¿Son las mujeres más roñosas que los hombres?
En la interesante pelicula que se proyecta ahora 'El año mas violento'( 'A most violent year' en inglés) descubrimos que el protagonista, en un momento en que esta asfixiado económicamente y a punto de perder una importante suma que entregó como arras de una adquisicion, remueve Roma con Santiago para encontrar la cantidad que le falta y se percata con estupor de que su mujer puede sacarlo del apuro porque había acumulado una cifra muy jugosa sisando a sus espaldas regularmente dinero del negocio que ambos tenían.
La cónyuge, interpretada por la atractiva Jessica Chastain, le revela que necesitaba tener un colchón para hacer frente a su porvenir y al de sus hijos si el matrimonio o las cosas iban mal. Este temor al futuro es el que parece explicar que las mujeres estadounidenses, y quizás las de otras partes del globo, sean unas donantes mas cicateras que los hombres. Varios estudios en Estados Unidos muestran que tanto en obras benéficas como en donaciones políticas, en aquel país los fondos aportados por los particulares son la espina dorsal de cualquier campaña, las mujeres van muy a la zaga a la hora de contribuir. La publicación 'Politico' afirmaba que en la carrera electoral de 2004 los diez mayores donates varones habían aportado 51 millones dolares. Las diez mayores femeninas sólo 8 millones.
El argumento de que las mujeres ganan menos que los hombres y que, en consecuencia, podían aportar menos no valía en este caso, estamos hablando en los dos supuestos de personas verdaderamente millonarias. Puede aplicarse, sin embargo, a la generalidad. La brecha salarial sigue siendo aún importante entre los dos géneros en el país mas importante del mundo. Las mujeres, se concluye, ingresan menos y donan menos.
Los analistas, con todo, aportan una razon atávica, la mencionada al inicio. Las mujeres son precavidas, quieren arropar a su familia en caso de que pierdan de algún modo a la pareja de la que dependen. Shauna Shames, una profesora de ciencia política de la Universidad de Rutgers, opina que muchas mujeres, aunque tengan ingresos saneados, "no piensan que el dinero es suyo, lo ven como de la familia. En consecuencia, dar dinero a un político es como quitárselo de la boca a sus hijos". En una revista especializada en temas filantrópicos se describe una escena en la que a una charlista que quiere mentalizar a su audiencia femenina sobre la necesidad de ayudar a buenas causas se le ocurre preguntar a cuantas les preocupaba la posibilidad de quedarse sin casa y acabar sin dinero para llegar a fin de mes, por divorciarse u otros motivos y ve que la mayor parte de las asistentes levantan la mano afirmativamente. Un sondeo de 2013 señala que este temor se daba en la mitad de las mujeres que ganaban unos 28.000 euros anualmente y en un increíble 27% de las que ingresaban mas de 170.000.
La mayor longevidad femenina en todas las sociedades influye asimismo en la inclinación en tener unos ahorros minimos para la viudedad.
Otros comentaristas aducen otra razón para la aparente cicatería femenina. Según ellos, las mujeres necesitan un contacto personal con la persona a la que donan, alguna clase de relación con el candidato político o con los dirigentes de una obra benéfica. El argumento no es totalmente convincente. Los hombres disfrutan con la misma intensidad del roce personal. Cuando Clinton u Obama, o ahora Jebb Bush y, en unas semanas, Hillary Clinton acuden a un cocktail o una cena en la que los asistentes podrán charlar, tocarlos, incluso sentarse a su mesa las cantidades que los donantes entregan son infinitamente superiores a las que normalmente aportan los que no asisten. Hay tarifas tácitas como bien saben bastantes hombres de negocios que luego aterrizan como Embajadores americanos en el extranjero (en los países desarrollados, por supuesto). Recordemos también como muestra de la debilidad de hombres y mujeres por el trato personal la existencia del venerable dormitorio Lincoln en la Casa Blanca. Varias parejas tuvieron el honor de pasar en el una noche y cenar o charlar con los Clinton en la época que Bill era presidente. Los agraciados, todos simpatizantes demócratas, habían contribuido espléndidamente al triunfo electoral de Mr. Clinton.