De las esteladas al 'Que viva España' para acabar entre olés a Iniesta
Pues no, ni todos los culés son independentistas catalanes, de hecho muchos ni son catalanes, ni todos los sevillistas son fachas por 'cantar' el himno de España
3.05.2016 – 05:00 H.
"El Barça gana la final de las esteladas", escribió en su cuenta de Twitter el president de la Generalitat, Carles Puigdemont, por si alguien tenía alguna duda de la politización del fútbol y especialmente del club azulgrana que se hace en Cataluña. Una politización a la que la Delegada del Gobierno en Madrid, Concepción Dancausa, contribuyó con una prohibición que no sólo creó un problema donde no lo había, pues hasta ese momento nadie había hablado de las esteladas, sino que al ser cauteralmente desautorizada por un juez dejó en evidencia su torpeza o, quién sabe, si sus ganas de provocar lo que provocó. Apagar los incendios con gasolina no es una buena idea, como tampoco avivarlos y revolcarse en los rescoldos cual cerdo en el barro.
Sí, por si alguien no se había enterado, el reciente campeón de Liga y el pentacampeón de la Europa League, es decir, el FC Barcelona y el Sevilla FC, disputaban este domingo en el estadio Vicente Calderón la final de la Copa del Rey. Sin embargo, los nombres de los mencionados Puigdemont y Dancausa, además de otros como los de Ada Colau, García-Margallo o Manuela Carmena, robaron toda la atención a los verdaderos protagonistas de un acontecimiento deportivo que empezó politizado, aunque, mal que le pese al president de Cataluña, fue una exhibición de civismo y cordialidad entre dos aficiones que rivalizaron, pero sin provocar el mínimo incidente.
[Las esteladas no tapan la dura realidad: la alerta terrorista es lo primero]
Los políticos, ya fueran los de la casta o los de la rasta, utilizaron la final de Copa como escenario para echarse los trastos a la cabeza, aunque los aficionados, los ciudadanos en general, estuvieron muy por encima de ellos. Ni todos los culés son independentistas, por muchas esteladas que se exhibieran en el Calderón, ni todos los sevillistas son unos fachas, si por tal se entiende llevar banderas españolas y 'cantar' el himno de España mientras la grada de enfrente, como ya es tradición, lo silbaba. Lo vivido en el Calderón así lo demuestra, con aficionados de ambos equipos juntos y revueltos en las gradas.
Ni en el londinense Wembley, ni en el Olympiastadion de Berlín, ni en el Stade de France de París, ni en el Olímpico de Roma. Ninguna de las otras finales de copa disputadas este fin de semana en Europa se vieron eclipsadas por cuestiones políticas como pasó en la de España, y mucho aún menos por las absurdas guerras de banderas. La asquerosa y perversa politización de la final de Copa provocó que ir al Calderón no sólo fuera incómodo por las medidas de seguridad que exige estar en alerta terrorista, algo mucho más preocupante que las esteladas, sino que el ambiente que se palpaba antes de entrar en el estadio del Atleti no era precisamente el que merece la llamada fiesta del fútbol. Hasta tres controles de seguridad antes de poder acceder al campo, con un despliegue policial que intimidaba, aunque al mismo tiempo ofrecía garantías de seguridad.
El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, durante la final de la Copa del Rey. EFE Javier Lizón
El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, durante la final de la Copa del Rey. EFE Javier Lizón
Una de las dudas a despejar dentro del Calderón era cuál sería la reacción de la afición del Sevilla, ninguneada durante toda la semana y que venía de ganar el pasado miércoles en Basilea su quinta Liga Europa, la tercera consecutiva. A las puertas del estadio del Atlético se vendían bufandas con lemas tan variopintos como 'Gibraltar español', 'Esto es España y al que no le gusta que se vaya' o 'Si esta bandera te ofende, te ayudo con las maletas'. Sin embargo, los sevillistas fueron a lo suyo y nunca dejaron de animar a su equipo, ni siquiera cuando vieron cómo Iniesta, sin duda el mejor jugador del partido, levantaba la Copa que le entregó el rey Felipe VI. Aún entonces, demostraron la fidelidad a sus colores con gritos de '¡campeones, campeones!', además de cantar por enésima vez el Himno del Centenario, de El Arrebato, y el oficial del club con todos los jugadores mirándoles emocionados desde el césped.
Como era de esperar, y para no faltar a la costumbre, la mayoría de la afición del Barça pitó el himno de España, aunque la megafonía del Calderón y, sobre todo, el contrapeso de los sevillistas, que corearon los acordes de la Marcha Real, hicieron que estos no se escucharan tanto como en otras ocasiones. Tan sólo una vez durante toda la final los sevillistas hicieron mención a las famosas y polémicas esteladas, prácticamente nada más empezar el partido, y fueron varias en las que contrarrestaron algunos cánticos independentistas procedentes del fondo azulgrana entonando el 'Que viva España' o el popular 'Yo soy español, español, español'. Su único lunar fue corear el himno del Barça para acabarlo al grito de '¡Barça, Barça, mierda!', lo cual fue respondido por los culés coreando el 'Mucho Betis', de quien volvieron a acordarse cuando vieron la Copa ganada y a los sevillistas resignados, que no derrotados.
Tras 120 minutos con más pasión que buen juego, la Copa se la llevó el Barça, que supo aguantar con un jugador menos durante una hora, se sobrepuso a la lesión de Luis Suárez y sacó petróleo de la expulsión de Banega al límite del 90. Sin el argentino, al Sevilla se le apagaron las luces y empezó a perder el partido. Después de la final del pasado miércoles contra el Liverpool, los sevillistas también pagaron el cansancio y acabaron sucumbiendo por 2-0, aunque aun así el equipo de Unai Emery puede estar muy orgulloso de llegar donde ha llegado.
Por cierto, el primero gol del Barça no lo marcó Puigdemont sino Jordi Alba, el mejor jugador del partido no fue Ada Colau sino Andrés Iniesta, ni tampoco Dancausa fue la que expulsó a Mascherano y Banega, sino el árbitro madrileño Del Cerro Grande. Los protagonistas de la final de Copa fueron quienes debían serlo, además de dos aficiones que supieron comportarse. Cada una defendiendo lo suyo. La azulgrana con mucha más carga política en sus cánticos y la sevillista mucho más unida e identificada con su equipo, quizás porque no sea 'más que un club' y es lo único que le preocupa.
Al final el fútbol se impuso al politiqueo y hasta los culés acabaron recurriendo a los taurinos 'olés' ante la exhibición que dio Iniesta y celebrar así un nuevo título de su equipo. Un doblete que en cierto modo compensa no estar en la final de la Champions en MIlán, donde no habrá esteladas, lo único que posiblemente lamentará el señor Puigdemont, el president de todos los catalanes a la que Dancausa estuvo a punto de dejarle sin ver al Barça levantar la Copa del Rey, trofeo que desde que lleva el nombre de Felipe VI sólo conoce el mismo ganador.