Sucesos de Castilblanco.
“De Aquellos polvos estos lodos”,
Sucesos de Castilblanco 31/12/1931 Por Moisés Domínguez Núñez.
Este dicho castellano viene al pelo para unos luctuosos acontecimientos que acontecieron en un pueblecito badajocense y que explican la ruptura social que dio origen a la Guerra Civil. En 1931 el campo extremeño vivía sumido en el más absoluto atraso y abandono. Las tierras estaban en manos de unos pocos propietarios que explotaban sus latifundios en régimen casi feudal, cuando no las tenían destinadas para una de las aficiones favoritas de los neo-señores caciquiles, la caza de la zurita, la perdiz, el venado o el guarro-jabalí. La industria simple y llanamente no existía. El 12 de abril se produce la victoria de los republicanos. Se proclama la II República y el rey Alfonso XIII, debe exiliarse rumbo a Marsella, saliendo de España por el puerto de Cartagena y Niceto Alcalá Zamora es designado Presidente del Gobierno. Parecería que el cambio de Régimen abocaría indudablemente en un cambio radical en la situación del campo español y de la caótica situación socio-laboral en la que vive sumida España. Pero esto no sucede. Azaña se ganará el descontento de algunos de los sectores más influyentes de la población. En primer lugar, da pasaporte a los militares con su ley de reserva transitoria mandando a sus casas a muchos oficiales que habían obtenido sus ascensos en las guerras de Marruecos y cierra la Academia Militar de Zaragoza. En segundo lugar, la quema de conventos por el mes de mayo en Madrid y expulsión del Cardenal Segura hace que la Iglesia prevenga a sus fieles contra la II República. La lentitud de las medidas transformadoras hará que los sindicatos salgan a la calle reclamando un fulgurante cambio en la realidad socio-económica española degenerando en múltiples huelgas en Sevilla, Bilbao, la metalúrgica en Barcelona, telefónica en Madrid, etc. que no hará sino encrespar más los ánimos de una población empobrecida y analfabeta. Para enfrentarse a esas masas enfervorecidas existe un cuerpo armado que deberá emplearse con contundencia, el Benemérito Cuerpo de la Guardia Civil (La Guardia de Asalto no se creó hasta el año 1932). Desde el primer momento el Benemérito Instituto se verá con mucho recelo; por ejemplo, en el desfile de la toma de posesión de Alcalá Zamora, el público insultó a la Guardia Civil. A partir de ese momento este Cuerpo militarizado será objeto de las iras de los sectores más radicales, que lo ven como una simple correa de transmisión de la clase capitalista conservadora que ve derrumbarse a pasos agigantados sus monolíticos y seculares derechos históricos y que las utiliza como una fuerza reaccionaria enemiga del pueblo. En un artículo de Manuel Adame, en Mundo Obrero de 15/12/1931, tilda de esta guisa a la Guardia Civil: “Urge constituir los Soviets de campesinos por el arma más formidable que podemos ofrecer a las fuerzas motrices de la revolución…Es cuestión de meses, de semanas, tal vez de días… La Guardia Civil se va a encontrar frente a toda la población del campo en plena rebeldía y dispuestos a ser los únicos dueños de la tierra”. Esta semilla de odio hacia este Cuerpo armado maduró muy pronto.
Castilblanco era un pequeño pueblecito de la Sibería extremeña cerca de Herrera del Duque, de apenas 2700 habitantes y muy mal comunicada con el exterior. A él se accedía después de cruzar en barcaza el ancho Guadiana que, por su cercanía casi acaricia las primeras casas del pueblo. En Castilblanco tenía una fuerte implantación el sindicato FNTT (UGT). Los días 30/31 de diciembre de 1931 la región extremeña se ve envuelta en una huelga general contra la insoportable situación del campo. El 31 de Diciembre de 1931, los lugareños de Castilblanco participaban en una manifestación de más de 500 personas sin que el Alcalde, Felipe Mangano López, pusiera muchos impedimentos (afiliado al Partido Radical, había sido designado por el artículo 29 y eso tenía indignados a los Socialistas, que no lo veían con muy buenos ojos, según la revista Mundo Gráfico “era un hombre cetrino, feble, que viste blusa azul y pantalón de pana”). La concentración la encabezaban los dirigentes socialistas locales, abanderada con una pañoleta carmesí, dirigiendo sus gritos de frustración contra la Guardia Civil y el Gobernador Civil Álvarez Ugena para exigirle las responsabilidades por su inoperancia ante la ansiada reforma agraria que no acababa de llegar. También se sospechaba como coadyugante de la movilización dos hechos de carácter local: El primero, el Gobernador había hecho detener al alcalde y a tres concejales socialistas del Ayuntamiento de Almendralejo. El segundo, la expulsión de un secretario socialista del Gobierno Civil que estaba al frente de una oficina, llamado Domingo (ABC 06/01/1932). Ya fuera por un motivo u otro, todas las casas del pueblo de la provincia saldrían en peculiar procesión de protesta. Sobre las 11 de mañana en la calle del Calvario, como expresó el diario Mundo Obrero -las masas toman la ofensiva-.
Por orden del Alcalde los tres números y el Cabo de la Benemérita salen de la Casa Cuartel de Castilblanco, se dirigen a la cabeza de la manifestación, que marchaba hacia al Ayuntamiento desde la Casa del Pueblo, sita en la misma y fatídica calle de tan simbólico nombre, y les conmina a que se disuelva inmediatamente, pues la concentración no había sido autorizada (el día anterior los huelguista desconvocaron otra manifestación que se había disuelto pacíficamente). La muchedumbre empieza a abuchear a los beneméritos y se oye un ¡Muera la Guardia Civil¡ y alguna piedra impacta en los brillante y negros tricornios . Los guardias disparan al aire. Suena otro disparo -de una escopeta de perrillo- que hiere en la pierna al Cabo de la Guardia Civil José Blanco Fernández (Natural de Pontevedra de treinta y cuatro años y casado). En un momento la turba rodea al cabo y a los tres números.
El Cabo José Blanco Fernández recibe por la espalda una puñalada mortal (deja viuda y una niña), como reacción otro Guardia Civil dispara matando a un paisano llamado Hipólito Corral e hiriendo a otro. Los manifestantes como en Fuenteovejuna –todos a una- se echan encima de los Guardias Civiles Francisco González Borrego, de veintinueve años, natural de Barcarrota, único Guardia soltero del puesto, y que por esas casualidades de la vida el día de su muerte se corrían en la Iglesia las amonestaciones para su boda con una chica del pueblo, llamada Damiana López Horcajadas. Según algunos testigos era un muchacho simpático y generoso y alternaba con los mozos; Agripino Simón Martín, de treinta y tres años, natural de Badajoz, deja viuda y un hijo; José Matos González natural de Badajoz, deja viuda llamada Sinforosa Rubio Reyes y dos hijos Allí mismo los linchan y asesinan a base de machetazos, hoces, palos y cantazos. Siendo horriblemente mutilados. Destrozan los mosquetones de los Guardias rompiendo las culatas y quitándoles el cerrojo. Las mutilaciones son horribles; en el informe oficial expresa: “Los ojos no existen. Los dientes han desaparecido también como consecuencia de los golpes recibidos. Los cráneos destrozados, dejan salir la masa encefálica y son, en fin, los cuerpos despojos acribillados y finalmente machacados con piedras”. Ese mismo día, en el pueblo de Feria, dos Guardias civiles son heridos debido a unos disturbios, un paisano resulta muerto y varios más heridos.
Como resultas de todo ello la huelga general se suspende en toda la provincia. Pasaron varias horas hasta que el telegrafista del pueblo comunicó al Gobierno Civil lo que había ocurrido, los cuerpos inmolados no fueron movidos. Casi de anochecida se presentaron desde los pueblos cercanos un buen número de guardias civiles. Al frente de aquella tropa de uniformes verdes se encontraba el Teniente Coronel de la Guardia Civil Pedro de Pereda que después de dar el debido pésame a los familiares, y ante la insistencia de “las gentes de orden” deja un buen destacamento de los suyos. El día de año nuevo -uno de los más fríos que se recuerdan- se presentó en el pueblo el fiscal de la audiencia, y el Gobernador Civil que prosiguieron con los pésames a los familiares de las víctimas en nombre del Gobierno Republicano.
La Prensa inmediatamente se hace eco de los hechos, el mismo día 1 de Enero de 1932 salta la noticia a todos los periódicos. Mientras, los diarios de izquierdas expresan que la culpa es toda de la Guardia Civil que ha provocado a los huelguistas (Diario El Socialista 02/01/1932 llega a expresar: “...Y se da el caso absurdo de que haya muchos miembros del la Guardia Civil que por un explicable acomodamiento a través de varios años de relación y trato con aquellos elementos sigan representándose a estos provistos de más autoridad que quien le ejerce legítimamente por voluntad popular” (He de expresar que contrariamente a lo dicho en este panfleto, el Comandante de puesto de Castilblanco el Cabo José Blanco Fernández tan solo llevaba 7 meses destinado en Castilblanco).
El Comité del Partido Comunista solicitaba el 2 de Enero la inmediata disolución de la Guardia Civil , y gritaba ¡Salvad a los campesinos de Castilblanco¡ ¡Haced retroceder a esos verdugos mercenarios!. Los diarios de derechas manifiestan que han sido los manifestantes quienes han provocado este aquelarre de muerte. El semanario Reacción (09/01/1932, Nº 24) expresa: “Los cuatro cadáveres de los guardias del puesto de Castilblanco, son cuatro nombres más a añadir a la larga lista de los mártires del orden. Cayeron víctimas de su deber, intentando hasta el último instante de su vida mantener el orden y la paz.
El Benemérito Cuerpo de la Guardia Civil es blanco estos últimos tiempos de una campaña desenfrenada y odiosa de insultos y vejaciones. La ha sufrido con el silencioso heroísmo peculiar de tan gloriosa Institución”. Particularmente critico es el periódico “La Voz Extremeña” que hace responsables a los diputados por la provincia de Badajoz Margarita Nelken y Manuel Muiño de infaustos sucesos a los que acusa de haber soliviantado los ánimo de los campesinos con sus mítines enfervorizados. Muiño llega a expresar “que en Castilblanco no hubiese pasado nada si no hubiera habido Guardia Civil”. Así mismo se atribuyen al Teniente General José Sanjurjo unas declaraciones en las que responsabiliza a Margarita Nelken de estos hechos -por los discursos incendiarios de esta mujer-.
El propio General Sanjurjo salió a la una y media de la tarde del sábado 3 de Enero de 1932 hacia el lugar del suceso con sus ayudantes, llegando sobre las siete de la tarde a Castilblanco . Él mismo relata la llegada al pueblo, la trascripción no tiene desperdicio. “…Castilblanco respecto a la capital, está en un extremo. Es de dificilísimo acceso. Yo tuve que hacer un viaje de cinco kilómetros sin camino, por entre el encinar, hasta encontrar la orilla del Guadiana, rió que se pasa en una balsa y después, andando por un camino malísimo, conseguí llegar a Castilblanco, enclavado, como todos saben, en la Siberia Extremeña…”. Ante los periodistas, el General es muy locuaz, amnifestando: – Ni en Monte Arruit en la época del derrumbamiento de la Comandancia de Melilla, los cadáveres de los cristianos fueron mutilados con un salvajismo semejante. Hubo mujeres que bailaron ante los restos de las victimas – Para las revistas “El Sol" o “La Libertad" no es menos satírico. Evidentemente después de estas declaraciones, sumadas a la que realizó por los sucesos de Arrendó (Logroño) donde los Guardias Civiles mataron a 6 civiles, tuvieron como consecuencia que fuera destituido inmediatamente como Director de la Benemérita. (5/02/1932) no sin antes prevenir -de las fatales consecuencias que puede acarrear esos trágicos sucesos-.
Trasladado a la Dirección General de Carabineros, fue sustituido por el General Cabanellas, ambos tendrian un participación activísima en la sublevación del 17 de Julio de 1936. Gregorio Marañon da una interpretación más racional de los hechos: -Si de este crimen sale sólo un castigo y no una experiencia provechosa, entonces habrá fracasado el sentido de este generosa revolución-. Después del asesinato, algunos vecinos llevados por el pánico se encerraron en sus casas. Otros huyeron a la sierra, como fue el caso del Alcalde, porque, según decían, temía por su vida. Los guardias iviles empiezan a recorrer las calles del pueblo entrando en las casuchas de adobe e inmediatamente arrestan a 45 vecinos (29 de ellos no saben ni escribir su nombre), entre ellos al presidente de la Casa del Pueblo y Juez Municipal Justo Fernández López que dirigía la manifestación; a Hilario Bermejo, alias “El Retuerto”, albañil de profesión, al que se detuvo al encontrase en su casa el machete que pertenecía al cabo; al sepulturero; al carpinter y, pasados unos días, también es detenido el Alcalde como causante “moral “ de los sucesos. Todos son llevados con los brazos alzados al Ayuntamiento que es convertido en una improvisada cárcel. Allí son cacheados y las ropas ensangrentadas delatan a los culpables. Empiezan los primeros interrogatorios en la galería de la Casa Consistorial que da al balcón de la calle del Calvario, donde se concentra la gente para observar a los detenidos. El frío es intensísimo, las temperaturas bajan a menos de 7 grados, y empieza hacer mella en los detenidos que siguen con los brazos en alto. Según la declaración del Ministro de la Gobernación en el Congreso de los diputados del día 5 de Enero de 1936: “Los presos estuvieron en el balcón para evitar toda falsa imputación de que se les coaccionaba en una habitación oculta para que prestaran declaración”.
Mientras los cuerpos son traslados por los compañeros de los fallecidos al cementerio del pueblo, donde se improvisa una camilla con una mesa de matanza, donde los médicos realizan las autopsias al aire libre, después son llevados al destartalado depósito. Desde la capital van llegando los familiares que vienen a recoger los cuerpos antes de marchar con los ataúdes a la capital de la provincia donde serán enterrados. El cura del pueblo realiza una homilía por las almas de los desdichados. Sobre las 4 de la tarde del día 4 de Enero, llega a Badajoz el General Sanjurjo y sobre las nueve de la noche llegó desde Madrid, en automóvil, el Ministro de Gobernación, señor Santiago Casares Quiroga (abogado gallego, representante de los partidos galleguistas antimonárquicos en el comité revolucionario que se encargó del poder el 14/04/1931, fue, además, ministro de Marina) La repercusión mediática va ser tremenda. En Madrid, cientos de personas muestran su apoyo a los familiares concentrándose a las puertas de la Dirección General de la Guardia Civil dando donativos y firmando en los pliegos colocados al efecto en la puerta del organismo. Desde todos los puntos de España se reciben manifestaciones de adhesión en esta Dirección General de la Benemérita (por ejemplo en Córdoba y Villa de Don Fadrique se realizan colectas para donarla a los familiares de los muertos. En Bilbao se celebra una misa en la Parroquia de Santiago por el alma de los desdichados Guardias Civiles). Los funerales, que habrán de celebrarse en la Catedral de Badajoz en la mañana del día 5 de enero, superan todas las expectativas . Las exequias se celebran bajo la tutela del Obispo de la diócesis.
Las fotos de la época muestran una muchedumbre llevando a hombros los féretros, que partieron desde el Cuartel de Santo Domingo hacia la Catedral. La comitiva fue en total silencio y tardó casi dos horas en llegar a la Seo. Al acto religioso asistieron, entre otras personalidades, el Ministro de la Gobernación, que pronunció al finalizar el acto unas breves palabras de agradecimiento a la Guardia Civil que fueron aplaudidas por los asistentes. El General Sanjurjo entregó 5000 pesetas a la familia de cada uno de los guardias muertos. Ante estos incidentes la vida política del país se caldea, llegando la discusión política hasta el mismo Congreso de los Diputados. Al reanudarse las sesiones de las Cortes el 5 de enero de 1932, hubo un enfrentamiento dialéctico entre los diputados radicales y católicos (Diego Hidalgo y Beunza) y los socialistas (Margarita Nelken y Eduardo Ortega y Gasset). La base de la discusión ponía en juego la misma existencia de la Guardia Civil por parte del sector progresista y la defensa a ultranza del Benemérito Cuerpo por el sector conservador. El tema quedó zanjado con la participación del presidente Manuel Azaña, sus palabras son incuestionables y no dejan lugar a dudas de quiénes fueron los verdugos y las victimas: “Permitidme que exprese mi asombro, porque con motivo de un suceso en el que nadie podrá decir que ha habido un abuso por parte de la Guardia Civil, se haya puesto en litigio o se haya querido poner en litigio el prestigió mismo del Instituto; no en las Cortes, ciertamente, sino fuera de aquí. Cualquiera diría que en Castilblanco ha sido la Guardia Civil quien se ha excedido en el cumplimiento del deber, y no deja de pasmarme que cuando cuatro infelices guardias han perecido en el cumplimiento de su obligación se ponga precisamente a discusión el prestigio del Instituto como si hubieran sido estos guardias, no los muertos sino los matadores “.
Otro problema que se planteo fue cuál sería la jurisdicción que conociera de los hechos. Mientras que desde algunos sectores de izquierda se debate vivamente contra la aplicación del fuero de guerra. Será el propio Gobierno quien dictamine, tras consulta preceptiva a la Auditoria de la división militar de Madrid, que será un tribunal militar quien conocerá del proceso por los asesinatos. Eso es así, pues según el Código de Justicia Militar de la época, la agresión a un militar será constitutivo de delito militar y, por lo tanto, juzgado por esta jurisdicción sujeto al artículo 5 de la Constitución Española de 1931. Los detenidos pasaron a disposición judicial y fueron preventivamente encerrados en la prisión provincial de Badajoz en espera de juicio. No fue hasta Julio de 1933 cuando se celebrará la vista por la causa por los sucesos de Castilblanco, que tendrá como sede el Cuartel de Menacho en Badajoz. El fiscal del Consejo de Guerra será el Comandante del Cuerpo Jurídico militar Ricardo Calderón. Presidirá el Tribunal –un viejo conocido- el Coronel del Regimiento de Infantería Castilla Nº 3, José Cantero Ortega. De los 45 detenidos inicialmente fueron procesados veinte hombres y dos mujeres.
Durante el juicio, el público abarrotó los bancos de la Sala, ya que la vista era pública. Según Luís Jiménez Asúa, serían condenada a pena perpetua seis personas. Nunca se pudo identificar a los verdaderos culpables de aquel horrible asesinato. Como dije al principio -de aquellos polvos estos lodos- las causas que originaron la Guerra Civil se hunde más allá de 1936 y de un levantamiento espontáneo de cuatro generalitos.
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