NUEVO ESCÁNDALO DE LA ONU
Violaciones y pederastia, nuevo escándalo en las misiones de la ONU
A cuatro militares que participaban en la misión de paz de las Naciones Unidas en la República Centroafricana se les acusa de haber prostituido a menores de edad, incluso niñas de 13 años.
Pedro Fernández Barbadillo
Viernes, 15. Enero 2016 - 12:13
En un campo de refugiados cerca de la capital de la República Centroafricana, supuestamente protegido por la ONU, cuatro militares practicaron sexo con niñas de hasta 13 años de edad. Aunque la ONU no ha dado la nacionalidad ni mucho menos los nombres de los acusados, se ha sabido que uno proviene de Burundi, otro de Francia, el tercero de Gabón y el último de Marruecos. En ese campo, llamado M’poko, como en muchos otros, hay una red de prostitución montada por los propios nativos, que ofrecen a niñas y adolescentes por medio dólar.
Éste es el último caso de la larga lista de escándalos sexuales en que está involucrado el personal de las Naciones Unidas y que hasta ahora queda impune. Actualmente, esta organización, fundada por los Aliados en la Segunda Guerra Mundial, tiene desplegados en torno a 125.000 militares por todo el planeta, más miles de funcionarios y cooperantes civiles.
La guerra civil en las repúblicas nacidas de la desmembración de Yugoslavia en la última década del siglo XX mostró la incapacidad de los europeos para controlar su territorio y, también, fue el comienzo del desprestigio de las Naciones Unidas, cuyos secretarios generales eran entonces el egipcio Butros Ghali (1992-1996) y Kofi Annan (1997-2006).
Los entonces alabados cascos azules, el ‘ejército de la paz’, no sólo no impidieron las batallas, sino que en algunos casos asistieron impasibles o consintieron matanzas de civiles desarmados. Un tribunal de La Haya condenó en julio de 2014 al Estado holandés por el comportamiento de un batallón de militares de su país destinado en Srebenica y bajo cuya jurisdicción unas milicias serbias asesinaron a 300 bosnios.
Burdeles abiertos en Camboya
Los escándalos sexuales estallaron en Camboya, debido a las denuncias de los misioneros cristianos y los cooperantes. En 1992, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó el envió al país asiático de 21.650 cascos azules. Y, según el corresponsal de El Mundo David Jiménez, hoy director del periódico,
“Lo primero que hicieron los cascos azules al llegar al país fue abrir decenas de burdeles y llenarlos con jóvenes y niñas compradas a familias desesperadas. Cuando el médico suizo Beat Richner se presentó ante el jefe de la misión para alertar de la situación, preocupado por un súbito aumento de casos de sida, Yasushi Akashi respondió que los chicos tenían derecho a divertirse un poco. ‘Boys will be boys’, dijo.”
Una de las consecuencias fue la irrupción del SIDA en un país que hasta entonces había estado libre de esa plaga.
Las violaciones, los estupros, la prostitución, el pago de sexo por comida, medicinas o por unas monedas perpetrado por estas fuerzas de paz, se ha documentado en las siguientes misiones: Liberia, Haití, Bosnia, Kosovo, Costa de Marfil, Sierra Leona, Timor Oriental, Mozambique, Sri Lanka, Congo… Y los militares violadores pertenecen a un abanico de nacionalidades: pakistaníes, sudafricanos, franceses, uruguayos, chadianos, italianos, tunecinos, rusos, indios, belgas, marroquíes, nepalíes, ecuatoguineanos, etcétera.
Impunidad absoluta para los criminales
Del comercio del sexo también se han beneficiado el personal civil de la ONU, empleados de las ONG y hasta altos mandos militares, como el coronel canadiense Lewis MacKenzie, uno de los jefes militares de los ‘cascos azules’ en Bosnia. Sin embargo, Annan y su sucesor, Ban Ki-moon, se han negado a desvelar los nombres de los violadores.
Pese a las promesas de la cúpula de la ONU de poner fin a la conducta de la su personal, las violaciones y el fomento de la prostitución se mantienen hasta el punto de que el actual secretario general, Ban Ki-moon, las calificó hace unos meses de “cáncer en nuestra organización”. Ante el fracaso de su anunciada política de ‘tolerancia cero’, su reacción en agosto pasado fue la de obligar a dimitir al jefe militar de la misión, el general senegalés Babacar Gaye, y advertir de que empezará a dar los nombres de los países cuyos militares o policías cometan estos delitos.
Desde que hace más de 20 año se reconociese la existencia de estos delitos, la elite de las Naciones Unidas, que pretende ser un modelo de ética para el resto de la humanidad, todavía no ha elaborado un procedimiento para que las víctimas puedan denunciar ni para castigar a los delincuentes.