En la mente de un policía
Un capitán retirado de Filadelfia se une a los 'indignados' de Nueva York
y persigue también una mayor implicación de las fuerzas del orden27.11.11 - 02:40 - MERCEDES GALLEGO CORRESPONSAL
La semana pasada, el capitán de Policía retirado Ray Lewis condujo durante tres horas su viejo Plymouth de 1986 hasta Harlem, lo aparcó frente a un hostal de duchas compartidas y se dispuso a entregarse al movimiento de los 'indignados' que había observado durante más de un mes por Internet. Lo que no podía imaginarse es que días después se convertiría en héroe del colectivo, y ni siquiera que esa misma noche Zuccotti Park sería desalojado violentamente.
Lo descubrió sorprendido cuando llegó al parque esa mañana y lo encontró vacío y sitiado por la Policía. Jóvenes frustrados gritaban y escupían a los agentes. Con la experiencia de 24 años de carrera en la Policía de Filadelfia, Lewis observaba detalles que se le escapan al ciudadano medio. ¿Qué hacían los policías de camisa blanca involucrados en la pelea con los manifestantes? La identificación de rango los convierte en supervisores. Su misión es asegurarse de que el resto de los 'camisas azules' cumplen correctamente con la misión. «Y si ellos están involucrados en la pelea, ¿quién está supervisando?», se preguntó. Es más, cuando gente como el inspector adjunto Anthony Bologna arrojó indiscriminadamente gas pimienta en el rostro de dos chicas que se manifestaban pacíficamente por las calles, ¿qué tipo de mensaje estaba enviando al resto de sus hombres?
Su escrutinio de viejo policía milimetró ambos lados de las barricadas. Al escuchar a los manifestantes insultar a los agentes veía crecer el odio en el rostro de estos. Habiendo participado en las protestas contra Vietnam de los 70, y comulgando abiertamente con la crítica de los 'indignados' al sistema, a Lewis no le costaba entender su rabia y frustración. «La Policía protege al 1% contra el que protestan. Y como no pueden llegar hasta ellos, (los manifestantes) vuelcan su rabia en los agentes pero, ¿alguien me puede explicar de qué forma ayuda eso al movimiento?», se preguntaba.
Dos días después, cuando 'Ocupa Wall Street' cumplió dos meses y se propuso trasladar su protesta a todo el distrito financiero, el capitán Lewis encontró la forma de transmitir su poderoso mensaje a ambas partes. Se le ocurrió sobre la marcha, mientras veía a los agentes emplear la fuerza para retirar a los manifestantes sentados, que hacían esfuerzos cogidos de los brazos para impedirlo. El capitán, vestido con su flamante uniforme, soltó sus pancartas en manos de esta corresponsal y caminó serenamente hacia el centro de la calzada para sentarse con ellos, en busca del arresto que inmediatamente se convirtió en la foto del día.
Los policías en activo hicieron una pausa de desconcierto, pero Lewis no les dejaba más opción que ponerle las esposas de plástico. A diferencia de los jóvenes a los que se llevaban en volandas, Lewis colaboró cuanto pudo. Se levantó sin mostrar resistencia, les ofreció las muñecas en la espalda y caminó dócilmente. «Si haces fuerza para evitarlo, el policía va a pensar. 'Este hijo de puta me lo lo quiere poner difícil', y solo conseguirás que te haga más daño. No hay manera de ganar. Cuando un policía viene a detenerte ya lo tiene claro».
«Entrenados para no mirar»
Lewis cumplía ese día 60 años. El feliz cumpleaños se lo cantaron en el patio de la cárcel otros manifestantes esposados, después de que uno lo transmitiera a través del 'micrófono humano'. El capitán, con la solapa llena de condecoraciones, dice que nunca se ha sentido tan orgulloso en su vida. Aunque no hubiera tarta de cumpleaños, formuló un deseo: ayudar a cambiar la actitud de manifestantes y policías para que estos se sumen al movimiento del 99%, o por lo menos lo permitan.
«En los años 70 la clase media estaba demasiado cómoda como para unirse a las protestas contra Vietnam, pero ahora toda la sociedad está sufriendo, por eso este movimiento ha cogido vuelo tan rápido», explica Lewis, que con su perspectiva histórica recuerda que las protestas de entonces tardaron cinco años en hacerse populares y siempre fueron demonizadas por los medios. «Hoy a la Policía también le han congelado los salarios y le retienen mucho más para el fondo de pensiones. Antes teníamos seguro médico de por vida, luego lo pasaron a tres años después de retirarte y ahora están negociando para que no te quede nada. Hay un tremendo potencial para sumarlos al movimiento. Si lo conseguimos, todo el pueblo se unirá, porque ya no verán a los manifestantes como una panda de chavales que no les representan, sino como un corte trasversal de la sociedad que también les incluye a ellos».
Y a eso dedica en cuerpo y alma desde hace diez días, aprovechando los micrófonos de todas las televisiones que lo entrevistan y el eco humano de Zuccotti Park, donde se lo encuentra a diario. «Millones de estadounidenses están listos para un cambio y lo apoyarán», promete con convicción. «Solo tienen que identificarse con el mensajero». Su consejo es que los manifestantes expliquen educadamente a los agentes de las barricadas cuáles son sus motivos, aunque parezca que no los escuchan. «Están entrenados para no mirar siquiera, pero creedme, están escuchando».
Espero que si algún día tenemos que ir a un 15M no seáis muy duros con nosotros.