Luis J. Esteban- de tripas, escritor
Luis J. Esteban. Edad: 46 años. Puesto de trabajo: Comisario Provincial de la Policía Nacional en Salamanca.
24 primaveras en el Cuerpo. Hasta llegar a Salamanca ha sido casi de todo: inspector investigador en la Unidad de Drogas y Crimen Organizado y jefe de grupo en la Unidad de Prevención y Reacción, en Barcelona; jefe del Grupo Operativo Especial de Seguridad de la Jefatura Superior de Policía de Cataluña, jefe de la Comisaría de Manacor, jefe Provincial de Operaciones en Huelva y jefe de la Comisaría de Algeciras.
Ha publicado tres novelas (El inspector que ordeñaba vacas, La vida contra las cuerdas, y El rio guardó silencio). Y tiene a punto de caramelo Moroloco, una historia que “describe de manera realista la corrupción y el narcotráfico tal como se dan en Campo de Gibraltar. Los hechos narrados son ficticios, pero el contexto es un trasunto fiel del día a día en esa comarca”.
Luis J. Esteban escribe “como me sale de las tripas”. Tiende a la ironía siempre “con un lenguaje claro, nunca he soportado a los escritores crípticos, creo que bajo su halo de misterio e ininteligibilidad se esconde, generalmente, una absoluta falta de mensaje”. Entre sus referencias literarias, ningún nombre concreto: “Supongo que todo lo leído y vivido cala en el subconsciente literario e influyen en lo que uno escribe, pero no sabría decir qué autor ha marcado más mi forma de escribir”.
Apuesta por una novela negra realista, sin adjetivos: “Cuando escribo novela policiaca intento acercar el mundo policial al lector, despojándolo de tópicos y de clichés, y presentándolo tal cual es en la realidad. Me conformo con entretener y suscitar alguna reflexión. Yo tengo la fortuna y el honor de poder servir a mi país en mi trabajo cotidiano, seguramente en mis novelas se adivina ese sentimiento”.
Por eso, por contar las cosas sin maquillaje, prefiere la realidad a la ficción, que “suele estar aderezada con algún tipo de glamour del que la realidad casi siempre carece. El mal, en la vida real, puede ser más imaginativo y cruel que en la ficción, pero es, sobre todo, más banal, más prosaico. El asesino múltiple no suele ser un individuo hercúleo, de metro noventa y mirada peligrosa. Tampoco tiene un cociente intelectual extraordinario, ni vive en una mansión lujosa. En la realidad, el psicópata es un tipo gris, del montón, un hombre al que nadie presta especial atención. En el fondo eso le hace más peligroso, porque pasa desapercibido y se camufla perfectamente entre nosotros. Es el joven campechano con el que te tomas una caña en el bar, la señora que cede el asiento a una anciana en el metro, el risueño motorista que te trae la pizza a casa. A veces, ni él mismo sabe de qué es capaz hasta que la vida lo pone ante la coyuntura que dispara su pulsión homicida. Por eso, en las guerras los canallas florecen como las amapolas. Porque es la coyuntura propicia para la eclosión de las maldades latentes. Los policías solemos tener un amplio repertorio de vivencias truculentas del que podemos echar mano a la hora de escribir”.
El mal, en la vida real, puede ser más imaginativo y cruel que en la ficción, pero es, sobre todo, más banal, más prosaico
Por encima de su vocación literaria, Esteban coloca a su profesión “que no cambiaría por nada del mundo. Es una inmensa fortuna amar el trabajo y yo lo amo. Y es un orgullo servir a España. No hay vocación más fuerte que ésta”.
Sobre el reconocimiento por parte del Cuerpo a sus agentes escritores, destaca que “la Policía Nacional ha de reconocer, sobre todo, los méritos profesionales de sus miembros. No obstante, también concede importancia a actividades culturales que ayuden a acercar la institución policial a los ciudadanos. Por eso, por ejemplo, promueve el Premio de Novela Policía Nacional, que este año alcanza su segunda edición y en el que pueden participar todo tipo de escritores, policías o no, siempre que escriban novela negra”.
A Luis le hubiera gustado ser el Unamuno de Paz en la guerra o el Vargas Llosa de La guerra del fin del mundo, aunque teme “que moriré sin haber escrito nada remotamente parecido”. En ese trayecto, escribir le ayuda a conocerse a sí mismo. Su sueño de escritor es “que me lea mucha gente”. Su sueño de policía: “Servir a mis compatriotas y, gracias a Dios, lo cumplo todos los días”.
Los policías solemos tener un amplio repertorio de vivencias truculentas del que podemos echar mano a la hora de escribir”
Entre sus gadgets de hombre polivalente, Esteban aparece en el mar de internet como uno de los mejores concursantes de Pasapalabra. 83 programas a pie de tele con bote. Después de muchos medios, muchas entrevistas, mira: el-de-la-tele, un poli catódico… él prefiere sortear ese capítulo, un capítulo solo apto para los que han leído tanto y tienen tanta vida, que se llevan los roscos como picos. Cuando se escribe con background -y con tripas- no se pasa palabra, porque no se puede.
Sebastián Roa, una “referencia” de la novela histórica
Sebastián Roa tiene 50 años y trabaja en Jefatura Superior de Policía de Valencia. Policía Judicial. Forma parte del Cuerpo desde 1989, “pero tuve el honor de vestir de verde como guardia civil auxiliar, así que sumemos año y medio más”. Su trayectoria profesional ha ido “desde recibir denuncias como policía, a ser jefe de un grupo de lucha contra bandas, pasando por patrullar en el zeta, formar parte de una unidad de intervención o investigar robos con violencia. He trabajado por toda España, incluidos ambos archipiélagos, y al otro lado del Estrecho”.
Lo suyo es “la novela de aventuras enmarcada en un contexto histórico. Para abreviar: novela histórica”, un ámbito en el que Santiago Posterguillo, último Premio Planeta, le ubica como “una referencia”, aunque si esos piropos auténticos tuvieran el eco debido es posible que la literatura no fuera su segunda ocupación, matiza.
Tiene publicadas siete novelas en doce años: Casus Belli, El caballero del alba, Venganza de sangre, La loba de al-Ándalus, El ejército de Dios, Las cadenas del destino y Enemigos de Esparta.
Sus referentes literarios son Blasco Ibáñez, Ramón J. Sender y Miguel Delibes.
Su primera aventura literaria arrancó “como un experimento, alargando un relato para probar. Y con un reto de mi esposa al mandar el resultado a una editorial”.
Cursó Derecho y Ciencias Políticas, y aunque “todo lo que te permita experimentar la condición humana es buena experiencia para narrarla, creo que mi profesión ha sido más útil que mis estudios”.
Todo lo que te permita experimentar la condición humana es buena experiencia para narrarla, creo que mi profesión ha sido más útil que mis estudios
Es de los pocos policías escritores que no ha tenido la tentación, de momento, de hacer novela negra, “pero no me cierro puertas. Tal vez en el futuro”. Su tiempo literario se lo roba al sueño y a la familia. Con un trabajo así, dice, su dinámica literaria “está regida por el caos. Soy irregular y tengo que aprovechar los resquicios”.
Ser policía le ha servido para conocer “a personas de gran talla humana y a auténticos monstruos. Y unos y otros, respectivamente, con sus sombras y sus luces. Material precioso para construir personajes de ficción”.
Aunque escriba novela histórica llena de épica, para él, “hay pocas cosas más épicas que patrullar por la noche en una gran ciudad y jugarte la piel por los demás, o ser un policía en una UIP y plantar tu escudo junto al de tu compañero, dispuesto a proteger el Estado de Derecho. Escribir hoy es poco arriesgado. Además, salvo excepciones, la gente que escribe no se moja: quiere quedar bien siempre, conservar a sus lectores y recibir likes en Facebook. No hay color”.
Su experiencia literaria le ayuda a “descubrir que dudo y buscar respuestas que posiblemente no hallaré jamás”. Dentro de esa dinámica-caos, la fuente de inspiración de sus historias bebe de dejarse guiar “por lo que soy y por lo que veo en los demás. Pero leyendo sobre el pasado encuentro detalles de mucha ayuda. Es lo bueno de ser lector: multiplica las vivencias”.
Hay pocas cosas más épicas que patrullar por la noche en una gran ciudad y jugarte la piel por los demás, o ser un policía en una UIP y plantar tu escudo junto al de tu compañero, dispuesto a proteger el Estado de Derecho
Como referencia en la novela histórica, una pregunta ineludible:
-Después de casi tres décadas como inspector de Policía, ¿podría ya ponerse a hacer novela histórica del Cuerpo?
-No es mala idea. Igual me lo pienso.
Esteban Navarro y los líos internos
Esteban Navarro está a una novena de los 54. Vive en Huesca, capital. Fue policía desde 1994 en terrenos diversos: Seguridad Ciudadana (Barcelona), Información (Huesca), Escoltas (Madrid), y Judicial y Seguridad Ciudadana, de nuevo en Huesca.
Vistió el uniforme con orgullo por su parte y la del Cuerpo, hasta que en 2018 se liaron las cosas, las mezclas, los malentendidos. Lo cuenta él: “Siempre creí que mi trabajo de policía y la literatura se podían armonizar perfectamente. Fui policía, cuando estaba de policía, y escritor, cuando estaba de escritor. En ocasiones, las dos actividades se solapaban, sobre todo en los festivales de novela negra, como el de Aragón Negro, en los que no ocultaba mi condición de policía, esgrimiéndola con orgullo. Policía y escritor, siempre lo había dicho y así se hacía eco la prensa cuando me mencionaba. Figúrese si estaba orgulloso de ser un abanderado de la literatura dentro de la policía que, incluso en 2013, la Jefatura Superior de Aragón me distinguió con una placa que reza: “A Esteban Navarro Soriano, de la Jefatura Superior de Aragón, en reconocimiento al prestigio de la misma”.
-¿Qué pasó para que esa relación se rompiera?
-Todo se truncó la mañana del 22 de mayo de 2017, cuando me llamaron del departamento de Asuntos Internos de Huesca para comunicarme que desde Madrid se me había abierto un expediente sancionador por falta grave por “incumplimiento de funciones”. El expediente consistía en 25 folios enviados desde mí comisaría, la de Huesca, firmados por el comisario provincial en calidad de denunciante y haciendo alusión a que había una preocupación de “algunos” funcionarios de la comisaría de Huesca en relación con mis actividades en las redes sociales y mi uso “partidista” de mi condición de policía para promocionarme como escritor. Lo curioso es que por aquel entonces yo ya había publicado diez novelas y nunca se objetó nada, pero hacía cinco semanas que había publicado Una historia de policías, que narra como cinco agentes de la comisaría de Huesca se corrompen y organizan una mafia, una historia de ficción. La relación es demasiado evidente…
Jamás supe quiénes eran esos policías, porque el comisario no los nombra, pero los cita, y el expediente finalmente se resolvió con un “apercibimiento”, que es algo así como un tirón de orejas. Pero estuvieron investigándome durante cinco meses y llegaron a tomar declaración a varios policías de Huesca preguntándoles si alguna vez me habían visto de uniforme en dependencias policiales hablando con la prensa de mis novelas. En el transcurso de la investigación nos llegaron a enviar a mí y a mi familia hasta un centenar de mensajes a través de Facebook y Twitter dando a entender que era mejor que no regresara a la comisaría, porque nadie de allí quería la compañía de “un payaso que se cree escritor”. Sufrimos hasta cinco actos vandálicos en la misma puerta de mi casa, con pintadas en la puerta y porquería en mi felpudo. Aquí lo explican muy bien. A raíz de este reportaje me dejaron en paz, y eso que envié dos escritos a Asuntos Internos denunciando este acoso desmedido, pero no hicieron nada. Ante esta situación, no podía regresar a trabajar a la comisaría de Huesca, por lo que me ofrecieron adelantar la segunda actividad, algo que me correspondía cuando hubiera cumplido los 55, pero me lo concedieron 18 meses antes.
-¿Cuál es su relación actual con la Policía? ¿Los titulares que hablan de "expulsión" son ciertos?
- No, en realidad estoy jubilado, porque no podía volver después del acoso y porque temía que la cosa podía ir a peor.
La historia de Esteban Navarro tiene entre bambalinas al resto de policías escritores, amando su profesión con cordura, dándole coba a la literatura, y midiendo las palabras y las fotos, vaya a ser.
Navarro tiene 16 novelas publicadas, cinco de ellas autoeditadas en Amazon, iTunes y Google-Play. Y en operación salida anda un thriller histórico que verá la luz este mes de marzo: El cónsul infiltrado, una novela ambientada en Zaragoza en torno a la vida del cónsul Roger Tur, “asesinado en el año 1972 por los miembros de La Hoz y el Martillo, un grupo de estudiantes de izquierdas que quisieron dar una lección a Francia atacando intereses en suelo español por su apoyo al régimen de Franco en su lucha contra el independentismo vasco. Esta muerte había pasado sin pena ni gloria hasta el año 2005 cuando la CIA desclasificó los archivos de la Segunda Guerra Mundial y se supo que el cónsul de Francia había sido un agente doble durante el conflicto, enviando informes a los norteamericanos sobre los nazis refugiados en Zaragoza”.
La historia de Esteban Navarro tiene entre bambalinas al resto de policías escritores, amando su profesión con cordura, dándole coba a la literatura, y midiendo las palabras y las fotos, vaya a ser.
Los espejos literarios a los que más se mira son Simenon, Ellery Queen, Saramago y Paul Auster.
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Más nombres propios en las portadas
Policías escritores hay más. Unos cuantos más.
Víctor del Árbol: 50 años, ocho novelas, entre ellas Antes de los años terribles publicada este año; nueve distinciones.
Silvia Barrera (Madrid, 1977), inspectora de Policía al servicio de los ministerios de Defensa e Interior durante dos décadas, habitualmente entre la investigación y las puertas abiertas del campo ciber. En 2018 publicó Instinto y pólvora, una obra llena de referencias autobiográficas que refleja “la dura realidad de la profesión policial y la crudeza del día a día frente a la delincuencia física y virtual”.
Javier Ramón González. Cartagena, 1973. Diplomado en Criminología. Más conocido como Espíritu González, “el policía que escribe y corre maratones”. Autor, entre otras publicaciones, de obras como De patrulla con Filípides, Del sueño a la meta y Crecer para ser. Un referente del mundo del coaching muy presente en las redes sociales, un estímulo ahora para quienes opositan al Cuerpo con A 365 tuits de cumplir tu sueño.
Marc Pastor (Barcelona, 1977) es criminólogo y trabaja en la sección científica de los Mossos d'Esquadra. Es autor de Montecristo, La mala dona (Premio Crímenes de Tinta), L’any de la plaga, Bioko y Farishta. Sus obras han sido traducidas al castellano y ocho lenguas más.
Alejandro Gallo (León, 1962), licenciado en Filosofía, Ciencias Políticas y Ciencias de la Educación, y comisario-jefe de la Policía Local de Gijón. La memoria histórica es uno de los hilos conductores más relevantes de sus novelas.
Ilustres, pasados y presentes. Como José Luis de Tomás, premio Nadal en 1985; Tomás Salvador, Premio Planeta en 1960, con El atentado; Domingo Manfredi, Premio Nacional de Literatura, con La rastra; Ricardo Magaz, finalista del Premio Nacional de Crítica en 1997, con La embajada, y Premio al Libro del Año en 2005; Antonio Gómez Montejano, policía local y Premio Internacional de novela siglo XXI, con Adalides del progreso… Y Ramón Sánchez, mosso d'Esquadra; Rafael Jiménez, Serafín Giraldo y Santiago M. Sánchez, policías nacionales.