El día en que Valencia fue AuschwitzQue la Policía debe hacer siempre un uso proporcionado de la fuerza no es asunto que requiera ni diez segundos de esfuerzo intelectual para ser justificado. Que la apropiación por la brava del espacio público por unos manifestantes, fueran cuales fueren sus reivindicaciones, es un acto contra el orden democrático que debe ser corregido, tampoco debería merecerlo. Esperemos pues, a conocer los datos antes de escribir los titulares, aunque los datos sobre el balance de heridos de la tangana, 16, 11 de los cuales eran policías, según ABC; 11 agentes de un total de 17 heridos, según El País.
El despropósito se mueve entre el anuncio del talludito líder de los estudiantes: “vamos a quemar las calles de Valencia” y esa sobreinterpretada (y desdichada) frase del jefe policial: “no es prudente revelar al enemigo cuáles son mis fuerzas”. La palabra hablada no lleva comillas.
Me ha llamado la atención la foto. Vean ustedes a un estólido madero, gentilmente invitado por un menor (pero ilustrado) a aumentar su nivel cultural: “Hay que educar a la Policía” era el eslogan. Bueno, pues no lo agradeció. Tal vez debería echarle un vistazo Antonio Casado, que sólo ha visto brutalidad en una de las partes, y reflexionar sobre ella. La foto recuerda aquella secuencia de Patrimonio Nacional en la que el gran Luis Escobar, pasea en calesa con otro grande, Luis Ciges. Al llegar a un semáforo, se pòne a su altura un vehículo antidisturbios de la Policía Nacional. El marqués de Leguineche mira a los agentes, con su verduguillo, su caso y el morrión calado, y, volviéndose hacia su acompañante, dice: “Acojonan, ¿eh?”
Eso debía de ser en la transición. En la España de hoy no es el caso, y ese es un problema. es más, diré que es un problema democrático para cualquier país el hecho de que la Policía carezca de poder disuasorio. Son los efectos de la irresponsabilidad con que el pasado año un Gobierno se inhibió de su responsabilidad y permitió la apropiación indebida del espacio público por particulares. Los chavales han llegado a creer que ahora, en democracia, las cosas ya no son como en la dictadura, que la Policía corría a los manifestantes; somos los estudiantes los que debemos correr a la Policía. Cualquier otra cosa es Auschwitz.
El líder de la revuelta, un bachillerando algo talludito, del que decía la web de El País:
Albert Ordóñez es un estudiante de grado medio de integración social que a sus veintipocos años compatibiliza sus estudios con la dirección de la federación valenciana de estudiantes de enseñanzas medias (Faavem).
Es preciso añadir que esa primera impresión, el primer brote sentimental ha sido atemperado en la versión impresa: “Albert Ordóñez es un estudiante veinteañero de FP que compatibiliza sus estudios con la Federación Valenciana de Estudiantes de Enseñanzas Medias”.
A sus veintipocos años estudia FP y además es un dirigente de los estudiantes valencianos de enseñanzas medias. He aquí un estadista en agraz. No había visto tal caso de precocidad desde que una periodista de ETB comenzó así una biografía del recién elegido lehendakari Ibarretxe en 1998: “Con apenas 26 años se licenció el Ciencias Económicas…”
En la portentosa y emocionada crónica de Neus Caballer se utiliza 10 veces la palabra ‘menores’. En las fotos se ven menores tan crecidos como el líder de la movida. “Mujeres de 16 años”, decían pomposamente para justificar el derecho de las adolescentes a abortar sin aguantar la brasa de los viejos.
http://santiagonzalez.wordpress.com/2012/02/21/el-dia-que-valencia-fue-auschwitz/