres, y tampoco todas: las que hubieran contraído matrimonio.
Con esas condiciones, sin libertades públicas ni sufragio universal, en España hubo diversos procesos electorales amparados por la dictadura. El régimen franquista convocó concretamente dos referéndums para tratar de homologarse con las democracias de su entorno y dar una apariencia de legalidad: en 1944 -para aprobar la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado- y en 1966 -para impulsar Ley Orgánica del Estado-, ambas a proposición del propio Francisco Franco, quien, a pesar su condición de dictador, llegó a votar por su continuidad.
Este último fue, según Del Arco, "el más importante" de los convocados por el régimen, pero en ningún caso es posible hablar de comicios democráticos: "Los referéndums no son garantía de una mejor democracia y están de hecho en cuestión, pues los académicos no identificamos más democracia con más votación, sino con mecanismos de control del poder y participación ciudadana". Miguel Ángel del Arco pone de ejemplo "el referéndum de la independencia de Cataluña: "Tiene muchos peros, incluso asumiendo el valor que pudo tener para quienes participaron".
Los referéndums no son garantía de una mejor democracia y están de hecho en cuestión, pues los académicos no identificamos más democracia con más votación, sino con mecanismos de control del poder"
Miguel Ángel del Arco Blanco - historiador
Distinta fue la votación que puso fin a jurídicamente a la dictadura. Tras la muerte de Franco, el Estado convocó otro referéndum que le permitió pasar "de la ley a la ley a través de la ley" -como sostuvo Torcuato Fernández-Miranda- al ratificar la Ley de Reforma Política que dio paso al periodo democrático. Por ello, los historiadores consideran que este referéndum no puede encajarse dentro de la etapa dictatorial, sino en el marco de la Transición.
Un censo de "cabezas de familia"
Además de los referéndums, también se celebraron durante la dictadura dos elecciones varias elecciones sindicales y dos de procuradores a Cortes -1967 y 1971- y ocho elecciones municipales, en las que ni siquiera era posible elegir a la mayoría de los concejales. Los alcaldes y los presidentes de las diputaciones eran elegidos por el propio franquismo, tal y como establecía la Ley de Bases del Régimen Local, que fue posteriormente modificada para incluir parcialmente a las mujeres entre las electoras y las elegibles: “Dos representantes de la familia por cada provincia, elegidos por quienes figuren en el Censo Electoral de las Cabezas de Familia y por las mujeres casadas”.
Tanto en las elecciones a Cortes como en las municipales, solo los cabezas de familia podían elegir a uno de cada tres representantes
Los comicios municipales servían únicamente para designar a uno de cada tres ediles; en cualquier caso, era el gobernador el que tenía la última palabra sobre los nombramientos, que iban preceptivamente acompañados de los informes elaborados por los propios regidores y la Guardia Civil. Ese “tercio familiar” también se aplicó para las comicios a las Cortes franquistas, que fueron constituidas en 1942. Un cuarto de siglo después de su creación, la dictadura permitió que una tercera parte de los diputados -procuradores- fueran elegidos directamente por las familias, que junto al municipio y el sindicato, componían las “entidades naturales” que a ojos del franquismo expresaban la voluntad popular en esa "democracia orgánica", como se autodenominó el régimen, igual que hicieron otras tantas dictaduras del siglo XX.
El referéndum de "Franco sí"
El franquismo se perpetuó sin la necesidad de ampararse en una legitimidad de la que carecía, aunque hizo alarde de aquellos comicios para tratar de conferirse una condición democrática. “España se ha votado a sí misma”, celebraba el NO-DO tras el referéndum de 1966 con el único eslogan de “Franco sí” para refrendar la Ley Orgánica de Sucesión. Pero ni siquiera el propio régimen, pese a su tendencia al aperturismo para mejorar su imagen en el exterior y evitar así una intervención aliada tras la II Guerra Mundial, asumía la validez del sistema representativo conferido por las propias instituciones franquistas.
Aún en 1963, el periódico ‘Arriba’, rotativo de cabecera del régimen, sostenía que “el pueblo sabe que su destino no se juega en unas citas electorales”
Aún en 1963, el periódico ‘Arriba’, rotativo de cabecera del régimen, sostenía que “el pueblo sabe que su destino no se juega en unas citas electorales”. Fue un axioma desde los primeros compases de la dictadura. Ya en 1944, con motivo de la celebración de las primeras elecciones sindicales, el gobernador civil de Málaga, Emilio Lamo de Espinosa, reconoció que la dictadura se había instaurado “por el esfuerzo de una guerra” y que “sólo una acción de sentido igual pero contrario” podía “dar al traste” con su “continuidad política”, tal y como recoge 'Diario Sur' en su artículo 'Las elecciones del franquismo'.
La obsesión del franquismo
Pese a saberse en disposición de mantener su poder y restar importancia a los comicios, la participación en los mismos fue una de las grandes obsesiones del régimen franquista. Necesitaba darse aires de legitimidad y no valía con un “sí” mayoritario: la victoria tenía que ser aplastante. Por ello, controló los censos y las mesas y promovió activamente el voto, no solo desde las instituciones del Estado, sino también mediante la Iglesia, que respaldó abiertamente al dictador desde el primer referéndum de 1947, alentando a los católicos a estar “en paz y gracia de Dios” apoyando la continuidad del caudillo al refrendar su permanencia en el poder que él mismo se había otorgado.
Conseguir alta participación en las elecciones fue una de las grandes obsesiones del régimen franquista
La participación en las elecciones de 1947 rozó el 100% y estuvo por encima del 90% en el referéndum de 1967, no solo por el interés de la ciudadanía en la trascendencia de los comicios, sino sobre todo porque el voto era obligatorio, y se contemplaban sanciones económicas para aquellos que eludieron su deber de participar. Incluso teniendo en cuenta que "toda la campaña era a favor del sí", como apunta Del Arco, "es muy raro que en un referéndum se supere el 70%... de hecho, el 65% es una votación alta": "Algo no cuadra".
Pese al afán del franquismo por controlar y movilizar los votos a su favor, la sociedad española fue inclinándose paulatinamente por la abstención
Sin embargo, pese al afán del franquismo, la sociedad española fue inclinándose paulatinamente por la abstención. En una de las últimas elecciones del régimen, los comicios municipales de 1973, la participación cayó hasta el 48,5% mientras se disparan las denuncias de irregularidades que llevaron a la anulación de los resultados de decenas de colegios electorales, prueba de la desafección hacia el sistema franquista y los cambios que ya en ese momento estaban fraguándose en España.
Franco, Stalin, Hitler, Mussolini y otros dictadores que votaron
La contradictoria imagen de un dictador votando -su propia permanencia en el poder- no es exclusiva de España. En el entorno europeo, es posible encontrar otros ejemplos similares. Porque democracia no es sinónimo de votar, los grandes tiranos del siglo XX han depositado papeletas en urnas. Desde Stalin hasta Adolf Hitler votó para apoyar la anexión de Austria al III Reich en un referéndum celebrado en 1938, ya en plena dictadura nazi.
Porque democracia no es sinónimo de votar, los grandes tiranos del siglo XX han depositado papeletas en urnas
En Portugal, un envejecido Salazar depositó su papeleta en los comicios para elegir presidente de la República. Y de Mussolini, a pesar de que no hay constancia fotográfica de su participación en unas elecciones, existe una imagen mítica de su rostro en el centro de una pancarta -en el Palazio Braschi de Roma- repleta de síes para alentar el voto a favor de la lista única de los 400 hombres que conformaron el Gran Consiglio del Fascismo en el año 1934.
Stalin, votando en Moscú el 13 de diciembre de 1937.