Fin del movimiento anti-ETA
Con el final de Lokarri desaparece el último grupo vasco de respuesta al terrorismo
Luis R. Aizpeolea Madrid 22 FEB 2015 - 19:17 CET
Con el anuncio de disolución de Lokarri para marzo desaparece el último movimiento social de los que creó la sociedad vasca con la pretensión de acabar con el terrorismo, en este caso por la vía del diálogo, y certifica el cambio de ciclo en Euskadi. Su coordinador, Paul Ríos, da por cumplido el objetivo para el que Lokarri fue creada, el final de la violencia, ya irreversible, y considera que las cuestiones pendientes -desarme de ETA, reintegración social de los presos y avance en la convivencia-, cuyo logro tiene un tiempo indefinido, corresponden a las instituciones y partidos.
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Lokarri surgió en 2006, como una continuidad de Elkarri, nacida, a su vez, en 1992. Sus principales tareas fueron su participación como facilitador en el proceso de legalización de la izquierda abertzale, en febrero de 2011, y en la Declaración de Aiete, de octubre del mismo año, que propició el cese definitivo de ETA.
Año y medio antes, en junio de 2012, fue Gesto por la Paz, el movimiento social decano contra la violencia, quien se disolvió. Sus componentes entendieron que con el cese del terrorismo de ETA se había terminado su función de movilización social en la calle a diferencia de Lokarri que, en su papel de mediadores, ha prolongado algún tiempo su actividad. Y aún antes, en 2008, desapareció el otro movimiento social de prestigio, Basta Ya, surgido del Foro de Ermua, tras el asesinato del concejal del PP, Miguel Angel Blanco, en 1997. Buena parte de sus fundadores decidieron saltar a la política y constituyeron UPyD.
La trayectoria de los movimientos sociales vascos ha sido un fiel reflejo de la evolución de la sociedad vasca frente al terrorismo. El mismo hecho de que Gesto por la Paz, el primer grupo movilizador contra el terrorismo etarra, saliera a la calle por vez primera el 26 de noviembre de 1985 es revelador. Para esa fecha, ETA se había cobrado 465 víctimas mortales. Ana Rosa Gómez Moral, miembro de Gesto por la Paz, señala: "Tardamos en reaccionar porque veníamos de una dictadura y muchos vascos de modo erróneo justificamos la rebeldía de ETA frente a la opresión. Tardamos en darnos cuenta de que ya estábamos en una democracia y de que el terrorismo no tenía justificación posible".
También resulta revelador cómo Gesto por la Paz toma impulso con el Pacto de Ajuria, la unidad de todos los partidos democráticos, nacionalistas y no nacionalistas, contra ETA, firmada en enero de 1988, tras los atentados más graves del terrorismo etarra: el de Hipercor de Barcelona, en junio de 1987, y el del cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza, en diciembre de ese año.
Gesto por la Paz organizó las movilizaciones del Pacto de Ajuria Enea, como la primera macromanifestación contra ETA en Bibao, en marzo de 1989. Protagonizó otro hito en la movilización contra el secuestro del empresario vasco Julio Iglesias Zamora, con el lanzamiento del emblemático lazo azul, en 1993, que tuvo continuidad con los de los empresarios José María Aldaya y Cosme Delclaux y del funcionario de prisiones, José Antonio Ortega Lara. "Estos secuestros encadenados provocaron que Gesto por la Paz tuviera que estar de forma permanente, desde el 5 de mayo de 1995 hasta el 1 de julio de 1997, pidiendo en la calle su liberación mientras sufríamos el acoso de quienes buscaban, inútilmente, el enfrentamiento", señala Gómez Moral.
La enorme manifestación de Bilbao por el secuestro de Miguel Ángel Blanco, en julio de 1997, organizada por Gesto por la Paz, supuso, también, su canto del cisne. Un año después quedó liquidado el Pacto de Ajuria Enea y la sociedad vasca se dividió en dos bloques. Los partidos nacionalistas se alinearon en el Pacto de Lizarra, que pretendía conseguir la paz a cambio del derecho a la autodeterminación, y los partidos no nacionalistas, en respuesta, constituyeron un bloque constitucional.
Esta división tuvo su reflejo en los movimientos sociales. "Unos pretendían terminar con la violencia, con el logro del ejercicio del derecho a la autodeterminación, como Elkarri. Otros, como Basta Ya, ponían por delante la defensa de la unidad de España y desconfiaban de nosotros porque aunque nuestra denuncia primordial era contra ETA, también lo hacíamos de otras violencias", señala Gómez Moral.
Gesto por la Paz se quedó en tierra de nadie y el movimiento social contra ETA que tomó impulso en la calle fue el Foro de Ermua e inmediatamente después Basta Ya, algunos de cuyos promotores también habían colaborado con Gesto. José María Calleja, uno de los promotores de Basta Ya, opina que Basta Ya pretendía aglutinar a todos los vascos que rechazaban el terrorismo “con el objetivo de acabar con el miedo y quitarles la calle a los etarras y sus amigos".
Foro de Ermua y Basta Ya consiguieron importantes movilizaciones en momentos muy duros, como fueron los años 1997-2003, en que ETA desplegó a fondo su "estrategia del sufrimiento", con ataques a amplios sectores no nacionalistas. Dos activistas de este movimiento, José Luis López de Lacalle y Joseba Pagazaurtundua, pagaron con su vida su rebelión contra el terrorismo etarra.
La decadencia de los grupos de movilización contra ETA se produjo en la década de 2003 a 2011, en que los asesinatos de la banda se redujeron drásticamente a 11, el último en 2010, año y medio antes de su cese definitivo. "Nos disolvimos en 2012. Habíamos conseguido nuestro objetivo con nuestra movilización, limar el apoyo social de ETA, sensibilizar a Euskadi contra la violencia y que ETA terminara sin lograr contrapartidas políticas", señala Gómez Moral.
Calleja lamenta que Basta Ya se disolviera en 2008, al saltar a la política una parte importante de sus promotores y constituir UPyD: "Le quedaba una labor importante que hacer como movimiento social, el relato de la derrota de ETA".
Ahora, son los facilitadores, como Lokarri, los que se retiran de la escena. Su función, señala Ríos, la deben cumplir las instituciones y los partidos. En este sentido, el Gobierno vasco, con motivo del 15 aniversario del asesinato de Fernando Buesa, acaba de emplazar a la izquierda abertzale a que dé el próximo paso, reconociendo públicamente su complicidad con el daño injusto causado por ETA.