EL CORREO
Domingo, 5 de febrero de 2006
A pesar de que Bilbao cuenta con más de 1.400 policías y niveles bajos de delincuencia, sus ciudadanos no viven tranquilos
AINHOA DE LAS HERAS/BILBAO
Bilbao disfruta de uno de los ratios de policía por habitante más altos de Espa?a y, probablemente, de Europa: 2,1 agentes por cada mil ciudadanos, cuando los estudios sitúan en 1,5 el nivel mínimo razonable de presencia policial. Cualquier día, a las diez de la ma?ana, recorren la ciudad al menos unas veinte patrullas de la Policía Municipal y ocho de la Ertzaintza, además de una furgoneta con media docena de efectivos y cinco coches camuflados de la Policía autónoma, informan fuentes sindicales.
En el caso de la guardia urbana, desde el a?o pasado y gracias a un cambio en el calendario laboral, la cifra se eleva a 30 ó 35 unidades durante las noches de los fines de semana, momento en el que se disparan los actos violentos. Eso, sin contar con los miembros del Cuerpo Nacional de Policía y la Guardia Civil desplegados en la capital vizcaína que también tienen asignadas algunas competencias en materia de Seguridad Ciudadana.
Si los índices de delincuencia no han aumentado y hay más uniformes que en otras urbes de su tama?o -trabajan más de 1.400 policías-, ?por qué entonces los bilbaínos citan la inseguridad ciudadana como la primera de sus preocupaciones sociales? Los propios agentes atribuyen esta paradoja a la ?impunidad? de la que gozan algunos delincuentes, que salen a la calle a las pocas horas de ser detenidos y vuelven a robar. También a la ?descoordinación? entre los distintos cuerpos, al mal funcionamiento de los números de emergencias y a que la cifra de efectivos realmente operativos es inferior a la plantilla confesada oficialmente.
?Círculo vicioso?
Los vecinos declaran sentirse más tranquilos cuando ven a un policía a las dos de la ma?ana en su manzana y confiesan que asesinatos como los del taxista, degollado presuntamente por un cliente que quería robarle, y el de un joven magrebí a navajazos la pasada Nochevieja en pleno centro, les inquietan por su ?estridencia?, admite Javier Rodríguez, de la asociación vecinal Bihotzean del Casco Viejo.
Un cabo de la Policía autónoma cuenta que cuando algún amigo de fuera de Bilbao le visita, siempre recomienda no dejar nada a la vista en el coche, o bien meterlo a un parking. ?Si sales a la calle y preguntas, a todo el mundo le ha pasado algo: o le han robado la cartera, o al hijo de su vecina le han quitado el móvil en el Casco Viejo... Antes eso no pasaba?.
El catedrático de Sociología de la Universidad del País Vasco, Ander Gurrutxaga, advierte de que esa ?sensación subjetiva de amenaza?, que él denomina ?fiebre?, se retroalimenta con el ?discurso público de las autoridades? y degenera en un ?círculo vicioso?.
El debate está vivo en las comisarías. ?La gente pide más policía. Puede que sea escasa, pero sobre todo está mal organizada?, opina Enrique Abad, del Sindicato Vasco de Policía de la guardia urbana. La falta de sinergias entre los distintos cuerpos policiales se repite en muchas ciudades del mundo y por ahora nadie parece haber encontrado la fórmula. Tampoco en Bilbao. ?La descoordinación con la Ertzaintza es absoluta. Ni nosotros sabemos lo que hacen ellos ni al revés?, denuncia Abad. ?Los efectivos no se aprovechan al máximo, se duplican servicios: nos mandan a seis patrullas para una chorrada?.
Un ertzaina se quejaba hace unos días de un caso que ocurrió en el barrio de Deusto, donde desde el pasado mes de noviembre la Policía local mantiene un dispositivo especial los fines de semana para frenar el descontrol nocturno. ?Nos avisaron de que había una pelea con heridos en una discoteca de la calle Lehendakari Aguirre y salimos a toda velocidad hacia allí, casi jugándonos la vida?, recuerda el agente de la Policía autónoma. ?Cuando llegamos, nos encontramos con que había ya un ejército de 'municipales'?.
Los incidentes se repiten casi a diario y merman la eficacia, hasta el punto de que las autoridades decidieron crear una comisión de coordinación, liderada por el alcalde, I?aki Azkuna, y el consejero de Interior, Javier Balza. Sin embargo, no se reúne, al menos de cara a la opinión pública, desde hace tres a?os. Este órgano estaba previsto en el protocolo firmado en 1994 entre ambos cuerpos a raíz del despliegue de la Ertzaintza en Bilbao.
El recelo a la hora de compartir información afecta directamente a los centros de coordinación. Los propios agentes denuncian que el origen de algunos de sus problemas comienza en los números de emergencias. Patrulleros de uno y otro lado proponen unificar el 112 y el 092 en una gran ?sala de comunicación? que controle todos los medios policiales, sanitarios y de bomberos.
Impunidad o cárcel
Pero si algo indigna a los policías es la reincidencia. ?A la víctima le crea una sensación de impunidad, pero al tío le estás diciendo que robar le sale gratis?, protesta el mando. Hace un tiempo un agente mantuvo una discusión con una jueza de Bilbao. ??No me estará insinuando que meta en la cárcel a un ladrón de radiocasetes??, le espetó la magistrada. ?La prisión será el último paso, pero es que en medio no hay ninguno?, se quejó él.
El sociólogo de la UPV Ander Gurruchaga cree que al hablar de inseguridad ciudadana, ?lo primero que hay que preguntarse es si responde a razones objetivas reales?. ?El incremento de la pobreza y de los extra?os o los procesos de desindustrialización quiebran el concepto de seguridad que manejamos en la vida cotidiana?, plantea el profesor.
Se refleje o no en las estadísticas de criminalidad, el representante vecinal Javier Rodríguez sostiene que en Bilbao se producen ?atracos y delitos menores pero con una violencia extrema. No sólo te roban la cartera, sino que además te dan una paliza?. Su barrio, el Casco Viejo, vive más sosegado desde que se estableció allí un punto fijo de la Policía Municipal los viernes y sábados. ?Autoridad en la calle no tiene que ver con represión, sino con control?, defiende.
?Bilbao ha dejado de ser nuestro 'botxo' para convertirse en una ciudad cosmopolita. Tendremos que aprender a relacionarnos con los que no son como nosotros, a reconocerles como sujetos de los mismos derechos y obligaciones?, sentencia Gurrutxaga.