Yo muchas veces me pregunto si jueces y fiscales viven en un mundo paralelo distinto al de la realidad cotidiana, y es en ese mundo de fantasía donde caben toda clase de actuaciones que no hacen sino confundir, e incluso irritar, a quienes desde fuera no comprenden tales actos.
El mundo judicial es uno de esos ?submundos? del engranaje administrativo dónde la actuación de un ?todopoderoso? determina lo que está bien y lo que está mal, que emite autos y sentencias usando de un vocabulario incomprensible para la mayoría de las personas, y que se otorga una capacidad ?endiosada?, valorando durante meses una actuación que en la mayoría de las ocasiones se habrá producido en cuestión de segundos, pero como este ?todopoderoso? es un ser humano tiende a equivocarse, pero sus equivocaciones no producen el mismo efecto que en cualquier otra profesión, no, el ?todopoderoso? parece ser que no rinde cuentas a nadie y que sus actuaciones no han de sufrir ninguna corrección por parte de sus superiores, sólo así podríamos entender las escasas sanciones administrativas que el órgano competente aplica tras verificar las quejas de esos ciudadanos a los que la Justicia dice servir, esa Justicia, ?autómata?, carente de sensibilidad, que olvida a las víctimas de los hechos delictivos y cuya ?bandera? es la igualdad de todos ante la Ley.
Acudir al amparo judicial es tanto como querer tocar la luna desde la ventana de nuestra casa, pues quizás, buscando ese amparo puedas encontrarte ante una actuación incomprensible, injusta, lenta, arbitraria y ?endiosada?.
Y es que nuestra justicia ya se sabe, es parte del ?engranaje?, ese engranaje que necesita de más jueces, de más juzgados, de más funcionarios, para que el ?engranaje? no deje de ?funcionar?.
O no?.