Juan Carlos I de poliuretano apunta al oso del madroño en la Puerta del Sol
El artista chileno Nico Miranda coloca por unos minutos una estatua del rey emérito en la Puerta del Sol de Madrid, en la que aparece apuntando al oso del madroño con una escopeta de caza
La escultura del rey emérito Juan Carlos I con un rifle de caza de Nicolás Miranda, en la Puerta del Sol (Madrid).
La escultura del rey emérito Juan Carlos I con un rifle de caza de Nicolás Miranda, en la Puerta del Sol (Madrid). Diego Radamés / Europa Press
Peio H. Riaño
26 de abril de 2023 07:34h
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El emérito ha cruzado el Atlántico troceado y en dos maletas. Pasó la aduana sin problemas hace una semana y este martes ha llegado a la Puerta del Sol de Madrid, a las cuatro de la tarde, con el calor en lo más alto de la jornada. Más de 30 grados en la nueva sartén que ha inventado el alcalde José Luis Martínez Almeida (PP). A esa hora en la que el granito hierve, Madrid ha sido testigo de la foto de Juan Carlos I que nunca se ha publicado, la del instante previo a cerrar el ojo para afinar la puntería antes de matar la presa. Tiene los dos ojos abiertos, sonríe y disfruta del momento mientras mira al oso que está a punto de abatir. Ya lo hizo antes, en Rumanía, ocho osos y una osa gigante.
“Si puede matar el símbolo de Madrid podría abatir a cualquiera”, explica a este periódico el artista chileno, Nico Miranda, autor de la escultura que ha colocado por unos diez minutos en la plaza. “no he inventado nada. No me interesa la ficción. El historial de este señor y las armas está al acceso de cualquiera... Tomo la información que se ha publicado y creo una representación para presentarla ahí”, cuenta el escultor. Conoce perfectamente el caso de Pablo Hasel. También la Ley Mordaza y por eso le acompaña su abogado en la colocación de la pieza de algo menos de metro ochenta de altura. Al abogado le habría bastado con diez minutos de acción, pero el artista ha resistido nueve más. “Y estuvimos diez minutos. ¡Puta, queríamos provocar!”, dice por teléfono el chileno.
Miranda no había estado antes en Madrid, pero lleva semanas estudiando las dinámicas de la plaza. Se sirve de las cámaras que muestran lo que sucede ahí las 24 horas. Y anotó la que podría ser la hora en la que los agentes de la policía hacen el cambio de turno. Ha aprovechado la información para montar el operativo de montaje y desmontaje. “Me habría gustado que la policía la hubiera requisado, pero no han aparecido”, bromea el artista.
Ha vuelto a cazar
La semana que viene, el jueves 4 de mayo, mostrará la escultura en la sede del colectivo de pensamiento, creación y acción cultural La Parcería, junto con el documental sobre la acción y las fotografías realizadas este martes. Una mujer aprovechó para hacerse un selfie con el Juan Carlos cazador. Otros preguntaron dónde estaba el elefante, en alusión a la matanza de Botsuana, en abril de 2012, antes de caerse y romperse la cadera y precipitar la crisis borbónica.
Detalle de la escultura de Nicolás Miranda. Diego Radamés / Europa Press
Juan Carlos I, ya emérito, ha vuelto a cazar. Al menos en poliuretano. Es una pieza hecha a mano, modelada. Miranda no ha usado ningún molde para crear su escultura. “Es un chamuyo”, dice en referencia al falseamiento del material que ha usado. “Está pintada al óleo”, apunta. Así simula el color del bronce. Hay partes de la escultura, como la punta de los zapatos, que se muestran desgastadas, como si el monumento llevara tiempo en la calle apuntando con la escopeta.
El despacho de los fachas
“Creo que podría tenerla algún facha en su despacho y eso es lo que la convierte en una pieza muy cínica. Hay violencia, pero también hay humor absurdo y negro. No es un chiste”, matiza el escultor chileno. “Es un instante sencillo, directo y lúcido. Sin más, un cruce limpio y coherente”, dice. Coherente porque cualquier ciudadano español imagina de caza al antiguo rey. El humor surge en el intento de acabar, también, con ese oso. Como si la voracidad del protagonista no pudiera ser saciada.
El pedestal también es de poliuretano y es similar al que eleva al oso y el madroño, porque se trata de eso, de camuflarse. De no parecer una obra de arte de un artista impertinente, sino una escultura clásica. Una simulación de arte monumental, de homenaje real. Hubo otros intentos plásticos de ajustar cuentas con los Borbones. Uno de los más recientes, el ninot de algo menos de cinco metros de altura que representaba a Felipe VI, obra de Eugenio Merino y Santiago Sierra montaron en Arco, en 2019. Lo vendían con la condición de que su propietario debía quemarlo.
La obra de arte más polémica fue la censurada en marzo de 2015 por el MACBA porque era “ofensiva” con el rey Juan Carlos I. Estaba incluida en una muestra colectiva que cuestionaba la soberanía política -titulada La Bètia i el Sobirà-, pero no se llegó a inaugurar porque el Borbón aparecía vomitando mientras era sodomizado por la líder bolivariana Domitila Barrios de Chúngara. La escultura sobre el rey destronado la firmaba la artista austriaca Ines Doujak, que colocó también a un perro pastor alemán penetrando a la líder laborista bolivariana. La cancelación de la muestra acabó con el desmantelamiento en cadena de la cúpula artística del centro barcelonés.
Por unos instantes los transeúntes dudaron de lo que ocurría en ese momento en la plaza. El rey parece pasarlo tan bien. “He revisado miles de fotos hasta encontrarle ese gesto”, dice Nico Miranda. Desde luego, ese rey está gozando de ese momento. ¿Y estará a la venta en La Parcería? “Por ahora no está a la venta, pero si alguien lo quiere...”, responde el escultor. ¿Cualquiera? “Sí, pero se tienen que llevar toda la pieza, con el vídeo y las fotos. Si sólo se interesan por la escultura, no se la voy a vender”, dice. ¿Por qué? “Porque seguro será un facha para colocarla en su despacho”, remata Miranda.