Autor Tema: Participación ciudadana  (Leído 173937 veces)

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Re: Participación ciudadana
« Respuesta #1640 en: 13 de Junio de 2020, 01:12:12 am »
Una foto que escandaliza: 28 agentes para proteger a Iglesias y 25 para hacer frente a la ‘kale borroka’ de los CDR

https://okdiario.com/espana/foto-polemica-28-agentes-proteger-iglesias-25-frente-kale-borroka-cdr-5740935



Esta tiene una perspectiva mejor.




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Re: Participación ciudadana
« Respuesta #1641 en: 13 de Junio de 2020, 07:25:21 am »

Sancionada por pasar tres veces por delante de la casa de Iglesias con una bandera de España

600 euros de multa. Laura Wachter acudía a misa en La Navata cuando se cruzó con una protesta improvisada frente a la vivienda del vicepresidente

Laura Watcher, la vecina de Torrelodones que ha sido multada por la Guardia Civil por pasear por delante de la casa de Pablo Iglesias e Irene Montero/Foto: ©Gonzalo Pérez Mata/La Razón.
Ángel N. Lorasque
Última actualización:13-06-2020 | 05:33 H/
Creada:13-06-2020

Laura acudía como de costumbre a la parroquia de San Antonio de La Navata, en Galapagar. Al percatarse de que había varias personas protestando en las inmediaciones de la vivienda del vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, decidió acercarse. ¿El resultado? Una sanción administrativa. «Me parece de locos, en la vida me había ocurrido esto», relata indignada desde su casa de Torrelodones, donde nos lee el argumento que consta en el documento sancionador emitido por la Guardia Civil el pasado miércoles.

«En las observaciones detalla que se me ha multado por pasear tres veces por el lugar de la denuncia en un periodo corto de tiempo, llevando reivindicaciones en la vestimenta. ¿Qué tipo de delito he cometido? Claro que llevaba una bandera de España, pero eso no puede suponer un castigo. Si no recuerdo mal, la libertad de expresión sigue existiendo en nuestro país pese a que muchos quieran silenciarnos», dice enfadada.

A sus 69 años, esta española de origen alemán que ha pasado media vida residiendo en el extranjero, no esconde su descontento con el actual Gobierno y con el modo en el que ha gestionado la crisis del coronavirus, por eso reclama su derecho a unirse a una protesta espontánea en los alrededores de la vivienda de Iglesias en Galapagar. Según consta en la sanción, el hecho denunciado consiste en «la celebración de reuniones en lugares de tránsito público o de manifestaciones incumpliendo lo preceptuado en los artículos 4.2,8, 9, 10 y 11 de la Ley Orgánica 9/1985 de 15 de julio», aludiendo que la norma infringida es la Ley Orgánica 4/2015 de Protección de Seguridad Ciudadana.

Esta ley a la que se refiere es la conocida como «la ley mordaza», que fue impulsada por el Gobierno de Mariano Rajoy y a la que tanto Pedro Sánchez como Pablo Iglesias criticaron con dureza por considerarla un atentado contra la libertad de expresión. De hecho, el actual Gobierno de coalición ha iniciado el camino para su modificación de los aspectos más polémicos.

Según expertos consultados, toda concentración debe ser comunicada a la Delegación del Gobierno y «sólo se puede prohibir si se cumplen ciertos requisitos de que exista peligro para las personas o que lancen proclamas que sean constitutivos de delitos de odio». El artículo 4.2 se refiere a la orden en la manifestación y el 8,9,10 y 11 a la comunicación y autorización de la misma. Sin embargo, Laura insiste que aquello no se trataba de ninguna manifestación ni convocatoria organizada, sino de una protesta espontánea, al estilo de las que a lo largo del confinamiento se han producido, por ejemplo, en Núñez de Balboa.

Los participantes en estas protestas nunca fueron amonestados y, por eso, esta madrileña no entiende el porqué de su sanción. «Todavía no sé la cuantía exacta, porque tras la sanción es la Administración la que debe comunicarlo, pero al parecer son 600 euros. Aun así, uno de los guardias civiles que estaba allí se me acercó y, como me vio alterada, me dijo que no me preocupara, que al final esto quedaría en nada y no tendría que pagar ninguna multa», apunta.
Máxima seguridad

Ella niega que se tratara de un escrache, «pero aunque así hubiera sido, me gustaría recordarle al señor Iglesias que ellos fueron los primeros que comenzaron a realizar estos actos contra miembros del Partido Popular hace años. Ahora nos quiere multar a los demás por ejercer nuestra libertad».

Laura ironiza con el despliegue de seguridad que se ha instalado en los alrededores de la casa del vicepresidente Iglesias y de su esposa, la ministra de Igualdad, Irene Montero: «Hay camiones de antidistubrios. Yo creo que se han equivocado y donde deberían estar es en Cataluña. Ah, y encima quien estaba dando órdenes a los guardias civiles era el famoso Julio ‘‘El rojo’’», dice en alusión a Julio Rodríguez, el militar de Podemos que actualmente es el director del Gabinete de la Vicepresidencia segunda (la de Iglesias). Una información que ha corroborado el periódico digital «Ok diario» tras conseguir unas imágenes donde se ve al ex Jefe del Estado Mayor de la Defensa, paseando por las calles colindantes mientras observaba la situación.

Éste enclave del hasta ahora tranquilo Galapagar se ha convertido en un punto de encuentro de críticos y partidarios de los políticos de Podemos. Las caceroladas de hace semanas quedaron prohibidas «porque causan molestia a la fauna, y ahora solo gritamos cosas como ‘‘Gobierno dimisión’’, ‘‘abajo el Gobierno’’ o ‘‘Viva España’’, no se por qué esto puede ser objeto de un delito», recalca la sancionada.

Ella, además, conoce bien la zona, no solo por sus frecuentes visitas a la Parroquia de San Antonio, sino porque en 2016 ella estuvo a punto de comprar la casa en la que hoy residen Iglesias y Montero. «Conozco bien la finca de los ‘‘marqueses de Podemos’’, es grande, pero la casa en sí no, en la cocina no caben ni dos taburetes. Además, recuerdo que los materiales de las ventanas eran bastante malos. Al final optamos por no comprarla, pero recuerdo con detalle cómo era.

Es más, la zona de la piscina podía ser observada desde una piedra grande que hay en las inmediaciones. Cuando se lo dije a Ana, la ex dueña de la casa, me comentó que se podían plantar árboles altos, pero yo le dije que aun así te veían. No sé qué habrán hecho con esa piedra los Iglesias, lo mismo hasta se la han cargado. Lo que sí es precioso es el jardín», recuerda.

En lo que insiste Laura es en las «enormes» medidas de seguridad que se han instalado en los alrededores de la finca: «He contado varias decenas de guardias civiles, y luego a más de 200 metros sigue habiendo vigilancia. Sin contar con la caseta fija que tienen montada al lado de la puerta. Todo eso lo pagamos todos. Por eso me indignaba cuando los ‘‘podemitas’’ que había también en la zona nos increpaban diciendo que: ‘‘Menos ir a misa y más pagar nuestros impuestos’’. ¡Qué sabrán ellos todo lo que pago yo en impuestos! Es una vergüenza, yo solo les recuerdo tanto a Iglesias como a su esposa, que ahora son ellos los que están bebiendo del jarabe de la democracia».

Desde el miércoles, Laura Wachter no ha vuelto por La Navata, pero dice que nadie va a impedirle hacerlo y que si la vuelven a multar por ejercer su derecho a la libertad de expresión que lo hagan. «Lo que han hecho es un abuso de poder total, y no lo digo por los guardias civiles –que ellos no hacen más que cumplir con las órdenes de sus superiores–. Es más, te digo que algunos ya están hartos de tener que estar ahí de guardaespaldas de Iglesias y familia».

A pesar del incómodo momento de tener que facilitar a la autoridad su identidad, pues «te hacen sentir como un delincuente», Laura ya está deseando coger de nuevo su bandera de España para apoyar lo que ella considera es la prioridad: la defensa del país. «Siempre lo haré de manera pacífica, aunque a algunos les moleste y quieran que nos quedemos en casa sin hacer nada», concluye.

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Re: Participación ciudadana
« Respuesta #1642 en: 14 de Junio de 2020, 06:51:21 am »

«Pedro S. Pablo I. Asesinos»: el Gobierno rastrea las pancartas en los balcones
La Subdelegación del Ejecutivo en Valencia comunica a la Policía las viviendas que exhiben mensajes alusivos a la gestión de la pandemia para denunciarlos ante la
D. V.
VALENCIA Actualizado:13/06/2020 10:44h
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¿Delitos de incitación al odio o críticas sociales amparadas en la libertad de expresión? La proliferación de pancartas y banderas con mensajes alusivos a la gestión de la pandemia del coronavirus ha propiciado un goteo de denuncias ante la Fiscalía tanto de particulares como de instituciones públicas.

La propia Subdelegación del Gobierno en Valencia ha trasladado a la Policía Nacional la exhibición de una pancarta desde el balcón de una vivienda del municipio de Torrent en la que se podía leer: «Pedro S. Pablo I. Asesinos». Los agentes desplazados levantaron un atestado acompañado de imágenes que obra en poder de la sección de delitos de odio de la Fiscalía provincial.

Sin embargo, el Ministerio Público no vaticina un recorrido penal a la denuncia. De hecho, según la Fiscalía, en la pancarta no se identifican las personas aludidas y, en todo caso, para que el caso pudiera llegar a los tribunales deberían ser los afectados (en teoría el presidente y el vicepresidente del Gobierno) quienes presentaran la denuncia.

Mientras que en otros casos son los vecinos quienes denuncian la exhibición de pancartas o banderas, en esta ocasión fue la Subdelegación del Gobierno, dirigida por José Roberto González Cachorro, la que tomó la iniciativa. La Policía Nacional llegó a identificar a la propietaria del piso en el que se exhibía la pancarta con el mensaje de «Pedro S. Pablo I. Asesinos», quien admitió su autoría y se comprometió a retirarla.
«Si vemos continuamente a políticos cada vez más enfadados, la sociedad lo reproduce»

Fuentes policiales consultadas por ABC admiten que no resulta frecuente que la Subdelegación del Gobierno dé indicaciones sobre este tipo de actuaciones como en el caso de Torrent.

Ahora la Fiscalía debe determinar si la mujer que colgó de su balcón pudo haber incurrido en algún tipo de delito de incitación al odio o, como todo indica, el caso se encuadra en un «reproche o crítica social» sin mayores consecuencias jurídicas.
Denuncias cruzadas

Una resolución idéntica a la que se encaminan otras denuncias de corte similar que han llegado a la Fiscalía en las últimas semanas como la de un hombre de la localidad valenciana de Mislata, militante de Vox, que trasladó las amenazas recibidas por parte de sus vecinos por exhibir una bandera de España con la cifra de fallecidos por el coronavirus.

Ante estos cruces de denuncias, Susana Gisbert, coordinadora de a sección de Odio de la Fiscalía de Valencia, explica que «si vemos continuamente en las pantallas a políticos cada vez más enfadados y con tanta crítica, la sociedad lo reproduce. O puede ser que sea al revés. Un reflejo mutuo».



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Re: Participación ciudadana
« Respuesta #1643 en: 15 de Junio de 2020, 18:52:04 pm »


Casi 200 colchones abandonados cada día en Madrid durante la pandemia



Hasta el pasado 9 de junio, se han recogido un total de 17.363, una media de ocho colcoches cada hora

EFE
Actualizado:15/06/2020 12:55h
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NOTICIAS RELACIONADAS
Plaga de colchones tirados en la calle tras las muertes por Covid-19
El servicio municipal de recogida gratuita de muebles y enseres y los puntos limpios quedaron suspendidos debido a la crisis sanitaria por el coronavirus, que ha provocado el abandono masivo de colchones en las calles de Madrid, donde se han recogido un total de 17.363 hasta el pasado 9 de junio, casi 200 al día.


Fuentes del área de Medio Ambiente y Movilidad del Ayuntamiento de Madrid han indicado a Efe que durante cada hora de esta pandemia se han abandonado en la vía pública más de 8 colchones, siendo Puente de Vallecas el distrito más afectado.

Aunque el servicio de recogida a domicilio y los puntos limpios están ya plenamente operativos desde hace un mes, algunos ciudadanos continúan tirando los colchones a la vía pública.

Para preservar la salud de los trabajadores del servicio de limpieza, se han dispuesto a marcar los colchones y ponerlos en cuarentena 5 días antes de recogerlos de las calles, por lo que tardan aún más en retirarse.

Para evitar el contagio entre los trabajadores del servicio de limpieza municipal y evitar la expansión de la Covid-19, el Ayuntamiento de la capital envió un mensaje a los ciudadanos para que no sacaran sus muebles y enseres a la calle, pero no se ha evitado que se abandonaran miles de ellos en la vía pública durante la pandemia.


Desde el 9 de junio se han recogido 17.363 colchones en las calles de Madrid, en concreto, 1.690 en los distritos de Centro, Chamberí y Tetuán; 1.008 en Chamartín, Salamanca, Retiro y Arganzuela; 2.521 en Fuencarral, Moncloa y Latina; 1.904 en Hortaleza, Barajas, Ciudad Lineal y San Blas; 5.177 en Vicálvaro, Moratalaz, Puente de Vallecas y Villa de Vallecas; y 5.063 en Carabanchel, Usera y Villaverde.


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Re: Participación ciudadana
« Respuesta #1644 en: 20 de Junio de 2020, 06:37:45 am »
Los tres últimos manifestantes de las caceroladas de Núñez de Balboa: “La gente se ha cansado y ha vuelto el fútbol”

Tres vecinos del barrio de Salamanca continúan concentrándose contra el Gobierno, pero solo los miércoles. Realizarán una manifestación el 27 de junio por las calles de Madrid



https://elpais.com/espana/madrid/2020-06-18/los-tres-ultimos-manifestantes-de-las-caceroladas-de-nunez-de-balboa-la-gente-se-ha-cansado-y-ha-vuelto-el-futbol.html

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Re: Participación ciudadana
« Respuesta #1645 en: 23 de Junio de 2020, 17:54:20 pm »
...

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Re: Participación ciudadana
« Respuesta #1646 en: 26 de Junio de 2020, 15:41:00 pm »
Parece que no les gusta que les graben...

https://youtu.be/6GYM5fBIuNU

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Re: Participación ciudadana
« Respuesta #1647 en: 29 de Junio de 2020, 06:34:05 am »
Si el RD estableció una serie de exenciones, la EMT, el Metro, RENFE etc...deben aplicarlas, pero.....

Los enfermos que no pueden llevar mascarillas: “No me dejan subir al bus ni con certificado”
La madrileña María Ortega sufre varias enfermedades respiratorias. La Empresa Municipal de Transportes dio una orden de prohibir el acceso a los usuarios que no usen mascarillas
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Manuel Viejo
Madrid - 28 jun 2020 - 00:33 CEST

María Ortega no puede caminar más de 200 metros sin pararse. Necesita respirar, tomar un poco de aire, frenar en seco. Con 54 años sufre una insuficiencia respiratoria, alergia, esclerosis múltiple y fibromialgia. Un combo de patologías que le impiden volver a ser la de antes, una trabajadora social que se dedicaba en cuerpo y alma a los demás. “Llegué a recibir un premio de Aznar”, cuenta. Y muestra una foto, por si las dudas. Ortega vive cerca de La Moncloa, una zona llana de Madrid que para ella es como una montaña rusa.

Su día a día cambió de repente hace unos años. La fatiga se convirtió en un modo de vida. El golpe de la insuficiencia respiratoria le provoca mareos y vértigos instantáneos. “Como que se me nubla así la vista, de golpe”. Su cuerpo le pide paciencia cuando camina más de la cuenta. Se mueve en transporte público por Madrid porque no tiene coche. “Pero tampoco podría conducir porque la enfermedad me lo impide”. Dice que los reflejos ya no son los de antes. Sus paseos matutinos, vespertinos y nocturnos empiezan y terminan en un asiento de autobús.

Su rutina sufrió un pequeño desbarajuste con la publicación en el BOE de la obligatoriedad del uso de las mascarillas para usar el transporte público el pasado 21 de mayo. Desde entonces, Ortega acude a todos los lados con la máscara de plástico, como si fuera una soldadora de aluminio vestida de paisana.

En la mano derecha porta siempre el documento firmado por su médico, como una parte más del DNI: “Presenta problemas de insuficiencia respiratoria por la cual necesita prescindir de mascarilla en determinados momentos, debiendo extremar cuando esto se produzca la distancia de seguridad y el resto de precauciones”. Pero no sirve de mucho. Ahora sufre el rechazo de algunos de los conductores públicos del servicio de transportes de la región. Esta semana sucedió en la céntrica parada de la Plaza de España:

- Hola, ¿este va a Cibeles?

- Sí, pero necesita mascarilla.

- Es que no puedo por prescripción médica, mire.

- Le he dicho que no, lo siento.

- ¿Me va a dejar aquí?

- ¡Le han dicho ya que no, señora!- inquiere una viajera.

Y a esperar. Ortega cuenta esto con resignación. “¿Por qué hacen esto?, ¿es que somos extraños? No puedo ponérmela porque no puedo, me ahogo. Llevo una máscara y con esto debería bastar”. Pero el BOE manda. Ha escrito varias cartas a la Empresa Municipal de Transportes y la respuesta siempre es la misma: “Su escrito ha sido admitido. Recibirá una respuesta en la mayor brevedad posible”. La brevedad en la burocracia, y más en mitad de una pandemia, es una eternidad. Una portavoz de la EMT dice que ellos no pueden hacer nada al tratarse de una orden ministerial. Sin embargo, el BOE explica en un apartado: “Se excepciona de esta obligación a aquellas personas que presenten algún tipo de dificultad respiratoria que pueda verse agravada por la utilización de la mascarilla y a aquellas cuyo uso se encuentre contraindicado por motivos de salud o discapacidad”. No sirve de nada.

Raro es el día que suba a la primera al autobús. El lunes, por ejemplo, Ortega sufrió el no rotundo de cuatro conductores. Llegó tarde a su cita con un funcionario de Hacienda para terminar los trámites de la declaración de la renta. No solo le ocurre en los alrededores de Plaza España o en su casa, cerca de La Moncloa. El lunes este periódico lo comprobó en hasta cuatro ocasiones en una mañana calurosa por la Gran Vía, Príncipe Pío o Embajadores:

- Lo siento, no puede.

- ¿No le vale el certificado médico?

- No. Póngase la mascarilla.

Y otra vez:

- Ya la he dicho que no.

- Pero es que no puedo porque tengo una enfermedad.

- No, es con mascarilla, señora.

Algunos ni contestan, arranca casi con la palabra en la boca. Otros conductores son más amables. “Yo quiero llevar a todo el mundo, pero entiéndame a mí. El certificado dice eso, pero yo tengo unas normas que cumplir. Le habrán avisado más conductores, ¿no? Lo siento, es la normativa que nos ha llegado. Lo sé, sé que usted estará como dice. A mí me gusta llevar a todo el mundo, aunque no lo crea”.

Ortega escucha con atención. “Este ha sido más majo, otros ni me miran porque ya me conocen”. Pero otros también la aceptan directamente, sin preguntar, aunque no la lleve. “Solo quiero que me dejen entrar sin preguntar, es humillante decir todo el rato que estás enferma delante de los viajeros. Antes viajaba sin problemas. Me encantaba montar en bici, eso sí que lo echo de menos”.

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Re: Participación ciudadana
« Respuesta #1648 en: 30 de Junio de 2020, 10:09:33 am »

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Re: Participación ciudadana
« Respuesta #1650 en: 07 de Julio de 2020, 09:58:49 am »
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Re: Participación ciudadana
« Respuesta #1651 en: 13 de Julio de 2020, 06:49:08 am »

La pasarela salvará las vías del tren entre San Cristóbal de los Ángeles y Butarque (al fondo) - FOTOS: DE SAN BERNARDO

Guerra vecinal en Butarque por la construcción inminente de la «pasarela del miedo»

El proyecto mantiene en vilo al vecindario, dividido entre la necesidad de conectar con la estación de Cercanías de San Cristóbal de los Ángeles y el temor a un posible traslado de la delincuencia y la droga

Aitor Santos Moya
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Madrid Actualizado:13/07/2020 01:44h

Cuando en los albores de los años 2000 se construyeron los primeros bloques de Butarque (Villaverde), pocos imaginaban que aquel enclave de marcado carácter industrial se convertiría hoy en un extenso núcleo de nuevas promociones destinadas en su mayoría a familias jóvenes, deseosas de vivir dentro de la ciudad de Madrid con los servicios y comunicaciones propios de una gran urbe. Es por ello que, tras años de reivindicaciones vecinales, la pasarela peatonal que unirá este barrio con el limítrofe de San Cristóbal de los Ángeles verá la luz a lo largo del próximo año después de que el Ayuntamiento diese luz verde al proyecto a principios de julio. Se trata de un paso elevado de 170 metros de longitud y 3,5 de ancho, ideado para salvar las vías de la línea de Cercanías C-3 y acceder así a la propia estación. Un proyecto exigido históricamente que ahora, sin embargo, mantiene divididos a los residentes teóricamente beneficiados.

Los problemas de inseguridad que azotan actualmente a San Cristóbal, marcado sobre todo por el notorio incremento de narcopisos y el alto número de robos, han puesto en alerta a parte de los moradores de Butarque, temerosos de que el puente se convierta en un futuro punto de entrada de la delincuencia a sus calles. Ello motivó que una vecina iniciase días atrás una recogida de firmas en la plataforma change.org bajo el lema «No a la pasarela que comunicará San Cristóbal con el barrio de Butarque», respaldada hasta la fecha por cerca de medio centenar de personas.

En el texto que acompaña a la petición se hace hincapié en el aumento de «la inseguridad y peor calidad de vida» que provocará este «acceso fácil y sencillo». «Existen otras vías con Renfe Cercanías como la estación de Villaverde Bajo, comunicada con nuestro barrio a través de dos líneas de autobús interurbanos. Quizá no es suficiente debido al alto crecimiento de la zona, pero la solución no es abrir un acceso a uno de los barrios más conflictivos como es el de San Cristóbal», se añade en la explicación, apoyada por numerosos usuarios en la misma página web y a través de las redes sociales.

Desde la asociación de vecinos de Butarque, en cambio, rechazan esta postura y mandan un mensaje de tranquilidad «dados los beneficios» que la estructura aportará al lugar. «Esta solicitud se ha realizado a título individual», advierten, antes de dejar claro que la solución no puede ir encaminada al aislamiento de los barrios. «No nos parece justo levantar barreras cuando lo que necesitamos es precisamente lo contrario. Lo que hay que hacer es reforzar la seguridad», subrayan, conscientes de la acuciante necesidad de abrir una nueva conexión con la red de transporte público de la Comunidad de Madrid.

Alertados por el contenido de algunos de los argumentos esgrimidos para censurar el proyecto, la asociación vecinal decidió emitir un comunicado en el que recuerdan que «siempre han sido un barrio solidario, luchador, reivindicativo y eso es lo que nos convierte en un sitio donde nos gusta vivir». En la misiva inciden, además, en que ya existe «un paso peligroso, inseguro e imposible para muchas personas con problemas de movilidad que ahora sí podrán cruzar de un lado a otro»; y piden respeto para los vecinos de San Cristóbal, «cuya inmensa mayoría no merecen el trato que se les da cada vez que se habla de su barrio o se les prejuzga simplemente por su lugar de residencia».

En lo que sí coinciden unos y otros es en la falta de servicios que sufren hoy en día. «Necesitamos un centro de salud, un instituto, mejores comunicaciones por carretera y un mayor refuerzo del transporte público», apuntan en la asociación, en sintonía esta vez con la parte crítica sobre la pasarela. La diferencia entre bandos radica, dentro de las carencias detectadas, en la inclusión o no de este proyecto, cuya inversión alcanzará los 3,8 millones de euros, y que mantiene un plaza de ejecución de nueve meses. El paso peatonal contará con una moderna estructura metálica, extendida entre la última glorieta de la calle de Hulla, en la parte de Butarque; y una parcela de la vía de Paterna. Ambas entradas serán plenamente accesibles al contar con sendas rampas.

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« Respuesta #1652 en: 15 de Julio de 2020, 07:26:12 am »

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« Respuesta #1653 en: 16 de Julio de 2020, 00:45:18 am »
https://twitter.com/pigdemont_/status/1283130886821732354

Menuda imagen del podemita y jefe del PCE, Enrique Santiago, aparte de no ponerse la mascarilla cuando se acerca, tiene pinta de que se ha bebido unos cuantos vinitos...

Con esas pintas y formas podemita tenía que ser.

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« Respuesta #1654 en: 16 de Julio de 2020, 06:39:18 am »
No debió bajarse por que llevan tres días poniendole a caldo en distintas cuentas...para al final no conseguir nada.


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« Respuesta #1655 en: 24 de Julio de 2020, 19:32:38 pm »

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« Respuesta #1656 en: 25 de Julio de 2020, 00:11:22 am »
Menudos energúmenos.

El podemismo ha vivido en sus carnes, lo que hacen en muchas más ocasiones sus cachorros a los partidos de derechas, principalmente a Vox.


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« Respuesta #1657 en: 26 de Julio de 2020, 17:39:39 pm »

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« Respuesta #1658 en: 27 de Julio de 2020, 03:22:07 am »
Iglesias recurre de nuevo a la Guardia Civil para echar a unos vecinos con pancartas de ‘SIM se puede’

https://okdiario.com/espana/iglesias-recurre-nuevo-guardia-civil-echar-unos-vecinos-pancartas-sim-puede-5944063

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« Respuesta #1659 en: 27 de Julio de 2020, 06:46:08 am »
Iglesias recurre de nuevo a la Guardia Civil para echar a unos vecinos con pancartas de ‘SIM se puede’

https://okdiario.com/espana/iglesias-recurre-nuevo-guardia-civil-echar-unos-vecinos-pancartas-sim-puede-5944063


Guerra contra el vicepresidente
Más de dos meses de escrache diario a Pablo Iglesias e Irene Montero: ¿libertad de expresión o acoso?

    Los impulsores de las protestas junto a la casa del vicepresidente en Galapagar proclaman en un vídeo que el objetivo es echarlos del país: "si Iglesias cree que los escraches son el jarabe democrático, pues aquí tiene jarabe”, dice uno de los que participan a diario en las concentraciones

    "No es lo mismo un escrache de horas en un día que otro de dos meses, eso son coacciones", afirma desde el anonimato un juez al que tocó bregar con las espinosas protestas ante el domicilio de políticos mientras se sucedían los desahucios en lo años de la gran crisis
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Alicia Gutiérrez
agutierrez@infolibre.es @aliciaguti
Publicada el 27/07/2020 a las 06:00

Rozando las diez de la noche del martes, un grupo de cinco personas charla en círculo a pocos metros de una de las dos barreras de plástico que cierran la calle del pueblo de Galapagar donde vive Pablo Iglesias. Envueltos en banderas -rojigualdas-, los cinco ven pasar a quien acaba de llegar y observan a sus espaldas cómo los dos guardias civiles le explican tras la barrera que no, que a partir de ese punto solo se permite adentrarse a los que allí viven. A tiro de piedra asoma la curva de ese tramo de la urbanización. Largos muros de piedra rematados por fibra vegetal protegen jardines y casas silenciosas. Un entorno de quietud. O lo era. Desde hace dos meses, el escrache diario a Pablo Iglesias y su pareja, Irene Montero, lo ha alterado todo. Sobre todo, sus vidas.

Los agentes apostados tras la barrera dicen no saber nada. No confirman si el despliegue de protección implica a la docena de efectivos desplegados en la barrera del otro extremo de la calle o a más. Ni cuánta gente ha participado en el escrache de ese día en las inmediaciones del domicilio que comparten el vicepresidente y líder de Podemos, la ministra de Igualdad y sus tres niños, los dos mayores mellizos de dos años recién cumplidos. Tampoco saben los agentes si es cierto que algunas tardes de nueve a nueva y media el aforo de la protesta crece por encima del centenar y hay gritos, como denuncian varias fuentes. Ni si el escrache se ha reproducido exactamente no una tarde ni dos como tantos en los últimos años sino todos los días desde hace dos meses. Pero decir dos meses es un error. Porque en realidad, y quien lo reconoce es uno de los miembros del grupo de cinco que charla a pocos metros de allí, todo empezó a mitad de mayo y ha seguido sin solución de continuidad. Por tanto, van ya más de 70 jornadas en números redondos. Son las transcurridas desde que en ese punto de la sierra madrileña el 15 de mayo aporrearon por primera vez el aire las cacerolas, las tapaderas metálicas, el menaje acumulado por “decenas de vecinos”, según la narración que hizo Abc.

Aunque ABC señaló que el objetivo era extender a Galapagar la protesta emprendida en el madrileño barrio de Salamanca por la gestión del Gobierno sobre el coronavirus, la meta real era y es distinta. Y se resume en lo que muestra otro vídeo, este grabado y subido a Twitter el 8 de junio por una de las principales impulsoras de las concentraciones, la concejal de Vox en Galapagar Cristina Gómez Carvajal: "Nos vais a tener aquí todos los días, no os preocupéis, que somos muy bien mandados, hasta que os aburramos y os vayáis a Venezuela con Maduro".

 

    https://t.co/VipYydLJx6
    — Cristina Gomez Carva (@CristinaGomezC7) June 8, 2020

En resumen: el objetivo perseguido no consistía ni consiste en protestar una tarde por el coronavirus, ni por la política económica del Gobierno, ni por la social ni por los impuestos. Lo que persiguen quienes se concentran en Galapagar es echar de su casa -del país se perfila más difícil- al vicepresidente de un Gobierno que salió de las urnas, a su pareja y a sus hijos.

Ese vídeo del 8 de junio cobra ahora renovada importancia, aunque antes de explicar por qué hay que regresar a la barrera que cierra el paso a la calle de Pablo Iglesias. Hablan los cinco que envueltos en banderas charlan en grupo. Forman parte de “los fijos” que cada día, después de una concentración donde ha llegado a haber “200 personas o más” permanecen allí en una especie de guardia hasta que regresan a sus domicilios: “A veces, nos hemos ido a medianoche”. La cifra de 200 se refiere a quienes todos los días –“todos, sí”- “se pasean” desde el 15 de mayo a pocos metros del chalé cuya compra en 2018 ha utilizado desde entonces la oposición como un cañón cargado de balas de reproches contra Pablo Iglesias e Irene Montero. Otras fuentes recalcan que la asistencia ha disminuido. Y otras, estas policiales, que la tensión se ha rebajado. Con frecuencia hay ahora solo ocho o diez, sostiene una tercera fuente ajena a la anterior y a los concentrados.

Pero sean cuantos sean, los que se “pasean” están “ejerciendo un derecho democrático”, subraya el autor de los entrecomillados del párrafo anterior. Se llama Francisco Zugasti.

Presidente de la asociación Projusticia, especializada en furibundos ataques a la Ley de Violencia de Género y cuyos miembros consideran a las feministas “feminazis”, Zugasti saca a relucir la inevitable Venezuela. Y enarbola una completa relación de páginas de hemeroteca que restriega al vicepresidente y su pareja. Se conoce de memoria la fraseología de Iglesias a favor de los escraches. Saca del zurrón la más conocida y le lanza con ella una pedrada: “Si Iglesias cree que los escraches son ‘el jarabe democrático de los de abajo’, pues aquí tiene jarabe”. La pronunció Iglesias en 2013, cuando la crisis desmoronaba el país, tenía 35 años y ni estaba claro aún que hubiese decidido optar a un cargo público.

De una lista de escraches que va enumerando, Zugasti desgrana varios nombres. Entre ellos, el de Soraya Sáenz de Santamaría.

El escrache a Soraya Sáenz de Santamaría ocurrió en aquel 2013 en que los desahucios dejaban a la gente en la calle como a chinches. Para amargura de la familia de la vicepresidenta y mientras una parte de la izquierda obviaba el dolor que a cualquiera causa toda muestra de asedio, por corto que sea, el 5 de abril un grupo de la plataforma Stop Desahucios se congregó frente a su domicilio. Su marido interpuso de inmediato una denuncia. Y el juez absolvió a los denunciados. Ese escrache, escribió en su sentencia el juez Marcelino Sexmero, fue un acto de libertad de expresión. “Los límites de la crítica admisible son más amplios respecto a un político en ejercicio”, agregó. Fue el único escrache que sufrió la entonces número dos en el Gobierno de Mariano Rajoy.

Aquello abre ahora interrogantes. Especialmente uno: ¿si el escrache a Sáenz de Santamaría fue un acto de libertad de expresión lo es también el escrache diario a Iglesias y Montero? Y es aquí donde cobra renovada importancia el vídeo de Cristina Gómez, una de las tres concejalas de Vox en Galapagar e impulsora de las concentraciones.

De momento, Gómez acaba de librarse de la querella que, con su vídeo grabado el 8 de junio como uno de los grandes detonantes, interpuso Irene Montero a finales de ese mes por los delitos de acoso y coacciones. La jueza número 4 de Collado Villalba, capital de la sierra y cabeza de partido judicial para Galapagar, ha archivado la querella porque -sostiene en el auto- todo lo que al lado de la casa de la pareja está ocurriendo es fruto de la libertad de expresión. “Ninguna alteración grave de la vida cotidiana de la querellante se ha constatado, ni tampoco se ha concretado por la reseñada en qué medida se ha producido esa alteración”, escribe la magistrada.

La "diferencia esencial" entre el escrache a Sáenz de Santamaría y el de Galapagar

La magistrada, Marta García Sipols, llega más lejos: “Ciertamente cabe apreciar expresiones que pueden resultar incómodas y emisión de ruidos obviamente molestos por su transmisión a través de las caceroladas, situaciones que, si bien es cierto que pueden ser objeto de crítica, también lo es que su cauce adecuado de tratamiento no es precisamente la vía penal, máxime cuando no se llega a escuchar ninguna frase de carácter intimidatorio hacia la persona de la querellante, y considerando el principio de intervención mínima del derecho penal”. García Sipols ya archivó una primera denuncia de Iglesias y Montero cuando OKdiario difundió la compra del chalé de Galapagar.

¿Pero es lo mismo un escrache de un día como el de Sáenz de Santamaría y otro de dos meses seguidos? ¿Es igual esta presión sostenida que simpatizantes o militantes de la derecha ejercen cada día sobre Iglesias y Montero que el que una mañana o una tarde sufrieron también distintos dirigentes del PP como Cristina Cifuentes o Esperanza Aguirre o Esteban González Pons? ¿Cabe hablar de “interpelar a los diputados”, como definió Irene Montero el significado de aquellas protestas, cuando el escrache se perpetúa? ¿No “intimida” ser consciente de que tal vez los amigos desistan de aparecer por la casa de Galapagar?

La respuesta la ofrece uno de los jueces que hubieron de resolver denuncias sobre aquella oleada de escraches durante la crisis iniciada en 2008. La fuente pidió expresamente que se omita su identidad: “Hay una diferencia esencial -dice el magistrado- entre un escrache que dura 20 minutos en un solo día y otro que se produce todos los días. Porque entonces hablamos de reiteración y de constancia, lo que significa coacciones. Es como si todas las madrugadas llamas por teléfono a alguien a la misma hora. Aunque no digas nada, estás alterando su vida, le estás coaccionando”.

Montero cree que, en efecto, las concentraciones diarias la están coaccionando. Y acosando. La jueza de Collado Villalba que ha archivado su querella contra la concejal de Vox sostiene en cambio lo contrario, como queda claro en párrafos anteriores. De hecho, el auto con que el pasado día 13 dio carpetazo no hace mención alguna a las reiteradas consignas encaminadas a mantener esta especie de cerco de Numancia hasta expulsar de Galapagar a la familia. Sobre el sobreseimiento provisional de la querella deberá pronunciarse la Audiencia de Madrid tras el recurso de Montero.

El germen de lo que ahora ocurre se remonta a 2018. Adquirir lo que en Madrid se denomina un “casoplón” -600.000 euros a pagar entre los dos y con hipoteca- se convirtió en un peligroso bumerán y una terrible herramienta de presión desde mayo de aquel año. El dirigente político que viviendo en un piso del distrito madrileño de Vallecas había alentado a luchar contra “la casta” topó de repente con algo inimaginable un mes antes: cómo la compra de casa en Galapagar se convertía en un calvario inacabable como el del mito de Sísifo. Cada vez que parecía haber llegado a la cumbre, algo le empujaba de nuevo montaña abajo. Y todo volvía a empezar. Desde hace dos meses, todo empieza de nuevo cada día con este escrache, palabra de origen incierto una de cuyas etimologías posibles es un vocablo italiano que significa “aplastar, presionar, oprimir”.

Interior elude pronunciarse sobre lo que en efecto constituye un verdadero aplastamiento: sin violencia física pero reiterativo como la gota malaya que horada incluso la piedra. El potencial efecto llamada de cualquier crítica a los manifestantes disuade también de opinar incluso a Podemos y al círculo de Iglesias y Montero: el chalé es “un tabú”, diagnosticó hace tiempo en conversación con este periódico un militante de la formación morada. Y lo será mientras la derecha repita como un mantra que Iglesias dice no a la casta pero sí al chalé.

El controvertido requerimiento del súper

En medio de esas protestas diarias sin más reivindicación o pancarta que librarse de Iglesias, queda otro episodio que también araña y marca, segunda etimología posible del verbo escrachar. A finales de abril, todavía en plena escalada de la pandemia, la Guardia Civil intentó que -sin orden judicial y ahí reside la clave- un supermercado de la zona entregase un vídeo de seguridad que mostraba a Iglesias comprando sin mascarilla, cuyo uso no era todavía obligatorio en recintos cerrados. El establecimiento se negó a facilitarlo. Entonces, y pese a la que la Ley de Protección de Datos señala un plazo de 30 días para borrar las imágenes, los agentes pidieron al supermercado que no las destruyera. Por si acaso las reclamaban.

Aquello se supo tras el cese del entonces jefe de la comandancia de Galapagar, Diego Pérez de los Cobos. Pero a día de hoy, nadie ha explicado el porqué ni el para qué de una decisión que afectaba, sin orden judicial, a la privacidad de un vicepresidente del Gobierno.

El episodio de la Guardia Civil se inserta así en una historia donde las imágenes y el ruido y la furia que las acompañan se erigen en testimonio clave. Y así, aquel vídeo difundido a mitad de mayo por la cabecera principal del grupo Vocento permite anticipar cuál sería la pauta de las protestas en Galapagar. Y la pauta pasaba al comienzo por un crispado y ensordecedor concierto de cacharros alternado con una muestra ambulante de enseñas nacionales.

En el catálogo de enseñas nacionales, símbolo de un “patriotismo” que aquí promueve expulsar del país al vicepresidente de un Gobierno legítimo, aparecen incluso lo que parecen ser las banderillas de una corrida de toros. Una joven las hace chocar entre sí como en una ceremonia de paloteo de Segovia, tierra a la que en la Edad Media pertenecía Galapagar. Con 33.742 empadronados en 2019, las elecciones de mayo ese año auparon con el apoyo de Ciudadanos, de Podemos y de Más Madrid al PSOE a la alcaldía del que había sido un feudo del PP, de nuevo el partido más votado.  Vox obtuvo tres ediles con el 13,59% de los sufragios emitidos, casi el doble que en la capital. Un año más tarde, la derecha y la ultraderecha iniciaron los escraches al líder de Unidas Podemos.

El ruido de las cacerolas, cuenta el “fijo” Zugasti con fechas aproximadas, se acabó ya en mayo. “¡Se acabó en cuanto se impuso la primera multa de 600 euros!”, exclama sorprendido de que se aplicaran multas.

Los abucheos a Enrique Santiago

¿Pero y los niños de Iglesias y Montero, y los insultos como los que muestra el último vídeo conocido de la serie? Esa grabación tiene como protagonista al diputado y máximo dirigente del PCE, Enrique Santiago, abucheado con gritos que retrotraen a lo que los archivos sonoros y las memorias personales almacenan de la siniestra dictadura franquista: “¡Comunista, comunista!, ¡macarra!, ¡fuera, fuera, fuera de este país!, ¡viva España!, ¡comunista!, ¡viva el rey!, ¡fuera!”.

La carga contra Santiago sucedió cuando, tras abandonar la casa de la pareja, el diputado detiene el coche, baja con visible enfado contra quienes inundan la calle y se enfrenta a ellos de viva voz. Uno de los concentrados porta un megáfono, lo cual apunta a que los asistentes no hablan en voz baja como hacía el grupo de los cinco la noche del martes. Zugasti no conoce el episodio. “Fue el domingo de las elecciones”. O sea, el pasado 12 de julio, jornada electoral en País Vasco y Galicia. “No vine porque estaba en las Vascongadas”, responde. ¿Eh? “Necesitaban gente y me ofrecí como apoderado”, responde. Apoderado de Vox. “Pero no soy de Vox”, es lo que dice.

Con voz punzante, son dos de sus compañeras de charla quienes responden a las preguntas de qué pasa con los niños de Iglesias y Montero, qué con la desazón que puede causarles oír un griterío o ver gente apiñada cerca de casa o quién sabe si se preguntan, tan chicos, por qué su padre no saca a los perros a pasear cuando está cayendo el sol. “¿Los niños? Los niños deben preocuparle a su madre”, responde de sopetón una de las fijas. La otra empieza a enumerar una cascada de supuestos datos sobre los dos mellizos de la pareja. Este periódico no los reproducirá. Zugasti, de nuevo, interviene a modo tranquilizador como en un debate televisivo: “Los niños no se enteran porque no se oye nada en su casa”. Ahora, todos asienten: ni se enteran.

Y como lo ocurrido el domingo 12 de julio se aloja en el anecdotario que les enorgullece, un cuarto miembro del grupo se lanza a renglón seguido contra Enrique Santiago: “¡Iba con la camisa llena de manchas, se habrían puesto de comer hasta aquí!”, exclama inflando los carrillos y curvando los brazos junto a los costados para satirizar el perfil de un gordo. Zugasti interrumpe en tono calmado. Lo que está ocurriendo es “un ejercicio democrático”, repite mirando a los ojos a su interlocutora. Pero en Twitter continúa resonando el discurso del vídeo de Cristina Gómez, escritora en Twitter de otra frase ilustrativa de su pensamiento, esta contra el ministro Fernando Grande Marlaska: “Le ponen los niñitos jovencitos”.

Este martes, cuentan sus vecinos del grupo de los cinco que la edil está de vacaciones fuera de Galapagar. Pero su vídeo del 8 de junio ahí sigue. Publicado en la citada red social: "Nos vais a tener aquí todos los días, no os preocupéis que somos muy bien mandados, hasta que os aburramos y os vayáis a Venezuela con Maduro". Pero no hay coacciones. No hay acoso. Eso sostiene la jueza número 4 de Collado Villalba, capital de la sierra de Madrid.