Museo inaugurado en el norte de Italia
El valor de un montón de mierda Muestras de excrementos expuestos en el Museo de la Mierda de Castelbosco (Piacenza, Italia). MUSEO DELLA MERDA
MÓNICA BERNABÉ Enviada especial Castelbosco (Italia)
Actualizado: 09/05/2015 04:27 horas
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En la entrada de la hacienda, ya se percibe un hedor penetrante que hace arrugar la nariz. Gianantonio Locatelli cuenta allí con ni más ni menos 2.500 vacas que producen cada día 30.000 litros de leche y generan la friolera de 100.000 kilos de estiércol. Lo que para cualquiera sería un serio problema, para él es una fuente inagotable de beneficios porque, aunque parezca increíble, quien tiene mierda, tiene un tesoro.
«La leche la comercializo a Grana Padano», detalla el granjero, en referencia al famoso queso italiano con denominación de origen. «Y con los excrementos genero energía eléctrica que vendo al Estado», añade. Cada hora produce dos megavatios. El negocio resulta redondo, además de ser tremendamente respetuoso con la naturaleza.
Para demostrar los grandes beneficios de los excrementos y su fuente interminable de riqueza, Locatelli ha inaugurado un museo en un antiguo castillo medieval que se levanta imponente a pocos metros de los comederos donde las vacas rumian todo el día en su finca en Castelbosco, un pueblecito agrícola en la provincia de Piacenza, en el norte de Italia.
El insólito espacio expositivo se ha bautizado como no podía ser de otra manera: Museo de la Mierda. Y su logo es un escarabajo estercolero, que siglos atrás los egipcios consideraban un animal divino. Los arquitectos y museógrafos italianos Luca Cipelletti, Gaspare Luigi Marcone y Massimo Valsecchi han aportado también sus conocimientos en la habilitación del castillo.
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En una de las salas del museo se reproducen los cimientos de una construcción etrusca, similar a la que se encuentra en el jardín Margherita del Museo Cívico Arqueológico de Boloña, y construida con su colaboración. Pero eso sí, edificada con ladrillos fabricados con excrementos de las vacas de la finca, tras extraerles el metano que forma parte de su composición. Es decir, la sustancia gaseosa que produce el mal olor de las heces pero que puede ser utilizada como energía alternativa, tal y como hace Locatelli para la obtención de electricidad en su hacienda.
La materia restante, ya inodora, es de color marrón oscuro y a simple vista tiene una apariencia similar a la de la tierra -se podría confundir perfectamente-, pero cuenta con propiedades especiales. Se puede utilizar para la fabricación de ladrillos mezclándola con arcilla, o para rebozar las paredes como material aislante y decorativo. En el propio museo se puede apreciar una estancia acondicionada así que, lejos de tener un aspecto repulsivo, podría seducir a cualquier interiorista. Y no desprende ningún tipo de hedor.
Depósitos que transforman excrementos en energía. M.D.M.
De la misma manera, los excrementos -sin el metano- se pueden usar para la producción de pinturas, combinándolos con pigmentos de todo tipo de tonalidades. En Castelbosco también se exhiben varios cuadros pintados con este componente.
Pero las heces no sólo sirven para objetivos arquitectónicos o decorativos. Sus usos son mucho más numerosos. «Plinio el Viejo ya recogió en su obra Naturalis Historia las innumerables propiedades medicinales de los excrementos», expone el arquitecto Luca Cipelletti mientras actúa como guía en el museo, haciendo alusión así al científico, filósofo y militar romano que murió en el año 79 después de Cristo. Por ejemplo, Plinio aseguraba en su libro que «el mejor antídoto para la picada de un escorpión es el estiércol de cabra».
En el Museo de la Mierda se pueden encontrar muchos otros remedios, expuestos todos ellos en vasijas de vidrio debidamente etiquetadas y en las que se puede apreciar su contenido. «Callos y grietas se curan con una aplicación de excremento fresco de jabalí o cerdo», dice el rótulo de uno de los recipientes. Y añade: «Se debe retirar al tercer día». Otros antídotos son aún peores, como el del estiércol de vaca hervido con vino que, según indica la vasija que lo contiene, es milagroso para las flatulencias.
Tal vez lo más llamativo es que las heces también pueden servir para producir luz. Así, tal cual. Algunas bacterias despiden luminiscencia cuando se nutren de gas metano. O sea, de nuevo la sustancia fétida de la mierda. En el museo se hace una simulación de lo que eso significaría si realmente se pusiera en práctica.
Otras curiosidades del espacio expositivo es que se puede ver un inmenso excremento fósil de dinosaurio de hace doscientos millones de años. O que la calefacción del castillo medieval se obtiene con el calor que producen los motores que transforman el estiércol en energía eléctrica en la hacienda. En la finca está todo mecanizado.
Unas palas metálicas gigantes limpian el suelo de los establos donde se encuentran las vacas y se amontonan sus excrementos. Arrastran el estiércol hasta una especie de fosas donde una bomba lo impulsa hasta el interior de tres depósitos enormes donde se lleva a cabo la transformación. Allí se separa el gas maloliente -el metano- que se usa después para la generación de energía eléctrica. El material restante inodoro se transporta a través de otro conducto a una nave enorme para ser utilizado como fertilizante o material de construcción. Todo el proceso se lleva a cabo sin mancharse ni un solo momento las manos de mierda.
Transformación de excrementos
En la finca de Castelbosco hay tres grandes depósitos de treinta metros de diámetro cada uno, donde se separa el metano -que es la sustancia gaseosa que produce el hedor del estiércol- del resto de materia que constituyen las heces. Para conseguirlo, dentro de los depósitos no hay oxígeno. El metano se utiliza después en la hacienda para generar electricidad, y el componente restante como fertilizante o material de construcción. El granjero italiano Giantonio Locatelli construyó el primer depósito hace cinco años. El artista británico David Tremlett los ha decorado.