Las cloacas de la Guardia Civil de Málaga: un reguero de 6 muertos, coca y el palacio de un agente. E. E.La aparición del cadáver de una mujer en la piscina de una finca hace 11 años ha levantado una costra de corrupción policial en la Benemérita.
12 octubre, 2019 02:28
Cocaína Corrupción Hachís Guardia Civil Investigación policial
Andros Lozano @AndrosLozano
Rosa Garrido, antigua empleada de El Corte Inglés, ahora enferma de cáncer, dice que mientras tenga fuerzas no descansará hasta saber quién mató a su hermana Lucía. El 30 de abril de 2008, el cuerpo de Lucía Garrido, de 48 años, divorciada y con una hija, apareció flotando en la piscina de la finca de 10.300 metros cuadrados en la que vivía, en Alhaurín de la Torre (Málaga). El cadáver presentaba golpes en la cabeza, había sido degollada, apuñalada en el cuello y asfixiada dentro del agua. Hoy, 11 años después, su hermana, su hija y el resto de su familia no conocen quién la mató. Tienen la certeza de saber quién lo hizo y quién lo encargó, pero no lo recoge ninguna sentencia. La Justicia ha sido incapaz de meter en prisión al asesino [o asesinos] de una mujer que “sabía demasiado”.
Rosa se enteró de la muerte de su hermana la misma tarde del 30 de abril de 2008. Lo que nunca imaginó por aquel entonces es que el asesinato de Lucía levantaría una densa costra de corrupción policial que llega hasta nuestros días. Porque el reguero de sangre no acabó en el óbito de su hermana. Hasta la fecha, ya van seis muertes relacionadas con el caso. Y ni un solo condenado.
Un año después de la muerte de Lucía, su exmarido, Manuel Alonso, mató a dos hombres colombianos que irrumpieron en la finca Los Naranjos, donde vivían su ex y su hija tras el divorcio, donde él mantenía un negocio de animales exóticos y adonde el Servicio de Protección a la Naturaleza (SEPRONA) de la Guardia Civil llevaba los ejemplares incautados.
Aquello sucedió a noche cerrada. A Manuel Alonso le dispararon ocho veces. Ningún tiro alcanzó su cuerpo. Él, en cambio, pegó dos disparos que le sirvieron para matar a los dos asaltantes. Luego, como tenía licencia de armas, alegó legítima defensa. Una jueza archivó el caso. En la pistola que apareció junto a uno de los dos cadáveres no se encontró ADN de la víctima. En cambio, sí de una tercera persona de la que nunca se conoció la identidad. Hasta ese momento iban tres muertos. El tiempo traería tres más.
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Años después, en 2014, Asuntos Internos de la Guardia Civil investigó los hechos tras recibir un anónimo con información confidencial sobre la noche que murieron los dos colombianos. En sus informes posteriores, los investigadores concluyeron que ambos casos, el de Lucía y el de los colombianos, estaban unidos.
Señalaron que el exmarido de Lucía Garrido usaba la finca como guardería (almacén) de hachís y cocaína, que estaba conchabado con una ristra de guardias civiles corruptos y que su antigua mujer le “estorbaba” en sus turbios negocios porque seguía viviendo allí y estaba documentando lo que veía.
Uno de esos agentes corruptos, Valentín Fernández, participó en la investigación tanto del caso de la muerte de Lucía Garrido como de los dos colombianos. Ambos terminaron archivados. Valentín Fernández era teniente y jefe de la Policía Judicial de la Guardia Civil de Málaga. En 2016, fue condenado a 10 años de prisión por narcotráfico. En esa misma causa a Manuel Alonso se le impuso una pena de tres años y medio de cárcel. Ambos tienen recurrida la sentencia.
Los chicos de Asuntos Internos también supieron, gracias a varios testigos protegidos, que la misma persona que mató a los dos colombianos [Manuel Alonso, según él mismo reconoció] estaba involucrada en la muerte de Lucía Garrido. Durante la investigación, los agentes de Asuntos Internos sufrieron contravigilancia por parte de una docena de compañeros del cuerpo.
Finalmente, 11 años después, se llegó a juicio por la muerte de Lucía. Se celebró el pasado septiembre en la Audiencia Provincial de Málaga. En el banquillo de los acusados se sentaron Manuel Alonso como autor intelectual del asesinato de su antigua pareja sentimental, dos ex guardias civiles -uno de ellos se había construido un castillo con dinero de dudosa procedencia-, y un cuarto hombre acusado de ser el autor material del asesinato de la mujer.
Pero un jurado popular declaró inocentes a los cuatro. Durante la instrucción alguien se había encargado de matar a tiros a dos de los testigos protegidos cuyo testimonio podría haber arrojado luz al caso. Uno de ellos murió a balazos en Mijas (Málaga). El otro, en Colombia. Hay un tercero en paradero desconocido. Además, uno de los 12 guardias civiles que husmeó en los archivos del cuerpo para saber quiénes eran los agentes de Asuntos Internos se suicidó un par de meses antes del juicio.
En total, ‘el caso de la Finca de los Naranjos' ha dejado seis muertos: la propia Lucía Garrido, los dos colombianos abatidos por Manuel Alonso, los dos testigos protegidos acribillados a tiros y el guardia civil que se quitó la vida. Parece el guión de una película, pero no lo es. Se trata de una realidad que se esconde bajo la imagen de una provincia paradisíaca. El asesinato de Lucía Garrido ha levantado las cloacas de la Guardia Civil en Málaga. Y el hedor que desprenden es nauseabundo. EL ESPAÑOL ha hecho una reconstrucción de un caso que sigue planteando más interrogantes que ofreciendo respuestas.
[ESTE ES EL 'QUIÉN ES QUIÉN' DE LA HISTORIA]
Lucía Garrido. Su cuerpo apareció flotando en abril de 2008 en la piscina de la finca Los Naranjos de Alhaurín de la Torre (Málaga). Presentaba evidentes signos de haber sufrido una muerte violenta a manos de una o varias personas.
Manuel Alonso. Exmarido de Lucía y padre de una hija que ambos tenían en común. Tenía una empresa de animales exóticos en la finca. Está condenado por narcotráfico.
Derian José Morales Feria y Edward Andrés Gómez. Murieron a tiros en la finca Los Naranjos un año después de la muerte de Lucía Garrido. De origen colombiano, pertenecían a una banda criminal. Manuel Alonso les quitó la vida.
Amador Pérez Luque y José Antonio Bandera. Ex guardias civiles conchabados con el narco. El pasado septiembre fueron a juicio junto a Manuel Alonso y al presunto autor material del asesinato de Lucía Garrido.
Ángel Vaello García, alias El Rana. Un informe pericial de Asuntos Internos halló su ADN en una llave encontrada en la escena del crimen de Lucía Garrido. Fue acusado de asesinato.
Valentín Fernández. Teniente de la Guardia Civil y jefe de la Policía Judicial de la Comandancia de Málaga cuando mueren Lucía Garrido y los dos colombianos. Dirigió ambas investigaciones. En 2016, se le condenó a 10 años de prisión por narcotráfico.
Alexander Jiménez Bonilla, Ruki. También colombiano. Un testigo protegido lo señaló y dijo que él podía ofrecer información sobre la muerte de Lucía Garrido. Fue acribillado a tiros en Mijas en 2017. Una moto se detuvo junto a su coche y lanzó una ráfaga de disparos contra él.
La muerte de Lucía Garrido
Horas antes de morir, Lucía Garrido estuvo de compras. A las 10.27 horas de la mañana del 30 de abril de 2008 estaba en la perfumería Hinojosa de Málaga, en la calle Héroes de Sostoa. A las 12.29 cogió un autobús que la dejó en la barriada Zapata de Alhaurín de la Torre, donde tenía aparcado su Renault Clio. Al llegar, se montó en el vehículo y condujo unos minutos hasta la finca en la que ella y su hija vivían.
Al llegar a Los Naranjos, Lucía metió el coche en la finca y lo aparcó en un camino de grava. Echó el cerrojo al portón de entrada y sacó del vehículo las bolsas de la compra. Era sobre las 14.20 horas. Sara, de 12 años, todavía seguía en el colegio. Pero, con el bolso aún colgado del hombro y de camino a la puerta de la casa de 730 metros que había en la finca, alguien oculto que la esperaba le golpeó varias veces en la cabeza con un grueso ladrillo de barro. También la degolló.
Luego, el agresor arrastró su cuerpo hasta el borde de la piscina. Allí, según la autopsia, probablemente le propinó una puñalada que le seccionó la yugular. Mientras la mujer forcejeaba gracias a un último hilo de vida, el agresor la asfixió introduciéndole la cabeza en el agua. Horas más tarde, el cuerpo de Lucía Garrido apareció flotando en la piscina.
Unas semanas antes, la mujer había contado a su entorno más próximo que estaba documentando todo lo que veía en Los Naranjos “como seguro de vida”. Unos días antes de morir le dijo a su hija: “Prepárate para lo peor”. Su ex, Manuel Alonso, había retirado los dos mastines que tenía en la finca para protegerlas.
Tras matarla, el agresor cogió el bolso de Lucía y lo llevó a la puerta de entrada de la vivienda. Rebuscó hasta encontrar el móvil. Se lo llevó. Nunca más volvió a aparecer el terminal. Lo que los investigadores sí encontraron durante la inspección ocular fue una llave. Apareció tras una tinaja. No era de Lucía. Estaba reluciente, como si la copia fuera reciente. Servía para abrir el portón de entrada de los coches. Si la llevaba la persona que la mató, pudo entrar al inmueble sin necesidad de saltar la pared de la fachada.
Interior de la finca Los Naranjos, donde en menos de un año mueren Lucía Garrido y dos hombres colombianos.
Interior de la finca Los Naranjos, donde en menos de un año mueren Lucía Garrido y dos hombres colombianos. E. E.
La ruptura de Lucía Garrido con su ex, en 2006, había sido traumática. Lucía había denunciado cuatro veces a su marido por violencia de género, e incluso había declarado en sede judicial que él la amenazó de muerte. Todas las denuncias fueron archivadas. El juez concedió el uso de la casa de Los Naranjos a la madre y a su hija. A su vez, Manuel podría seguir haciendo uso de la parte de la finca en la que estaban los animales exóticos.
¿Una coartada premeditada?
El día que muere Lucía Garrido, Manuel Alonso viaja a Cádiz con la que es su nueva pareja. A las 12.09 horas detiene su coche en la gasolinera del área de servicio Río Castor de Estepona. Allí reposta 60 euros. Paga con dos billetes de 50 y le devuelven 40.
Desde allí va al zoológico de la localidad gaditana de Castellar de la Frontera, donde charla de varios temas con su dueño. Está allí durante un par de horas. Luego se dirige hasta el restaurante La Barca del Estrecho, en La Línea de la Concepción, donde realiza una consumición en barra de 11 euros. Curiosamente, pide una factura con el gasto. Sobre esa hora alguien ya ha entrado en su finca y ha asesinado a Lucía.
Desde La Línea, Manuel Alonso y su pareja se dirigen después a las playas de Sotogrande. Y de ahí, a San Pablo de Buceite. Luego se encaminan a Ronda. Pero por el camino, pese a haber recorrido sólo 119 kilómetros, reposta de nuevo en una gasolinera de Guadiaro, muy cerca de Sotogrande. Echa 30 euros de gasoil.
Una cámara de seguridad del negocio recoge su imagen en la cola para pagar. Viste una camiseta de color claro y lleva unas gafas de sol en el cuello de la prenda. Una vez en Ronda, ya entrada la tarde, recibe una llamada. Le cuentan que Lucía ha aparecido muerta en la piscina de la finca Los Naranjos.
Desde Ronda, el recorrido más corto para llegar a Alhaurín de la Torre pasa por Campillo y cruza por el interior de la provincia de Málaga. Son 94,5 kilómetros de distancia. Pero Manuel Alonso elige otro recorrido. Baja hacia la costa en dirección a San Pedro de Alcántara, toma la autopista AP7 y recoge el ticket de un peaje en el que abona 1,40 euros. De esa forma recorre 114 kilómetros, aunque el trayecto le permite recabar otra factura.
Manuel Alonso explica ante la Guardia Civil que no tiene nada que ver con los hechos. Ha estado fuera de la provincia de Málaga la mayor parte del día. Y tiene las facturas que así lo acreditan. Además, si se quieren hacer más comprobaciones, dice que revisen las cámaras de seguridad de las dos gasolineras en las que ha repostado. Tiene coartada. Y parece sólida.
Durante la instrucción del caso, el abogado de la familia de Lucía Garrido le preguntó a Manuel Alonso por qué repostó dos veces -un total de 90 euros- si realizó un trayecto para el que le hubiera sobrado con los primeros 60 euros de gasoil.
Alonso dijo que ese día también fue a una tienda de animales en Sanlúcar de Barrameda, por lo que habría hecho 274 kilómetros desde Castellar contando la ida y la vuelta. Pero Manuel Alonso mentía. Aunque eso no se supo hasta transcurridos cinco años, cuando Asuntos Internos se metió de lleno en el caso. Hasta ese momento nadie se había volcado en saber si eso era verdad.
Los dos colombianos no iban solos
Derian José Morales Feria y Edward Andrés Gómez, dos colombianos afincados en Madrid, irrumpen sobre las 22 horas del 25 de abril de 2009 en la finca Los Naranjos de Alhaurín de la Torre. Justo 360 días después de que Lucía Garrido aparezca muerta allí. Van armados y encapuchados.
En ese momento está en la propiedad Manuel Alonso, que se encuentra cenando o acaba de terminar de hacerlo. Tiene repartidas por varias habitaciones de la casa armas largas y munición, como si estuviera en alerta. Dispone de una escopeta en el salón, otra en el dormitorio de la habitación superior y una tercera más que lleva consigo. Se da la circunstancia -o la curiosidad- de que dos días antes alguien ha intentado un primer asalto que resulta frustrado. Pero él decide no denunciarlo, algo extraño.
Un año después de la muerte de su ex, Manuel Alonso ya hace uso de todo el inmueble, no sólo de la zona de los animales. En ese momento tiene enjaulados dos pumas, un león y un tigre. Manuel Alonso solía decirle a sus vecinos, más en serio que en broma: “Si alguien entra en mi finca, le pego un tiro y lo echo a los leones”. Aquel día cumplió la mitad de su promesa.
Sólo necesitó disparar dos veces para matar a los dos asaltantes. Ellos, en cambio, lanzaron ocho tiros y ninguno impactó en su cuerpo. El fuego cruzado se produjo en el jardín delantero de la finca, donde hay un camino de grava y unos bancos de cemento. Manuel Alonso explicó que los dos colombianos consiguieron caminar en dirección a la fachada del inmueble, pero que cayeron desplomados al suelo durante su huida. Si caminaron, no se entiende que no se encontraran restos de sangre en la puntera de los zapatos ni en los perniles de los pantalones, algo lógico si uno camina mientras expulsa abundante sangre de su torso.
Manuel Alonso explicó que se parapetó en uno de esos bancos y que desde esa posición, como de abajo hacia arriba, disparó. La autopsia de los cadáveres señaló que uno presentaba un disparo con trayectoria descendente. Alonso contó también que aquella noche cenaba solo, pero en la mesa del comedor había un bote de refresco, dos botellines de cerveza, una botella de agua, dos platos, tres cajetillas de tabaco, cerillas y encendedores