Stephanie, de profesión, inspectora de prostíbulosEs la "autoridad" que concede en Alemania las coronas de calidad en los burdeles. La nueva ley del país para la prostitución prohíbe la tarifa plana.
16 septiembre, 2017 02:28
Prostitución Alemania Berlín
Salvador Martínez @SMMEnBerlin
Stephanie Klee no para de darle vueltas a la geografía alemana. Esta mujer de 54 años es la primera persona dedicada a realizar inspecciones de calidad en prostíbulos germanos. Ella es la autoridad que confirma que un burdel cumple con unos mínimos para ser un “buen burdel”. Esta es la idea que ella ha concebido y lanzado junto con el grupo de personas que trabaja en la Asociación Federal de Servicios Sexuales (BSD, por sus siglas alemanas).
Hace unos días, Klee visitaba La Liebre, el burdel de Elke. Allí trabajan catorce prostitutas. La Liebre es un discreto burdel de barrio de Gesundbrunnen, no lejos del centro de Berlín. En su interior, Klee pasó revista, mirando con atención el cuestionario que Elke había rellenado sobre la calidad de las instalaciones y sobre cómo trabajan las mujeres que prestan servicios allí.
Elke participa con su prostíbulo en la iniciativa lanzada por la BSD, gracias a la cual se reconoce con un sello de calidad a los burdeles que cumplan unos mínimos. El sello de calidad tiene forma de placa dorada con el nombre del prostíbulo. En un futuro esas placas llevarán coronas impresas. En función del lujo del prostíbulo, la placa llevará más o menos coronas. Éstas son el equivalente a las estrellas en la hostelería.
“El sistema de las coronas funciona igual que el de las estrellas para los hoteles”, explica Klee a EL ESPAÑOL. “Responder a pocas exigencias implicará tener pocas coronas, responder a muchas exigencias o a exigencias lujosas corresponderá a un mayor número de coronas”, abunda. Así, llevarán más coronas los prostíbulos en los que se pueda comer, tomar un cóctel, nadar en una piscina cubierta o dejarse masajear la entrepierna por un jacuzzi.
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Klee otorga placas de calidad a los burdeles.
Klee otorga placas de calidad a los burdeles. BSD
El otro día, pasando revista a La Liebre, Klee vio que todo estaba en orden. “Voy al burdel y observo. Hay que mirar si hay un baño en el burdel, si hay condones, si hay alarma antiincendios cuestiones logísticas que figuran en el cuestionario que rellena el burdel que quiere el sello de calidad y que yo me encargo de confirmar”, apunta la inspectora. “Se trata de ver si lo que se ha dicho desde los burdeles sobre sus características es cierto o no. Yo voy, hablo con los responsables del burdel, miro la lista, compruebo y me voy”.
Para Elke, la encargada de La Liebre, la visita de comprobación de Klee fue aparentemente una prueba fácil de superar. “No es como un examen. Aquí sabíamos que los estándares mínimos los cumplíamos”, asegura entre risas Elke a EL ESPAÑOL. “La visita sirvió para verificar el cuestionario que habíamos rellenado. La señora Klee vino y lo confirmó”, añade. Habla mientras atiende la entrada de los visitantes de su prostíbulo, abierto de diez de la mañana a diez de la noche.
Entre los puntos que pudo confirmar Klee en La Liebre figura el de que haya agua caliente en las habitaciones que utilizan las prostitutas. Comprobó también que las profesionales del sexo disponen de un armario que se pueda cerrar con llave para dejar sus pertenencias durante el tiempo que pasan con los clientes. Un requisito previo que se debe cumplir es que el burdel no tenga nada que ver con el tráfico de personas ni de drogas.
En La Liebre, Klee pudo constatar en su control que todas las chicas que ejercen la prostitución allí son trabajadoras autónomas. “No tenemos ninguna empleada. Las chicas son trabajadoras autónomas que eligen las prácticas sexuales que ellas quieren hacer”, cuenta Elke. Esto lo confirma Betty, una joven búlgara que trabaja en La Liebre.
Una de las habitaciones del burdel de Elke.
Una de las habitaciones del burdel de Elke. Cedida
Prostitutas que son trabajadoras autónomas
“Aquí todas somos autónomas y elegimos lo que podemos hacer y lo que no”, dice Betty a EL ESPAÑOL. “No siempre es así”, asegura esta joven de 27 años. Se dedica a la prostitución desde los 20. Viene de la ciudad de Varna, a orillas del Mar Negro. Ha conocido otras condiciones de trabajo, de las que no quiere hablar. “Está claro que el sello de calidad es algo bueno”, precisa Betty, aludiendo a la placa que ahora luce en una de las paredes de La Liebre.
A ella y a Elke les conviene que la Liebre mantenga sus actuales estándares. De no hacerlo, en la próxima revisión de Klee, podría perder el sello. “El sello de calidad tiene efectos desde ya, es verdaderamente algo que impacta cuando uno lo ve en el local”, dice Klee. Para ella, su trabajo de inspectora es “muy normal”. “Todo el mundo me conoce”, asegura. Tanto es así que ella también es la fundadora y presidenta de la BSD, una asociación que existe desde 2002.
Ese año se legalizó en Alemania la prostitución. Eran tiempos del Gobierno de socialdemócratas y ecologistas que lideraran Gerhard Schröder y Joschka Fischer. Entonces Klee ya pensaba en la idea del sello de calidad. Han pasado quince años para que la iniciativa vea la luz. “Ha habido que esperar”, reconoce Klee. Los últimos dos años han estado intensamente dedicados a este proyecto.
Además de hacer de inspectora y liderar la BSD, ella se gana el pan trabajando como asistente sexual. Ofrece servicios sexuales en residencias de ancianos. También presta sus servicios, que ella misma define como “una parte de la prostitución”, en instituciones para disminuidos psíquicos.
24 hoteles con el sello de calidad para albergar coronas
Se nota que está satisfecha de su iniciativa, única en el mundo. “El sello de calidad ofrece información, primero, a las mujeres que van a trabajar al lugar que lo lleva. Da información sobre una determinada forma de trabajar y de las condiciones en que se trabaja. También es información para los clientes sobre un tipo de trabajadoras sexuales, que son mujeres autónomas”, explica. “Y también es información para las autoridades, a las que se señala que en esos lugares se trabaja en determinadas condiciones”, abunda.
El sello de calidad, que de momento tiene forma placa dorada valorada en 100 euros, está previsto que funcione como el sistema de valoración de los hoteles. Según los planes de la BSD, el año próximo se distribuirán las coronas en función del lujo del que pueda disfrutarse en el prostíbulo.
Por ahora solo hay en toda Alemania una veintena de prostíbulos que muestran la placa dorada de la BSD. Hay otros dos con esa placa en Berlín, otro par en Friburgo (sudoeste germano) y una docena en Bremen (noroeste). A la iniciativa, lanzada a finales de este verano, también se han sumado burdeles en Halle (este), Hamweddel (norte) y Rossenheim (sur). “Los 24 burdeles que tienen el sello de calidad los he inspeccionado yo personalmente”, subraya Klee.
“Habrá más burdeles que tendrán este sello de calidad porque hay muchos interesados”, estima por su parte Elke en la puerta de La Libre. Su prostíbulo, como el resto de burdeles interesados en la iniciativa de Klee y compañía, tiene aún que esperar para recibir las coronas.
“Nosotros nunca optaremos a tener seis coronas porque aquí no tenemos nada que sea lujoso. No queremos ser un burdel lujoso”, afirma Elke. “Queremos seguir siendo un burdel accesible para todos, para gente que no tiene mucho dinero y para gente que tiene algo más, pero, sobre todo, queremos que las personas se sientan bien y que las chicas sean autónomas y que lo que hagan lo hagan bien”, añade.
Habrá más inspectores
Una vez repartidas las coronas, los responsables de la BSD tienen previsto crear en 2019 un instituto independiente que se hará cargo de las revisiones que ella hace actualmente. “Estará compuesto por expertos independientes”, dice Klee, aunque reconoce que, en un primer momento, ella probablemente delegue la labor de las inspecciones en otros “dos o tres miembros de la BSD”. “Viajarán por toda Alemania y someterán el cuestionario a los burdeles, para confirmar así las informaciones que haya dado el local”, plantea Klee.
“Además, serán responsables de organizar seminarios para informar a los propietarios de los burdeles sobre cómo funcionan las revisiones de la BSD y darán consejo a los interesados en mejorar el estatus de su burdel”, añade la presidente del BSD.
De los futuros inspectores, Klee espera, ante todo, que estén “comprometidos”. Compromiso y capacidad de observación parecen ser los dos únicos requisitos para un trabajo abierto a todos. Más allá de eso, según Klee, “no hace falta tener unas cualidades concretas”.
Las inspecciones son clave en el sistema de coronas. Constituyen la base de una iniciativa que busca “posicionar a la prostitución de manera más transparente frente a la sociedad”, según los términos de Klee. La falta de transparencia y la aparente desconfianza con la que las autoridades han acabado mirando al sector está detrás de la nueva ley sobre la prostitución. Entró en vigor el pasado mes de julio y es más restrictiva que la versión de 2002.
Responsable de un prostíbulo inspeccionado por Klee.
Responsable de un prostíbulo inspeccionado por Klee. Cedida
Nueva ley sobre la prostitución
En la versión antigua de la ley, las prostitutas podían darse de alta como trabajadoras autónomas llamándose “masajistas” o “bailarinas”, por ejemplo. En Alemania se estima que hay unas 400.000 mujeres ejerciendo la prostitución. Hasta 1'2 millones de hombres recurren diariamente a sus servicios. El volumen de negocio de la industria está valorado en 14.600 millones de euros anuales, según los cálculos de organismos oficiales.
Manuela Schwesig, política socialdemócrata que fuera ministra de Familia, Tercera Edad, Mujer y Juventud entre diciembre 2013 y junio de este año, apuntaba en su día las necesarias modificaciones a la ley de la prostitución, ya que “muchas mujeres explotadas en la prostitución viven la violencia”.
Contaba con especial mala fama la “tarifa plana” que ofrecían algunos burdeles. Allí, los clientes pagaban por tener tantos encuentros sexuales como les fuera posible durante su visita al burdel. Sobre esta práctica, Klee dice que no se cree que atentara contra “la dignidad humana”, según se ha reprochado desde las autoridades.
“Con la nueva ley, la tarifa plana se ha prohibido, pero ese solo era un formato de tantos. Porque igual que había tarifa plana en burdeles, también está la prostitución en bares, en la calle, en pisos”, expone Klee. El nombre de la 'tarifa plana' era mucho peor de lo que en realidad era. Las mujeres que trabajaban bajo ese concepto estaban contentas”, añade.
La nueva ley obliga a las trabajadoras del sexo a registrarse como tales. También deben someterse regularmente a exámenes médicos e incluso tendrán una tarjeta que las identifica como prostitutas. Burdeles como La Liebre tienen ahora más papeleos y obligaciones. Han de registrarse ante las autoridades en un complicado proceso. “Las autoridades deciden, de aquí a finales de año, si nos dan la concesión para poder trabajar como burdel”, dice Elke. Para ella, la nueva ley, más que una solución, es “un nuevo problema”.
“No es seguro que los pequeños burdeles vayan a seguir abiertos. La prostitución en pisos o casas pequeñas, algo que ha funcionado siempre muy bien, no está garantizada que pueda seguir funcionando”, señala Elke. “Imagine un burdel de dos habitaciones, con una cocina y un baño. Las mujeres que allí trabajan están con la propietaria del burdel en la cocina. Pero es posible que se les exija ahora tener otro baño, de modo que haya dos baños, uno para los clientes y otro para las mujeres”, abunda. “Un burdel así dejará de funcionar”, anticipa.
Desde la BSD, Klee manifiesta que la nueva ley resulta de la distancia que se ha generado entre la industria de los servicios sexuales y los legisladores. El sello de calidad y el sistema de las coronas es un proyecto para que la prostitución sea más transparente en Alemania y, en consecuencia, pueda tenerse claro qué tipo de actividades y de negocio se realizan en los burdeles.
A la espera de que le pongan sus coronas a La Liebre, Betty, la prostituta búlgara que trabaja con Elke, no duda a la hora de valorar su lugar de trabajo. “Yo le daría cuatro de seis coronas”, dice Betty, ajena la opinión de la inspectora. “Es que es bonito, tranquilo y tenemos todo lo que necesitamos”, concluye la joven búlgara.