AIDA MOSQUERA A CORUÑA Los insultos no sirvieron de mucho a quienes fueron ayer desalojados de la Casa das Atochas. Los okupas sabían que el día llegaría tarde o temprano y durante las últimas semanas fueron llevándose del número 14 de la calle Atocha Alta las pocas pertenencias que apilaban en el edificio, dejando viejas mesas y sillones que los operarios de la promotora propietaria del inmueble se encargaron de lanzar por las ventanas hora y media después del desalojo. Mientras los trabajadores rompían cristales y desmontaban las rejas con las que los okupas habían cubierto las ventanas, los miembros del Centro Social Okupado tachaban de "manipuladores" y "esquiroles" a los policías y periodistas que se encontraban, como ellos, a pocos metros del inmueble.
07.30 horas. Media docena de furgones de la Policía Nacional cortan los accesos a la calle Atocha Alta y los agentes se reparten para acordonar la zona y proceder al más que anunciado y ordenado por la Justicia, aunque sin fecha, desalojo de la Casa das Atochas. Dos okupas permanecen en el interior del inmueble y, a la orden del 091, lo abandonan sin ofrecer resistencia física tras comprobar que la verbal no les servirá de mucho. Ya fuera del edificio número 14, ambos individuos son obligados también a abandonar la plaza y se concentran a pocos metros de la misma, a la altura del número 29 de la calle de la Torre, frente a cuatro antidisturbios que se encargan de impedir el paso y junto a una veintena de miembros del Centro Social Okupado.
La intervención de la Policía Nacional puso ayer fin a tres años de okupación en Atocha Alta y, pese a cansarse de gritar "un desalojo, otra okupación", quienes en marzo de 2008 se hicieron con el inmueble para lo que denominaron "actividades culturales alternativas" no podrán volver a poner un pie en su interior porque los operarios se encargaron de retirar puertas, ventanas, mesas, restos de somieres y hasta parte del suelo y del tejado. Tendrán que buscar, tal y como amenazaron tras prohibírsele la entrada a la propiedad de la promotora inmobiliaria Juan Pérez Paz, otro lugar con el que poder hacerse para continuar con la programación que cada día actualizan en su página web
www.casadasatochas.info.
"Creemos en un mundo donde la gestión de los recursos sea equitativa, siendo todos nosotros parte de todo, en simbiosis con nuestro entorno y en relación con otros modelos de autogestión; entendiendo que en la diferencia reside el perfecto modelo de convivencia". Esta es parte de la filosofía de los miembros del Centro Social Okupado Casa das Atochas, un ideal que ayer transmitieron por correo electrónico a los medios de comunicación, a los cuales califican de "cuarto poder que condiciona a su favor el pensamiento crítico", poco antes de las cinco de la tarde.
Los vecinos de Atocha Alta, sin embargo, tienen una noción de convivencia bastante diferente. "No van conmigo, no por política ni por apariencia, es que no me gusta este tema. A mí cada uno que haga lo que quiera, pero en su casa", subrayó un ciudadano "cansado" de llamar al 092 denunciando el barullo nocturno y comprobar cómo "se asomaban [los agentes municipales], decían que no era nada y se iban". "Aquí unos se dedican a escurrir el bulto y otros nos encontramos el portal meado todos los fines de semana", lamentó el vecino, pese a reconocer que "tras el follón que organizaron [los okupas] en la manifestación del 11 de diciembre alguien debió darles un toque y los conciertos y fiestas pasaron a terminar a las doce y media de la noche en lugar de a las tres de la mañana".
El residente en Atocha Alta recordó también una de las últimas actividades organizadas por el colectivo de la Casa das Atochas. "Un curso que hubo hace dos semanas se llamaba lisa y llanamente 'cómo reventar una cerradura'. Si eso es una actividad cultural, me parece muy bonita", ironizó el hombre.
Ante la mirada de los vecinos, únicos que podían acceder a las inmediaciones del inmueble previa identificación policial, los operarios levantaron una auténtica montaña de escombros extraídos de la casa y golpearon puertas y ventanas para, ya por la tarde, poder levantar un muro de ladrillos tanto en la antigua entrada al edificio como en el portón del garaje.
Además de algún taburete y un sillón, poco quedaba de utilidad en el interior de la propiedad de la empresa constructora Juan Pérez Paz. Pese a negar que la Audiencia Provincial denegase su solicitud de nulidad de la orden de desalojo, los okupas vaciaron el edificio e instalaron rejas improvisadas en las ventanas conscientes de que tan sólo faltaba que el juez dictase la orden que permitiese al 091 marcar día y hora para ejecutar el desalojo solicitado, tras fracasar la petición de abandono voluntario, por el dueño de la parcela.
Durante el registro previo al desmantelamiento y posterior a la expulsión de las dos personas que supuestamente dormían en la casa, agentes de la Policía Nacional se toparon con dos sacos llenos de piedras que, temían, los tuviesen como destinatarios. Sin embargo, el desalojo se produjo sin incidencias, salvo las retenciones provocadas a lo largo de la calle de la Torre por la presencia de los furgones del 091y la puesta en marcha del correspondiente dispositivo de seguridad que incluso obligó a algunos estudiantes de La Grande Obra de Atocha a desviarse para llegar al colegio.
Pasadas las 10.30 horas, la veintena de okupas optó por dejar de insultar a policías y periodistas y se fue calle abajo. Acto seguido, los agentes corrieron tras ellos para ver a dónde se dirigían y comprobaron cómo se metían en el Centro Social Atreu, emplazado en la calle San José, y, aunque algunos permanecieron en la puerta del local durante media hora, quienes observaban el panorama llegaron a decir que "la cosa" no tenía trazas de empeorar. Y no hubo movilización, tal vez porque los desalojados ya habían anunciado en la página web del colectivo que, a las ocho de la tarde, se concentrarían en el Obelisco "en repulsa de lo sucedido por la mañana".
En su comunicado, los miembros del Centro Social Okupado Casa das Atochas explicaron el motivo que les ha llevado a la okupación del número 14 de Atocha Alta. "Por falta de espacio donde desarrollar nuestras inquietudes sociales, culturales y políticas, las que necesitamos como seres humanos y que evidencian el nulo interés de los organismos gubernamentales en el desarrollo individual y colectivo de todos nosotros", comentaron bajo el lema Si la vivienda es un lujo, okupar es un derecho.
Pese a considerar "increíble" que "se proteja y exalte el derecho de acumular 18 edificios frente a la okupación y recuperación de una sola casa abandonada", lo cierto es que sobre los okupas recaía una sentencia decretada por el Juzgado de Instrucción número 5 que no daba opción a nuevas alegaciones. Una orden que llevó a sus destinatarios a salir y entrar de la casa en varias ocasiones al día para mirar a su alrededor y comprobar que aún no había llegado el día del desalojo. Pero ayer fueron sorprendidos, ellos y los ciudadanos que en su rutina diaria se toparon con media docena de furgones de la Nacional y con grupos de agentes, entre los que también había algún Policía Municipal, que indicaban a los peatones por dónde debían desviarse para continuar su camino.
La circulación de vehículos no fue cortada pero sí sufrió retenciones, pues, tanto los furgones del 091 aparcados sobre la acera para cortar el paso peatonal en las inmediaciones de Atocha Alta como la caravana generada por los curiosos que frenaban junto al grupo de okupas para echar un vistazo, provocaron un tráfico mucho más lento de lo normal en Monte Alto.