Cada año es un reto más conseguir llegar a disfrutar de mis vacaciones de verano, soy policía.
Hace años salía de casa, me aseguraba mirando por la ventana del bloque donde residía si había algo fuera de lo normal en la calle, bajaba las escaleras, siempre evitaba el ascensor, cada rellano era un reto, miraba que las mirillas de las puertas no estuviesen tapadas con cinta adhesiva.
Llegado a la calle, pasaba el lugar del estacionamiento donde se encontraba mi vehículo, daba la vuelta en la siguiente esquina y retornaba a mi coche.
A unos dos metros antes de llegar a él, tiraba disimuladamente mis llaves al suelo, me agachaba y miraba los bajos del coche, podrían haber puesto una bomba debajo del mismo.
Recogía las llaves y rodeaba el coche, fijándome en las cerraduras y cristales, que todo estuviera como ayer lo había dejado.
Si ayer había ido por un camino hacia mi trabajo, hoy cambio la ruta, podrían sorprenderme en cualquier punto, no iba a ponérselo fácil.
Tomaba esas precauciones día tras día, durante muchos años, y llegué a sobrevivir con un mísero sueldo, para algunos seré un demagogo, pero aquella época fue así.
Después vino la droga, intervenciones durísimas, el sida no nos daba miedo, pero si respeto, más de uno de mis compañeros en alguna actuación fueron pinchados con jeringuillas usadas para inyectarse la droga en vena.
Nos llamaban fascistas, torturadores, asesinos, criminales, hijos de p***, perros, corruptos...
Aun así, seguí al pie del cañón, mientras iba deteniendo a los delincuentes, cada vez me iba importando menos su final, hasta tres veces en un mismo turno había detenido a la misma persona, más de una vez.
Seguí adelante, la coraza que había creado a mi alrededor me protegía de cualquier historia, por muy tétrica que fuese, sinceramente, me daba exactamente igual todo.
Asesinatos, palizas, robos con violencia, secuestros, prostitución, trata de seres humanos, y un largo etcétera de maldad convivían conmigo, al igual que convivía conmigo los suicidios de mis compañeros, casi no hacía falta que nos matarán, nos matábamos nosotros mismos.
Pero pese a todo ello, todo era previsible, todo tenía un comienzo y un final, todo tenía solución aparente, todo tenía su camino.
Hoy, pese a mi edad, vuelvo a estar preocupado, esta vez un nuevo peligro nos acecha, ya ha actuado en España, en Inglaterra, en Alemania, en Egipto, Ruanda, India, Irak, Bélgica, Nigeria, Mauritania, para no aburrirnos, muchas veces en Francia.
Ese peligro es imprevisible, cada turno salgo a trabajar sin saber qué medidas de seguridad debo adoptar.
Y esto amigos míos, es en lo que puedo resumir mi trabajo, discúlpenme, voy a tratar de relajarme acudiendo al cumpleaños de mi nieto, gracias.
Soy policía.
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