Me han mandado un enlace a una página que recoge un artículo al actual Museo de la PMM que fue "construido" y ubicado en un punto de la ciudad a
raíz de uno de los actos más vergonzoso jamás ocurrido del que sindicatos hoy hiperactivos poco exigieron en su momento.El museo de la Policía Municipal de Madrid mayo 8, 2015
Fotos de Eloy J. Santos
Las fotos en el enlace:
http://www.vice.com/es/read/el-museo-de-la-policia-de-madrid-864Nuestra alcaldesa Ana Botella se despide este mes del cargo y conviene ir planeando los homenajes pertinentes. Cena de clausura en el despacho de Cibeles y paseo nocturno por la Villa Olímpica. ¡Uy, perdón! Si en Madrid no tenemos... Eso y una visita al Museo de la Policía Municipal, uno de los diamantes mejor escondidos de la ciudad.
Está claro que los tiempos han cambiado porque a los niños de los ochenta no nos traían a estos sitios tan ricos en matices. Como mucho a la fábrica de La Casera o la de tapices -en orden de importancia en mi vida-, pero nada de porras y uniformes. ¿Cuántos futuros policías habrían salido de estos muros en mi generación? ¿Cuántos espíritus cívicos y protectores habrían fraguado sus deseos de bien entre estos objetos?
La función de este templo de la ley, el orden y el civismo es "enseñar" al público "una labor de nosotros que se desconoce, la cívica, social y preventiva". Lo dice Francisco Javier Alonso, el policía municipal encargado de enseñar el museo, "sobre todo a visitas organizadas de colegios".
Primer fallo: el edificio está demasiado escondido detrás de la Avenida Ciudad de Barcelona, bajo un cubo de láminas metálicas y coronado con el símbolo mondrianesco de la Policía Municipal de Madrid. Pero con Francisco a mi lado, esta visita es una de las más placenteras que recuerdo a un museo de los que llaman "temáticos". No me sentía tan desbordado desde que conocí el Museo Centro de Entrenamiento y Visitantes de la NASA en Robledo de Chavela (Madrid), un rincón tecnocampestre con satélites a escala, réplicas de trajes espaciales, vacas y antenas gigantescas -el Complejo de Comunicaciones con el Espacio Externo fue uno de los puestos clave en el seguimiento espacial de la llegada a la Luna, y sigue funcionando-.
De vuelta al planeta Tierra, lo verdaderamente llamativo de este lugar son sus maniquíes. Un must. Porque aquí hay placas conmemorativas, gorras, sombreros y botas de todo tipo, aparatos analógicos y electrónicos de escucha, alcoholímetros y porras y armas... pero sobre todo hay maniquíes.
"La mayoría los traemos de unos grandes almacenes. Tenemos un compañero que es uno de los mayores coleccionistas europeos de parches de pecho y hombro, tiene 25.000, y que nos ayuda con estas cosas", me dice Francisco, leonés de 58 años "con 35 como policía". De repente me siento sobrecogido por una extraña sensación. Una pregunta que me desconecta de la escena mientras Francisco sigue contándome que "aquí están todos los uniformes de la Policía Municipal que se conservan".
¿Está la Policía Municipal de Madrid desactualizada en términos de clichés sexuales?
No lo parece. Los visitantes de este centro -al menos yo- se vuelven a casa pensando en hombres con cutis de bebé, pestañas de dos centímetros y extraños bigotes -que posiblemente antes estaban en la sección "complementos"- o mujeres preciosas en uniformes de choque para disolver manifestaciones.
"¿Conoces el dicho de a buenas horas, mangas verdes, no?", me pregunta Francisco.
"Por supuesto", le respondo. "Quién no lo conoce".
(Se nota que hemos llegado a una de las partes fuertes de la visita guiada).
"Pues lo decimos por este policía". Francisco señala una miniatura con uniforme negro, sable y bufanda y botas verdes.