. . . espera a que lleguen los fríos del invierno . . .
LOS NÚMEROS Y LA OPINIÓN PÚBLICA FUERZAN EL CAMBIO
Europa se cierra en bandaDe las bienvenidas de verano a las medidas para evitar la avalancha esbozadas por los jerarcas europeos, mucho ha cambiado en el clima político respecto a la crisis de los refugiados.
Carlos Esteban
Viernes, 9. Octubre 2015 - 22:51
Oh, Europa, cómo hemos cambiado en solo unas semanas. ¿Se acuerdan de ese aluvión de #RefugeesWelcome, el espontáneo ejército de voluntarios decididos a prestar sus casas, donar dinero, burlar a los guardias para ayudar a los refugiados sirios? Sobre todo, ¿recuerdan los 'selfies' de romance otoñal que gustaba hacerse con migrantes nuestra antaño Dama de Hierro alemana, su compasiva bienvenida con los brazos abiertos -"¡Dadme a vuestros rendidos, a vuestros pobres, vuestras masas hacinadas anhelando respirar en libertad!"- a cuantos llegaran vagamente del Este asegurando ser un refugiado; Juncker & Co. frunciendo el ceño y amenazando con sanciones al húngaro Viktor Orbán por su dureza de corazón?
Bueno, eso era en verano, cuando los medios nos bombardeaban con mujeres y niños, sobre todo muchos niños y dramas desgarradores y aún podía creerse que todos los que venían eran eso, familias de inocentes refugiados sirios huyendo directamente de zonas de combate. Y, sobre todo, en números asumibles. Hasta desde el Bundesbank urgían a aceptarlos como una solución para la baja natalidad alemana. Después de todo, ¿qué diferencia puede haber para Deutsche Bank o Mercedes entre un alemán y un sirio?
Pero ha llegado otoño, hemos aprendido un montón de cosas -como que no son todos sirios, que no todos vienen directamente de Siria, que son mayoritariamente varones adultos y en edad militar, que el efecto llamada (efecto fiesta en Facebook) ha funcionado y la riada aumenta hasta contarse en millones y que hay indicios de que la convivencia con los nativos podría ser menos que perfecta-, y el corazón de los jerarcas europeos se ha enfriado considerablemente. Viktor, todo está olvidado, pelillos a la mar.
Medidas de contención
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El pasado jueves se reunieron los responsables de los gobiernos de la Unión Europea para tratar del asunto y acordaron, entre otras cosas, acelerar las deportaciones de los inmigrantes ilegales y discutir la creación de una fuerza fronteriza pancomunitaria.
Angela se resiste, sin embargo, a abandonar su papel de santa patrona de los refugiados y ha declarado que no cerrará las puertas a cal y canto o, en palabraras de su vice, que Alemania no "levará el puente".
Pero Alemania es una república federal, y no todos los Länder más cercanos a la frontera sudeste están muy por la labor de pagar la generosidad de Merkel. El primer ministro del estado de Baviera, Horst Seehofer, se ha atrevido a desafiar a la canciller amenazando con restringir la llegada de inmigrantes a su Land por su cuenta y riesgo.
Seehofer las llama "medidas de autodefensa" y las ha esbozado en una entrevista concedida al diario Bild: además de iniciativas de "integración, educación y formación", no descarta limitar el flujo de inmigrantes mandándoles de vuelta a Austria y enviando a los refugiados legítimos a otras partes de Alemania.
Por su parte, el Ministro de Interior austriaco ha advertido de la muy seria e inmediata posibilidad de que estallen "motines" en la frontera.
Lo urgente, coinciden los mandatarios europeos, es que quienes vean rechazada su solicitud de asilo abandonen efectivamente los países de acogida. Hasta ahora, de las 470.000 ordenes de expulsión emitidas el año pasado, menos de un 40% por ciento se cumplieron.
En las conclusiones de la reunión se especifica que "un aumento en las tasas de retorno debería actuar como factor disuasorio de la migración irregular“. Ah, ese "debería". También se ha aprobado la detención de quienes se oculten para evitar la expulsión y se ha solicitado que se ejerzan presiones sobre países africanos y de otras zonas del Tercer Mundo, para que acojan a quienes Europa expulse. En caso de poner pegas, los paquetes de ayuda exterior podrían reducirse, amenazan.
¿Qué ha pasado?
Algunas cosas ya se las adelantamos en su día en GACETA.ES. Y no han mejorado, precisamente. Desde el punto de vista de nuestros gobernantes, dos son los cambios clave: el número, que no para de crecer hasta el punto de que la acogida resulta física y económicamente imposible, y el cambio en la actitud del público, es decir, de quienes al final pueden descabalgarles de sus poltronas en las urnas.
Una avalancha inasumible
Se suponía -así lo expresó su angélica canciller- que Alemania daría al mundo un ejemplo de liderazgo moral recibiendo con los brazos abiertos a todos los refugiados sirios que aparecieran por sus fronteras. Y, hasta cierto punto, así fue en un principio, hasta que el flujo se convirtió en riada incontenible, sobrepasando todas las posibilidades de infraestructura de acogida. El pasado mayo, recordarán, el Gobierno alemán dijo que este año esperaba que llegaran entre 300.000 y medio millón de refugiados, el doble que el año pasado. Ahora, pocos meses después, la cifra que manejan los medios es de millón y medio. Y a principios de semana se advirtió desde Bruselas que tres millones más podrían dejar Siria rumbo a la UE. Resultado: un 80% de los alemanes quiere que se vuelvan a imponer controles fronterizos.
No necesariamente frente a 'refugiados' legítimos, ni siquiera a sirios: desde Senegal a Afganistán, hordas de migrantes económicos han decidido aprovechar el río revuelto de la crisis de los refugiados para alcanzar El dorado europeo y sus generosos Estados del Bienestar. Miles de ilegales -perdón: de inmigrantes africanos que han entrado ilegalmente- se hacinan desde hace meses en Calais con la esperanza de cruzar el Canal de la Mancha hacia esa meca de prestaciones sociales que es Gran Bretaña.
Conflictos y condiciones tercermundistas
Pero entre los países ricos de la UE es Alemania la que está viviendo más de cerca lo que, de no detenerse la marea, nos espera a todos. De entrada, y aunque nuestro muy progresista amor a la diversidad nos haga extraordinariamente tolerante de otras culturas y costumbres -lo que está aún por ver-, parece que no sucede lo mismo con los recién llegados, que andan continuamente a la gresca entre ellos, en bandos divididos por nacionalidad, etnia, tribu o religión, por lo que se ha empezado a recomendar a los trabajadores sociales que separen a los refugiados siguiendo estos criterios. El último caso de que tengo noticia fue la batalla campal entre paquistaníes y albaneses (¿guerra en Paquistán, en Albania?) en número de cuatrocientos en el campamento levantado cerca de la ciudad alemana de Calden.
Las condiciones en los campos de 'refugiados' son infernales. Los médicos se niegan a entrar sin seguridad, los casos de prostitución forzada, acoso sexual y violaciones son tales que las autoridades se esfuerzan por ocultar los datos. En el campamento de Calais, investigadores de la Universidad de Birmingham describen condiciones absolutamente tercermundistas, con las ratas infestando el lugar y sus habitantes defecando en el suministro de agua. Si a esto sumamos la muy razonable sospecha, abiertamente apoyada por los portavoces del IS, de que entre los musulmanes recién llegados abunden los yihadistas con instrucciones de atentar en Europa, la creciente hostilidad de la opinión pública resulta más que comprensible.
Hostilidad abierta
La opinión contra la entrada incontrolada de 'refugiados' gana adeptos en todos los países. Un reciente encuesta llevada a cabo en la República Checa y en su vecina Eslovaquia revela que la mitad de los primeros y un 61% de los segundos se muestran contrarios a proporcionar asilo incluso a quienes huyen de zonas en conflicto, según informó el miércoles Ceske Noviny.
El estudio, llevado a cabo en la primera mitad de septiembre por el centro de estudios sociológicos checo CMMV, revela que en torno al 40% de los checos consultados están dispuestos a ofrecer a los refugiados un lugar temporal de acogida, y solo un 4% se muestra partidario de dejar que se queden de forma permanente.
Desgraciadamente, esta hostilidad no se limita a expresarse en las encuestas ni la violencia y la criminalidad procede siempre de los recién llegados, lejos de ello. El ministro del Interior alemán, Thomas de Maiziere, declaró este miércoles que se han cometido 490 delitos contra albergues de refugiados este año. "Estamos asistiendo a un aumento masivo de los ataques sobre la base de la hostilidad nacional", ha señalado en declaraciones a los periódicos del grupo Funke. Según el ministro, dos tercios de los atacantes son ciudadanos sin historial delictivo. "Me parece un dato muy preocupante", añadió.