Desalojan y derruyen un edificio en Tetuán que llevaba siete años okupado
NACHO MARTÍN
@NachoMartin_
Madrid
Actualizado Jueves, 6 octubre 2022 - 01:09
Cincuenta agentes municipales participaron en la operación para expulsar del inmueble a las once personas que allí residían
Los agentes derribando la puerta para proceder al desalojo
Los agentes derribando la puerta para proceder al desalojo
Ángel Navarrete
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Ayer a las 9 de la mañana el clima estaba enrarecido en el número 121 de la calle del Capitán Blanco Argibay, en Tetuán. Cincuenta agentes municipales, equipados con escudos y cascos de protección, comenzaron a acordonar el edificio, en cuya puerta había aparcados siete furgones policiales blindados y otro del Samur Social. No sabían cómo se iban a tomar los okupas que allí vivían su desalojo, así que estaban preparados para todo. La tensión palpable contrastaba con la relajación de uno de los agentes, que hablando con otro de ellos le preguntaba: "¿Sabes donde hay por aquí algún sitio para tomar un café luego?".
Todos los vecinos que intentaban atravesar el perímetro de seguridad eran redirigidos por los policías a las calles paralelas, por las que sí estaba permitido el paso. Los propios residentes no daban crédito al enorme despliegue policial. "Cuanta gilipollez", mascullaba uno. "No me han dejado ni ir a por el pan, macho", exclamaba otro, que aseguraba que la expulsión iba a acabar a puñetazos. Por si fuera poco, a la zona comenzaron a llegar amigos de los okupas. Entre los propios agentes, apostados en las cuatro esquinas del edificio, se avisaban por radio cuando los veían acercarse al edificio. "Estos tres son del movimiento. Una de las que sube tiene el flequillo cortado como la de ocho apellidos vascos", alertaba uno de los policías.
Sin embargo, el desalojo acabó siendo pacífico y sin incidencias reseñables. Una a una, las once personas que residían en el edificio fueron saliendo y sacando sus pertenencias, que iban depositando en la acera. Pronto, una montaña de enseres se fue acumulando. Había de todo: maletas, bolsas, carritos de compra llenos hasta los topes, colchones, bicicletas e incluso instrumentos musicales.
Uno de los okupas desalojados deposita sus pertenencias en la acera
Uno de los okupas desalojados deposita sus pertenencias en la aceraÁngel Navarrete
Solo en un par de ocasiones se rompió ligeramente la tranquilidad. Primero, cuando una de las okupas comenzó a discutir, a gritos y entre lágrimas, con los policías mientras señalaba un papel que portaba en la mano. Y segundo, cuando uno de los desalojados no encontraba entre el caos a su mascota, un gato blanco que no daba señales de vida. Una vez estaba fuera del edificio, tanto el dueño del felino como sus compañeros pidieron reiteradas veces a los agentes que le dejaran entrar a buscarlo, algo que no le permitieron, lo que acabó generando una pequeña discusión. Finalmente, otra de las okupas acabó encontrando al animal y entregándoselo a su dueño.
Una vez el inmueble estuvo despejado, los okupas salieron del perímetro de seguridad y se trasladaron a un parque cercano, donde diversas furgonetas se fueron acercando para cargar sus pertenencias. Por su parte, los agentes de Policía aumentaron el perímetro de seguridad, que pasó a ser de una manzana entera, para proceder al derrumbe del inmueble con excavadoras. Desde el Ayuntamiento explicaron que el desalojo se produjo por "una orden del Tribunal Contencioso- Administrativo y un requerimiento del Área de Urbanismo, que era la autoridad competente". Por su parte, los propios okupas declinaron hacer declaraciones, aunque aseguraron que no había una orden de desalojo para este edificio.
FIN A SIETE AÑOS DE OKUPACIÓN
Desde la acera de enfrente, en la puerta de una tienda de ropa que regentan, un anciano y su nieto supervisan toda la operación. Son los que mejor conocen la historia del edificio, porque era suyo antes de que pasara a propiedad municipal. "Este edificio era de mi abuela, que vivió aquí con sus hermanos toda la vida, desde los años 40. En ese momento sería una de las pocas casas de doble altura del barrio. Nos lo expropió el Ayuntamiento, que iba a construir algo para ellos. A nosotros no nos dejaron, pero ellos van a construir lo que les da la gana", relata Carlos Ruiz, el más joven de los dos. "Nosotros lo dejamos vacío y a la semana lo okuparon. Y se han tirado aquí casi siete años. Los chicos que estaban dentro eran majos, nos devolvieron pertenencias que nos habíamos dejado dentro e incluso nos regalaron una cadena de oro", concluye.
"Eran chicos jóvenes, algunos trabajaban. Taladraron la puerta y cambiaron el bombín para entrar", comenta el anciano, que comparte nombre con su nieto. Y añade: "Se supone que iban a hacer un centro comercial, pero lo último que he oído es que van a construir un parque en el terreno". Ambos explican que la Policía intentó en este tiempo desalojar el edificio dos veces, pero fue imposible porque los okupas se organizaban en un grupo de 50 o 60 personas para evitarlo, incluso a pleno grito y con micrófonos.
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Mar Robledo, vecina del barrio desde hace 22 años, también aclara que nunca tuvieron problemas con ellos: "No ha habido ningún altercado nunca, ni nada de nada. Son inofensivos. Pero no eran familias, son gente joven que se mete ahí y no quiere hacer nada. Ahora han acampado en el parque de abajo, y a saber cuándo se van de ahí. Hasta que se puedan meter en otro lado".